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Críticas de AriasGSergio
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Críticas 63
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
16 de octubre de 2016
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un monstruo viene a verme es un cuento dentro de otro cuento, pura metaficción, cuya moraleja es superar ese miedo perenne a perder algo. En este relato, Bayona redistribuye los roles arquetípicos de todo cuento de hadas: el niño protagonista es el príncipe, su madre es la princesa, su abuela es la reina y su abuelo, el difunto rey. Además, el vetusto boticario es un oncólogo y el temido y feroz dragón es un mal moderno: el cáncer.

La película es una obra continuista dentro de la filmografía de un director que se ha dedicado a explorar las dinámicas paternofiliales en todos sus filmes (El Orfanato, Lo Imposible). Y su formato se dirige a esa complicada edad que es el paso de la niñez a la adolescencia, con un mensaje infantil pero una estética adulta. Además, el filme está confeccionado con retales de clichés. Pero desde el primer momento reconoce su previsible parábola: "La historia empieza como todas, con un niño y una pesadilla".

Su premisa recuerda a Mi vecino Totoro: un niño que se refugia en su inabarcable imaginación para afrontar una situación límite de su vida. De hecho, ambas llegan a compartir incluso planos. Aunque la de Bayona es una obra desprovista de la inocencia del Studio Ghibli y puramente autoconsciente: desde el inicio del filme el joven protagonista sabe en todo momento que ese monstruo es un sueño y no existe.

Fiel a la estética gótica que Bayona llevó al extremo en la serie Penny Dreadful, el largometraje raya en la delgada línea que separa el drama del melodrama. Y llega a tener tres finales. Pero el realizador español sigue adelante en cada uno de ellos revolcándose en el kleenex en un claro exceso de expresividad. Muchas veces el grito más alto es del silencio.
AriasGSergio
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5
3 de septiembre de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cineasta checo Milos Forman debutaba en una producción estadounidense siete años después de hacerlo en su país natal. Y lo hacía con esta afinada comedia protagonizada por unos padres que en un ademán voluntarioso que roza el desasosiego, pretenden “entender” a sus hijos adolescentes. De ese acelerado tiento por sintonizar desesperadamente la emisora del transistor para estar en la misma onda que sus retoños, surgen todo tipo de cómicas escenas.

Una juventud a la que contrariamente al título en castellano del filme, se la representa de forma inocente y pacifista, en claro contraste con los dejes disparatados más propios de una estrella de rock perpetrados por sus torpes progenitores. De hecho, la película está rodada como una de esas rancias cintas amateur que alberga los primeros pasos del crío: desde la sesgada perspectiva de los padres. Mientras ellos graban, sus descendientes se dedican a expresarse artísticamente señalando que no todo está perdido y donde hay talento, puede haber un futuro esperanzador.

Y esa incomunicación entre dos pueblos que comparten territorio pero no idioma, es la base del largometraje. Apenas hay diálogos entre padres e hijos. Y si los hay, son incómodos y aturrullados, como deben ser. Todo ese material es utilizado malévolamente por Forman para denunciar los prejuicios contra toda una bisoña generación setentera y la facilidad para caer en la hipérbole de las sospechas urdidas por los padres.
AriasGSergio
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4
10 de diciembre de 2015
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
We are your Friends se rige por los principios de la metaficción. Sin ser cine dentro del cine, es un filme sobre música electrónica dentro de una larga orquestación de hora y media de duración. Joseph encomienda el éxito de su largometraje al clímax final, tras intentar aumentar los latidos de los espectadores a ritmo de una lucidez demasiado escasa que sustituye a los beats por minuto.

El resultado es el almizcle de géneros: comedia, drama, romance. Un largometraje de fisionomía indefinida que trata precisa e irónicamente sobre la desorientación de la juventud actual. We are your Friends termina reduciéndose a un marcial desfile de lugares comunes (festivales, alcohol, drogas y sexo) que escoltan celosamente a un Zac Efron al que ya se le usa más por sus dotes mediadoras con la juventud que interpretativas (sus dos anteriores filmes, Malditos Vecinos y That Akward Moment, lo confirman).

We are your Friends no inventa nada por incapacidad propia y se resigna a realizar un collage con logros ajenos. Véase la temática de la generación perdida (mejor tratada en productos como la serie de la HBO, ‘Girls’) o el proceso creativo que acompaña a la composición de la música (ya mencionado en la serie ‘Mozart in the jungle’ dónde es mejor defendida gracias a la pasional interpretación de Gael García Bernal). En definitiva, una película digna de cualquier olvidable noche de verano que intenta merecer un alma como un mórbido cosplay de Eduardo Manostijeras sin llegar a merecerla.
AriasGSergio
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6
15 de noviembre de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo el mundo conoce a Sherlock Holmes. En su versión literaria, macarra (el de Robert Downey Jr. y Guy Ritchie) e introspectiva (Benedict Cumberbatch). Pero muy pocos saben del retiro espiritual que paseó de la mano junto a sus últimos días. De ese éxodo urbano al que se sometió personalmente cuando los casos sin resolver, las manchas en los zapatos de los transeúntes que indicaban qué había cenado hace dos semanas y la vida estaban al otro lado del andén.

En su obra ‘La soledad de los moribundos’, el sociólogo Norbert Elias narra con dolorosa exactitud el tratamiento que se le dispensa a la tercera edad en nuestras sociedades actuales. Una de las conclusiones es que la vejez no combina cromáticamente con lo cosmopolita, por lo que la recluimos en centros deshumanizados y burocratizados. Así involucionamos como personas puesto que en la Antigüedad los más mayores ostentaban la cúspide jerárquica en la organización. El director Bill Condon sabía de nuestros reparos a visitar a un pariente anciano recluido, por lo que verlo durante 104 minutos podía ser su verdugo. Desde el propio cartel del largometraje se enseña la versión más joven y resuelta de Holmes del filme (siendo la que menos aparece), cómo si así nos invitase más a querer verle. Ahí aparece el joven intérprete Milo Parker. Su enérgica y curiosa actitud ante la vida coincide en pantalla con la decrepitud y el ocaso virtuoso de un genio. La hoguera casi extinguida de Holmes agradece ese bisoño madero de leña para arder esplendorosamente por una última vez. La química entre actores y entre protagonista y director (McKellen lideró la mejor película en la filmografía de Condon, ‘Dioses y monstruos’, también un biopic producido por la BBC) terminan estando muy presente en el filme.

Resuelta la incomodidad inicial, el resto del metraje es un elegante y tenue drama sobre la vejez, que es tan avariciosa que alcanza hasta a los personajes de ficción más idolatrados. El propio McKellen diserta en la película sobre la dicotomía a la le que sometió el doctor Watson entre realidad y ficción. Finalmente Holmes, el baluarte de la helada lógica, abraza el relato ficcional por una buena causa. Y por cerrar un caso, que es igual o más importante para el pertinaz detective incluso en sus últimas divagaciones.

El lánguido personaje de sir Arthur Conan Doyle merecía una despedida digna. Un ‘closure’ como dirían los ingleses. Y qué mejor actor para brindar sobre su lecho mortuorio que Ian McKellen, un mago interpretativo capaz de moverse con soltura entre lo lúcido y lo senil.
AriasGSergio
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6
1 de julio de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Slow West es un western dramático con toques puntuales de comedia negra basado en la famosa región del Oeste estadounidense en el siglo XIX. El debutante director (y ex músico) John Maclean aprovecha el lienzo mental del espectador sobre el despiadado y salvaje Oeste para transmitir una reflexión contraria, apoyada en la moraleja final sobre el “vivir no es sólo sobrevivir”, el compañerismo entre los dos protagonistas y las postales paisajísticas, que actúan a modo de vidrios en una iglesia representando bella y gráficamente cada pasaje del filme.

El largometraje es un harapiento comensal de cantina, que a pesar de los prejuicios que tengamos acerca de su cochambrosa apariencia, nos desliza bajo la mesa un mensaje gentil y agradable, una servilleta con trazos de una filosofía acogedora. Por su parte, ante la ausencia de grandes nombres en el reparto, un Michael Fassbender a medio gas actúa como reclamo para los carroñeros espectadores que se abaten sobre él sin piedad.

Maclean logra que el arquetípico matojo rodante del Oeste no se pasee ni un instante por escena. A pesar de su título, Slow West no se hace ardua, pues alterna pausas con acelerones ofreciendo una visión final de un Oeste en hibernación contemplativa pero con un mortífero (aunque breve) despertar de su letargo.
AriasGSergio
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