Trasbordos temporales en una delicada exposición de costumbrismo vital. Una búsqueda hacia dentro. Amistad, familia y lealtad. Gritos a destiempo, afónico auxilio en el frondoso bosque personal. Con el alma desnuda y la lección aprendida.

La forma en la que Yang presenta su historia, y después la desarrolla, deja claro una visión experimentada, y casi paternalista, consciente de los inesperados rumbos de la vida y las consecuencias de esconderse detrás de la dependencia de otros. Lo hace en su primer largometraje, con la propiedad veterana que otorga el paso del tiempo, aún suficiente a la temprana edad de 36 primaveras… Y alguna que otra reflexión playera.

El dominio del flashback es abrumador. Una exposición escalada de puntos de vista y grados de consciencia, siempre medidos, moldeando el tiempo a ambos lados de la pantalla. Horneando a fuego lento una historia con capas temporales y secuelas vitales. El intimismo de su historia trasciende con la forma, va más allá de generaciones y roles de género. Una telaraña de recuerdos capaz de elevar su interés y desviar su premisa inicial.

Sexos e idiomas, distancia y unión. Dudas sin respuesta. Desafines camuflados bajo el manto de las masas. Automatismos deambulantes con parches disfuncionales.

El mundo sufre mientras Lanthimos observa. Provoca al hemisferio vago. La elegancia de la cámara juega con las alegóricas críticas de Yorgos.

In Our Time - Expectations (1982) de Edward Yang.

Tierna gestión emocional. Despertares escondidos en la sensorial introspección adolescente. Billetes de niñez caduca, fantasías de amor temprano.

La cámara capta con sutileza los bullicios biológicos de su protagonista. Contenida, la obra de Yang evoluciona ensimismada en su propia intimidad. Referenciando bicicletas y aventuras de perfil discreto.

Floating Weeds (Duckweed) (1981) forma parte de una antología para televisión titulada Eleven Women.

Lugares vitales. Espacios sin confort, de porvenir incierto. Búsqueda, pérdida. Próspera nostalgia que vaga sin rumbo entre costumbres e ilusiones. Un viaje existencial, generacional y bastante real. Desmitificando en primera persona. Creciendo en el contraste.

Con mucha intención intimista.

En el nombre del "divino" que vela por nosotros. Legado, pecados y penitencias. Balanza responsable y bastones de rectitud.

Las míseras consecuencias la hipocresía. Duda. Futuros presentes y pasados futuros. Verdugo impasible ante ruegos seductores. Besando pies, ocultando vergüenzas. Algo muere y no es material. Peso de carga, océano en calma... Tormentas en el alma.

Lanthimos vuelve a ser cruel con el sistema. Se ríe del cinismo con su sonrisa más terrorífica. Confecciona planos laberínticos y geométricas composiciones donde vagan sus personajes. El sacrificio de un ciervo sagrado es un disparo a la conciencia del deshonesto. Un derrumbe de principios maquillados con sombras que delatan la triste lucha del egoísmo. Un baile de lágrimas con vergüenza y culpa.

Magnífica.