El género de Terror es otro de los que lelga desgastado al siglo XXI. A mi parecer las últimas realmente interesantes han sido orientales (japonesas, coreanas, hongkonesas). A pesar que la han vapuleado bastante, Rinne es un filme que se deja ver y su ritmo narrativo no decae en ningún instante. La trama gira sobre la criptomnesia que es tener recuerdos encriptados de vidas pasadas y que de repente afloran, en este caso para reconstruir un crimen acontecido 35 años atrás en un hotel, para lo cual, cada víctima se encarga de buscar a su propia reencarnación. Si bien los sustos no son del otro mundo (nada que nos haga saltar de los asientos), no puede negarse que la película guarda mucha similitud con The Shining de Kubrick-King (Jack Torrance revive una masacre acontecida en 1921 en un hotel invernal) y la muñequita de marras hace muchos guiños a Chucky. El logro pirncipal de la historia es no saber hasta el final quien se reencarnó en quien. Pocos espectadores deben haber adivinado quien era Nagisa en realidad.

Julius Popper fue un aventurero aunque no gustaba que lo calificasen como tal. Nacido en Rumania, vagó por medio mundo hasta anclar en la Argentina con la peregrina idea de que en su extremo meridional había oro en abundancia. Fabricante de una máquina para deslavar la tierra en busca de preciosos metales, convence a una caterva de inmigrantes europeos para fundar El Páramo donde acuña sus propias monedas de oro de uno y cinco gramos y estampillas de diez centavos (hoy joyas de la filatelia y la numimástica). Murió a los 36 años tras realizar una feroz matanza contra los indios onas. El personaje en sí, bien merecía una película y Littin quiso cerrar el siglo XX retratando su epopeya. Lamentablemente Javier Perugorría está lejos de plasmar esa locura apasionante que podía transmitir Kinski en Lope de Aguirre o Fitzcarraldo. Es más, fuera de Fresa y chocolate, en otras películas el cubano ha demostrado que su registro actoral es limitado y le resta fuerza al filme. Lo mejor es la fotografía que transmite la desolación y la bravura de la Patagonia y también la presencia de Tamara Vargas, aunque improbable princesa ona opaca a la revejida Ornella Muti.

Filme notable que revisa el verdadero sentido de la Amistad, el Amor, los Encuentros y los Desencuentros. Catherine es el retrato de la disconformidad femenina, de todas aquellas no hechas para hacerla de madre o esposa. Son musas, espíritus libres, desligadas de convencionalismos; un compromiso es una invitación al aburrimiento cuya consecuencia es que arrase con todo. Jules el austro-húngaro es el superviviente de un imperio que se desmoronó en la Primera Guerra. Su amor por Catherine lo lleva a tal punto que prefiere compartirla antes que perderla. Ese deseo humano y genuino lo sabe sobrellevar con mucha dignidad. Jim el francés nació con buena fortuna y siempre se impone en todo lo que se propone. Es el compañero ideal para alguien como Catherine. Pero tiene miedo. Sabe que una mujer así lo puede destruir. Mi película favorita de Truffaut. Consolidó a Jeanne Moreau como la gran actriz francesa de su tiempo.

Si bien no está a la altura de las películas que los Marx Bros. hicieron en conjunto, el filme entretiene y se deja ver. Groucho Marx es el gran comediante de lo absurdo y la película va mejor cuando "baila" a su ritmo. Lamentablemente el acartonamiento de los números musicales (gran parte del metraje) hacen que la película no tome más vuelo pues contiene muy buenos momentos como Groucho robándole la comida a los animales o la pseudopelea entre Fifí y la "cerda brasileña" (¿La escena de las ropas de Fifí en el río no les recuerda a lo que haría después Billy Wilder en Irma la Douce?). Entre los diálogos hilarantes de Groucho (la justificación de no firmar un cheque sin fondos o su cacareo de inocencia que la policía no cree precisamente porque es la verdad), me quedo con uno simple y contundente:
Carmen: ¿Qué consigues persiguiendo a tantas mujeres?
Groucho: No lo sé, te lo diré cuando alcance a una.

Considero que la película ha sido injustamente maltratada por la crítica de la época. Si bien carece de ese toque Hitch (giros inesperados), el mérito del guión es el predominio del punto de vista de todos los intérpretes, anulando en el conjunto a los protagonismos de Forsythe y de Stafford. Esto permite que todos los personajes (principales y secundarios) tengan un buen desarrollo de perfil y nos muestre que en el
juego del espoinaje los participantes no distinguen el bien y el mal, son simplemente amorales, corruptibles y desleales.