Lamentable que tenga tan poca nota esta bella película. Seguramente por el acostumbramiento parafernálico que seguimos recibiendo de manera invasiva es que esta calmo, pausado y contemplativo filme puede parecer un eterno vagar por lugares del Sur de Chile. Y aunque sin negar que puede ser pesado para algunos, se está diciendo mucho simplemente mostrando como funcionan los personajes rodeados de esta vida de pueblo, apartados, solos, esperando nada. Sin duda una interesante propuesta que abre pie a nuevos rumbos para los directores jóvenes. Hay que seguir a este director.

Fred Frith es como un niño descubriendo la música, aunque paradójicamente, es un niño con experiencia musical. Busca sonidos, experimenta y demitifica lo que significa hacer música y hacer un concierto.

Bueno, ese es Fred Frith, pero el documental es más que la vida de Fred Frith, es una obra independiente a él, que sin embargo se acopla perfectamente. Errática, sin una narración nos entrega imágenes cotidianas, cosmopolitas y a ratos deslumbrantes. Un documental con un ritmo majestuoso y que nos da la oprtunidad de ver una obra de arte con artistas y arte dentro de ella.
Excelente trabajo, tan experimental como Frith y por lo mismo, tan enviciante y cautivador.

Bozzetto se declara un admirador de Disney, de quien halló inspiración en su profesión y acercamiento a la ecología (principalmente por Bambi); por lo tanto es curioso el trato mordaz con el cual se burla de Disney, mostrando en sus animaciones mucho contenido para adultos. Si en algo se emparenta a las animaciones de Fantasía es el ritmo y el cierre de historias. Pero los intermedios (no animados) son una Fantasía Grotesca, con viejitas en la orquesta y un dibujante que estaba esclavizado.
El mayor mérito de la obra es la universalidad de las historias alcanzando a veces momentos brillantes y antropológicos como en la Evolución con el Bolero de Ravel. Una obra para quienes gustan de la animación y por supuesto de la música clásica que, en un formato menos solemne, trata de acercarse al mundo popular.

Con gran influencia del neorealismo italiano, esta película logra, a pesar de sus problemas técnicos, contar una historia tierna que aprovecha además de mostrarnos la ciudad de Stgo a fines de los '60. Esta tradición de velar a los niños muertos si se realizaba, sólo que en la ciudad desapareció primero. Poco tiene que envidiarle al cine iraní de hoy. Gran rescate cinematográfico chileno.

La película no es mala, pero tampoco es buena. Funciona, pero queda la sensación que podría haber sido una mejor película, hay escenas muy malas, rozando clichés. Rescato el sonido que era bien aprovechado y la siempre excelente actuación de Luis Dubó que ha salvado ya varias películas chilenas.

La historia de estos "prisioneros de guerra" se va diluyendo, y el uso de cámara en mano se vuelve forzado e innecesario. De seguro le va a ir bien en taquilla, pero no pasará del anecdotario fílmico de Chile.