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España España · Madrid
Críticas de Panadero
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Críticas 13
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
4
25 de diciembre de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya desde los títulos de crédito, Gary Sherman parece decidido a mostrarnos el reverso de su ciudad, esas zonas que los turistas sueles evitar: prostíbulos, shows eróticos, túneles del metro vacíos...

La idea de que existan subhumanos en nuestras ciudades, unos cuantos metros bajo tierra, siempre me ha hechizado, por la cercanía del misterio. Por ello, es natural que en esta película, Sherman quiera centrarse en la vida cotidiana, en lo que sucede en la superficie, para después sumergirnos en la demencia.

El problema está en la falta de tablas del cineasta, que, aún contando con actores destacados, como Donald Pleasance o -en un brevísimo papel- Christopher Lee, no consigue arrancárles más que diálogos declamatorios. Y es que el retrato que hace Sherman de la superficie no hace más que acumular lugares comunes: policías panzudos enfrentados por conflictos de competencias. La policía metropolitana VS MI5....
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Panadero
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6
22 de diciembre de 2012
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Freddie Francis, excelente director de fotografía, no engrosará las antologías de las mejores películas de la Historia en su vertiente como realizador. No obstante, entre las películas que ha dirigido podemos encontrar sin demasiado esfuerzo títulos entrañables, que muestran todo el encanto que puede tener una obra menor: Doctor Terror, La maldición de la calavera o CONDENADOS DE ULTRATUMBA.

Esta última es una adaptación de los famosos comics terroríficos de la EC -y al igual que ellos, ensalza las pasiones enfermas, los personajes granguiñolescos, la demencia de la vida cotidiana...-. Y además se estructura como película episódica. Fórmula, todo hay que decirlo, aplicada una y otra vez con bastante gracia por AMICUS, la productora del film. Frente a la suntuosidad y grandilocuencia de HAMMER FILMS, Amicus impone un tono escapista, de juego meramente pop y voluntariamente ingenuo, sustituyendo las fastuosas ambientaciones de época por historias que transcurren en la actualidad.

En la precariedad de medios, el esquematismo a la hora de filmar, la funcionalidad de una puesta en escena sintética -que no puede ni debe perderse en juegos retóricos-, Freddie Francis se hace grande, yendo al grano, encadenando un episodio con otro, mientras crecen el ambiente de locura y el sadismo. Muchos críticos han señalado que las películas AMICUS, por su asepsia, son ideales para ver a la hora de tomar el té. Puntualizo que esta CONDENADOS DE ULTRATUMBA radicaliza el tono general, y se vuelve más truculenta que la media, ofreciendo elementos gore que harían que se nos indigestaran las pastas...
Panadero
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8
15 de diciembre de 2012
22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1991, y nuevamente bajo producción de Dario Argento, Soavi vuelve a llenar la gran pantalla con La Secta (La Setta), contando con Kelly Curtis en el papel de Myriam (la actriz es hermanastra de Jamie Lee Curtis), el veterano Herbert Lom como Moebius, y Tomas Arana de nuevo, en el papel de Damon -tal es la afición del actor a los films de temática religiosa que incluso interpretó a Lázaro en la magnífica La Última Tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ, 1988), de Scorsese-. La música la pone Pino Donaggio, respetando los moldes del terror italiano; esto es, oscilando entre la música electrónica y el sinfonismo, aunque añadiendo unos agradecidos toques de New Age, incluso coros femeninos.

El grueso del film no viene a ser otra cosa que una variación de La semilla del diablo, pero invirtiendo la lectura católica, en lo cual ahondaremos unas líneas más abajo.

Otra vez se nos presenta una introducción histórica: en 1970, una comuna hippie es sacrificada por la secta de Los Sin Rostro. Después la acción salta a Frankfurt, donde la secta (de dimensiones mundiales) sigue operando y, curiosamente, la primera víctima allí responde al nombre de Marion Crane -al mismo nombre respondía el papel interpretado por Janet Leigh (madrastra de la actriz protagonista) en Psicosis (Psycho, 1960), de Hitchcock-.

Por seguir buscando citas y homenajes, señalaremos los variados ecos barkerianos de la película; así, el último sacrificio ritual consiste en, mediante unos garfios, revivir a Moebius, alma mater de la secta, arrancando la piel del rostro de una chica para aplicarlo sobre la cara del fallecido gurú, momento muy a lo Hellraiser. Asimismo, los subterráneos ocultos bajo la casa de Myriam, su pozo donde verá la luz el Anticristo, recuerdan a la casa de baños descrita en el relato La Madonna, del mismo Barker.

Volviendo a la introducción histórica, ésta casa con el presente mediante una ingeniosísima elipsis: plano de la boca desencajada, gritando, de la última víctima de Los Sin Rostro que enlaza con un plano de una boca abierta (que resulta ser un cartel publicitario), y el sonido estridente de una sirena de policía, ya en la actualidad. Lo más llamativo es que el mismo efecto es empleado por Barker en su film El Señor de las Ilusiones, el cual guarda algunas similitudes más con La Secta. ¿Mera coincidencia, o revanchismo entre autores?

Otra cita, más inesperada aún, es a Desayuno con Diamantes (Breakfast at Tiffany´s, 1961), de Blake Edwards. En ésta, la deliciosa Audrey Hepburn da vida a una muchacha solitaria e inestable emocionalmente, que en su destartalado apartamento cuenta únicamente con la compañía de un gato anónimo. Quizás este personaje halla servido como punto de partida para idear el de Kelly Curtis, igualmente inestable y solitaria, que, más aún, comparte piso únicamente con un conejo anónimo, al que no pone nombre porque "él no me puede llamar a mí".

Más allá de este cúmulo de guiños, hemos de reconocer que La Secta es la película donde mejor se expone el gusto estético de Soavi, sublimando su pictoricismo barroco y su plasticidad, y dando protagonismo al color azul tenue, el cual ya estaba presente en sus anteriores obras. Así, uno de los mayores aciertos iconográficos de la película lo supone el subterráneo oculto bajo la casa de Myriam, cuyas paredes se hallan ornamentadas con frescos de motivos sacros, que alberga un inmenso pozo de extraño líquido azul. Se trata de una de las puertas del infierno.

De nuevo, el mayor handicap es el guión, esta vez obra de productor y director junto a Giovanni Romoli. La trama muestra mayor progresión que en ocasiones previas, y está mucho mejor hilvanada y dialogada; de hecho, el conjunto, más que provocar terror provoca una sensación de belleza extraña. Quizás por eso se introdujo una subtrama absolutamente baladí que suscitara mayor inquietud: la de los poseídos que han portado en su rostro la "Sábana Santa", asunto que ralentiza el desarrollo y saca de situación.

Antes de profundizar en otras cuestiones, nos gustaría señalar una desgraciada anécdota: la película, en Estados Unidos, fue titulada Demons 4. En fin...

Y retomemos ahora otra cuestión más importante; el cómo Soavi invierte los iconos del catolicismo: la secuencia onírica en que Myriam es fecundada es muy clara al respecto: llega a un hermoso bosque en el cual, en un árbol de cuyas ramas penden brillantes arcanos dorados, hay un hombre padeciendo una peculiar crucifixión. Ella, como Magdalena la prostituta, lo liberará para hacerle el amor; así, se funden en un mismo personaje a la virgen María, la que da a luz al nuevo Mesías, con el impío personaje. Además, Moebius al morir se cubrirá el rostro con un trapo, que posteriormente conservará sus rasgos y poseerá a todo aquel que se lo ponga; una curiosa variante de la Sábana Santa.

Con estos precedentes no es de extrañar que estallara la polémica. Al poco del estreno del film, la asociación católica Familia Mannana solicitó el cierre de Profondo Rosso, la tienda de merchandising que Argento posee en Roma (ubicada en Via dei Gracchi, para más inri junto al Vaticano), bajo la acusación de "ultraje al pudor e instigación a la violencia". Según decían, "se exponen en su escaparate y se ofrecen a la venta objetos horribles y truculentos que, por la forma en que son presentados, pueden turbar el sano y ordenado desarrollo del menor, y constituyen indudablemente una instigación directa o indirecta a la delincuencia". Luigi Cozzi, encargado de la tienda, se defendió como pudo, alegando que lo que más vendían era libros de Stephen King y copias de La Guerra de las Galaxias, y añadió irónicamente que lo más probable es que la asociación católica se hubiese sentido reconocida en el retrato que, de asociaciones como aquella, se hacían en La Secta.
Panadero
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7
1 de febrero de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El productor Val Lewton, dentro de la RKO, pareció encontrar la gallina de los huevos de oro en la producción fanta-terrorífica de los cuarenta. En esa década, aquellas caracterizaciones de los mitos de la Universal que diez años atrás provocaran desmayos, pasaron a considerarse “disfraces”, y se precisaba un pulso firme y delicado para rubricar el terror.
El principal valor sería Jacques Tourneur, un genio que alguien definiría como “el cineasta más taciturno de Hollywood”, aportando obras maestras del cine como La Mujer Pantera (Cat People, 1942) o Yo Anduve con un Zombie (I Walked with a Zombie, 1943).
El film constituye una recuperación de dos actores a los que se suponía “baja forma”: Boris Karloff y Bela Lugosi. Principalmente destaca el primero, como el siniestro cochero Gray, que consigue una excelsa caracterización, incluso similar a las de Lon Chaney por su sentido de lo grotesco y abominable. Además, la cinta acredita haber adaptado el original literario de Robert Louis Stevenson.
El conjunto deriva hacia el melodrama criminal, variando además la ubicación moderna de los films producidos por Lewton por un decimonónico Edimburgo. Obsérvese además que el laureado director de fotografía Nicholas Musuraca, que tan gloriosas sombras ha dejado en el cine de los cuarenta, se ve en El Ladrón de Cadáveres sustituido por Robert De Grasse.
En definitiva, con todos los elementos para realizar una pieza artesanal de terror puro y duro, el cineasta se acaba decantando por el melodrama de raíz psicoanalítica, ahondando así en otro subgénero en ebullición por aquel entonces. Esta voluntad de estilo se aprecia principalmente en el perfil de la niña paralítica, confinada en su silla de ruedas por la añoranza que le produce la ausencia de un misterioso caballo blanco al que la misma alude. Es más; Fettes afirmará de su mentor, “me ha enseñado la matemática de la anatomía, pero no la poesía de la medicina”.
Principalmente en ese punto radican las grandes virtudes y flaquezas de la película de Wise; el gran artesano busca con cierto sentido del riesgo una nueva poética del terror, pero ésta le hace sucumbir ante la tentación del melodrama.
Quizás puedan parecer discordantes los 10 minutos finales de cinta: la calma de la puesta en escena se ve virada hacia un expresionismo manierista, y el retrato costumbrista de tabernas, personajes noctámbulos y ambientes médicos se ve sustituido por elementos sobrenaturales que no parecen obedecer continuidad alguna con lo previamente visto. De hecho, es esta parte final la que adapta de manera directa la prosa de Stevenson.
Cabe concluir de este film que quizás suponga un bienintencionado juego de complicidad entre sus responsables y los seguidores. No sería de extrañar, dado lo equívoco de El Hombre Leopardo (The Leopard Man, 1943), de Tourneur, cinta que evoca mitologías animales pero adapta un relato policial de Cornell Woolrich. Es el encanto de la añeja serie B...
Panadero
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6
1 de febrero de 2009
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas veces el espectador de películas de terror de serie B afronta el visionado de cada nueva perla con una postura que resulta difícil de comprender para alguien ajeno al juego: somos poco exigentes con nuestros autores; simplemente buscamos un entretenimiento sádicamente naïf, y no es difícil cumplir nuestras expectativas; simplemente hace falta un poco de sentido del humor, una casa alejada de la civilización y más de un cadáver.
Podríamos decir que es una forma distinta de ver cine, quizás algo infantil: nos gusta ver los argumentos de siempre; no queremos tener quebraderos de cabeza, sólo esperamos la espectacular aparición del monstruo final. Y en el riguroso respeto a estos tópicos se mueve la primera película como director de Rob Zombie, La casa de los 1000 cadáveres.
El film se ve abrigado por una fabulosa recreación estética de todo tipo de títulos de la serie B americana de los setenta y ochenta; es más, acaba consiguiendo una atmósfera de miseria y corrupción, de invitación a la arcada muy propia de estos títulos mentados. Bien podría confundirse entre toda la morralla de las estanterías de video-club de antaño.
A su vez, la recreación estética de las barracas de feria, los trenes de la bruja, payasos beodos, clanes familiares psicópatas, maizales abandonados, carreteras poco transitadas, resulta impecable. No podemos olvidar títulos como La Matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, 1974) o La casa de los horrores (The Funhouse, 1981).
Entretanto, disfrutamos de la función aún yendo en todo momento un paso por delante de la película, que no depara ninguna sorpresa. El goce estético de este cárnico vergel, salpicado de verdes descompuestos y rojos escupidos, como viñetas de un comic de la EC, ya nos compensa, dado que Rob Zombie no pretende una labor original tras la cámara; antes bien, lo suyo es una labor mimética, recreada con cierta holgura de medios.
El problema se plantea cuando a Rob no le quedan más cartas por mostrar: una vez hemos entrado en su propio Tren de la Bruja y conocemos los decorados, nos vemos en la incómoda tesitura de esperar a que los personajes salgan de los subterráneos.
Y perdido ese factor sorpresa, aprehendida esa estética de lo bizarro, poco más podemos encontrar en la película. Quizás por eso se resiente la parte final del metraje, cerca de media hora en la que, aprendida la buena caligrafía de Rob Zombie, hemos de esperar a un desenlace que ya intuíamos desde los primeros minutos de proyección.
Finalizada la proyección, queda un buen sabor de boca, se aprecia la mala baba del realizador, incluso cierto talento visual para las imágenes extremas, pero acabamos echando en falta más cosas que contar. Quizás el film haya supuesto para el realizador una liberación; una forma de exorcismo de esos films que le obsesionaron en la adolescencia. Una vez libre de estos fantasmas, esperemos su siguiente película: Rob Zombie ama la serie B como ya demostró al mando del grupo de rock White Zombie.
Panadero
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