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Críticas ordenadas por fecha (desc.)
23 de diciembre de 2015
532 de 707 usuarios han encontrado esta crítica útil
Duele quedarte fuera de una película, y más si esta dura dos horas y media. Y eso es lo que me pasa con El Renacido.
No puedo decir que sea una mala película porque sus puntos favorables los tiene: la fotografía es excelsa y no deja momento sin un plano completamente maravilloso. La cámara se mueve por donde quiere y se mancha de sangre, agua o vaho. Las actuaciones de DiCaprio y Tom Hardy son realmente buenas, sobre todo la del primero, que realiza un tour de force que le acabará dando su tan ansiado Óscar.
Todo esto está ahí. Pero no comulgo con la película. Me deja frío y no me adentro en ella en todo su excesivo metraje. Es fría como la nieve que cubre los parajes que nos va mostrando, tan fría y cerebral que es imposible sentir empatía alguna por lo que está pasando. Salvo dos momentos en los que es imposible no estremecerse, el resto lo veo completamente alejado de mí.
No es el Iñarritu de la primera mitad de Birdman, sino el de su última hora, aquel director narcisista que se crece con las imágenes oníricas y se viene arriba de tal manera que excede la duración, el montaje de la película y con las pretensiones de la propia historia. Al final la historia que cuenta no es realmente para tanto, cosa que también es común en el western, pero prefiero la mirada de otros directos más cálidos a la visión hermética que procesa Iñárritu aquí.
La actuación de DiCaprio es muy buena, qué duda cabe, pero es demasiado física. Me recuerda en ese aspecto a la de Chiwetel Ejiofor en 12 años de Esclavitud. Es muy buena, pero no emocional, no se gana mi coraçao. Será un justo ganador del Óscar, eso sí, además permitirá que se deje de dar la vara con que gane el premio o no. Hardy le hace buena réplica, incluso da más matices a su papel de hombre sin piedad.
En definitiva: estoy seguro de que gustará mucho, pero esto no es para mí. Me quedo con la historia más humana de Birdman, sobre todo en su primera mitad. Aquí he asistido a una atracción visual que no está hecha para mí.
No puedo decir que sea una mala película porque sus puntos favorables los tiene: la fotografía es excelsa y no deja momento sin un plano completamente maravilloso. La cámara se mueve por donde quiere y se mancha de sangre, agua o vaho. Las actuaciones de DiCaprio y Tom Hardy son realmente buenas, sobre todo la del primero, que realiza un tour de force que le acabará dando su tan ansiado Óscar.
Todo esto está ahí. Pero no comulgo con la película. Me deja frío y no me adentro en ella en todo su excesivo metraje. Es fría como la nieve que cubre los parajes que nos va mostrando, tan fría y cerebral que es imposible sentir empatía alguna por lo que está pasando. Salvo dos momentos en los que es imposible no estremecerse, el resto lo veo completamente alejado de mí.
No es el Iñarritu de la primera mitad de Birdman, sino el de su última hora, aquel director narcisista que se crece con las imágenes oníricas y se viene arriba de tal manera que excede la duración, el montaje de la película y con las pretensiones de la propia historia. Al final la historia que cuenta no es realmente para tanto, cosa que también es común en el western, pero prefiero la mirada de otros directos más cálidos a la visión hermética que procesa Iñárritu aquí.
La actuación de DiCaprio es muy buena, qué duda cabe, pero es demasiado física. Me recuerda en ese aspecto a la de Chiwetel Ejiofor en 12 años de Esclavitud. Es muy buena, pero no emocional, no se gana mi coraçao. Será un justo ganador del Óscar, eso sí, además permitirá que se deje de dar la vara con que gane el premio o no. Hardy le hace buena réplica, incluso da más matices a su papel de hombre sin piedad.
En definitiva: estoy seguro de que gustará mucho, pero esto no es para mí. Me quedo con la historia más humana de Birdman, sobre todo en su primera mitad. Aquí he asistido a una atracción visual que no está hecha para mí.
17 de diciembre de 2013
73 de 92 usuarios han encontrado esta crítica útil
No puedo evitar rememorar O'Brother, Where Art Thou cuando afronto la temática de esta Inside Llewyn Davis. Pese a que las dos películas son completamente diferentes entre sí, su punto de partida y desarrollo tienen una parte en común: el tortuoso camino de unos personajes terminales, encerrados en una vida de puro lastre, remando sin rumbo hasta poder llegar a casa. Esta es la particular odisea del cantautor folk Llewyn Davis, un absoluto perdedor sin casa donde dormir ni trabajo del que ganar dinero, al que incluso sus mayores allegados les cuesta mostrar aprecio. Un Ulises en un mar de fracaso que se debate entre dar brazadas sin sentido o dejarse arrastrar al fondo del océano. Esta referencia se hará más notable en las patas de un gato que hará un perfecto símil con el personaje protagonista.
Podríamos diferenciar al film en dos partes, aproximadamente partidas por la mitad: el punto de partida, de vis más cómica y de agudos diálogos marca de la casa, está repleto de patosas situaciones que ponen en contexto la historia de Llewyn Davis, un cantautor folkie de más pena que gloria. Gracias a un excelente reparto (destacando cierto gato llamado Ulises cuyas apariciones siempre le colocan en el centro de atención), liderado de forma sobresaliente por Oscar Isaac en el papel que cambiará su vida como actor, Inside Llewyn Davis funciona con agilidad, adentránosos en su particular atmósfera provocada por una fotografía oscura y melancólica, sin duda alguna la virtud que más destaca en el film.
De cara a la recta final, el nuevo largometraje de los hermanos Coen se orienta hacia el drama existencial y se torna más intimista: sobre todo, más triste. Es ahí donde podemos encontrar los tics más reconocibles de los hermanos, temas de los que llevan tocando en una ya larga filmografía.
Si bien no es de difícil visionado, no es un plato fácil para el público medio: Inside Llewyn Davis es una película de ritmo tranquilo, de formas reservadas, y sobre todo, muy propia de los hermanos Coen. Su particular humor oscuro se hace muy patente en el desarrollo de la historia, mezclando diálogos de corte muy humorístico con conversaciones realmente hirientes para los personajes de la obra, si bien hay que resaltar de que se trata de un largometraje más emotivo de lo que estamos acostumbrados a ver en la carrera de los Coen.
Quizá la sensación de que el film deje al acabar su visionado con sensaciones similares a las de su inicio pueda ser un inconveniente para determinado público, pero no hay que olvidar los condicionantes que Ethan y Joel Coen dan a su obra: son cineastas de lo cotidiano, capaces de absorber un momento dándole su particular visión, más cercana al esperpento que al reflejo exacto de la historia. Es su cine, son sus normas, y bajo esta premisa Inside Llewyn Davis se muestra como una cinta de indudable calidad.
No podría acabar sin resaltar su preciosa banda sonora, canción con Marcus Mumford inclusive, llena de temas muy notables que, vaya por donde, también me retraen a O´Brother.
Podríamos diferenciar al film en dos partes, aproximadamente partidas por la mitad: el punto de partida, de vis más cómica y de agudos diálogos marca de la casa, está repleto de patosas situaciones que ponen en contexto la historia de Llewyn Davis, un cantautor folkie de más pena que gloria. Gracias a un excelente reparto (destacando cierto gato llamado Ulises cuyas apariciones siempre le colocan en el centro de atención), liderado de forma sobresaliente por Oscar Isaac en el papel que cambiará su vida como actor, Inside Llewyn Davis funciona con agilidad, adentránosos en su particular atmósfera provocada por una fotografía oscura y melancólica, sin duda alguna la virtud que más destaca en el film.
De cara a la recta final, el nuevo largometraje de los hermanos Coen se orienta hacia el drama existencial y se torna más intimista: sobre todo, más triste. Es ahí donde podemos encontrar los tics más reconocibles de los hermanos, temas de los que llevan tocando en una ya larga filmografía.
Si bien no es de difícil visionado, no es un plato fácil para el público medio: Inside Llewyn Davis es una película de ritmo tranquilo, de formas reservadas, y sobre todo, muy propia de los hermanos Coen. Su particular humor oscuro se hace muy patente en el desarrollo de la historia, mezclando diálogos de corte muy humorístico con conversaciones realmente hirientes para los personajes de la obra, si bien hay que resaltar de que se trata de un largometraje más emotivo de lo que estamos acostumbrados a ver en la carrera de los Coen.
Quizá la sensación de que el film deje al acabar su visionado con sensaciones similares a las de su inicio pueda ser un inconveniente para determinado público, pero no hay que olvidar los condicionantes que Ethan y Joel Coen dan a su obra: son cineastas de lo cotidiano, capaces de absorber un momento dándole su particular visión, más cercana al esperpento que al reflejo exacto de la historia. Es su cine, son sus normas, y bajo esta premisa Inside Llewyn Davis se muestra como una cinta de indudable calidad.
No podría acabar sin resaltar su preciosa banda sonora, canción con Marcus Mumford inclusive, llena de temas muy notables que, vaya por donde, también me retraen a O´Brother.
2 de septiembre de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi nick en la licorería es Huckleberry Finn. Así que qué voy a decir de una película que rescata el desolador Missisipi, paraíso de aventuras donde Tom Sawyer y Huck se fugaban a una isla donde ser niño aplacaba toda ansia de madurez.
En una isla se esconde Mud, notablemente interpretado por Matthew McConaughey, ese actor odiado que durante años se dedicó únicamente a llenar sus bolsillos con bodrios pseudo románticos acompañado siempre de la chica de moda. Mud es un Robinson Crusoe, lleno de todos los males del ser humano, pero que pese a todo, respira bondad. Aunque no tanta como los dos críos, reinvención moderna de Tom y Huck, dos adolescentes con ansias de vivir, perdidos en los conflictos del paso de la infancia a la madurez, descubriendo a golpes la vida adulta, la pérdida, los problemas cotidianos, el amor.
Jeff Nichols hace brillar una película tanto con su dirección, con la simpleza complejidad propia de los mejores directores americanos, como con su guión, tratando una historia quizá vista pero repleta de magia. El trato de las ansiedades juveniles, de los problemas humanos, no me hace sino recordar aquellos tiempos en los que en Hollywood no se necesitaba una historia compleja para fascinar al espectador, sino que la simpleza se convirtiera en casi poesía.
Para mí, la mejor película del año hasta el momento y un pequeño clásico de la pantalla.
En una isla se esconde Mud, notablemente interpretado por Matthew McConaughey, ese actor odiado que durante años se dedicó únicamente a llenar sus bolsillos con bodrios pseudo románticos acompañado siempre de la chica de moda. Mud es un Robinson Crusoe, lleno de todos los males del ser humano, pero que pese a todo, respira bondad. Aunque no tanta como los dos críos, reinvención moderna de Tom y Huck, dos adolescentes con ansias de vivir, perdidos en los conflictos del paso de la infancia a la madurez, descubriendo a golpes la vida adulta, la pérdida, los problemas cotidianos, el amor.
Jeff Nichols hace brillar una película tanto con su dirección, con la simpleza complejidad propia de los mejores directores americanos, como con su guión, tratando una historia quizá vista pero repleta de magia. El trato de las ansiedades juveniles, de los problemas humanos, no me hace sino recordar aquellos tiempos en los que en Hollywood no se necesitaba una historia compleja para fascinar al espectador, sino que la simpleza se convirtiera en casi poesía.
Para mí, la mejor película del año hasta el momento y un pequeño clásico de la pantalla.
12 de enero de 2013
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que pudo ser y no fue. Y la total prueba de que algunos se conforman con poco.
A favor:
-Unas actuaciones realmente excepcionales. Hugh Jackman carga con la película a sus espaldas como si fuese la bandera que Javert le manda traer. Russell Crowe injustamente tratado (canta de barítono y actúa bien, da fuerza). Anne Hathaway de Oscar, sí, pese a que su principal escena recuerda a Sinnead O'Connor. Y el resto del reparto muy bien: Samantha Barks, Sacha Baron Cohen... salvo la sin-fuerza Amanda Seyfried y la anodina Helena Bonham Carter, todos muy bien.
-Unas canciones increíbles, pero con eso ya contaba el musical.
-Unos escenarios, decorados y vestuario (guiño a Paco Delgado) buenísimos, casi soberbios.
-Una historia preciosa, una adaptación de un enorme musical que a su vez adapta uno de los libros clave de la literatura universal.
-Tres o cuatro escenas que ni el director más patán podrían quitarle fuerza y emoción.
Y aquí llega Hooper. El Patán. Y se lo carga todo.
-La cámara es horrible. Paupérrima. Bochornosa. Hooper, ¿tus cámaras son esquizofrénicos? Pregunto, esperando la no respuesta. Abusa tanto de la cámara en mano que parece que te hayas montado en una montaña rusa.
-Hooper PASA ABSOLUTAMENTE de los escenarios que le han montado, el sigue empeñado en meter la cámara en el estómago de Hugh Jackman. Había momentos que parecía que iba a aparecer la gargantilla en modo tiburón. El primer plano vale para momentos íntimos, pero por dios, no abuses de él, porque parecerá una película de monólogos.
-Y qué decir de cambiar la imagen cada segundo. Como si estuviésemos en una película de Jason Statham. Por dios, que es un musical, un plano panorámico por favor. Una escena alargada. Una escena DE MUSICAL, maldita sea.
Y ya, pasando de la cámara...
-Muchísimo altibajo. La parte de Mario y Cossete roza lo estúpido. Te dicen que eso es así porque sí y ya está. Y no se hable más. La parte de amor no puede causar más indiferencia. Toda la movida por tres gestos. Manda huevos.
-Vale, sí, en los musicales es difícil profundizar en el personaje, pero algo aquí podían haber hecho.
-Hay escenas que resultan realmente tontas. Innecesarias. Hooper, pedí la hora al árbitro tres veces. La última en modo agónico, pidiendo que una mano divina te cambiase y pusiera un Stanley Donen. Pero no.
Estabas tú, el mediocre director televisivo que te sobrevaloraron a las primeras de cambio y ahora estás en una nube. Pues baja de ahí. Eres mediocre y te has cargado lo que podría haber sido el mejor musical de la historia.
A favor:
-Unas actuaciones realmente excepcionales. Hugh Jackman carga con la película a sus espaldas como si fuese la bandera que Javert le manda traer. Russell Crowe injustamente tratado (canta de barítono y actúa bien, da fuerza). Anne Hathaway de Oscar, sí, pese a que su principal escena recuerda a Sinnead O'Connor. Y el resto del reparto muy bien: Samantha Barks, Sacha Baron Cohen... salvo la sin-fuerza Amanda Seyfried y la anodina Helena Bonham Carter, todos muy bien.
-Unas canciones increíbles, pero con eso ya contaba el musical.
-Unos escenarios, decorados y vestuario (guiño a Paco Delgado) buenísimos, casi soberbios.
-Una historia preciosa, una adaptación de un enorme musical que a su vez adapta uno de los libros clave de la literatura universal.
-Tres o cuatro escenas que ni el director más patán podrían quitarle fuerza y emoción.
Y aquí llega Hooper. El Patán. Y se lo carga todo.
-La cámara es horrible. Paupérrima. Bochornosa. Hooper, ¿tus cámaras son esquizofrénicos? Pregunto, esperando la no respuesta. Abusa tanto de la cámara en mano que parece que te hayas montado en una montaña rusa.
-Hooper PASA ABSOLUTAMENTE de los escenarios que le han montado, el sigue empeñado en meter la cámara en el estómago de Hugh Jackman. Había momentos que parecía que iba a aparecer la gargantilla en modo tiburón. El primer plano vale para momentos íntimos, pero por dios, no abuses de él, porque parecerá una película de monólogos.
-Y qué decir de cambiar la imagen cada segundo. Como si estuviésemos en una película de Jason Statham. Por dios, que es un musical, un plano panorámico por favor. Una escena alargada. Una escena DE MUSICAL, maldita sea.
Y ya, pasando de la cámara...
-Muchísimo altibajo. La parte de Mario y Cossete roza lo estúpido. Te dicen que eso es así porque sí y ya está. Y no se hable más. La parte de amor no puede causar más indiferencia. Toda la movida por tres gestos. Manda huevos.
-Vale, sí, en los musicales es difícil profundizar en el personaje, pero algo aquí podían haber hecho.
-Hay escenas que resultan realmente tontas. Innecesarias. Hooper, pedí la hora al árbitro tres veces. La última en modo agónico, pidiendo que una mano divina te cambiase y pusiera un Stanley Donen. Pero no.
Estabas tú, el mediocre director televisivo que te sobrevaloraron a las primeras de cambio y ahora estás en una nube. Pues baja de ahí. Eres mediocre y te has cargado lo que podría haber sido el mejor musical de la historia.
23 de diciembre de 2011
22 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Mi padre me llevaba mucho al cine. Me habló de la primera película que él había visto: entró en una habitación muy oscura, y en una pantalla blanca, vio a un cohete volar y estrellarse con el ojo de la luna. Dijo que fue como soñar en la mitad del día.
El cine era nuestro lugar especial, hasta en los peores momentos"
Con frases como esta inunda Scorsese lo que a priori parecería una historia infantil: Hugo es un cuento que deja de serlo para convertirse en un homenaje al cine. Con una estética cuidada, una historia encantadora y un optimismo radiante que se echa en falta en estos momentos, nos presenta la historia de Hugo Cabret, un niño huérfano que cuida del reloj de la estación mientras busca como arreglar el último recuerdo que tuvo con su padre.
En esta fábula todos los personajes son extraños en su mundo, gente que no se ha atrevido a buscarse como tal, y que se dedican a ser engranajes de una máquina gigante: el trascurrir del tiempo. Pero a Hugo le gusta arreglar cosas, que todo pueda cumplir su cometido. Y así nos encandila e impresiona, hasta dejarnos sin aliento en una película de dos horas en la que los momentos más intensos son aquellos donde la realidad y la fantasía se fusionan, a través de una cámara y una pasión intensa, que pasará más allá de la pantalla.
Bajo el disfraz de un cuento para niños, Scorsese hace de Hugo un homenaje al cine más puro, a las razones que nos hicieron amar la pantalla y entregarnos a un truco de magia que nos vuelve aventureros, hechiceros, sirenas... en definitiva, magos.
El cine era nuestro lugar especial, hasta en los peores momentos"
Con frases como esta inunda Scorsese lo que a priori parecería una historia infantil: Hugo es un cuento que deja de serlo para convertirse en un homenaje al cine. Con una estética cuidada, una historia encantadora y un optimismo radiante que se echa en falta en estos momentos, nos presenta la historia de Hugo Cabret, un niño huérfano que cuida del reloj de la estación mientras busca como arreglar el último recuerdo que tuvo con su padre.
En esta fábula todos los personajes son extraños en su mundo, gente que no se ha atrevido a buscarse como tal, y que se dedican a ser engranajes de una máquina gigante: el trascurrir del tiempo. Pero a Hugo le gusta arreglar cosas, que todo pueda cumplir su cometido. Y así nos encandila e impresiona, hasta dejarnos sin aliento en una película de dos horas en la que los momentos más intensos son aquellos donde la realidad y la fantasía se fusionan, a través de una cámara y una pasión intensa, que pasará más allá de la pantalla.
Bajo el disfraz de un cuento para niños, Scorsese hace de Hugo un homenaje al cine más puro, a las razones que nos hicieron amar la pantalla y entregarnos a un truco de magia que nos vuelve aventureros, hechiceros, sirenas... en definitiva, magos.
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