Parece una película para reirse de todo y de todos y así hay que tomársela. Desde luego que no es de los mejores trabajos de Woody Allen pero tiene situaciones muy divertidas y el invento del orgasmatrón no tiene precio...

Es ágil, muy bien dirigida y (como no podía ser de otra manera), bien interpretada: yo me quedo, entre todos, con el papel de Vanessa Redgrave. Pero a Tim Robbins se le ve mucho el plumero, con esas referencias al comunismo, la opresión social, la lucha de clases y las desigualdades entre ricos y pobres. Y la película me agota. Le falta un toque para lograr ser memorable. En manos de Robert Altman hubiera sido otra cosa.

Sin ningún tipo de prejuicio, se mezcla una estética ochentera, una música chirriantemente AOR, a Hitler y al coche fantástico; más dinosaurios y robots asesinos. Y el resultado es divertido, fresco y arrollador. No se le pueden pedir más a 30 minutos de viaje en el tiempo. Y su director debería estar pensando en hacer una saga con esta idea. Ya que ha resucitado a Hitler...¿porqué no a King Kong o al Vengador Tóxico?. Genial.

Tiene un arranque muy interesante, incluso tenso y con la idea puesta en el suspense de lo que puede llegar después, pero tanto su torpe dirección como la actuación de la mayoría de sus actores ahogan la trama en el más absoluto de los esquemas de telefilme. Y sus responsables no saben ni quieren sacar a flote la película, por más que el rostro melancólico de su protagonista haga su esfuerzo en desquitarse de un largometraje que llega a ser insípido.

Tiene su punto esta película, que hace unos guiños descarados a otras películas de ciencia ficción como Blade Runner. Pero la premisa argumental de su historia se diluye en su final, que simplemente lo ata y lo deja caer al espacio de una resolución que ya se esperaba. Muy bien Sam Rockwell y la duda que , a mitad de película, te va dejando en vilo, sin saber cómo va a ocurrir su desenlace. Por lo menos, es algo de ciencia ficción que no está nada mal.