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Reino Unido Reino Unido · Birmingham
Críticas de Peaky Boy
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Críticas 92
Críticas ordenadas por utilidad
8
21 de octubre de 2013
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
El anglicismo “Jam Session” es un término acuñado en los años treinta para definir esos conciertos desenfadados que, sin otro fin que pasarlo en grande interpretando temas propios o versionando sobre las grandes leyendas, reunían en clubes, casas o en medio de la calle a músicos de jazz que improvisaban con sus instrumentos, para deleite de los afortunados que estuvieran presentes o pasaran casualmente por allí.
Este era el objetivo de un joven actor y su grupo de amigos, cuando en 1959 se plantó en las calles de Nueva York con una cámara de 16 mm, unos pocos ahorros que había conseguido recaudar representando pequeños papeles para la televisión, un mensaje que transmitir y muchas ideas en la cabeza. Allí mismo se escribió el guión, sobre la marcha, línea por línea los actores comenzaron a interpretar, o a improvisar, lo que acordaban minutos antes de una escena que siempre quedaba abierta a la modificación “in situ” del diálogo en beneficio de los propios protagonistas. Con aquella obra nacía el cine independiente estadounidense.
Lo que en principio iba a formar parte de un ejercicio para el taller de interpretación de John Cassavetes, hecho que explica porqué los actores conservan sus nombres reales durante el filme, terminó siendo una de las obras más influyentes de la historia de la cultura underground americana. Premiada en el festival de Venecia, galardón que le sirvió para conseguir una distribuidora interesada en su comercialización, representa el movimiento iconoclasta vivido en la escena neoyorquina de los años cuarenta.
“Colored Only”, rezan los carteles que en parques, cines, bares y demás sitios públicos de la ciudad, señalan los lugares que permiten la entrada de afroamericanos. Con el racismo como telón de fondo, el filme avanza a ritmo de jazz por los lugares más característicos de la gran manzana mediante una banda sonora compuesta por Charles Mingus, contrabajista y compositor también conocido por su faceta de activista en contra del racismo, e interpretada por el saxofonista Shafi Hadi.
Ben, es un espíritu libre, un joven inquieto y fiel representante de la contracorriente Hipster, entre cuyas señas de identidad se encontraba, no sólo la pasión por el jazz, sino también, el uso de un argot propio, la diversidad racial y la exploración sexual. Junto a su pandilla, Ben se pasa las tardes deambulando sin ningún tipo de meta, a excepción de la de encontrar una nueva chica con la que pasar la noche. Leila, su hermana, es una joven de apariencia muy dulce pero de armas tomar que un día conoce a Tony, y los dos quedan totalmente enamorados. Cuando Tony conoce al hermano mayor de Leila, Hugh, un aspirante a cantante, no puede evitar que surjan en él prejuicios raciales que crearán una situación de conflicto, avivada por la tensa situación que se vivía en una época de tremenda discriminación étnica. Rupert es el carismático representante de Hugh, los dos se ganan la vida con pequeñas actuaciones, viajando de un lado para otro y volviendo siempre a casa con las manos y los bolsillos vacíos.
Ópera prima de Cassavetes que narra tres diferentes historias paralelas de gente muy real en el transcurso de un episodio cualquiera de sus vidas. Un director que cambió el concepto del cine, y lo que resulta aún más admirable, al que el cine no pudo cambiar sus principios.
Tras el inesperado éxito de su primera película, fue contratado por la productora Paramount para rodar Too Late Blues, 1962 y Ángeles sin paraíso, 1963. Nada particularmente bueno salió de aquel periplo por Hollywood, por lo que el realizador decidió volver a sus raíces para brillar con Faces, 1968, con la que retomaría su faceta más indie, y comenzaría una sucesión de obras maestras del género, entre las que destacan, El asesinato de un corredor de apuestas chino, 1976, y Una mujer bajo la influencia 1974, con la que consiguió dos nominaciones a los Oscar, entre ellas, mejor director, compitiendo con autores de la talla de François Truffaut, que presentaba entonces La noche americana, Roman Polanski, con Chinatown, y un tal Francis Ford Coppola que estrenó El Padrino II.
Un director que siempre se mantuvo muy fiel a su estilo, y aunque nunca repitió el experimento de improvisación de Sombras, sí que continuó con sus filmes de bajo presupuesto, rodados cámara en mano y financiados por él mismo gracias a los ingresos que obtenía actuando en películas como, Doce del patíbulo o La semilla del diablo. Sin un estudio muy detallado de los encuadres y recurriendo con asiduidad al uso del plano-contraplano, el director deja que sus actores se diviertan, no pone orden en la distribución, sino que sigue a los protagonistas con la cámara, y consigue una conexión que raya lo espiritual con los melancólicos lamentos del saxo, un instrumento que llega a cobrar vida, marcando el ritmo de la cinta y aportando una carga emocional que acentúa el cariz de las palabras del fantástico elenco. Poco más se puede decir del apartado técnico, ya que un breve rótulo al final de la cinta aclara el concepto que se quería dar a transmitir: “Lo que acaban de ver es el resultado de una libre improvisación”
Cerrando la reseña, y en palabras del introvertido, pero siempre elocuente Benny,
-No más Jazz para mí esta noche, chicos.
Peaky Boy
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8
21 de octubre de 2013
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los rituales religiosos han sido una práctica llevada a cabo por la humanidad desde tiempos inmemoriales. Ya Homero nos narraba, supuestamente, con pelos y señales aquellas hecatombes perfectas que el ingenioso Odiseo y la prudente Penélope ofrecían a los dioses para mostrar su gratitud. Aquello sí que era fe ciega, teniendo en cuenta que el desventurado héroe poco tuvo que agradecer a unos dioses que jugaban con su suerte y le hacían padecer toda clase de tormentos.
La religión es uno de los temas más controvertidos de la sociedad, y esto es así desde que existen varias creencias y cada una de ellas afirma ser la única y verdadera. Pese a las diferencias que se puedan encontrar, todas comparten un patrón común, la interpretación de un texto sagrado. La rigurosidad con la que se afronte dicha lectura será el factor que marque el nivel de extremismo del grupo, de esta manera es como se forman la mayoría de los colectivos fundamentalistas o sectas destructivas, cuyos líderes pueden llegar a ser personas potencialmente peligrosas. Sus dotes para la manipulación combinadas con un insano fanatismo, son capaces de conseguir que miles de personas actúen bajo sus órdenes como meros autómatas.
Es precisamente este fanatismo el factor clave en el trabajo de Robin Hardy, una obra que ha ido cobrando gran importancia con el paso de los años hasta convertirse en lo que es hoy día: uno de los clásicos indispensables del cine de culto. La provocadora crítica de tintes oníricos se presenta como un filme denuncia que no duda en cargar contra la religión en general, aunque se centra en gran parte en la católica, personificada en un devoto policía con aires de colonizador que desacredita constantemente las creencias de los lugareños, sin dejar de preguntarse cómo pueden adorar algo que no son capaces de ver, mientras por las noches se arrodilla para rezar antes de irse a la cama.
Hardy pudo haber encabezado nuestra lista de “directores por un día” de no ser porque en 2010, treinta y siete años después de su genial ópera prima, firmó la secuela de ésta, titulada The Wicker Tree. Un filme tan evitable como también lo fuera el remake americano de El hombre de mimbre, del que se encargó Neil LaBute, The Wicker Man, 2006, con Nicholas Cage a la cabeza.
En la versión original de 1973, un policía escocés viaja a la isla de Summerisle siguiendo la pista de una carta que le ha sido entregada y en la que se denuncia la desaparición de una joven de doce años. El extraño comportamiento de los oriundos, que afirman no haber visto nunca a la niña, pone en guardia al agente que pronto se verá envuelto en una minuciosa búsqueda bajo la desconfiada mirada de los vecinos del pequeño pueblo. Las prácticas libertinas y el paganismo del que los habitantes hacen gala, escandalizan al sargento Howie cuya moralidad se verá puesta a prueba. La búsqueda se volverá más esotérica una vez que aparezca la figura de Lord Summerisle, el líder espiritual y político de la isla. Todo dará un giro argumental asombroso conforme nos vayamos acercando al inevitable y apoteósico final.
Christopher Lee, el mayor icono del cine de serie b, y para muchos el mejor Conde Drácula de la historia, Drácula, 1958, interpretó una de las más grandes actuaciones de su carrera, dato que no es de extrañar teniendo en cuenta que fue la motivación el único factor que le llevó a aceptar el papel, accediendo a participar en la película de forma gratuita.
El guionista Anthony Shaffer, que ya por entonces gozaba de una gran popularidad tras haber escrito el guion de La Huella, 1972 y la adaptación de Frenesí, 1972, se convirtió en la gran atracción publicitaria hasta el punto de que su nombre formó parte, en un principio, del título de la película. Un guion muy consistente cargado de conversaciones metafóricas que ponen en evidencia la sinrazón de ciertos cultos, mostrando dos caras de una misma moneda. Por un lado, la hipocresía con la que se representa a la iglesia católica, todopoderosa y con delirios de grandeza, sintiéndose capaz de condenar todo aquello que se escape de su razonamiento. Por el otro tenemos a los paganos, una hermandad que practica el amor libre y destaca por la desconfianza con la que miran todo lo que viene del exterior, una congregación muy territorial que reacciona como un animal asustado ante cualquier intento de invasión, primero se esconde y cuando se encuentra acorralado, responde con violencia.
La supuesta integridad de la que presume el protagonista se tambaleará en una de las escenas cumbre de la película, cuando la bella hija del posadero baile pecaminosamente desnuda en la habitación contigua, golpeando la pared a modo de reclamo, a la vez que intenta seducirle con su erótico ritual. La dulce voz de la joven llegará a los oídos del beato como el canto de las sirenas llegaba a los de Ulises mientras se encontraba atado a un mástil que le impedía sucumbir, en esta ocasión el mástil tendrá forma de cruz.
Ciertamente es lo enigmático y oscuro del tema lo que lo hace tan atractivo, las agrupaciones sectarias siempre han estado envueltas en un halo de incomprensión y ocultismo que el cine ha plasmado con mayor o menor acierto, como es el caso del filme de Jaques Tourneur, La noche del demonio, 1957, o la moderna y exagerada película de Kevin Smith, Red State, 2011, centrada en la figura real de Fred Phelps.
El resultado del experimento de Hardy fue una transgresora cinta que aportó frescura al género de terror, que por entonces ya se encontraba muy deteriorado, creando, de manera magistral, un ambiente agobiante y una sensación de incomodidad difícil de aguantar entre los aldeanos de un pequeño pueblo de Escocia y un sargento de policía de la capital.
El hombre de mimbre vuelve hoy a proyectarse, con todo merecimiento, en los cines de todo el mundo gracias a su nueva versión remasterizada.
Peaky Boy
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8
9 de mayo de 2013
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya me llegaron rumores de esta serie cuando aterricé en Irlanda por primera vez, hace ya 3 años. Por aquel entonces no hice mucho caso de los mismos, ya que me encontraba en pleno descubrimiento de los grandes clásicos de la isla, pero el lanzamiento de la tercera temporada de Love / Hate en diciembre del año pasado, y el gran revuelo que se formó por toda la ciudad, me hicieron darle por fin una oportunidad, y... en buena hora!
La serie narra las andanzas, negocios y extravagancias varias de una banda de gángsters, desde el gran jefe, hasta los pequeños machacas y rateros que remueven cielo y tierra por el precio de un canuto.
La primera temporada, compuesta, aunque no lo parezca, de sólo 4 capítulos, se muestra un poco tímida, o mejor dicho avanza con modesta prudencia, pero a la vez con mucha energía, mucha ambición, y es por ello por lo que digo que no parece que sólo cuente con 4 episodios, por la gran cantidad de acontecimientos que suceden en cada uno de ellos. El actor Aidan Gillen (The Wire), da lo mejor de sí para ofrecernos una interpretación genial.
En la segunda temporada, aumentada ya a 6 episodios, al igual que la tercera, se nota una realización mucho más segura de sí misma, tranquila, aunque manteniendo ese altísimo nivel de acción.
La tercera es comparable a cualquier superproducción americana, los planos estudiados al milímetro, el amplio abanico de recursos que despliega el director, así como la estética de cada secuencia, la convirtieron en todo un fenómeno televisivo con vistas a expandirse a gran parte del mundo.
La cuarta temporada está preparándose, y ya se huele a éxito absoluto de audiencia. Gran parte del mérito de que esta serie haya resultado tan llamativa, se debe a la aparición de nuevos y carismáticos personajes en cada temporada. Una explosión de talento rodea a cada uno de los protagonistas, que se aferran a su papel y lo llevan al extremo en cada toma. Un guión excelente, una música muy bien seleccionada, y por supuesto, la magia de la ciudad de Dublín como telón de fondo, hacen que todo funcione hasta la adicción total y merecen todos y cada uno de los elogios recibidos hasta el momento.
Coola Boola!
Peaky Boy
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7
7 de junio de 2013
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Regresa el Irlandés Neil Jordan con otra cinta vampiresca, 20 años atrás ya dejó clara su afición a este género de terror con su film Entrevista con el vampiro. ¿Fijación por los chupa sangre, o simplemente falta de nuevas ideas? Sea como fuere, estas criaturas nocturnas (que al parecer ya no pernoctan tanto) siempre han sido un gran reclamo de taquilla.
La estética neo gótica creada por el realizador resulta bastante llamativa, el acompañamiento de una fotografía muy bien trazada imprime al film una profundidad “superficial” que en mi opinión se más en la apariencia que en el contenido. Muchas referencias a diversas películas nos vienen a la cabeza en el visionado de Byzantium, nada de lo que el planteamiento nos muestra parece nuevo, el argumento lo conocíamos de la sueca “Déjame entrar” y la puesta en escena es comparable a la recientemente estrenada “Stoker”, aunque olvidándose un poco de la sutileza de éstas y exhibiendo de forma contundente a una vampiresa despampanante paseándose semidesnuda y haciendo “lap dance” en locales de alterne.
En el club de los vampiros puede que no haya sitio para mujeres, sus leyes machistas obligan a una madre y a su hija a estar constantemente huyendo de los despiadados miembros varones de la misteriosa logia, que no aceptan que personas externas a su reducido círculo, disfruten de las prerrogativas que su privilegiado estado les aporta, y menos aún, cuando su incorporación estuvo marcada por un alzamiento contra el poder y no por el estricto ritual de selección. Su actitud sediciosa les costará enfrentarse a fuerzas muy poderosas en su afán por encontrar la tranquilidad.
Como dato positivo, la película es altamente disfrutable, consigue crear una fuerte dosis de empatía con los protagonistas, y los aspectos novedosos que el director aporta a la historia resultan convincentes. La lucha interna a la que tienen que someterse, así como el conflicto moral de que un gran poder conlleva una gran responsabilidad se aborda desde un punto de vista singular del que podría haber nacido una historia completamente diferente.
De ahí básicamente mi sensación agridulce, sobre todo por mi idea preconcebida y mis altas expectativas al pensar en una nueva obra del creador de “Desayuno en Plutón” y “The Butcher Boy”, esperaba demasiado, puede que más de la cuenta, que nada de lo escrito ni filmado sobre las versiones de Drácula aparecieran en esta historia. ¿Esperaba entonces una historia de vampiros? Puede que no.
Peaky Boy
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9
27 de octubre de 2011
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras 10 años en las cruzadas, el caballero Antonius Blovk y su brillante escudero Juan, regresan a su tierra natal. Una Suecia desolada por la peste negra, en la que sus habitantes, aterrados por la presencia cada vez más notable de la misma, actúan de forma imprevisible y traicionera. A su regreso, Antonius se ve envuelto en un mar de dudas que tratará de resolver retando a la muerte a una partida de ajedrez.
El juego se plantea cuanto menos diferente, y el caballero tendrá que intentar burlar a la muerte el tiempo necesario para saciar sus incertidumbres, teniendo en cuenta que el rival juega con cierta ventaja.
Independientemente de lo que se haya dicho de Ingmar Bergman (director), en lo que se refiere a esta cinta, la crítica fue unánime al resaltar El séptimo sello como una de las grandes películas de la historia del cine.
Con escalofriantes y terroríficas escenas, como el grupo de penitentes que peregrinan por el país vaticinando los peores presagios, y diálogos excelentes con grandes momentos de genio, Bergman dejó esta joya para la posteridad.
Peaky Boy
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