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Críticas de antonalva
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Críticas 487
Críticas ordenadas por utilidad
6
13 de febrero de 2016
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alejandro González Iñárritu es un cineasta de raza cada vez más domesticado. Si antes utilizaba guiones rupturistas, ahora se contenta con simular ser un fogoso niño rebelde al que han regalado una lujosa cámara y pretende epatar con trabajosas imágenes nunca antes vistas, como si la novedad en sí misma fuera suficiente marchamo de calidad. Pero no hay nada más anticuado que querer ser moderno – vean lo mal que han envejecido las vanguardias de principios del siglo pasado – y resulta cansino tener que asistir a más de dos horas y media de rutilantes juegos visuales apenas sustentados por un tópico guión de supervivencia y venganza, tema tan querido por los deplorables yanquis a los que antes denostaba y ahora financian su cine.

El cine gore tiene cada vez mayor prevalencia más allá del género del terror. Ahorita lo adopta Inárritu como sedimento visual de su última cinta. Si quieren ver sangre, vísceras, matanzas y muertos vivientes pueden acercarse a las salas ‘serias’ y dejarse embadurnar por una cascada sanguinolenta que anega casi cada imagen de este relato repleto de oropel norteamericano: la lucha del hombre con la naturaleza, el uso de las armas como ley de vida, el lucro y la venganza como motor narrativo de una historia que hunde sus raíces en la tradición más rancia. Desconcierta ver este batiburrillo de añejas ideas presentadas como novedades, un relato académico envuelto en ropajes transgresores, pero que provoca alguna risita incrédula en los espectadores que no acaban de tragarse semejante acumulación de infortunios y truculencias.

Como película de aventuras cumple su cometido (sobre todo durante su portentoso arranque), como película de supervivencia carga en exceso las tintas y resulta inverosímil y repetitiva, sobrándole más de media hora de metraje (en su cansino tramo central), como película de venganza carece de brillo y reutiliza los más vulgares tópicos trasnochados, resultando artificial y adocenada (en su desenlace). También tiene algunos ramalazos de cine espiritual e indigenista que no acaban de estar bien ensamblados ni tienen más función que proporcionar cierto esteticismo snob y afectado, rompiendo así con el pretendido realismo desaforado del relato.

Me parece incomprensible la lluvia de premios y halagos que está cosechando esta correcta obrita. Si la hubiera dirigido y protagonizado John Wayne la tildarían de antigualla fascista, pero como viene firmada por un chicano de moda merece una atención desorbitada, producto del lustre tosco de sus imágenes y de unas interpretaciones desgañitadas y paródicas carentes de matices que impactan por su brutalidad masoquista. Proyecto ambicioso y de ‘prestigio’ que entretiene y extenúa por igual.
antonalva
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7
7 de febrero de 2016
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe una loable tradición del cine norteamericano sobre el periodismo como reflejo de los necesarios aldabonazos que requiere toda sociedad sana y democrática en búsqueda del mejoramiento continuo de su cohesión y convivencia, como contrapeso de los poderes fácticos y conciencia colectiva para desentrañar carencias, ineficiencias, abusos y atropellos. Los poderosos suelen tener la tentación y costumbre de abusar de su poder – aunque sea con buenas intenciones – y conviene que haya unas moscas cojoneras que señalen con el dedo y denuncien cada vez que algo funciona mal o siembra de sombras y podredumbre la relación entre los miembros de una comunidad.

Hay una notoria perversión moral y adulteración de la armonía natural cuando se tiene más en cuenta y se trata de excusar, comprender o acompañar a los criminales antes que a las propias víctimas. Tenemos un problema cuando se tapa un crimen aduciendo que con el silencio o el disimulo se está contribuyendo al mejor funcionamiento de las instituciones o del equilibrio comunitario, de sus pautas de comportamiento y de su fe en la buena conducta de las asociaciones que vertebran la paz social. Pero basta un garbanzo podrido para malograr el mejor de los guisos y por ello conviene separar el polvo de la paja, para así recobrar el correcto devenir colectivo, sin llevarse las manos a la cabeza por haber hecho lo que es de justicia desvelar, denunciar y perseguir. La mayor de las injusticias es mirar para otro lado o no llamar a las cosas por su nombre.

Estamos ante una película necesaria, muy bien planteada, trabada y resuelta. Nos muestra el periodismo de investigación como columna vertebral de una sociedad libre y digna de tal nombre, donde las personas están para ayudarse, apoyarse y construir un mundo mejor donde sea más saludable y fértil crecer, vivir y convivir. Negar la realidad, tergiversar los hechos, manipular los acontecimientos con el objeto de proteger al criminal (ya sea negando su crimen, exculpándolo o dándole un marchamo de idealismo o inocencia), así como enterrar el dolor y dignidad de las víctimas es una aberración sin paliativos. La víctima, su sufrimiento, ultraje e indefensión debe ser el centro de nuestra compasión, afán y recuerdo.

Quizás sea una cinta que se disfrute más a nivel intelectual que emocional. Pero sus buenas intenciones quedan reflejadas en un buen resultado global del todo satisfactorio. Buenos actores, un sólido guión y una realización seca, afilada y contundente son su carta de naturaleza. Cine adulto con pretensiones pedagógicas. Bienvenido sea.
antonalva
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5
2 de febrero de 2014
34 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde hace más de cincuenta años, Roman Polanski es uno de los grandes directores de cine y cada película suya merece atención. Y si bien su anterior película – Un dios salvaje – también era una adaptación de una afamada obra de teatro y el resultado fue brillante, lúcido y logrado, ahora nos encontramos con un fatigoso ejercicio de estilo, más narcisista que intenso, más pretencioso que ameno, más aburrido que seductor. Es decir, que si bien los actores están muy bien y la dirección es atenta y briosa, el texto carece del más mínimo interés para cualquier espectador medio.

Hay mucho de meta-literatura y meta-teatro y meta-biografía en esta cinta, pero la verdad es que pagar una entrada de cine para contemplar los chistes privados de viejo verde con que se adorna zafiamente Polanski no resultan nada divertidos, sobre todo cuando el texto rezuma un hedor a pestiño pretencioso (todas esas citas artísticas o auto-citas cinéfilas). Tal vez, si los problemas planteados se hubieran abordado de forma más sutil o con una mejor urdimbre narrativa, quizás se hubiese podido llegar más lejos. Pero el metraje de apenas hora y media se hace tedioso por repetitivo, por previsible, por efectista y por resabido. Alguien se ha olvidado de someter la obra a un mínimo de criba crítica y su adaptación adolece de todos los defectos del original: su falta total de originalidad.

Alabar la acertada fotografía, o la bella música o los mohines histriónicos de los dos únicos actores sólo resalta aún más que se trata de una obra fallida, cuyo texto es rancio y cuyo interés es sólo arqueológico y muy restringido. La corrección del conjunto irrita y cansa, porque no lleva a ninguna parte y fatiga al espectador. Quizás Polanski le debía un papel protagonista a su mujer, Emmanuelle Seigner, pero tan endeble motivo no me parece razón suficiente para afrentar al espectador con semejante engrudo. Pocas virtudes y nulos logros: ahórrensela.
antonalva
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6
8 de septiembre de 2018
22 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces hablar bien o mal de una cinta puede deberse a un (pre)juicio político o religioso que te puede convertir en la diana de alabanzas o diatribas por parecer que tomas partido de sus postulados o intenciones, en vez de estar ponderando sus virtudes o defectos reales. Yo al menos trato siempre de diferenciar con claridad entre las intenciones con la que parece haberse realizado y las cualidades artísticas que pueda albergar un filme. Esta prolija introducción se debe a que esta sugerente obra europea sobre el destino de una adolescente noruega nacida de padres paquistaníes puede soliviantar a los musulmanes al tiempo que puede despertar el beneplácito y apoyo de las feministas – pero al mismo tiempo puede desembocar en que seas tachado de islamófobo si alabas su crítica al islam y su maltrato a las mujeres al tiempo que seas etiquetado de machista si no alabas el retrato de las penosas vicisitudes de su atormentada protagonista. ¿Cómo salir del atolladero?

Vayamos por partes. La historia se basa en la propia experiencia autobiográfica de su directora y guionista, ya que ella también fue raptada por su familia con el objeto de llevarla al Paquistán de sus antepasados y así aprendiera a ser una buena mujer sometida a los preceptos coránicos y limpiar ‘el qué dirán’ de la comunidad musulmana en la vivía junto a sus padres en la liberal y acogedora Noruega. Por lo tanto, estamos, por una parte, ante una película de denuncia que muestra el sufrimiento de una adolescente por ir contra lo que la comunidad musulmana exige y proclama: la sumisión de la mujer y su ausencia de opinión en sus propios asuntos. Y también estamos ante una película reivindicativa en cuanto al papel de la mujer, con sus derechos y salvaguardas legales – al menos en Occidente, aunque no llegue a cumplirse en todo su territorio con la misma equidad, ya que los defensores del multi-culturalismo y del relativismo moral, dicen que todas las culturas valen lo mismo y hay que respetar las diferencias de todos y no preferir el liberal hetero-patriarcado cristiano sobre la femenina hetero-sumisión del islam. Arcano difícil de comprender, pero del todo respetable…

Es decir, estamos ante una agria polémica sobre la que su directora toma partido. Y yo, desde mi convicción liberal me adhiero a su denuncia del islam (integrista) y su defensa de la mujer (occidental). Pero en cuanto a los logros cinematográficos mi juicio es menos favorable. Resulta demasiado melodramática, demasiado maniquea y en exceso complaciente con sus loables intenciones. Se producen incoherencias dramáticas y el comportamiento de sus personajes es demasiado rígido. El mensaje atrofia la narración y merma su efectividad.

Interesante pero imperfecta.
antonalva
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7
24 de abril de 2018
18 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
El despertar sexual durante la adolescencia puede ser tanto motivo de alborozo como de desánimo, dependiendo de cómo seas, de quiénes te rodeen y de dónde residas. Es una historia mil veces abordada, aunque siempre se presta a un nuevo enfoque o a un nuevo matiz que añada complejidad o sutileza a lo que creíamos ya un tema agotado. Porque el júbilo o la tristeza adoptan un sinfín de máscaras y se encarnan en innumerables cuerpos. Cuando nos peleamos con nuestros más íntimos y volcánicos deseos, la frustración no conoce de latitudes ni tabúes, de límites o de escrúpulos. Entonces, sin tan siquiera haberte atrevido a entablar batalla alguna, aceptas el destrozo de ser diferente y transitas un lodazal tenebroso y resbaladizo, sintiéndote ninguneado por tus semejantes, asumiendo que no te queda otra opción que acometer la huida aunque sea hacia ninguna parte.

Esta película islandesa nos enfrenta al divergente descubrimiento pubescente de dos amigos de toda la vida. Pero mientras uno actúa y se desenvuelve con habilidad y descaro por los nuevos territorios que tantea, al otro no le queda otra opción que permanecer inerte y exangüe al no comprender primero ni aceptar después su tan inexplorada como repentina inclinación carnal. Dos puntos de vista ante una misma realidad, dos alternativas que ni elegimos ni nos enseñan a vivir en libertad, sino que nos invaden y corroen con inusitado ímpetu y ardor, trastocando nuestro plácido mundo conocido y lo convierten en una aventura incierta, llena de posibilidades y añagazas. Si fuera fácil no resultaría tan fotogénico…

La novedad en este caso radica en el punto de vista adoptado por el relato, ya que no se centra en el pobre diablo que se encuentra atrapado por el talión del deseo, sino en su fraternal amigo que lo acompaña como alma gemela hasta que sus incompatibles caminos amagan con separarles. No es tanto lo que vivimos, sino cómo percibimos e interpretamos lo que nos ocurre; y no hay mayor fiasco que el desengaño de un primer amor no correspondido. Pero el desencanto no sólo alcanza a quien lo vive, sino también a quienes nos rodean desde siempre, al no poder satisfacer las expectativas tácitas que habían configurado hasta entonces un mundo ordenado y predecible.

Quizás su mayor defecto, tal vez el único, sea su excesivo metraje. Tomarse más de dos horas para narrar una sencilla historia de desamor y decepción es un reto superfluo, sobre todo cuando de por sí el ritmo pausado y melancólico adoptado alarga todas las escenas de forma caprichosa. Pero en conjunto el resultado es satisfactorio y nos desvela, una vez más, que no quedan historias novedosas, sino tan sólo formas originales de encauzarlas.
antonalva
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