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Críticas de antonalva
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Críticas 487
Críticas ordenadas por utilidad
6
25 de julio de 2018
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi infancia está sazonada con canciones de ABBA, cuando nadie las tomaba en serio y su música era catalogada como Euro-Pop-Trash (basura pop europea). Apenas una década (de 1972 a 1982) les bastó para convertirse en una de las bandas más comerciales y reconocibles de los años setenta, vendiendo una cantidad ingente de discos – de hecho, supusieron para Suecia, su país de origen, la fuente de divisas más importante tras el consorcio VOLVO. Pero con su disolución pasaron al ostracismo más absoluto y al ninguneo obcecado por parte de los sesudos críticos, que no vieron en ellos más que una vacua maquinaria de generar ventas millonarias sin ningún interés artístico o relevancia cultural. Una música destinada al consumo indocto de las masas, a la escucha fugaz y al olvido inmediato… Hasta que en 1994 la inclusión de algunos de sus temas en las bandas sonoras de “Las aventuras de Priscilla, reina del desierto” y “La boda de Muriel”, les hizo recobrar el favor inmediato del público y obtener, al fin, el perdón condescendiente de la crítica, que percibieron por primera sus méritos.

Es decir, la música de ABBA despierta en mí una nostalgia indisimulada ya que me retrotrae a mi niñez y años mozos, por lo que sus armoniosas melodías me evocan la añoranza de los lustros transcurridos, cuando todo mi mundo se limitaba al titilante frescor de unas lentejuelas y plataformas chillonas y desfasadas. Pero esta obnubilación de la memoria no hace que ahora sea incapaz de ver que estamos ante una chirriante e innecesaria secuela, diseñada con el único objetivo de recaudar dinero con la excusa de expoliar algunas briosas tonadillas engarzadas en una trama carente de (casi) cualquier interés cinematográfico.

Sin embargo, no cabe duda que el producto se deja ver con fluidez y encanto, ya que hilvana muy bien unas baladas pegadizas dentro de un relato que tiene la melancolía por la pérdida y la reivindicación de la maternidad como ejes fundamentales. Esto se debe al habilidoso guión, cuya estructura ha corrido a cargo de Richard Curtis, quien ha sabido reutilizar la carcasa de “El Padrino 2” – perdón por mencionar esta Obra Maestra. A saber: nos ofrece la juventud del personaje principal de la primera parte combinado con los efectos que dejó tras de sí con su desaparición, con destreza, garra y buenas coreografías. Y poco más.

Y también ha llegado el momento de que alguien le diga a Cher que se ha convertido en un patético teleñeco embalsamado – o que si quiere presentarse al casting de momia de Lenin aún le quedan algunas operaciones de cirugía plástica antes de que le den el papel.
antonalva
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Maria by Callas
Documental
Francia2017
7,1
798
Documental, Intervenciones de: Maria Callas
8
12 de mayo de 2018
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rasgar el velo que esconde la intimidad de una estrella para adentrarse en terrenos cenagosos y explorar el corazón que late tras su máscara pública es una tarea quimérica que suele quedar vedada tanto a sus admiradores como detractores. Pero esto es lo que se propone este acicalado documental francés sobre la cantante griega – nacida en Nueva York – Maria Callas, una de las personalidades más fascinantes, publicitadas, enaltecidas y vilipendiadas de todo el siglo XX. Por ello esta obra ofrece un interés que va más allá del mero relato biográfico de una artista llena de brillos y tinieblas, ya que funciona a diferentes niveles, desbrozando no solo algunos hitos relevantes de su carrera, sino indagando en el carácter, inseguridades e infortunios que la acosaron durante toda su afanada y llamativa existencia.

Es de justicia enumerar alguna virtud que la singularizan dentro de su género: no se nos fatiga con la impertinente voz en off de un narrador omnisciente que nos detalle y explique lo que estamos viendo, sino que en todo momento la que habla – ya sea a través de sus cartas o de oportunas y muy bien seleccionadas entrevistas televisivas – es la mismísima Callas. Son sus palabras las que escuchamos, son sus gestos, muecas y desplantes los que vemos, es su voz la que admiramos o menospreciamos, pero siempre sin los molestos y gangosos intermediarios de turno, sin otros filtros que los de la propia prima dona… y eso confiere una riqueza y textura especial al escrutinio. Deberemos ser nosotros los que nos responsabilicemos de cribar todo el material escogido y tratar de leer entre líneas y así completar y reinterpretar el significado y valor de todo, es decir, nos convertimos en coautores de la imagen que nos vayamos haciendo del personaje: somos nosotros los encargados de deslindar la imagen pública del enigma privado – y seríamos unos lerdos si no aprovechásemos la ocasión.

Al asumir el reto de analizar lo que vemos y escuchamos – quedarse con el deslumbrante envoltorio aterciopelado sería como pretender juzgar el sabor de un bombón por su atildado embalaje – comprendemos que es demasiado elemental emitir impertinentes juicios de valor cuando se desconoce la intimidad que se esconde bajo la emperifollada superficie de las candilejas. Esto permite cuestionarnos la cruenta ley del espectáculo: entretenme y te perdonaré la vida, pero si me aburres o decepcionas, te liquidaré.

Por ello, detrás de tanta especulación arbitraria lucha por emerger una sencilla mujer que tan sólo buscó el amor – y fracasó –, qué tan sólo quiso hallar la calidez de un hogar – y zozobró –, qué tan sólo ansiaba sentirse acogida y confortada y se acabó diluyendo en la soledad ventosa de un crepuscular otoño parisino.
antonalva
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7
6 de diciembre de 2017
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres personajes, una historia de amor, un gato muerto, una madre ‘new age’, una barcaza como hogar flotante y una sensibilidad a flor de piel. Con estos frugales elementos ensambla Carlos Marques-Marcet una obra que sorprende tanto por sus aparentes limitaciones formales como por la vastedad de los sentimientos que aborda con descaro y aplomo. Pocas veces he visto tan bien reflejado en una pantalla lo difícil que resulta armonizar voluntades dentro de una relación romántica, cómo las pequeñas diferencias pueden tornarse en arenas movedizas que engullen todo cuanto encuentran a su paso, cimentando desencuentros y construyendo bombas de relojería que acaban dinamitando los fundamentos del cariño y del apego. Si no estamos atentos, podemos despistarnos con detalles sin importancia y perdernos lo esencial: integrar la voluntad del otro en nuestro universo íntimo y hacerla también nuestra.

Dos mujeres enamoradas hasta el tuétano. De eso no cabe duda. Pero una de ellas desea ser madre y eso crea una complicada trama de rechazos tácitos e incomprensiones calladas que subvierten la cadencia de un relato que hace que el tranquilo fluir del tiempo se estanque y pierda frescura y lozanía, amenazando con pudrir las raíces del afecto. Nada puede volver a ser lo mismo cuando nos enfrentamos a la negligencia y egoísmo de una de las partes si ninguno de los dos está dispuesto a ceder un poco o a transigir en algo o a adivinar la importancia que para el otro tiene aquello que con tanto ahínco nos suplica nuestro ser más querido y con quien hemos decidido compartir nuestra vida. El hedor de la podredumbre socaba el entendimiento y establece el límite que no estamos dispuestos a traspasar para salvar nuestra relación. Y entonces soltamos amarras y navegamos a la deriva, incapaces de volver a un puerto seguro donde recalar para encontrar cobijo y rescatarnos de nuestro extravío.

Un guión excelente, unos diálogos sutiles, una interpretaciones desgarradoras en su sencillez, una estructura cuidada con esmero y mimo, impregnada de un ritmo telúrico imperceptible pero tenaz, unas imágenes repletas de verdad y hondura, que juega con las metáforas pero sin devenir en afectación ni pomposidad, todo sucede bajo la piel pero se muestra con tanto cariño y delicadeza que desnuda y desarma cualquier pudor… Asombrosa pieza de cámara que ofrece mucho más de lo que a simple vista se vislumbra y alcanza cotas de sinceridad y audacia envidiables, sin por ello eludir la ligereza de lo tragicómico.

Portentosa muestra de buen cine, bien urdido y cincelado, primorosamente esclarecido por el luminoso elenco (Oona Chaplin, Natalia Tena, David Verdaguer y Geraldine Chaplin) y rebosante de creatividad. Una joya.
antonalva
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8
4 de mayo de 2019
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Occidente cada vez nos cuesta más tener hijos – y no me refiero al factor crematístico, sino a la creciente dificultad de ciertas parejas por quedarse embarazadas y concluir con éxito la gestación. Es como si la bonanza económica hiciera aflorar la infertilidad de forma dramática. Seguramente esto ya ha sido estudiado por las mentes preclaras y los ‘expertos’ (colegiados o no) del ramo y se haya llegado a las conclusiones pertinentes. Los embarazos no deseados se multiplican al tiempo que las personas con voluntad de formar una familia y tener prole se tuviera que enfrentar a un sinnúmero de escollos, ya sean éstos biológicos o sociales. Por ello resulta del todo pertinente la aparición de esta atípica cinta gala que se detiene en el lento, meticuloso y paciente proceso de adopción en una provincia francesa, que se centra tanto en las personas que forman parte de la red estatal de adopciones como en los individuos o parejas que quieren adoptar.

Estamos ante una película de ficción. Sin embargo, el mimo y prolijidad invertido en todo el proceso – desde que una joven veinteañera va a un hospital para dar a luz un hijo no deseado que quiere dejar en adopción, hasta la escrupulosa y meditada labor de los servicios sociales acompañando a la madre durante esas primeras horas, así como durante el colegiado esfuerzo por encontrar una familia (ya sea monoparental o matrimonio) donde acoger al recién nacido – convierten esta cinta casi en un documental. Y el punto de vista que se siga durante todo el desarrollo es fundamental para culminar con éxito la tarea. Queda claro que el interés básico es no atropellar los derechos de nadie y ser justos con el sinfín de solicitudes que hay pendientes; todo esto sin perder de vista que el principal objetivo es dar con el entorno ideal donde el vástago pueda encontrar el amor, acogida y cuidado al que todos tenemos, en principio, derecho.

Quizás tanta delicadeza y esmero delaten – para bien – el amoroso e insobornable punto de vista femenino de su directora y guionista, Jeanne Herry. Se toma muy en serio el precepto que enuncian varios de los trabajadores sociales en algunos momentos importantes de la trama: ‘estamos aquí para acompañar, no para juzgar’. Y cuando esto es no sólo un axioma teórico, sino que se abraza como una certeza absoluta, entonces podemos esperar que el resultado será el mejor de los posibles, aun cuando nunca tengamos asegurado nuestro futuro ni el futuro de nadie. Podrán existir errores y fallos, pero ninguno será fruto de la mala fe o de la imprudencia. Si nos impulsa el amor al prójimo y el bienestar de nuestros semejantes, entonces tendremos éxito.
antonalva
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7
30 de diciembre de 2017
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces se nos olvida que nuestra vida se encuentra enmarcada en el espacio y que ordenar dicho espacio suele ser la tarea de los arquitectos. Y en el cine la situación se vuelve aún más rebuscada y confusa, ya que los personajes se mueven en un entorno - real o fingido - y la mirada del director se presta a fragmentar y reconstruir a su libre albedrío aquello que considera relevante, dejando fuera (de campo) los desechos o descartes, según su criterio y antojo. Pocos han sabido entender mejor esta diáfana simpleza que el maestro nipón Ozu, tan insustituible como incomprendido, tan inmarchitable como necesitado de una inmediata revisión.

Este sencillo relato sobre la finitud, la belleza, la pasión, las simetrías, el olvido y las segundas oportunidades nos confronta, a su manera, con todo un fascinante catálogo de imágenes: tan sutiles como primorosamente elaboradas, tan sobrias como complejas, tan hermosas como filosas, tan elípticas como profundas. Pocas veces he visto en el cine occidental una mirada en apariencia tan despegada y fría, bullir y alborotarse por todo lo que las palabras ocultan y disimulan - porque se pasan las casi dos horas sin parar de decirse naderías - y que un espectador atento sabrá discriminar y calibrar en su justa medida, comprendiendo que la vida es un mero jeroglífico de proporciones y medidas... Encontrar el equilibrio es la incógnita a despejar.

Quizás adolezca de muchos tics del cine independiente yanqui, pero también es verdad que en este caso sus limitaciones y modestia juegan a su favor. Pocos personajes, estudiadas elipsis y opacos silencios: todo suma y nos ofrece un acerado estudio sobre el temor cotidiano, sobre el mundo que habitamos, sobre los fantasmas que nos acechan y las pesadillas que nos encadenan, sobre los sueños que desatendemos y los cigarrillos que compartimos por cortesía (o ilusión)...No hay mayor pérdida que las oportunidades negadas. Arriesgarse es vivir y hablar nos ayuda a dar el salto mortal.

La vigencia de Ozu no se limita al mínimo espacio de esta reseña... Redescubrirlo es abrirse a una arquitectura misteriosa, indescifrable e infinita.
antonalva
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