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España España · Shangri-la. Andalucía
Críticas de Maggie Smee
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Críticas 376
Críticas ordenadas por utilidad
9
20 de diciembre de 2013
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
De “La gran belleza” se ha dicho mucho, y eso que en nuestro país no lleva ni un mes exhibiéndose. Excelentes comentarios, muy buena acogida por parte del público (se supone que minoritario), con además una cierta repercusión en taquilla, y todo parece apuntar a que aún le quedan nominaciones y premios por caerle, o al menos así lo deseamos. Suena a mucho cuando, tras irse de vacío en Cannes, se podría erróneamente haberle presagiado una carrera menos que discreta. Afortunadamente no ha sido así, demostrando, una vez más, aún sin reclamo comercial de premio, que cuando se hace una película de gran calidad se puede encontrar una respuesta positiva, además de ser rentable. Y es una sorpresa porque “La gran belleza”, aunque esté lejos del cine comercial que nos puede llegar, en este caso, de Italia, creo que puede llegar a ser una película vista (aunque no sé si del todo aceptada) por un público acostumbrado a películas más convencionales, o al menos así debiera ser, al tratarse de un film refinado, maduro, con gusto y gran capacidad visual, como en su día ocurriera por ejemplo con Fellini y su La Dolce Vita. Sorrentino, se apoya en Fellini, aunque como él bien aclara no le imita (“Roma” y “La dolce vita” son películas que no puedes ignorar cuando haces una película como esta. Son dos obras maestras y la regla de oro es verlas, no imitarlas”). Y esa ha sido sobre todo la clave de su éxito. Los paralelismos entre la obra felliniana y “La gran belleza” son fáciles de encontrar, no ya por tratarse de la misma ciudad, si no incluso desde el detalle de si en “Roma” el cameo lo daba la inolvidable Anna Magnani, aquí corre a cargo de Fanny Ardant. Su extensa y variopinta galería de personajes, las obsesiones del protagonista, ese pesimismo y esa crítica que corría a cargo de los personajes encarnados por Mastroianni en “8 y ½” o la mencionada “Dolce Vita”… todo se encuentra en la película de Sorrentino, pero con la inteligencia de no pretender nunca ser un Fellini, y por ello, encontrar una personalidad cercana pero con identidad propia, que no es poca cosa, ya que además el cine actual para colmo tiende a estandarizarse. Ni mucho menos voy a pormenorizar los detalles que plagan la película y que la convierten en un magnífico carrusel. Aunque no sea del todo perfecta, al menos para mí, quiero dejar constancia que esas pequeñas lagunas que tiene, así como algunos personajes no del todo aprovechados son menudencias, porque el valor en conjunto es excelente. Sobre todo tiene una gran capacidad audiovisual (la elección de sus temas es muy acertada, incluyendo los concernientes a los de ambientes festivos), está ayudada por unos actores que son de carne y hueso, muy característicos en su mayoría pero sin caer en arquetipos y un guión ambicioso, pero muy bien sazonado con toda clase de sentimientos. Película en definitiva sugerente, que cuenta muchas cosas y que es, con más mérito aún, coherente como demuestra su preciso final, sin sacarse de la manga la resolución final. Muchos aciertos para una obra que es un placer verla y pensar posteriormente en ella, todo envuelto en un halo no ya solo de logro sino incluso de cierta originalidad. Tiene mucho mérito.
Maggie Smee
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5
7 de marzo de 2020
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que más me llama la atención de “Lo mejor está por llegar”, producida, escrita y dirigida a la limón por Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte, es su habilidad narrativa. A nivel de guión, esta comedia dramática, a raíz de una anécdota algo forzada, monta todo un entramado, que se va sazonando con otras subtramas para aderezar lo que sería un simplismo imposible de sustentar. En la dirección hace que, sobre todo, los reyes de la función que son el dúo protagonista masculino, se sientan como en casa, rozando el límite de lo que es la cara dura con la naturalidad. Y lo afirmo sin acritud, ya que era la única manera de que el conjunto brillara, porque de otra manera hubiera quedado como un trabajo actoral tan aburrido como pretencioso.

De la Patellière y Delaporte, hace varios años, consiguieron un sonado éxito con “El nombre”, que para mí estaba más lograda, e incluso fue llevada al teatro en España, ya que era un guion muy interesante y abiertamente más comedia que en este caso. La pretensión de “Lo mejor está por llegar” es que han querido jugar con el dramatismo y la comedia, como hacían los grandes del cine americano, y aunque parezca que logra su objetivo entre el público menos exigente, o más comercial, (en Francia ha funcionado muy bien), también ha sido un intento válido de que Patrick Bruel, actor querido en Francia y asiduo a comedias rentables pero no muy notables, dé el paso como actor también dramático, ampliando el registro al que estamos acostumbrados a verle, como sí le ocurre a su compañero, Luchini, al que podemos ver en todo tipo de registros.

En un segundo plano, juega en su contra aunque el espectador medio no sea consciente, que parece que la sombra de la película “Intocable”, también dirigida y escrita por dos: Nakache y Toledano, es alargada, y esta pareja protagonista a veces nos recuerda el tono empleado, aunque sea menos irritante, al menos para mí, ya que “Intocable” en su aspecto ético me parece más intolerable.

Es cine comercial bien facturado, con buenos momentos. Es un cine de evasión, con alguna que otra buena intención. No me incomoda ni me resulta un latazo, por ello me parecería injusto desaconsejarla aunque no me parezca nada del otro mundo. A los pocos espectadores que acudieron a verla parece que les hizo efecto y participaron de ella yo diría que hasta con entusiasmo. Luchini y por supuesto Bruel hacen un trabajo muy lucido, dejando la faceta más cerebral y contenida a sus compañeras de reparto, encabezada por una atractiva Zineb Triki y seguida por Pascalle Arbillot. Ahora brevemente en el espacio del spoiler termino.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maggie Smee
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3
5 de noviembre de 2016
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me ha gustado esta nueva película de Kirill Serebrennikov, aún sin título oficial en español, “The Student”. Y eso que es la típica producción arropada y astutamente promocionada, con amplio recorrido a través de festivales internacionales, sean Cannes, Chicago, Londres, Sevilla o Karlovy Vary entre otros, donde se está ganando su prestigio a través de la crítica. Serebrennikov, con trabajos realizados como actor, guionista o dirigiendo para la televisión, cuenta también con largometrajes como director, que, salvo error, ronda la media docena, y que prácticamente son desconocidos por estas latitudes. Parece que, al fin, ha dado el salto definitivo a la “fama” con este film, que se va a exhibir en casi toda Europa y en otros continentes. Todo un mérito más que programado, no hay nada casual en todo este proceso.
El cine actual ruso, tras etapas de gloria, vive, salvo excepciones, en el más profundo anonimato. Puede que se intente por todos los medios revitalizarlo, medios tienen más que de sobra, e insisto en que ignoro los anteriores trabajos de Serebrennikov, pero mal asunto si tenemos depositadas serias esperanzas al menos en este film que me ha sonado a desfasado y pretencioso. Si hubiese sido rodado a mediados de la década de los sesenta o primeros años de los setenta, para un posterior debate en un colegio católico, igual hubiera resultado interesante, posiblemente más el debate que la película, pero en serio, a estas alturas, en pleno siglo XXI, me da la sensación de que llega tarde, su olor a naftalina impregna todo el metraje, aunque cuente con una vistosa factura técnica.
En resumidas, un estudiante preuniversitario tiene problemas personales con su madre, que es separada. Constantemente cita pasajes de la Biblia, porque padece una supuesta crisis u obsesión religiosa y se niega a recibir clases de natación, porque le parece inmoral mezclar chicos y chicas en bikini. En otras materias desconocemos si tiene algún problema, no se nos cuenta, pero en la clase de biología discute con su profesora, sobre todo por el tema de la evolución humana. Evitamos contar más y el spoiler. Lo que podía sonar a parodia algo irreverente cercana al cine italiano, se va tomando en serio a sí misma, repitiéndose hasta la saciedad y sin progresión alguna en sus personajes. Además, siempre vemos algún rótulo en pantalla que nos indica qué fuente o apóstol fue el que escribió la parábola aludida, como si se tratara de un ejercicio de documentación profunda.
Su dirección es correcta, pero sin objetivo. Lo peor es su guión, que además de mezclar conceptos peligrosos me resulta reaccionario. ¿Qué postura se defiende? ¿Se intenta dejar que elija el espectador con unos hechos tan obtusos y unos personajes anclados en el limbo? Y para colmo con un final que concluye todo sin haber contado nada, con un toque pretendido para provocar una reflexión, sobre todo ante la actitud de, por ejemplo, la profesora, que suena más a canción protesta pasada de rosca que a cine con cierta seriedad.
Eso sí, al menos el reparto, tanto jóvenes como maduros, en especial su protagonista en el papel de Veniamin, Pyotr Skvortsov, por aprenderse esos monólogos imposibles y darle credibilidad, defienden sus personajes. Pero todo, insistimos, es lo mismo, machaconamente, como la escasa música heavy utilizada. No hay idas y venidas, es puro estancamiento en una propuesta, en la que no entiendo como encuentra interés entre críticos especializados. Me resulta más moderna "¡Arriba Hazaña!" , aunque a priori nada tenga que ver con esta "The Student" y que vaya sobre otra revolución.
Maggie Smee
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Se levanta el viento
Japón2013
7,2
15.351
Animación
7
30 de abril de 2014
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy tan fan del cine animado como para ir habitualmente al cine a ver los últimos estrenos. Es más, exceptuando a Miyazaki y centrándonos en el dibujo animado asiático, creo que la última película que vi fue… ¡madre mía! “La guerra de los planetas (Space Crusier Yamato)”, de Masuda, estrenada a lo largo del verano de 1978, una interesante incursión en el género de la ciencia- ficción y que hacía un buen uso del scope, realzando la espectacularidad tanto de sus dibujos como el colorido empleado. Aunque tuvo su serie incluso, en España esa película ni fue comercializada y creo que ni siquiera emitida. Lejos queda, desde luego, tanto por temática, por tratamiento e incluso por reconocimiento, ya que ese respeto que se la ha da al cine de animación japonés es relativamente reciente y Miyazaki sin duda ha sido su máximo exponente. En esta ocasión, quizás, porque el mismo Miyazaki ha decidido retirarse definitivamente del cine y ante las estupendas críticas en los primeros días desde su reciente estreno, (no lleva ni una semana en cartel), me han animado, nunca mejor dicho, la ocasión la pintan o la dibujan calva para hacer el chistecito, a acudir a verla. Como dato curioso decir que había media sala llena de público adulto sin un solo menor como espectador. Me ha sorprendido que para cerrar su carrera con “El viento se levanta” Miyazaki se alejara de mundos de fantasía o de leyendas para adentrarse en el género del melodrama histórico puro y duro, con influencias que oscilan (quizás esa sombrilla que sale volando por el viento nos evocara a “La hija de Ryan”) entre el cine de David Lean, pasando por el mejor cine italiano (sobre todo por el estilo de su gran partitura musical) o incluso nos pudiera llegar a recordar al Spielberg de “El imperio del sol”. Y quiero recalcar que son influencias pero no estilos o imitaciones ya que Miyazaki tiene la personalidad suficiente para hacerlo suyo. Quedan ciertos cabos sueltos, como la pérdida de relevancia de la madre del protagonista o que la pasión que siente Jiro por diseñar aviones no logra ser transmitida con la misma intensidad al espectador, que puede que ese es el motivo de que algunos achaquen que su duración es algo excesiva, cosa que no pienso. En su notable guión cuentan muchas cosas y todas ellas con una madurez y profundidad inusuales en el cine de animación. Además de utilizar sabiamente referencias literarias, en los momentos en que se podía retorcer al espectador ante situaciones realmente dramáticas, Miyazaki las resuelve con una gran sutilidad, de manera limpia y sabia, sin caer en lastres lacrimógenos habituales en series o en otras películas, como en el clásico (según algunos) de “Sin familia”, de 1970 de Yugo Serikawa, una película manga supuestamente infantil y que, al menos para mí y junto a algunos títulos de Disney y “Saló” de Pasolini son ejemplos de un cine que se adentra en el sadomasoquismo. “El viento se levanta” es una hermosa despedida, y aunque no sea la mejor de su autor, tiene una honradez y una belleza que hacen de ella una buena película, capaz de figurar entre otros títulos relevantes, y no necesariamente de animación, entre los mejores estrenos del año.
Maggie Smee
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6
8 de julio de 2017
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El futuro post apocalíptico está más de moda que nunca. Ya es casi un género habitual, quizás porque, de entrada, el que tengamos una serie de mandatarios mamarrachos que no hacen nada para preservar nuestro planeta de tropelías y de salvajadas, están facilitando que se produzcan cambios climáticos y toda clase de pandemias, a lo cual parece que hasta nos estamos acostumbrando, que ya nos vale, pero bueno, eso es otro tema...

Del cine independiente surge esta “Llega de noche”, de Trey Edward Shults, que es, tras varios cortos, su segundo largometraje, que cuenta con un modesto presupuesto que ronda los cinco millones de dólares, presupuesto, que dicho sea de paso, equiparable a muchas producciones nacionales, incluso en algunos casos más barata, sin nunca dar el aspecto de cutre, lo cual es más meritorio y resultando ser, como justa recompensa, muy rentable en taquilla.

La situación que nos plantea “Llega de noche” no reviste demasiada originalidad. Sus fuentes de inspiración podrían ser múltiples: desde “Zombi” de Dario Argento, es decir, personajes que se resguardan en un sitio seguro, ya que el exterior es hostil, a ese instinto de supervivencia que viene de la saga “Mad Max”, o de una las más desconocidas películas de Luc Besson, “Kamikaze 1999 (El último combate)”, entre muchos ejemplos.
Pero uno de los aciertos en su guión (y en su atmósfera) es no haber incurrido en la comercialidad más absurda, como en el caso de la reciente y para mí imperdonable “Calle Cloverfield 10”, si no que me ha evocado a uno de los dramas apocalípticos más devastadores y realistas que recuerdo, que nunca contará con el reconocimiento popular, “Testamento final”, de la directora maldita Lynne Littman, que contaba, sobre todo, con una aplastante interpretación de su protagonista, la gran Jane Alexander.

Y pienso que esa es la línea que ha seguido en gran parte Trey Edward Shults, ser parco en personajes, en localizaciones y virtuosismos gratuitos, para revestir este thriller de realismo, que logra resultar claustrofóbico incluso en los espacios abiertos. Además posee un trabajo interpretativo muy serio, que da empaque y credibilidad a una película, que tratada de otra manera, se hubiera ido a pique desde el principio, tanto por carecer de verdad como por no resultar asfixiante.

Y poco más, aunque por supuesto ni mucho menos. Está bien escrita, aunque tampoco nos lleve a ningún sitio nuevo, dirigida e interpretada con bastante pulso. Tanto su música como su fotografía hacen un buen trabajo, así como su meritoria labor de montaje o maquillaje, dando como resultado un film arriesgado y casi sin concesiones, algo a lo que el público con más tendencia comercial no le va a perdonar. En ella no hay chistes fáciles o convencionalismos que la hagan más potable, en ese sentido es muy áspera. Por ello pienso que, de nuevo, podríamos tener a un director que podría darnos obras interesantes que escapen de la desidia reinante, a menos que la gran industria acabe imponiéndole sus antojos, cosa a la que, por cierto, se negó la citada directora maldita Lynne Littman, y que por eso se quedó ahí, dejada de la mano Dios y de la memoria del cinéfilo.
Maggie Smee
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