Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Kasanovic
<< 1 60 69 70 71 80 >>
Críticas 400
Críticas ordenadas por utilidad
The Drift
MediometrajeDocumental
Líbano2018
--
6
11 de junio de 2018
Sé el primero en valorar esta crítica
En las siempre sugestivas tierras del Líbano se hallan tres personajes que conviven en perfecta sintonía con el mundo que les rodea. El primero de ellos no deja de fascinarse con el hecho de que bajo el arenoso perfil de la geología libanesa se escondan todavía los misterios de la legendaria época romana, y dedica su tiempo a proteger el recuerdo de las ruinas que rememoran aquellos días. El segundo hombre, un verdadero manitas, no para de reconstruir valiosas piezas de arcilla como jarras o platos, que un día se hicieron trizas pero que bajo el cuidado de este fenómeno consiguen lucir un restaurado aspecto. Finalmente, el tercer personaje es todo un virtuoso del automóvil. En su día a día, arranca el bólido y recorre los kilómetros que hagan falta hasta encontrar piezas de un coche desguazado, piezas que posteriormente incorporará a otro vehículo hasta que este luzca un aspecto lo suficientemente presentable como para poder venderlo o conducirlo él mismo.

Esta terna de perfiles que, de una manera u otra, se dedican a cuidar de aquellos objetos que habitan en los rincones de su nación, se describen en The Drift bajo la óptica de la joven directora y artista británica Maeve Brennan, que vivió varios años de su vida en Líbano. Ya habituada a captar en obras anteriores como Jerusalem Pink la interrelación de los seres humanos con su entorno y su legado histórico, Brennan cede todo el protagonismo del documental a los tres personajes ya comentados y a las fabulosas vistas que luce el país asiático desde sus múltiples perspectivas. Un terreno que visto desde lejos parece alejado de la mano del hombre pero que, al aproximar la óptica hacia un punto de vista cercano al suelo, comprobamos que precisamente la acción reconstructiva humana es lo que enriqueció y enriquece el fabuloso aspecto natural del territorio.

Además de la calidad visual de los planos libaneses que Brennan nos muestra en su trabajo, The Drift también destaca por los comentarios que los protagonistas dejan delante de la cámara. En este sentido, el virtuoso de los coches es el que se lleva la mejor parte del documental. Se trata de un tipo bastante normal en apariencia, pero su arte a la hora de reconstruir los automóviles y la gracia que desprende al narrar ciertas fases de su actividad (como cuando habla sobre el viejo coche de un líder de Hezbolá) hacen que sus pasajes sean de lo más curioso y entretenido que arroja la obra. Como añadido a este respecto, su papel esconde un hecho todavía más fascinante: que la pasión por los vehículos, sospechosos habituales cada vez que se pone en relieve una cuestión medioambiental, pueda esconder un punto de encuentro tan fascinante entre el propio entorno natural y la acción humana.

Aunque en principio The Drift no pareciera gozar de tantos alicientes como para constituirse en una interesante pieza cinematográfica, lo cierto es que el trabajo de Brennan ostenta una baza excelente: captar las cosas tal y como suceden, sin necesidad de forzar situaciones ni regodearse en su propia alma de directora para justificar la realización del documental. La sobriedad expositiva que Brennan exhibe en este mediometraje de 51 minutos es inversamente proporcional a su juventud y el hecho de seguir una línea temática de similar contenido en su obra audiovisual demuestra que el motivo de ello no es (únicamente) poseer cierto don para el arte, sino también perseguir una misma línea de acción, poner el foco en lo que verdaderamente concierne al artista que está detrás de la obra. En el caso de The Drift, ese gusto por combinar un elaborado conjunto visual con una clara espontaneidad en el desarrollo es lo que hace agradable el visionado de este documental.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para @CineMaldito
FILMADRID 2018
Kasanovic
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Also Known as Jihadi
Documental
Francia2017
5,7
30
Documental
5
11 de junio de 2018
Sé el primero en valorar esta crítica
Buena parte de las preguntas que el mundo occidental se suele hacer tras asistir a un atentado de índole yihadista está relacionada con el origen de los terroristas. ¿De dónde vienen? ¿Qué motivos les impulsan a ser partícipes de tales crímenes? Muchas veces la respuesta no está nada clara, especialmente si tenemos en cuenta que cada ser humano es distinto y no todos encuentran las mismas motivaciones para llevar a cabo sus actos, ni desde luego poseen la misma personalidad o manera de pensar. Con todo, Abdel Aziz Mekki bien podría ser un caso que otorgase ciertas explicaciones a las cuestiones planteadas. Se trata de un chico de origen argelino y criado en París que, tras superar sus estudios de Bachillerato, intentar un par de incursiones en la enseñanza superior y ejercer algunos oficios temporales, decide partir a Oriente Próximo y participar en el conflicto de Siria, una de las guerras más densas y más dadas a la manipulación informativa de los últimos tiempos.

El cineasta estadounidense de origen francés Eric Baudelaire, también conocido por su faceta artística fuera del ámbito puramente cinematográfico, decide plasmar en Also Known as Jihadi esta progresiva conversión de Abdel Aziz Mekki hacia el terrorismo yihadista. En realidad, Baudelaire pretende realizar una especie de revival de la película japonesa A.K.A. Serial Killer, dirigida en 1969 por el director japonés Masao Adachi, uno de los ídolos y referencias cinematográficas de Baudelaire. Pero el cineasta nacido en Salt Lake City no acomete este trabajo documental desde un punto de vista cercano a lo que suele ser común en esta disciplina, sino que pone en práctica su ejecución a través de dos vías: la exhibición en movimiento de paisajes que rememoren aquellas zonas por las que Abdel Aziz Mekki pudo haber transitado y fragmentos textuales de las declaraciones que el propio Mekki y algunos de sus conocidos prestaron a las autoridades policiales francesas cuando estas les interrogaron.

Así, Baudelaire comienza su trabajo con una larga secuencia de una calle parisina de un barrio humilde. En esta zona transitan coches y personas inmersas en su día a día y ajenas a la temática que el director expone en Also Known as Jihadi. Este inicio, a priori perezoso, se entiende mejor conforme avanza la cinta y observamos lo que comentábamos en el anterior párrafo: la cámara no hace sino captar el rastro que Abdel Aziz Mekki fue dejando tras de sí en el trayecto que le llevó desde la urbe parisina hasta la frontera entre Turquía y Siria, pasando posteriormente por otros lugares como la mismísima Almería. Entre plano y plano, donde aparecen personajes que en apariencia resultan anónimos, como dos niñas que cruzan la puerta de su urbanización tras la jornada escolar o un grupo de adolescentes en la playa, se intercalan los informes policiales en los que vamos conociendo poco a poco las vidas del protagonista, de su futura esposa o de sus colegas, desde una óptica alejada de cualquier sesgo político o racial.

Esta curiosa narrativa, plasmada en un estilo que parece evocar al epistolar y que se combina con unas tomas callejeras que sin duda provienen del espíritu video-artístico de Baudelaire, debería gozar de cierto respeto por ostentar un punto de originalidad y por su efectividad a la hora de contar este proceso de radicalización. Por el contrario, al situarnos desde un punto de vista tan lejano y aséptico, Also Known as Jihadi se deja parte de su alma a lo largo de los 110 minutos de documental. La ausencia de rostros y figuras que puedan identificar a los protagonistas se convierte en una decisión clave para huir del tópico, pero también para instalar el ritmo de la cinta en un estado pasivo, debido también a la poca fuerza de las imágenes elegidas para suplir a aquellas y que pretendían dotar a la obra de una base que la aproximase hacia un verdadero trabajo audiovisual.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para @CineMaldito
FILMADRID 2018
Kasanovic
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
4 de diciembre de 2017
Sé el primero en valorar esta crítica
Un tipo joven sin muchas expectativas en la vida, que posee un trabajo a tiempo parcial y que no aparenta tener excesivas ganas de socializar con las personas de su alrededor (ni siquiera con su novia dentista), se despierta un día cualquiera con un agudo pitido en la oreja y con la noticia de que su amigo Luigi, al que no recuerda en absoluto, ha fallecido. El hombre intentará poner solución a ambos problemas desde el primer momento, pese a que un grupo de vecinas le retrase en su cometido, tenga serios problemas con un cajero que no funciona —y su complementario “sistema de ayuda” que estorba más que asiste— y con una típica recepcionista del centro de salud (con todos los respetos para esta profesión) que solo será un paso más en esta sucesión de problemas que tiene que atravesar en una jornada de su existencia humana.

Obviamente, estas historias que Alessandro Aronadio nos cuenta en Orecchie (Ears), son situaciones llevadas al absurdo para, desde ahí, aparentar que se elabora una crítica social que realmente no es tal —aunque evitaremos caer en el spoiler porque todo esto se ve con más claridad en la segunda mitad de película—, pero sobre la que casi todos podremos comentar y opinar porque son cuestiones que observamos en la sociedad primermundista contemporánea.

Lo que Aronadio parece plantear en Orecchie es la elección entre encerrarse en uno mismo y olvidarse de todo lo malo que existe ahí fuera o si, por el contrario, hay que dejar de lado la amargura siempre que se pueda, aunque eso signifique postrarse ante las neogilipolleces que han aterrizado en nuestro día a día a través de los avances tecnológicos y en las telecomunicaciones (perfectamente representado en la obra con los selfies de la madre del protagonista). En el caso de este film, se ve con claridad la evolución que el joven experimenta con el paso de los minutos, cómo un graduado en filosofía, buena persona, de carácter débil y preocupado por cuestiones más intelectuales que sociales, intenta encontrar su lugar entre toda una maraña de individuos que persisten en ponerle la zancadilla incluso en las tareas más rutinarias, como pedir comida rápida o resolver una entrevista de trabajo. En este sentido, se podría llegar a plantear que el sonido en la oreja que padece el protagonista es una especie de metáfora sobre él mismo.

Complementando a esta línea argumental, Aronadio apuesta por representar Orecchie bajo una fotografía en blanco y negro y un formato cuadrado 1:1, probablemente tratando de transmitir, también mediante el estilo, la sensación de agobio social del protagonista que comentábamos con anterioridad. Pero este tema no se queda solo en un mero propósito inicial, sino que la evolución del aspecto visual acompaña a la del joven que vemos en pantalla, acompasando diálogos y representación visual hasta el punto de que ambas forman un todo que justifica las pretensiones de la cinta.

Pese a sus comentadas virtudes, Orecchie no deja de ser una película graciosa pero con escasa trascendencia. El trabajo de Arodiano parte de premisas acertadas y merecedoras de ser valoradas, con una propuesta visual justificada por motivos de guión y no solo puramente artísticos, tratando escapar con ello de que se le pueda acusar de elaborar un producto vacío. Sin embargo, el film no termina de convencer en su conjunto por quedarse excesivamente en la superficie, por limitarse a representar una serie de escenas cotidianas y llevadas a la exageración pero cuya implicación satírica no posee mayor relevancia que la momentánea sonrisa que uno pueda esbozar al contemplar la secuencia. El desenlace, de comprensible planteamiento al contemplar el cuadro completo de la obra (revelación incluida) pero sin gancho propio como para aportar ese plus de importancia, contribuye a que Orecchie no sea exactamente la clase de película que parecía pretender ser y se quede en un cachondo pero simple intento.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para Cine Maldito
Kasanovic
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
29 de octubre de 2017
Sé el primero en valorar esta crítica
Tras un escarceo nocturno con otro hombre y su posterior regreso fugaz al hogar, Mina, la mujer de Petar, desaparece sin dejar rastro. Este, más centrado en su trabajo que en su vida marital, parece en principio no estar nada incómodo por semejante ausencia. Sin embargo, cuando pasan los días y los conocidos y familiares de la mujer preguntan por su paradero, la búsqueda de excusas se convierte en algo cada vez más complicado...

Humidity (Vlaznost), film serbio dirigido y co-escrito por Nikola Ljuca, demuestra desde sus primeras escenas una firme intención de narrar las miserias humanas que se esconden bajo la fachada de un grupo de hombres de negocios. Petar pertenece a esta esfera y la cámara le acompaña cuando acude a fiestas con sus empastillados colegas, todos ellos con el objetivo de retozar con alguna compañera femenina y salvar así su existencia terriblemente solitaria. Pero Ljuca no se limita a describir la recargada simpleza de sus vidas sino que, con la mencionada desaparición de Mina, toma el vehículo ideal para contarnos qué sucede con el protagonista y su vida de apariencias cuando no consigue encontrar lo único realmente valioso que parecía existir en su paso por este planeta.

Así, Humidity es una cinta que baja al barro emocional para retratarnos comportamientos primitivos que ni siquiera la tecnología (incluso se podría decir que motivados por ella) es capaz de camuflar. Nadie aprecia o siquiera respeta a sus propios compañeros de profesión con los que tantas horas han compartido, ni hablemos ya de aquellas mujeres que intentan llevarse al catre; todos son meros objetos que se utilizan por propio egoísmo de sentimiento a un colectivo y placer sexual respectivamente, pero no porque exista un verdadero impulso detrás de sus diminutas conciencias. Esa es la razón por la que, pasados unos minutos de película, no nos resulta tan extraño el descuidado carácter de Petar respecto de la ausencia de su mujer

Lo bueno de Humidity es que su línea estilística acompaña sin titubeos a la historia que se nos narra. A riesgo de recrearse en la propia vacuidad que parece querer retratar, Ljuca esboza un cuadro de colores turbios, de luces de discoteca que contrastan con los simples hogares en los que estos personajes se refugian. Casi parece una metáfora: están vacíos por dentro pese a que su fachada trate de dar la impresión contraria. La secuencia de sexo que abre el film pronto se denota como lo más palpable de esta agobiante atmósfera de falsedad que tan bien sabe manejar el cineasta de Belgrado. De ahí que rápidamente y sin mediar explicaciones, los que estamos al otro lado de la pantalla seamos capaces de comprender el porqué de esa escena inicial.

No es de extrañar, por tanto, que Humidity se conforme como una obra a la que muchos contemplaremos como si mirásemos tras un cristal, con todas las implicaciones que ello conlleva (actitud de superioridad principalmente). Pero la lectura de estas situaciones va más allá: es la sociedad y el entorno laboral quienes se han encargado de moldear la personalidad de estos seres. Y, por ende, para observar alguna de esas actitudes (tener un finde alcoholizado como sota-caballo-rey del tiempo libre, la constante presencia del smartphone en la mano, el ansia de ascender en la escala social a costa de lo que haga falta....) no hace falta irse a los Balcanes, lo podemos comprobar en nuestro círculo más cercano. Y por eso se echa en falta algo más por parte de la cinta de Ljuca, un impulso extra que nos hubiese invitado a tomar el film no solo como un cóctel de realidad con trama propia que se diluye en la mente nada más alcanzar los títulos de crédito.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para Cine Maldito
Kasanovic
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
23 de agosto de 2017
Sé el primero en valorar esta crítica
Ryutaro es uno de esos tipos que está pasando sin pena ni gloria por la vida. Es cierto que a sus 27 años trabaja en taller de vehículos, tiene una buena casa y se puede permitir ciertas comodidades burguesas. Pero su personalidad dista de la de una persona joven que quiera seguir avanzando a través de su existencia. Cuando queda con sus amigos, se limita a beber sin entrar en conversación alguna. Su trato hacia las mujeres tampoco es el más adecuado para tratar de iniciar una relación. Entra en estúpidas peleas con demasiada facilidad sin que luego sepa defenderse de los golpes que le propinan. Y ni siquiera ha sido capaz de preocuparse por Ryuko, la enferma madre de su amigo de la infancia Yusuke, hasta que este le contacta por teléfono y logra que Ryutaro visite su hogar.

Edaha no koto o Sweating the small stuff, dicho norteamericano que se podría traducir más o menos como “preocuparse por los detalles”, son respectivamente los títulos japonés e internacional de esta obra nipona dirigida y protagonizada por Ryutaro Ninomiya. La mencionada expresión anglosajona le viene que ni pintada a una obra donde la línea argumental no se nos ofrece de manera clara y precisa, sino que su trama se nutre a través de breves y aparentemente poco importantes secuencias de su protagonista. Cada una de ellas aporta su granito de arena para ayudar a configurar el lienzo general de la vida y actitud de Ryutaro.

En estas secuencias, Ninomiya retrata situaciones cotidianas en la vida del protagonista, especialmente una continuada y nocturna ingesta de alcohol. Las escenas se nos muestran a través de una temblorosa cámara, detalle técnico que ayuda a enfatizar lo que nos transmiten varios pasajes de la obra y la nebulosa actitud del joven protagonista. Sin embargo, el cineasta nipón llega a abusar de este recurso, ya que ciertas escenas que requerirían un tratamiento más reposado se ven ligeramente perturbadas por ese nerviosismo fílmico. No es una circunstancia que se pueda calificar como una aberración, puesto que la composición general de la escena suele ser adecuada (un plano fijo solo distorsionado por el mencionado temblor de cámara) y tiene su sentido narrativo, pero tal vez una menor rigidez estilística hubiera ayudado a alcanzar un conjunto fílmico mucho más valioso.

Desde un punto de vista argumental, es un hecho que Sweating the small stuff da lo que promete. Ninomiya lleva a cabo la empresa de desarrollar un relato que sintetice, sin alardes ni equilibrios, la personalidad de un hombre que no es tan poco común como puede parecer. El problema, pues, reside en la esencia misma del relato, en la indiferencia ante un personaje que ni es lo suficientemente peculiar como para centrar del todo la mirada en él ni sus problemáticas internas alcanzan a ser exportables para sacar algo en claro más allá del consabido déficit comunicativo que, paradójicamente y de forma contraria a los avances tecnológicos, parece haberse establecido en parte de la sociedad contemporánea.

Con todo, sería un error identificar la impasibilidad del núcleo argumental con un posible error en el ritmo narrativo. Sweating the small stuff no es un film que consiga desenganchar, ya que cada escena en particular desprende un aroma natural y cotidiano, puramente japonés, que ayuda a mantener el interés en la película. Pese al poco carisma del protagonista, en virtud de la obra también se puede señalar lo sorprendente de algunas escenas que, sin un aparente impacto en la trama, sí van contribuyendo a edificar el carácter y la actitud del personaje principal, único y verdadero objetivo de esta película.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para Cine Maldito
Kasanovic
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 60 69 70 71 80 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow