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España España · almeria
Críticas de TOM REGAN
Críticas 5.350
Críticas ordenadas por utilidad
6
5 de noviembre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
359/03(03/11/22) Interesante capítulo de la popular serie antológica creada por Rod Serling para la CBS. Episodio 15 de la tercera temporada (N.º 80 desde que se inició), que he visto con motivo de que vi hace poco “The Twilight Zone: The Movie”(1983), donde uno de sus segmentos estaba inspirado en este, el dirigido por John Landis, que se hizo infame por un accidente de helicóptero durante la filmación que provocó la muerte del actor Vic Morrow y dos niños vietnamitas. Este que me ocupa lo dirige Buzz Kulik (dirigió nueve episodios para la serie), con guion de Rod Serling, sobre una idea de Sam Rolfe (“Colorado Jim”), para una fábula moral simplista sobre la intolerancia, los prejuicios, la xenofobia, el racismo, sobre como la guerra nos deshumaniza, y Serling nos viene a decir que todo esto se ‘curaría’ si nos pusiéramos en la piel del otro. Todo ello muy cogido por los pelos, simplemente sucede lo paranormal, de modo arbitrario, aunque resulta efectivo para aceptar el cambio de posición del protagonista. Puede que un ejercicio de puntos de vista contrapuestos que influyera en Clint Eastwood para su díptico de 2006 de la Batalla de Iwo Jima (“Banderas de nuestros padres” y “Cartas desde Iwo Jima”). Siendo un estimable canto humanista al entendimiento del diferente nosotros. Ello desarrollado de modo trepidante, demasiado para hacérnoslo gradual, una sensación de contrarreloj atropellada.

Título tomado de un discurso notable en “The Merchant of Venice” de William Shakespeare, citado por Serling en la narración final del episodio.

Narración de apertura: Es agosto de 1945, las últimas páginas mugrientas de un libro de guerra sucio y desgarrado. El lugar es las Islas Filipinas. Los hombres son lo que queda de un pelotón de infantería estadounidense, cuyos ojos apagados y cansados hundidos en rostros apagados y cansados ahora pueden mirar hacia un milagro, ese momento en que la pesadilla parece estar llegando a su fin. Pero tienen una batalla más que pelear, y en un momento observaremos esa batalla. Agosto de 1945, Islas Filipinas. Pero en realidad, es mediodía en Twilight Zone.

El 6 de agosto de 1945, el segundo teniente Katell (Dean Stockwell) acaba de llegar al escenario de la Segunda Guerra Mundial en el Océano Pacífico y ordena a sus soldados cansados de la guerra que ataquen desesperadamente a un grupo de soldados japoneses enfermos y heridos escondidos en una cueva. El experimentado sargento Causarano (Albert Salmi) intenta disuadirlo porque sabe que los hombres ya han tenido suficiente guerra y que "el ataque no logrará más que muertes sin sentido en ambos lados". Katell se niega a escuchar y se mantiene firme en sus órdenes, con la intención de probarse a sí mismo y ganar su rango. Reprende al pelotón, exigiendo que se pongan en forma.

Serling marca la fecha del 6 de agosto de 1945, día del bombardeo de Hiroshima, creando en el espectador un halo cuasi místico en los acontecimientos, quizás el momento catárquico en que los prismáticos caen es cuando cae la Bomba sobre Japón, hubiera estado bien encadenar acontecimientos, pero no es así.

Tenemos al protagonista al principio como un militarista pendenciero deseoso de provocar una matanza con tal de conseguir una medalla o ascenso, méritos a base de sangre ajena, la del monstruo del enemigo. Pelea con su inferior para demostrar sus ansias de victoria (pero no hay gloria en esta posible batalla a ganar). Dean Stockwell lo encarna de forma estereotipada, sin matices, es un sanguinario sin arista alguna.
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TOM REGAN
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8
30 de octubre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
348/25(24/10/22) Notable film de cine negro japonés dirigido por un director infravalorado como es Masaki Kobayashi, seguramente opacado por el trío de cineastas Ozu, Mizoguchi y Kurosawa, pero siendo creador de una de las mejores películas (así, sin anestesia) de la historia, como es el chambara “Harakiri” de 1962, así como la maravillosa “Rebelión” de 1967, la excelente “La Posada del mal” de 1971, como muy apreciable es trilogía pacifista “La Condición Humana”. En este caso adaptando el guión de Koichi Inagaki (la trilogía “La Condición humana”) a partir de una novela de Norio Nanjo, adentrándose a través de un flash-back la codicia, avaricia, malicia, egoísmo, entrelazado en una partida de ajedrez donde varios personajes jugando a quedarse con el botín de una jugosa herencia, ello a partir de la búsqueda de unos hijos bastardos que se buscan en las últimas horas de vida del padre. Con ello se despliega un entramado de alianzas, engaños, traiciones, conspiraciones, manipulaciones, donde tiene mucho que ver la lujuria y las armas de mujer. Un despliegue de personaje grises, todos con intereses espurios, donde la brújula moral es ambigua. Todo ello desarrollado en un hábil crescendo dramático, atrapándote en su malsana red de mentiras y medias verdades, queriendo llegar al final para ver cómo se resuelve esta telaraña enfermiza de materialismo, la corrupción moral explayada en diferentes niveles, sembrando de hipocresía el relato. Una narración que juega con la percepción del espectador, al que todo le es filtrado por una parte, con lo que puede no ser fiable, o sí. Como izquierdista militante Kobayashi ataca el capitalismo reflejándolo como una jungla amoral poblada de seres mezquino

Un poderoso empresario, Senzo (So Yamamura encarna a este gañán que en su juventud engendró hijos de los que se desentendió, y que ahora en sus últimas se siente con el derecho crematístico de tener sexo con la mujer que le apetezca) ha recibido la noticia de que tiene cáncer y por ello le queda poca vida. Pasa de ser un gran industrial, trabajando sin cesar todos los días durante cuarenta años, a un hombre tranquilo y contemplativo. Su joven secretaria Yasuko (Keiko Kishi) se da cuenta y junta las piezas ella misma antes de que él se lo diga. Tiene una esposa joven, su ex secretaria Satoe (buen Misako Watanabe), y tres hijos ilegítimos con los que no tiene contacto. De acuerdo con la ley japonesa, debe dar al menos un tercio a su esposa, pero quiere determinar qué hacer con el resto. Quiere que su gente rastree a sus tres hijos, se los traiga sin revelarles su relación o sus motivos para verlos, y le permita decidir si quiere compartir los otros dos tercios de su fortuna con ellos o no. Satoe está enojada porque siente que merece la totalidad de la fortuna como su esposa, aunque parece no tener ningún sentimiento real por él, y él tampoco parece tener mucho hacia ella. Ella conspira con el asistente de Senzo, Fujii (buen Minoru Chiaki) para encontrar a la niña de siete años que se le asigna descubrir sin importar qué para que pueda convertirse en la guardiana de la niña. A Yoshida (notable Seiji Miyaguchi) se le asigna el segundo hijo mayor para encontrar, y envía a su asistente Furukawa (estupendo Tatsuya Nakadai) para encontrarla. El hijo mayor, Senzo envía a Yasuko a buscar, un joven nacido en Manchuria pero que vivía en Tokio en ese momento.

Tiene un inicio desconcertante para el thriller que esperamos. Vemos a la bella Yasuko, elegantemente vestida de blanco, con gafas de sol y un gran sombrero negro, mirando lujosos escaparates por la calle, cual Audrey Hepburn en “Desayuno con Diamantes”, de fondo escuchamos rítmica música de jazz, hasta que aparece un tipo que se acerca a la mujer, y en off escuchamos la voz displicente de la mujer comentando que le resulta desagradable el encuentro. Aun así van a tomarse un café, mientras en off habla de que la tarde se le ha arruinado, este hombre le hace recordar los acontecimientos que les relacionaron. Y saltamos al pasado.

Nos presenta un mundo de todo el mundo está en venta si con ello pueden alcanzar sus torticeros objetivos. Varias mujeres venden su cuerpo por plata o promesas de un futuro mejor, en esto los hombres son la presa fácil gracias a su apetito sexual que les nubla la visión real. Todos tienen sus debilidades, sus ambiciones, sus planes, y todo se va enredando, hasta desembocar en un rush final excelente, para un clímax puntiagudo y muy perverso, abierto a interpretaciones, que se polarizan aun más en el epílogo en que volvemos al presente, dejándonos una muy satisfactoria (al menos en mi caso) mueca torcida de sonrisa.

Tenemos el contrapunto de las dos mujeres. Por un lado, esta Satoe, la esposa del muerto en vida a por el que todos van, y que se sabe solo es la mujer de este por su cuerpo (lo cual no solo dice de ella, si no de él y su capacidad para amar), nada más les une, pero ello le vale para querer reclamar no la tercera parte de su fortuna, la quiere toda, y para ello moverá de modo artero los hilos necesarios, es una femme fatale de libro. La actriz Misako Watanabe la para intentar someterlos a su antojo, notable; ; Por otro está Yasuko, joven dulce y cariñosa, comprensiva de la enfermedad de su jefe, con el que traba una relación ‘quid pro quo’, ella le da el sexo que su esposa le ha negado, y el la paga cual meretriz, alguien que puede guardar una hoja de ruta sibilina o ser una mujer arrastrada por los acontecimientos. Keiko Kishi está sensacional como la convidada de piedra, o no tanto, en esta red de maquinaciones para obtener un botín cuantioso, cada uno juega sus cartas de modo tramposo, y ella tiene su mano, a la que ella llama ‘La herida de la que estoy más orgullosa’. La vemos como mujer sumisa, se deja llevar por la lástima por su jefe enfermo terminal, destila calor humano por este, incluso cuando este requiere de ella tener sexo, lo acepta casi como un acto de misericordia.
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TOM REGAN
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7
30 de octubre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
351/28(27/10/22) A raíz de ver el atrayente film “Carter” de este año, me he interesado por el director de la misma, y me he visto “La Villana”. Es un desequilibrado, aunque sugestivo thriller de acción surcoreano dirigido y guionizado por Jung Byung-gil (su segunda película de ficción tras “Confesiones de un Asesino” del 2012), porque te atrapa en su impresionante inicio pre-créditos de 7 minutos en plano secuencia (falseado), una ópera de la violencia filmada en subjetivo con una akelarre de hordas de luchadores que se cruzan con este plano en primera persona, un festival apoteósico de coreografía violenta descacharrante en que la cámara salta, gira, apalea, sensación de Shoot em up de videojuego, homérico caos trepidante y espectacular, con disparos en primera persona sobresaliendo el arma con el brazo dentro de la pantalla, con todo un desfile infinito de oponentes que van cayendo ante el protagonista, ensangrentados, rajados, apuñalados, lanzados por ventanas, con volteretas, cortes, mutilaciones, hasta que tras un golpe con un espejo (genial recurso) la cámara enfoca a la protagonista, y vemos es una mujer (Sook-hee interpretada por Ok-bin Kim), y pasamos a la acción en tercera persona, y seguimos con la brutalidad, esta vez viendo a la sensacional fisicidad de la prota, hasta que acaba este particular ‘Genocidio’ con un salto al exterior del edificio donde ha sucedido todo. Y ahora el problema del guion es como humaniza r a esta máquina de matar que es Sook-hee, hacerla vulnerable cuando vemos es cuasi-omnipotente, se ha cargado casi antes de empezar a decenas y decenas de hombres, que rival puedes poner a su altura? Y con todo, el problema también de este arranque es que todo nos ha resultado impersonal, pues al no saber quien esta asesina, sus motivaciones, no hemos empatizado con ella, y la intensidad es solo por la imaginación de la danza de la muerte, pero en ningún caso sentimos amenaza o emoción alguna.

Con este comienzo ya deja a las claras sus notorios referentes con la película asiática paisana suya como el “Oldboy” (2003), ese pasillo que cruza la asesina es un claro ejemplo, con la rusa “Hardcore Henry” (2015), por lo del plano subjetivo, con la indonesia dirigida por el galés Gareth Evans “The Raid” (2011), por lo las peleas extendidas sin apenas cortes, y con el desarrollo, donde el leit-motive es algo tan original como la venganza vemos las influencias de la también surcoreana trilogía de la venganza, concretamente “Sympathy for Lady Vengeance” (2005), y ya de fuera el claro referente es en su trama “Nikita” (1990) de Luc Beson (por lo de la mujer con dotes para la lucha ‘fichada’ a la fuerza para trabajar de incógnito para el gobierno), y también hay efluvios a la bilogía “Kill Bill” (2003-2004) de Tarantino.

Pero todo este impacto visual crea unas expectativas difíciles de sostener, y tiene su bajón cuando el director quiere ofrecer el drama humano de la protagonista y darle un fondo, y en esto naufraga, ello en varios niveles. Nos mete ese entrenamiento para ser una especialista asesina, en un rollo muy visto ya en cine (pero si ya la hemos visto acabar con docenas de tipos, que le van a enseñar? Como no sea a detonar Bombas Atómicas). Quiere ser en el plano melodrama, laberíntico-críptico en el que goteo de información, ello ‘ayudado’ por alargadísimos y reiterativos flash-backs, que lo que hacen es enredar y hace confuso este aspecto, con fracturaciones molestas, con giros artificiosos (cuando no previsibles), ello cuando en realidad todo es muy sencillo y simple como para querer dar complejidad a algo que no la tiene, ni el espectador que ve este tipo de films busca. Naufraga por que quiere ser más de lo que puede, introduciendo un romance pasteloso (con el vecino de la prota) hasta ser no apto para diabéticos en la forma pueril en que avanza, todo esto se notan parches, tanto que he leído fueron 70 días de filmación, de los cuales 63 para las escenas de acción y para el drama, pues si esa es la importancia que le da el director, por que luego se hacen eternos estos interludios? Todo esto porque el director se toma demasiado en serio su película (como la inmensa mayoría del cine de acción asiático, parece con la obligación de incrustar un melodrama en sus tramas), cuando tienes en el principio a una mujer que se carga en peleas cuerpo a cuerpo a 1318 enemigos (realmente no los he contado, pero muerto arriba, asesinado abajo ese debe ser el número), no puedes ser solemne en el resto del metraje. Deberían tomar ejemplo de la saga “John Wick”.

La cinta gana y mucho cuando abandona el drama y se hunde en la acción más delirante, con el sello de tomas largas, de una visualidad arrolladora, fantasiosa, electrizante, vigorosa, en escenarios diversos, desde grandes edificios serpenteantes, calles siniestras, salones de geishas, o buses volteados, donde las leyes de la física parecen en suspenso. Con escenas salpicadas por el metraje como una espléndida persecución en motos que pelean con katanas, una pelea de dos mujeres contra dos hombres semidesnudos con puñales, un tenso y turbador tramo con la prota vestida de hermosa novia de blanco ejerciendo de francotiradora desde unos lavabos. Todo para desembocar en otra Épica escena final, rodada a modo otra vez (circular) en plano-secuencia, todo un prodigio de desarrollo, desde un edificio donde La Villana se enfrenta a tropecientos malos, llega el gran duelo con su némesis, donde con la sanguinolenta y cruenta batalla llegan a estar colgados en el exterior de una pared por una ventana y sobre aparatos de ventilación, ello en la nocturnidad lluviosa, de quitar el hipo, tras lo que hay accidentes, acabamos el clímax en un bus (y no quiero spoilear), Tremendo apogeo Avernal, que termina en una toma *inquietante. Aunque en este clímax la credibilidad hay que ponerla en suspenso, pues las heridas infringidas solo son tolerables para super-héroes con superpoderes a lo Deadpool.
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TOM REGAN
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7
22 de octubre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
339/16(16/10/22) Divertido mediometraje silente escrito, dirigido y protagonizado hace 99 años por el Icono del Séptimo Arte Charles Chaplin en su último trabajo para la First National Film Company, a partir de aquí trabajaría en sus propias producciones y ya solo con largometrajes. La película marca la última vez que Edna Purviance coprotagonizó con Chaplin, también protagonizó “A Woman of Paris” (1923) de Chaplin, en la que Chaplin tuvo un breve cameo. Cuando la película se estrenó en USA, fue violentamente criticada por las ligas religiosas, el estado de Pensilvania prohibió su distribución por “haber ridiculizado a los ministros de la sagrada religión", generando una campaña de calumnias liderada por el multimillonario William Randolph Hearst (el alter ego de Ciudadano Kane). Siendo una obra singular en el sentido de que Chaplin no juega aquí a su mítico vagabundo. Su personaje es un convicto fugitivo disfrazado con atuendo clerical, jugando con el azar de que al tomar un tren elegido a ciegas es a Devil's Gulch-Texas, donde oh, sorpresa! Esperan la llegada de un sacerdote.

Esto da para un buen reguero de gags visuales muy creativos, aunque le cuesta arrancar, con un inicio un tanto titubeante. Siendo de lo mejor cuando hace la pantomima fulgente de contar a su ‘congregación parroquial’ la historia de David vs Goliat, toda una lección de mímica, adornada por los asombrados rostros de sus espectadores, sobre todo porque altera sensiblemente los elementos del relato bíblico, provocando el entusiasmo turbador de un niño entre el público. Por este tratamiento de la religión (la cristiana) es por lo que se atacó a Chaplin (hace chanzas de los ritos eclesiásticos), caricaturizando el fervor beato, haciendo chufas de los rituales, del fanatismo, al puritanismo (esa pareja que al inicio planea escaparse del hogar para casarse y que el padre de ella los persigue por la estación), ello con mordacidad e ingenio. Jugando con las falsas identidades, los equívocos, el slapstick, la farsa, trasladándonos un chute de vitalismo efervescente, ello sin caer en lo azucarado sentimentaloides de muchas cintas chaplinescas. Para desembocar en un final inteligente y abierto.

Todo va medio-bien para Chaplin hasta que aparece (Charles Reissner) su antiguo compañero de celda (menuda casualidad!), para no destaparse Chaplin finge que es su antiguo compañero de universidad, pero este tiene su sentido del deber muy marcado en el gusto por lo ajeno, y el dinero de una hipoteca (el puritanismo religioso-católico hace no se puede cobrar en Sábado) dará juego para ambos ex convictos.

Tendremos otro gran tramo durante un ágape, allí aparece un demasiado travieso y violento niño (Dean Reisner) que comienza a pegar y a meterse de forma muy molesta con Chaplin y su compañero ‘universitario’, una mosca cojonera irritante, describir su comportamiento se quedaría corto; También tenemos (con culpa del niñito) como un bombín pasa a ser una tarta que aderezan (por accidente) de forma muy decorativa, regándola con todo tipo de adimentos dulces, dan ganas de comérselo; Mpara desembocar en un rush final trepidante, con mucho ingenio, donde las ansias de redención del fugado derivan en tener que inmiscuirse en un gran robo. Para acabar en un epílogo que nunca en la era Código Hayes de censura hubieran permitido (spoiler).

El supuesto romance entre Chaplin y actriz fetiche de entonces Edna Purviance, resulta bastante frio, se debe intuir, y es que la barrera del personaje fingido de Chaplin de un reverendo es una barrera.

La puesta en escena es bastante plana, típica del cine mudo con sus aparatosas cámaras, con estas muy estáticas, dejando que la acción fluya ante ellas, ello con el DP habitual de Chaplin, Roland Toteroth.

Charles Chaplin vuelve a enfundarse en uno de sus papeles de pícaro que intenta sobrevivir, en este caso intentando no le atrape la ley por estar fugado de prisión, aportando su vis vitalista, su talento físico, su gracia para la pantomima. En este caso en un rol que debe evolucionar para redimirse de sus ‘pecados’.

Entre el elenco destaca el hermano mayor de Charles Chaplin, Sydney Chaplin, que tiene nada menos que tres papeles en el film, primero como el hombre que intenta fugarse con su novia, el maquinista del tren y el padre del niño violento; Charles Reisner da vida al ex compañero de celda de Chaplin, posterior director de cine; Dean Reisner como el niño travieso, hijo de Charles Reissner, luego se convirtió en director y guionista, en 1949 obtuvo el Oscar por dirigir “Bill and Coo” (1948), largometraje con un elenco de pájaros reales, disfrazados de humanos, actuando en el set de filmación más pequeño del mundo. Posteriormente participó en el guion de varios films de Clint Eastwood, como “Play Misty for Me” y el original “Dirty Harry”. Escribió el guion de la exitosa serie televisiva “Hombre Rico, Hombre Pobre”. En 1979, escribió un borrador inicial del guión de “El Padrino III”, pero su guión fue descartado cuando Francis Ford Coppola y Mario Puzo acordaron colaborar en una tercera entrega de la serie; Tenemos como sheriff al actor fetiche de Chaplin, Henry Bergman, normalmente haciendo de villanos gracias a su enorme físico, cumple aquí con su cometido de asustar a Chaplin. En 1916, Bergman comenzó a trabajar con Charlie Chaplin y actuó en numerosos de sus films. Durante el resto de su carrera, Bergman continuó ayudando a Chaplin, trabajando como asistente. Trabajó en varias películas de Chaplin como La quimera del oro, “The Immigrant” y “The Circus”. La última actuación de Bergman en el cine fue en Tiempos modernos como dueño de un restaurante, y su último trabajo detrás de la cámara fue en El gran dictador, en 1940; Como el sheriff de buen corazón tenemos a Tom Murray, en un poco visto en el cine de Chaplin, agente de la ley comprensivo. Murray fue miembro de grupos de música country Hillbilly a principios de los años 30.
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TOM REGAN
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7
16 de octubre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
333/10(09/10/22) Incisivo drama italiano, con claro estilo neorrealista, escrito (con Alfredo Giannetti, y Luciano Vincenzoni, adaptando una historia del primero, ‘Il treno’) dirigido y protagonizado por Pietro Germi, en lo que es un retrato de un año en la vida de la familia Marcocci, prole de clase media-baja, teniendo como epicentro a un conductor de tren se hace una radiografía geosocial de la Italia de la post guerra, de los cambios generacionales, de las luchas obreras (una visión crítica a los sindicatos), pero tenido siempre en su fachada la deconstrucción familiar, en este caso con mucho parecido a la gran “Rocco y sus hermanos” de Visconti, realizada cuatro años después que esta. Película que comienza en todo de comedia, pero que rápidamente torna en drama crudo, donde hay lugar para los embarazos no deseados, las bodas de penalti, un hijo tarambana, infidelidades, accidentes laborales, huelgas, esquiroles, alcoholismo galopante, violencia familiar, todo con enrome intensidad emocional.

Siendo la columna vertebral la odisea que sufre el protagonista ‘Bigger Tha Life’, un ejemplo del pasado más retrógrado, el heteropatriarcado en su forma más pura, que su estricto y rígido código moral no hace más que torpedearse a sí mismo y a los que le rodean, un tipo con muchos defectos, machista, borrachín, violento, una joya, y que debe aprender de sus errores o terminará hundido y solo en esta desestructuración familiar, todo esto encarnado por una actuación sensacional de Pietro Germi, un coloso en su fulgor, en su fuerza arrolladora, como bien lo denomina, un Oso, orgulloso, soberbio, terco, recordando indefectiblemente a Kirk Douglas, tanto en su físico (incluso con el hoyuelo), como en su vigor expresivo. Lástima que sea una reliquia del pasado más negro en su comportamiento atávico con su familia, pegando a su hija, e incluso la esposa dice de modo flemático que algún guantazo se ha llevado, esto es algo que revolotea sobre el personaje que hace que nunc ame pueda caer simpático. Algo que parece el director hace ver como algo perdonable por su dura vida, puaj!; Todo narrado inteligentemente desde el punto de vista del pequeño del clan, Sandrino, encarnado por un excelente Edoardo Nevola, filtrando a través de su inocencia los duros acontecimientos que le asolan, desbordando empatía su tierna mirada, inunda la pantalla con su frescura que nos cala en su sufrimiento, esas veces que va a buscar a su padre al bar y este ebrio lo rechaza; También muy buena Luisa Della Noce como la abnegada y sufridora madre, sus miradas son entrañables en como aguanta estoicamente (ejemplo cuando descubre al bala perdida de su hijo buscando sus joyas para venderlas) maravillosamente conmovedora, para ella es el último y desgarrador plano.

Film circular, pues comienza en Navidad y terminará en la Navidad siguiente. Vemos al inicio a un vivaraz Andrea Marcocci, ferroviario maquinista de primera en el R 48. Tipo al que su hijo Sandrino va a recoger a la estación cuando pliega, para ir a comer a casa, pues le espera su hija embarazada (tuvo que casarse por ello con Marcello al que da vida Renato Speziali), Giulia (Sylva Koscina), el padre orgulloso cual Emil Jannings en “El Último” le espeta a su filio que si le paran diga quien es su padre y le dejaran pasar. Pero Andrea decide parar antes de subir a su hogar, en el bar a beber con los amigos, lo cual denota es una rutina de alcohólico. La familia espera mientras el patriarca está de farra con los amigotes, denotando un desinterés detestable por su prole que le espera para un día tan señalado. Hasta que regresa y el hogar está vacío (en otra toma circular con el final), la hija ha tenido un dolor con el embarazo (termina derivando en un aborto), y el padre en vez de preocuparse por lo que ha podido pasar, decide acostarse a dormir la mona (en otra acción circular con el rush final), marcando otra vez su poco cariño por su familia.

Para luego adentrarnos en una caída constante en la desintegración familiar. Ello con tramos sentimentalmente agudos, como esas veces dolientes en que Sandrino va a por su borracho padre al bar; Cuando Sandrino descubre a su hermana con un hombre que no es su marido en un coche; Cuando el padre va a recoger a Sandrino de la comisaria; La discusión salvaje del padre con la hija, que se enlaza con el hermano defendiendo a su hermana y el padre coge del cuello a este; El tenso tramo en que Andrea de maquinista atropella a un suicida, se enlaza con un despiste al no estar centrado; Cuando Sandrino visita a su hermana en la fábrica textil, de una ternura enervadora; Cuando unos niños escriben en la pared Esquirol por Andrea y su hijo Sandrino lo descubre ante la mirada de su padre que baja las escaleras; Esa fiesta climática, que recuerda y mucho a al final de “Que bello es vivir”, pero desde una óptica más ácida, sobre todo en su resolución, y coronada con ese desgarrador *epílogo.
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TOM REGAN
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