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Colombia Colombia · Bucaramanga
Críticas de Andres Botero
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Críticas 324
Críticas ordenadas por utilidad
8
10 de diciembre de 2014
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Simpatía por el Sr. Venganza” (Corea, 2002) dirigida por Chan-Wook Park. Hace parte de una trilogía, que empieza con este título que ahora analizo, le sigue Oldboy (2003, la cual vi hace años dejándome una grata impresión) y termina con “Simpatía por la Sra. Venganza” (2005, que aún no he visto). Podemos decir que esta película pasó inadvertida, aunque las que le siguieron lograron una mayor resonancia. Narra la historia de un sordomudo que, por necesidad, acude a la compra ilegal de órganos humanos, asunto que sale mal, y luego a un secuestro de una niña que muere por accidente. Esto desata la venganza del sordomudo con los traficantes de órganos y del padre con el secuestrador. Ahora bien, este es un filme con grandes méritos, a saber: 1) la trama da lugar a interesantes reflexiones en torno a cómo la venganza es una fuerza capaz de domesticar los más altos estándares morales. Esta exploración del director sobre el lado oscuro de los sentimientos humanos da todo de sí en este filme. Es por ello que no queda títere con cabeza al finalizar, en tanto todos somos humanos, más humanos de lo que deseamos. 2) Sin renunciar al thriller psicológico se convierte igualmente en una buena película de acción con buenos elementos de cine detectivesco. El avance de la trama obedece a pequeños detalles que exigen del espectador estar un poco más atento de lo normal. 3) La fotografía (ya en una extraña pero funcional mezcla entre la tradición oriental y el entretenimiento occidental) y la dirección artística son especialmente brillantes. Los actores, siguiendo lo dicho, son convincentes dentro de la lógica discursiva del director. Es por ello que la recomiendo en los términos antes señalados. 10-12-2014.
Andres Botero
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7
24 de enero de 2020
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Once Upon a Time in... Hollywood” (“Había una vez en… Hollywood”, 2019, EEUU) dirigida y escrita por el archiconocido Quentin Tarantino [1963-] y con un reparto lleno de estrellas de todos los tiempos del cine: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Al Pacino, Kurt Russell, etc. La cinta narra la vida de una estrella de Hollywood, Rick Dalton (DiCaprio), quien, junto con su doble de riesgo –Cliff Booth (Pitt)–, lucha por mantenerse en una industria que se revoluciona continuamente. Paralelo a ello, se reescribe la historia de la masacre producida por la secta liderada por Charles Mason [1934-2017] donde murieron Sharon Tate (Robbie), la esposa de Roman Polanski, y otras cuatro personas. Para empezar, las películas de Tarantino, por el mero sello en su realización, pasan de inmediato al salón de la fama, no solo porque el director imprime un sello de calidad en sus obras, sino también porque hay toda una religión de seguidores que logran volver casi de culto cualquier obra de este aclamado director. Y no es para menos si tenemos en cuenta que estamos ante un filme de gran envergadura, que transmite una oda, un homenaje si se quiere, a la transformación del cine y a los últimos años de lo que se ha conocido como la “era dorada” de Hollywood, en la que se forjaron los gustos cinéfilos del adolescente Tarantino. Otro gran mérito está en que solo un director experto en escribir diálogos relajados, a la vez que entretenidos, puede lograr balancear el carisma de dos monstruos del cine, como lo son Pitt y DiCaprio. A esto se le suma las decenas de cameos donde aparecen varias estrellas de la industria, lo que hace pensar, exagerando un poco, que quien no apareció en la cinta, aunque fuese un par de segundos, es porque no está “fresco” en Hollywood. Habría que agregar que Tarantino se dio el gusto de que todas sus escenas tuviesen cuanto capricho quisiera, de manera tal que la ambientación pasa de magnífico a excesivo en cuanto el apego a los detalles. Solo una producción de casi 100 millones de dólares se permitiría tal despliegue en cada escena. Finalmente, aludiendo a los méritos de la película, señalo que estamos ante una espléndida “fábrica de sueños” que se verifica, especialmente, por la reconstrucción de los hechos de la masacre en la que muere Tate y otras personas. Al finalizar, parace que el amor cinéfilo termina en una fábula donde solo los malos, como acaece a menudo en los Western, salen perdiendo. Esta reconstrucción de la historia, aprovechando que la ficción permite imaginar pasados diferentes a los que conocemos, también la encontramos en otras obras del mismo director, en especial “Inglourious Basterds” (2009) con la muerte de Hitler en una sala de cine (!) en París. ¿Para qué la ficción si ella no puede enfrentarse y cambiar la realidad? Estamos pues ante un filme que logra, sinceramente, entretener a un espectador que se siente atraído por la oda al cine y la fábula de un Hollywood que sobrevive a los chicos malos. Tal vez un espectador más crítico eche de menos la falta de referencias políticas propio de una época, como la de 1969, donde hasta lo privado se volvía público. Empero, vale la pena verla. 2020-01-24.
Andres Botero
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6
5 de mayo de 2022
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Il Decameron” (traducido al español como “El Decamerón”, 1971, Italia), dirigida por el famoso Pier Paolo Pasolini [1922-1975], un director que tiene tanto de ancho como de largo; esto es, que nunca acabaría esta reseña si analizamos la forma de hacer cine por parte de este director. Volviendo a la cinta, el guion es de Pasolini, basado en la gran obra cumbre de las letras italianas: El Decamerón de Giovanni Boccaccio. La música es mérito de Ennio Morricone y la fotografía de Tonino Delli Colli. El reparto está compuesto por Franco Citti, Ninetto Davoli, Angela Luce y el propio Pier Paolo Pasolini (haciendo de discípulo del gran pintor Giotto). En cuanto al género, estamos ante un drama en ciertos aspectos, pero resalta más la comedia negra presente desde la obra medieval.
La película en cuestión es la primera parte de su “Trilogía de la Vida”, que completan “Los cuentos de Canterbury” y “Las mil y una noches”. Se trata de una adaptación de nueve historias presentes en El Decamerón, entre los que sobresale la mirada pícara del erotismo y la irreverencia de Boccaccio que le sienta muy bien a Pasolini, como lo mencionaré de nuevo más adelante. No es fácil hacer un recuento de las historias, por lo que mejor paso directamente a mis consideraciones de forma y de contenido.
En cuanto a la forma, debo confesar que, a pesar de ser académico y cinéfilo, disto mucho de este cine neorrealista. Digo lo anterior, porque el cine de Pasolini ha pasado a ser un tabú para muchos intelectuales, a un punto tal que uno no sabe si adorar sus filmes es un cliché o una pose para aparentar cierta profundidad estética, o si realmente hay personas que se entretienen con el cine irreverente y chocante de este director. De todas formas, hay que ver sus obras de culto pues de esta manera se logra perfeccionar el gusto propio. No hay reglas de oro al respecto: hay que ver mucho cine para saber qué nos gusta y qué no. Yo he visto ya varias cintas de este director y me ratifico en mi idea de que las formas usadas por él, especialmente en su búsqueda de ser chocante con el público (por ejemplo, esos primeros planos de personas desagradables, con dentaduras más que imperfectas, donde importa más la imagen que la historia misma, etc.), impiden un desarrollo óptimo del entretenimiento; a fin de cuentas, para mí, el cine es, ante todo, entretenimiento, y luego de ello puede ser todo lo que quiera. Claro está que generar ese efecto, el entretenimiento, supone muchos criterios para tener en cuenta, como, por dar un caso, el contexto cultural del director y el del público. Es que esos criterios cambian con el tiempo, lo que hace más difícil que una película entretenida en una época lo sea luego.
Ahora, frente al tema del contenido, Pasolini toma algunos relatos de Boccaccio, pero sin atender la estructura en la que se insertan esas historias en la obra medieval. Le queda fácil al director recurrir, para su cine tan particular, a Boccaccio, otro gran irreverente en su momento. Veamos.
Este título de esta obra de Boccaccio significa “diez días”, que es el tiempo que se toman los personajes de la novela para narrar sus cuentos. Además, es importantísima por muchos motivos. El más importante es que marca una ruptura, desde el arte, con las “buenas costumbres” de la época y con la tradición estética hagiográfica, la que se centraba en el eslogan de que el arte está al servicio de la fe. En Boccaccio, la literatura (preludio de los géneros modernos como el cuento y la novela) se justifica en sí mismo. Además, la obra de Boccaccio nos permite comprender lo que estaba pasando en su momento: el Renacimiento. Por ejemplo, en El Decamerón, los personajes son seres humanos imperfectos, algunos villanos, otros simplemente irreverentes que buscan un mejor estar en este mundo, sin preocuparse mucho del más allá. Los temas de los relatos suelen ser, con alguna excepción, sobre temas anticlericales. Por tal anterior, El Decamerón se presentó como un texto de ruptura, que da entrada a una época antropocéntrica en vez de la teocéntrica, marca el ocaso del Medioevo y vaticina un nuevo período histórico: la modernidad. Esta función disruptiva del arte seguramente cautivó a Pasolini, quien igualmente buscaba romper el esquema capitalista y puritano de su momento. Ese ideal de un filme que marque el fin de una época y anuncie una nueva es, a mi modo de ver, el motivo que lleva al director italiano a plantear, bajo su lente, algunas historias escogidas de Boccaccio. Pero ¿lo logra? No, pues el capitalismo es más revolucionario y adaptable a los cambios que el teocentrismo medieval. Claro está que esto no niega otras motivaciones del director, entre ellas, la que más ha resaltado la crítica es que con esta cinta no solo se redescubre (se rinde tributo a) un clásico, sino que, también, se lanza un grito de angustia ante los estrechos márgenes de acción que deja la moralidad conservadora, donde el deseo es subyugado, de dientes para afuera, pero campea entre las personas en su interior. Concluyendo este aspecto, Pasolini es tan irreverente con Boccaccio, de ahí que el primero, en su forma poética, redescubre lo que el segundo hizo, con las formas goliardas del momento.
Finalizando, cuando hay una película sobre una obra literaria, casi siempre el filme se queda corto, pues la literatura es más rica en cuanto parte de la imaginación del lector, en cambio en el cine, el espectador está a merced de la imaginación del director, de lo que este le ofrece que no es negociable, por lo que la imaginación del auditorio es mucho menor, sin desaparecer del todo, a la que pueda desplegar un lector. Esta obra de 1971 sigue esa regla general: mejor el texto literario, todo lo cual va de la mano con la frase con la que cierra la película “por qué realizar una obra cuando es mucho mejor soñarla solamente”. En este caso, Pasolini soñó con la obra de Boccaccio hasta el punto de volverla a presentar, con una lógica poética diferente.
Andres Botero
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9
8 de agosto de 2020
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “1917” (RU, 2019), dirigida por Sam Mendes [1965-], a quien todos recordamos por su ópera prima “American Beauty” (1999), y con guion del propio director junto con Krysty Wilson-Cairns. La música es mérito de Thomas Newman y la fotografía (aplausos) de Roger Deakins. El reparto está integrado por George MacKay, Dean-Charles Chapman, Mark Strong, Richard Madden y Benedict Cumberbatch, entre otros. La cinta, basada parcialmente en hechos reales, narra la misión, casi suicida, que reciben dos soldados ingleses, durante la Gran Guerra [1914-1918], de enviar un mensaje a una unidad militar que cayó en una trampa de los alemanes, durante la retirada estratégica de estos últimos en el año de 1917. Antes que nada, debemos partir de que estamos ante una obra que sienta cátedra en tres campos: fotografía, sonido y efectos visuales (no en vano, la mayoría de los premios que ha recibido ha sido en estos aspectos). Esta película, pronostico, quedará como un parteaguas técnico en el género bélico, aunque, como lo diré más adelante, el drama queda rezagado ante la magnificencia estética. Dentro de todos los elementos técnicos que destacan, quisiera resaltar los excelentes planos secuencia, varios de los cuales implicaron una puesta en escena de decenas de extras, que hace de dichos planos tomas monumentales que logran, entre otros efectos, hacer sentir al espectador en la rutina misma de la guerra. Empero, como lo señalé, el drama se quedó corto ante la excelente ambientación del conflicto y el buen ritmo de la narración que es el que termina por generar la atención y la tensión del espectador; pareciera un filme con un excelente recipiente, pero lleno de agua. Ahora bien, temo que se me malinterprete: la cinta logra recrear magníficamente la guerra y con una calidad técnica deslumbrante, pero la dramaticidad de la historia, el quid dramático de lo narrado, se queda en una mera exposición. Las imágenes arrasan con el espectador, a costa de la historia que hay detrás y a la que se le pudo sacar mucho más jugo. Igualmente, como la credibilidad estaba basada en que el espectador se sintiese parte, por los efectos visuales, de las imágenes proyectadas, como si fuera un soldado más en la misión, la historia se da unas licencias que, de otra manera, no pasarían desapercibidas por un observador juicioso: es que todo encaja, en los desenlaces narrativos, de forma demasiado fácil. VER ZONA SPOILER. En otras palabras, se pretendió generar una experiencia más sensorial de la guerra y se apostó por eso más que por el contenido mismo. Claro está, que alguien podría pensar, y tendría argumentos para ello, que en la guerra el drama siempre queda a merced de lo deslumbrante y temible de la batalla, de manera tal que esta obra lo que busca es que el espectador se sienta en un relato de guerra y no en uno dramático, como pudo haber sido en la vida real, donde los dolores y las dudas del soldado quedan relegados a la lucha por la supervivencia.
Ahora bien, el cine bélico siempre estará en cartelera, aunque ha variado mucho en sus estrategias de exposición y se ha reducido significativamente el número de estrenos pues es mucho más costoso que otros géneros. Pero sigo convencido que el género bélico es el que más potencialidad tiene para conectarse con los sentimientos más primarios, buenos y malos, del espectador, aquello que definitivamente lo hace humano entre los humanos. De allí que Nietzsche, por dar un caso, prefiriera las metáforas bélicas para explicarle a su lector los intríngulis esenciales de quien asume su vida como filósofo, como esteta y como ético.
Por esto mi admiración a este género, lo que explica algunos escritos que le he dedicado y la atención que ha merecido de muchos amantes del séptimo arte.
Con base en lo anterior, recomiendo ampliamente la película. 2020-08-07.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Andres Botero
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7
24 de septiembre de 2018
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Yo soy Simón” (“Love, Simon”, 2018, EEUU), dirigida por Greg Berlanti [1972-], con guion de Isaac Aptaker y Elizabeth Berger, quienes se basaron en una novela de Becky Albertalli. Recordemos que el director es alguien que se ha hecho un nombre en las series de televisión de superhéroes (Arrow, Flash, Supergirl, etc.) y con cintas comerciales a más no poder. El reparto es importante: Nick Robinson, Jennifer Garner, Josh Duhamel y Katherine Langford, entre otros. Estamos ante una comedia romántica pero que tiene una particularidad mayúscula. Si no es la primera, es la segunda comedia romántica de grandes estudios (es decir, producida y distribuida por los pesos pesados de la industria), donde el amor exaltado es el de una pareja de adolescentes homosexuales. Dicho con otras palabras, es una cinta que, en su contexto, rompe el paradigma de las comedias románticas de formato de gran estudio. Trata, como lo dije, de un joven de 16 años, Simon Spiers, con una vida casi que perfecta, pero que esconde un secreto: es gay. Mediante las redes conoce a otro chico gay de su escuela, que no desea hacer pública su condición de homosexual, hasta que, por un error, el secreto termina siendo noticia de todos en la escuela. ¿Qué decir del filme? En primer lugar, que es una obra con todos los clichés del género y que hace uso de la estructura más que sabida de la típica comedia romántica. Esta es una cinta aburridamente disciplinada con los estereotipos del género. Obviamente, estereotipos que garantizan un buen negocio al productor. Estos estereotipos los podermos ver, por ejemplo, con el hecho de plantear un mundo cuasi-perfecto de partida (hasta el minuto 10), que se pone en riesgo por la aparición del amor (minuto 10-20), dentro de un contexto gracioso con escenas hilarantes y buenos apuntes, amor que (a los 60-75 minutos) parece que terminará en tragedia, pero que en los últimos 10 minutos todo se endereza con una gran rapidez… en fin, lo de siempre. En segundo lugar, a pesar de ser un filme obediente en su narrativa, es innovador en el objeto en que centra esa mezcla de cursilería con ensoñación que las comedias románticas saben transmitir muy bien. Es innovadora en el sentido que realza el amor entre dos adolescentes homosexuales, lo que hace doblemente arriesgada la apuesta: primero por ser homosexuales, y segundo por ser menores de edad. Obviamente, la apuesta estaba bien pensada para ser triunfadora. En tercer lugar, si bien estéticamente el filme no ofrece mayor cosa (verbigracia la mediocridad de varias interpretaciones de reparto, que fueron así para no quitarle brillo a otros aspectos de la escena), el hecho de proponer ver como normal el amor en las relaciones homosexuales y de recordarle al espectador que estamos hablando del mismo sentimiento, el amor (que tanto hace sufrir a la vez que alegrar al ser humano), independientemente de la orientación sexual de los amantes, es una acción política elogiable. En este sentido, la cinta, si bien es claramente comercial, puede ayudar a aumentar la tolerancia frente a la diversidad sexual, por efecto de la manera en que se presenta el amor, de un lado, y por el efecto que se generaría por la continua exhibición de este tipo de narraciones, del otro. La exhibición de este tipo de cine, su repetición en medios masivos, junto con otras cosas, puede volver normal lo que antes se nos enseñaba como anormal. En cuarto lugar, una película como esta nos pone en evidencia, una vez más, que hay dos mercados antagónicos, pero en claro crecimiento, que los productores audiovisuales saben que si se apuesta por ellos habrá importantes ganancias económicas. Estos dos mercados son el cristiano y el progresista. Ambos están en crecimiento, y ambos reclaman películas y series según sus gustos. Así las cosas, los productores están ofreciendo productos diferenciados según el público, miradas que ratifican los prejuicios iniciales del espectador. Lo gracioso es que un mismo productor no teme en hacer productos diferenciados (y contrarios) para ambos mercados, pues las ideologías no deben interferir con los negocios: es el caso de Fox. En conclusión, si vemos la película solo desde su estructura de comedia, sería un filme sin pena ni gloria, que a lo mucho serviría para entretener a alguien que no tiene algo mejor que hacer durante un par de horas. Si la vemos desde la apuesta que conlleva, progresista en todo sentido, vale la pena verla como señal política de tolerancia, como faro de esperanza de que desaparezcan las discriminaciones (en especial lo que se suele llamar las micro-discriminaciones, esas que pasan desapercibidas con mucha mayor facilidad) por la orientación sexual. La recomiendo entonces, aclarando que hay un par de escenas muy divertidas: a nadie le vendría mal reírse y más si le enseñan que lo “anormal” muchas veces es una cuestión cultural y no natural. 2018-09-24.
Andres Botero
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