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Colombia Colombia · Bucaramanga
Críticas de Andres Botero
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Críticas 324
Críticas ordenadas por utilidad
8
2 de abril de 2018
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Vi “Unbroken” (“Inquebrantable”, 2014, EE.UU.) dirigida por Angelina Jolie [1975- ], siendo este su segundo largometraje y que marca su actual rumbo más hacia la dirección-producción que hacia la actuación. El guion es una tarea compartida de los hermanos Ethan y Joel Coen, Richard LaGravenese y William Nicholson, basándose de un libro de Laura Hillenbrand, quien a su vez relata la vida de Louis Zamperini, todo un ejemplo moral y humano. El reparto está integrado por Jack O'Connell, Domhnall Gleeson, Garrett Hedlund y Takamasa Ishihara, entre otros. La cinta fue catalogada como drama, biopic y bélica. Pues bien, como ya se dijo, esta obra narra la vida del joven atleta olímpico estadounidense, Louis Zamperini, quien se enlistó como voluntario en la Fuerza Aérea, durante la Segunda Guerra Mundial, naufragó con su aeronave en medio del Océano Pacífico y, finalmente, fue capturado por los japoneses. A pesar de las adversidades, Zamperini fue inquebrantable. El filme cosechó buenas críticas, nominaciones y premios. Por ejemplo, tuvo tres nominaciones para los Premios Oscar (2014) y fue puesta en el listado de las 10 mejores películas del 2014 por la American Film Institute (AFI), entre los más importantes. Desde los aspectos estéticos, si se me permite usar esta palabra en un sentido amplio, estamos ante una buena cinta. Los actores son creíbles, la fotografía es meritoria, la recreación de las batallas es buena y la narración fluye a pesar de ciertos baches. En este sentido, la película logra instalarse en el género épico, a la vez que entretiene, dado la fuerza dramática de lo vivido por Zamperini; y logra instalarse allí por seguir juiciosamente las reglas de manual del género en el cine estadounidense. Podría decirse que estamos ante una cinta que se comporta como un alumno aplicado, aunque algo falto de imaginación. Claro está que no se volverá, creo yo, una película de culto, pero tampoco se olvidará con facilidad. ¿Y cuáles son los baches de los que hablé? Varios, pero me centro en tres: la exageración de la gesta guerrera (por ejemplo, según la cinta, el bombardero de Zamperini derribó una escuadrilla de cazas Zero, cosa que nadie creería), las cotas algo grandilocuentes –llegando a la soberbia, como defecto– de la historia y, por último, la poca innovación en los recursos narrativos. Sin embargo, vuelvo a hacer énfasis en la fuerza dramática que transfiere la vida de Zamperini; por demás, para conocer algo más de él, sugiero ver el corto documental, al finalizar la cinta, sobre este personaje, un gran ejemplo de superación personal (de allí el nombre de la película), basado en la fe y, por medio de ella, en el perdón. Es que Zamperini se consagró al servicio de Dios luego de la Guerra, y siendo consciente de su misión espiritual perdonó a sus torturadores y vivió, con una vitalidad desbordante, el resto de sus días. Una clara lección para aquellos que creen que es perfectamente compatible el discurso de venganza y odio al enemigo, con la premisa de ser religioso (me refiero, por dar el caso más visible, a la derecha recalcitrante que no ve contradicción alguna entre la defensa del cristianismo y la emanación de un discurso belicista que rechaza la negociación y el perdón). En este sentido, la cinta me entretuvo y sirvió como abrebocas al corto documental biográfico de un ser tan inspirador. Y quisiera reafirmar, nuevamente, su importancia en contextos de posconflicto, en la medida que logra trasladar al ser humano de la heroicidad militar, a la heroicidad moral. Buena obra, sin duda alguna. La recomiendo. 2018-04-02.
Andres Botero
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9
25 de enero de 2018
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Vi, de nuevo, “Kirschblüten – Hanami” (“Cerezos en flor”, Alemania, 2008) escrita y dirigida por Doris Dörrie [1955- ], mujer con gran experiencia en el cine (producción y dirección) y en la literatura. El reparto está encabezado por Elmar Wepper, Hannelore Elsner, Aya Irizuki y Nadja Uhl, entre otros. La cinta tiene dos partes. En la primera se narra cómo una mujer sacrifica sus sueños por atender a su esposo y a sus hijos. En la segunda, se centra la historia en el esposo, quien viaja a Japón para rendirle homenaje, a su manera, a su esposa difunta. Antes que nada, valga decir que estamos ante una obra cinematográfica ampliamente elogiada, de aquellas que se quedan en el recuerdo. Y tantos aplausos no son gratuitos. Las actuaciones, el vestuario y la fotografía, son entrañables. Siempre elogié sus imágenes líricas, tanto en sus locaciones alemanas como las japonesas. Pero no es en las bondades estéticas en lo que quiero centrarme, sino en la trama misma. Esta película logra transmitir, con gran naturalidad, el drama familiar y las crisis psicológicas que de él se derivan. Dentro del drama familiar, los aspectos que salen a flote son, especialmente, el sacrificio, la soledad, la culpa, la redención y la muerte. En este sentido, el filme posibilita al espectador que juzgue su propio entorno; esto es, la empatía, de un lado, y la catarsis, del otro. Claro está que este tipo de obras, en ciertos momentos, se vuelve algo fatigosa o tediosa, pero el balance general es muy positivo. Tal vez, lo único que me pareció traído de los cabellos, es el motor desencadenante del drama: la supuesta enfermedad del esposo, de la que solo sabía su esposa (VER SPOILER) De todas maneras, es una obra monumental, a mi modo de ver. De esas que vale la pena ver y repetir. 2010-10-09 y 2017-01-25.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Andres Botero
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8
16 de junio de 2017
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Vi “Moonlight” (Luz de luna, 2016), dirigida y escrita por Barry Jenkins (1979- ) con una corta trayectoria en el cine (lo recuerdo por "Medicine for Melancholy", 2008) pero que, con esta obra, logra hacerse con un sitio permanente en el séptimo arte. La película narra la vida de un joven (Chiron), en Miami (lugar de nacimiento del director), quien es continuamente objeto de matoneo en su colegio, a la par que descubre su homosexualidad gracias a su mejor amigo. En un giro inesperado, este tierno chico termina siendo un gánster, pero no por ello se pierde en los estereotipos del afroamericano delincuente. La cinta es muy buena, pero quiero centrarme en el que considero su mejor mérito: el guion que nos aporta una buena historia. En este caso, se rompen los clichés que se vienen a la mente cuando pensamos, en el cine estadounidense, sobre hombres negros y delincuentes. Además, esta historia avanza a un ritmo que inicialmente parece lento, pero que con el paso de los minutos muestra todo su potencial en tanto sólo así puede emerger la sutileza de un personaje (Chiron) que se va construyendo a lo largo de la cinta. Y aquí aparece otro aspecto esencial: el personaje no está construido, se construye, con delicadeza y elegancia, en la medida que se expone su situación de vulnerabilidad (madre drogadicta, familia disfuncional, ambiente social peligroso y amenazado por sus compañeros de clase). El elemento que permite aglutinar todo este maremágnum de hechos tristes, es el reconocimiento de su homosexualidad a partir de un encuentro sexual con su mejor amigo, asunto que nunca olvidará. Y justo por buscar un reencuentro (más que con su amigo, con el pasado), años después, Chiron adulto, ya delincuente, deja de lado por una noche la violencia, para reencontrarse con la sutiliza que aquí se representa con un abrazo y una caricia profunda en el último minuto. Dicho con otras palabras, la historia y el ritmo en que se desarrolla la película, sumado a la excelente construcción que a partir de ella se hace de un personaje que se vuelve entrañable y reconocible por el espectador, hacen de esta cinta una obra maestra. ¿Y qué se puede extraer de ella para la reflexión? Muchas cosas, algunas de las cuales se infirieron de lo dicho hasta el momento, pero resalto una: ni siquiera en el más abismal de los infiernos, el hombre se cierra por completo a los otros y a su entorno. Esta aperturidad, siempre presente por el mero hecho de estar en el mundo (Heidegger), es la que rescata el filme. Definitivamente, todos sus premios son merecidos (entre ellos 3 Premios Oscar: Mejor película, guion adaptado y actor de reparto). La recomiendo. 2017-06-16.
Andres Botero
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7
5 de abril de 2017
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Vi “Sunset Song” (RU, 2015), dirigida y escrita por Terence Davies (basado en la novela de Lewis Grassic Gibbon), cineasta reconocido, entre otras cosas, por su fotografía refinada y por sus trabajos de cine de época. Está protagonizada por Agyness Deyn, Peter Mullan y Kevin Guthrie, entre otros. Está catalogada como “romance” y “drama”. Se trata de un relato épico y costumbrista, dividido en tres partes. La primera, una familia campesina escocesa, en la que predomina un tono lúgubre que refleja la angustia de la madre y de los hijos que viven en un ambiente asfixiante. La segunda el acaecimiento del amor casi que perfecto, entre la hija (que ya vive sola) y un vecino de la comarca. La tercera la ruptura con ocasión de la Gran Guerra (1914-1918) que obliga al esposo ir a Francia, donde encuentra la muerte. Ahora bien, la película tiene grandes méritos, pero por espacio resalto sólo dos: i) la delicada y elegante fotografía (las imágenes son poéticas); ii) un drama de fondo donde lo romántico se mezcla con lo costumbrista y, a la vez, con cierto matiz antibelicista. Empero, la narración escogida por el director es fatigosa, lenta, que exige mucha paciencia al espectador. Igualmente, los actores me parecen algo acartonados y, en algunos momentos, sobreactuados. En general, no me convenció la pareja protagonista: no fueron, a mi modo de ver, “genuinos”. Pasando a temas más de contenido, este filme serviría para discusiones sobre el machismo y el patriarcado en las sociedades rurales, de un lado, y como voz antibélica, del otro. Esto me recuerda algo que alguna vez leí, y no me acuerdo bien quien fue el autor: que el soldado que iba a morir y a matar por su país, en los campos de batalla de la Gran Guerra, representaba el espíritu del siglo XIX; mientras que el que intentaba desertar, al ser consciente de la barbarie innecesaria, al poner su vida privada por encima de ideales nacionalistas que poco le decían, representaba el espíritu del siglo XXI. La recomiendo, como señalé, a espectadores con paciencia. 05-04-2017.
Andres Botero
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8
12 de noviembre de 2016
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Vi (nuevamente) “The Emperor's Club” (“El club de los emperadores”, USA, 2002) dirigida por Michael Hoffman (especializado en el drama romántico) y escrita por Neil Tolkin, basándose, a su vez, en una historia de Ethan Canin. El reparto es reconocido y logra cumplir fielmente su labor: Kevin Kline (aplausos), Emile Hirsch, Embeth Davidtz, Rob Morrow y Edward Herrmann, entre otros. Trata de un profesor (interpretado por Kline) de “civilización occidental”, en un prestigioso colegio estadounidense, quien asume la educación de un grupo de estudiantes, logrando en varios de ellos cambios significativos en sus vidas, pero también se narra su fracaso frente a un estudiante problemático. Se trata, pues, de una oda sin igual a los educadores, de sus éxitos y sus desaciertos (sobre esto, ver “Half Nelson”, 2006, y Detachment, 2011), que le ha logrado un sitio en el cine de culto en el género educativo, aunque siga el cliché (el clímax se logra por un estudiante difícil que se convierte en un reto del profesor). Claro está que está más que evidente la cercanía (algunos llegan a decir que “copia”, cosa que no es tan cierta la verdad) con “Dead Poets Society” (“El club de los poetas muertos”, 1989, Peter Weir). Sin embargo, el filme tiene su propio carácter y Kevin Kline logra construir un buen personaje, con el que se identifica el espectador y lo conmueve, marcando una notable distinción con el también memorable rol de educador que hacer Robin Williams en 1989. Aquél (2002), conservador, éste (1989) excéntrico, pero ambos docentes resultan inspiradores para sus alumnos. Además, este filme de Hoffman permite revisar nuestra deuda con los profesores que nos forjaron. Es imposible no terminar la cinta recordando los años de educación, desde primaria hasta la universidad, y en especial a aquellos maestros que dejaron su buena impronta con tal fuerza que nunca desaparecerá, aunque a veces creamos –erróneamente- que han pasado al olvido. Claro está que los inspiradores no son todos los profesores que hemos tenido. Pero los que lograron dejar huella, inspirar y formar, deben ser honrados, aunque sea en el silencio cómplice que deja una película como ésta. En este sentido, el filme es medio sentimentaloide, incluso algo manipuladora (algo que sabe hacer Hoffman) pero sin ser empalagosa. Para finalizar, como ya lo dije, esta es una película de culto en el tema de la educación, por lo que las reflexiones que suscita en estos tópicos son tantas que mal haría en enumerarlas. Pero quisiera llamar la atención en una en concreto: la educación, como me dijo uno de mis maestros inspiradores en la universidad, es como tirar alimento a las palomas… unas comen, otras no. Para los que nos dedicamos a la educación, esta película es conmovedora hasta las lágrimas. La recomiendo. 13-11-2016.
Andres Botero
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