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Reino Unido Reino Unido · Birmingham
Críticas de Peaky Boy
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Críticas 92
Críticas ordenadas por utilidad
7
9 de agosto de 2012
36 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
El inicio de la película nos sumerge en la más profunda oscuridad, desde el primer minuto seremos, como dicen los ingleses, moscas en la pared, nunca mejor dicho en este caso, ya que serán pocos los detalles que nos perdamos como testigos de la historia en esta ocasión. Una familia disfuncional convive, entre secretos y mentiras, viendo malos programas de televisión. Con la visita de Chris, el hijo del cabeza de familia, la película se vuelve más truculenta, y desde luego más explícita, la forma en la que la madrasta (Gina Gershon) abre la puerta al alterado joven, hará que nos percatemos de que la sordidez es una pieza clave de la cinta.
La inesperada visita tiene un objetivo muy concreto, pedir prestado dinero para llevar a cabo un plan infalible, que salve a Chris de unos matones que lo persiguen por una deuda no pagada. El plan es simple, contratar a un asesino a sueldo para que éste mate a la madre del chico, cobrar el dinero del seguro y repartirlo a partes iguales con las que podrán pagar al asesino, a los matones y a la hermanita del protagonista que de repente ha empezado a formar parte de una trama, que no parece que vaya a ser tan sencilla. Pero Dottie es una chica muy especial, su belleza e ingenuidad la vuelven irresistible, para todo el mundo.
En el momento en el que Killer Joe hace su aparición, nos damos cuenta de que si hay algo más peligroso que contratar a un asesino a sueldo, es contratar a un asesino a sueldo que a la vez es policía. El primer problema surgirá cuando no sean capaces de cumplir las condiciones que el mercenario plantea como necesarias, innegociables y sin excepciones. Pero por suerte, o por desgracia, esa adorable y angelical mirada de Dottie no ha pasado inadvertida para Joe, por lo que les propone un cambio en las condiciones, un aval que se hará responsable en caso de que una vez se haya realizado el trabajo no se consiga pagar el dinero estipulado.
En el sórdido mundo de violencia que nos plantea Friedkin, parece que se vislumbra algo del genial director que nos deslumbró con El Exorcista, también es cierto que se ha visto muy ayudado por un fantástico trabajo de todo el reparto. Y la verdad es que esta comedia negra funciona, incluso para aquellos que tengan suficiente estómago, habrá momentos de risas aseguradas, gracias a la magnífica interpretación de Matthew McConaughey, quien ha conseguido llevar a otro nivel el rol del personaje cómico-depravado. El abrumador sonido acompañará a la oscura fotografía para crear un ambiente asfixiante durante toda la película.
Peaky Boy
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8
10 de noviembre de 2013
31 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 2009, Giorgos Lanthimos nos enseñó, con su brutal cinta Canino, los devastadores efectos que la sobreprotección de los hijos podría originar. El exagerado comportamiento de los padres, ocultando todo lo que consideran nocivo para el desarrollo de los retoños, les lleva hasta límites desproporcionados con desastrosas consecuencias. El drama de los abusos a menores es un tema cuando menos delicado. En ocasiones, los abusos serán de tipo autoritario y psicológico, como los que se muestran en el experimento conductista llevado a cabo en la película griega antes mencionada, y en otras, serán de tipo físico, como ocurre en Oscura Inocencia, 2004, o Happiness, 1998, donde la terrorífica trama será camuflada bajo un, todavía más aterrador, humor sarcástico.
Todos los personajes (menores) de estas películas, hubieran corrido mejor suerte de haber podido entrar en algún momento de sus vidas en el centro de acogida, Short Term 12. En él trabaja Grace, una espectacular Brie Larson en su primer papel como actriz principal. La protagonista, al igual que el resto de sus compañeros de trabajo, ha aprendido a convivir junto a jóvenes con problemas, a respetar su situación sin hacerles sentir excluidos y a prepararles para la vida adulta más allá de esas cuatro paredes, fuera de las cuales no tendrán ninguna influencia sobre ellos. Ahí es donde el director muestra el saber hacer que la veteranía aporta a los monitores, frente a la torpeza de los novatos que suelen pecar de seguir las normas y el manual de “como tratar con personas desfavorecidas” olvidando a veces que, en efecto, son personas y por lo tanto no se rigen por ningún manual.
El inevitable tratamiento de temas trágicos hará que la cinta sea tachada de melodrama demagógico, sin embargo, la ausencia de frivolidad y el buen gusto de un director que mantiene su cámara enfocando en todo momento al interior de los protagonistas, dejando que los fantasmas de sus pasados sólo sean presumibles y nunca visibles, la dotan de un rigor objetivo mayor que muchas de las noticias que leemos a diario. Y es precisamente esa ausencia de superficialidad y su fino humor, lo que hace que este filme sea disfrutable y no el devastador relato que hubiese resultado de haber seguido con la tónica de los circos mediáticos del morbo-sensacionalismo que pueblan la diaria programación de las cadenas televisivas.
Destin Cretton dirige de forma transparente y con pulso firme esta genial obra independiente capaz de sacar los colores de muchos de los nuevos estrenos con presupuestos multimillonarios. Cretton también escribe el guion, o mejor dicho, reescribe, basándose en su cortometraje homónimo, donde cuenta vivencias personales de su paso por uno de estos centros como voluntario.
Larson brilla con luz propia y será la encargada de marcar el ritmo de la cinta, interpretando a una joven completamente entregada a su trabajo. Su fuerte y amable personalidad hará que sea el apoyo principal de todos los niños de los cuales se ha ganado el más absoluto de los respetos, sin embargo, ese alegre temperamento estará escondiendo una parte oscura de su pasado que se niega a dejar salir, hasta que la entrada de una nueva adolescente con la que se siente identificada comience a abrir viejas heridas que quedaron sin curar. Una llamada de teléfono que trae noticias de su pasado semienterrado abrirá definitivamente esas heridas a las que tendrá que hacer frente irremediablemente, obligándola a abrir, poco a poco, esa hermética coraza que la protege para que las personas que la quieren puedan ayudarla.
Una de las joyas que nos dejó la Semana Internacional de Cine de Valladolid que, pese a no resultar ganadora, ha servido de vehículo para llegar a millones de espectadores que, sin dejar de elogiar el impecable trabajo del director, han hecho que éste obtenga con creces el respaldo necesario para que su próximo estreno sea una fecha marcada en rojo en el calendario de eventos de interés especial.
Brett Pawlak ayudará a Cretton, como ya lo hizo en su anterior y primer largometraje, I Am not a Hipster, 2012, a conseguir una atmósfera cálida y familiar, acercándonos a los personajes de la obra mediante una fotografía que, con su amplia profundidad de campo y su sencillez, abraza suavemente a los protagonistas con el tacto necesario para que éstos no se sientan intimidados y terminen por abrirse a un espectador que creerá que es un miembro más de esa comunidad. Y es que nada en la cinta es agresivo, la delicada imagen, el carácter de los monitores, la sutil banda sonora, todo son componentes que el realizador ha colocado con mucho mimo para que el mensaje no se vea distorsionado por elementos externos, sino que sirvan únicamente de acompañamiento para un final que dejará una pequeña ventana abierta a la esperanza. Una ventana a la que asomarse y respirar cuando la despiadada realidad del mundo exterior nos desborde. Ahí contemplaremos la magia de un director que todavía tiene esperanza en el ser humano, consiguiendo que Los Olvidados de los que hablaba Buñuel en 1950, sean finalmente recordados con cariño, suavizando el impacto de la historia de una de las caras más amargas de la sociedad.
Peaky Boy
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9
27 de octubre de 2011
24 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Mira mamá, los bomberos! Ya van a iniciar un fuego!”
Puede parecer un absurdo, pero en la sociedad distópica que nos plantea François Truffaut, este cuerpo de seguridad contra incendios tenía un cometido muy diferente al que conocemos comúnmente. En esta adaptación de la novela homónima de Ray Bradbury, cuyo título hace referencia a la temperatura a la que arde el papel, 451º Farenheit, los bomberos tenían la misión de quemar los libros, para así impedir que la gente pudiese leer. Esta medida, según sus precursores, se tomó para evitar que el pueblo se dejase influir por mensajes subliminares o ideas incorrectas, llegando a la conclusión de que leer impide a los hombres ser felices. Pero la realidad era otra, una sociedad ultra-conservadora, muy consciente de que la cultura es lo que hace fuerte al pueblo, crea una campaña de analfabetización para que el ser humano se convierta en una criatura dócil y manejable, impidiendo el libre pensamiento y la posibilidad de un levantamiento contra el poder, debido a la falta de ideales.
La historia se centra en uno de estos bomberos, un hombre fiel a su trabajo, a sus costumbres, que disfruta de los beneficios que le otorga su puesto en la alta sociedad. Pero un día, conocerá a una mujer que le hará plantearse sus prioridades y pondrá en tela de juicio su propia conciencia. Sin embargo, una vez que has cambiado de bando, sólo hay una salida, un lugar del que muchos hablan, pero que nadie conoce, un lugar que puede ser el único ápice de esperanza para la salvación intelectual del mundo.
El problema de la ciencia ficción es que se deteriora rápidamente con el paso del tiempo. Como ocurre con cualquier aparato electrónico, los efectos visuales pierden el atractivo con el que un día deslumbraron al público. Esto es así para los grandes entendedores de las nuevas tecnologías, fanáticos del 3D. Aunque puede suceder todo lo contrario. Es ahora cuando podemos contemplar asombrados esos trucos ópticos, que con los años han ido cobrando un toque romántico y nostálgico, pudiéndose apreciar el verdadero significado de la ciencia ficción, ya que hoy en día los efectos son tan reales que no podemos distinguir si lo que están viendo nuestros ojos es realidad o fantasía. Esa estética retro nunca pasará de moda, y menos aún en este género.
Obviamente no voy a defender que estamos ante la mejor película de Truffaut, dado que en anteriores trabajos ya demostró con creces su genialidad en la puesta en escena y dirección. Pero con esta cinta, el director demostró su capacidad de adaptación, de saber que estaba contando una fábula, y que por lo tanto no podía seguir fiel al patrón de la Nouvelle Vague que tan buenos resultados le había dado. Este film tenía que ser completamente diferente, excéntrico, hasta el punto de que hoy en día ya se puede considerar como uno de los imprescindibles dentro del cine de culto.
Peaky Boy
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8
29 de noviembre de 2011
23 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace algún tiempo escuché que para que una película funcionara, el guionista tenía que escribir sobre aquello que conocía bien, aquello que el mismo había vivido. Si esta premisa hubiera sido completamente respetada, nos habríamos perdido la mayoría de las mejores películas que se conocen hoy día. Por otro lado, viendo el trabajo del australiano Justin Kurzel puedo llegar a comprender esa afirmación. El ritmo cadente, los saltos temporales y la omisión consciente de parte del argumento, nos hacen testigos de la brutal historia que el mismo director presenció en los telediarios de los años 90 durante casi toda una década. Como resultado se obtiene una obra brillantemente interpretada por los dos actores principales, escalofriante en cada fotograma, consiguiendo captar la atención del espectador por completo. Como si de un documental se tratase, vemos las escenas sin cortes, con una cámara pasiva a la que le cuesta mantener el enfoque frente a la brutalidad de algunas largas tomas.
Snowtown es una ciudad del sur de Australia, en ella vive Jaime, un joven atormentado por un entorno marginal lleno de violencia y abusos. Cuando el carismático John entra en su vida, ésta empieza a mostrar una estabilidad y seguridad reconfortante, no es necesario mucho tiempo para que el cabeza de familia se vaya ganando la confianza y el respeto de todos los que le rodean en su nuevo hogar. Todo parece cambiar a mejor, las tardes se amenizan dando paseos en moto, comprando unos helados y compartiendo bromas, incluso John sigue pareciendo un tipo genial mientras descuartiza animales en el patio para arrojar los restos ensangrentados en la casa del vecino. Pero el bonito envoltorio del principio, va dejando ver el oscuro interior poco a poco, una oscuridad que atrapará de una forma u otra a todas las personas que lo rodean.
Con una atmosfera asfixiante, demoledora y aberrante el director presenta un nuevo y muy personal enfoque de los Psycho-Killers, lejos quedó la estética detallista y minuciosa con la que se ataviaba a estos monstruos, cuya personalidad solía estar relacionada con personas solitarias de extraordinaria inteligencia. El perfil mostrado por Kurzel del asesino real John Bunting, autor de los más atroces asesinatos cometidos en Australia, conocidos como los crímenes de los barriles, es el de un sociópata con aires de liderazgo, obsesionado con castigar de forma bestial, los delitos, en muchas ocasiones inventados, de aquellos que selecciona aleatoriamente entre pedófilos, obesos toxicómanos y homosexuales. Su intento de ayudar a los desfavorecidos, no es más que una mera excusa de buscar una justificación a sus actos.
Fantástica ópera prima del director, en un ejercicio ejemplar de estilo en las forma, presentando una sociedad enferma en un mundo decadente.
Peaky Boy
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7
28 de julio de 2013
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Haifaa Al-Mansour denuncia de forma sutil y con mucho tacto, todos estos abusos y discriminaciones que, como ella, han sufrido millones de mujeres desde la infancia, convirtiendo así a La Bicicleta Verde en la primera película dirigida por una mujer en Arabia Saudí.
Con una narración de tintes autobiográficos, la directora cuenta de qué manera, Wadjda, una niña con una mente demasiado progresista para el lugar en el que vive, tratará de evitar a toda costa una serie de normas y prohibiciones con las que no está de acuerdo. Contada, como no podría ser de otra manera, desde el punto de vista femenino, el filme relata las preocupaciones, conflictos y dificultades que significan ser mujer en las diferentes etapas de la vida.
Alejándose del estilo demagógico y del drama descarnado al que este género suele ir ligado, Al-Mansour muestra dos historias paralelas, expresadas con ternura y con la intención de no ofender a nadie, pero sin dejar de lado el grito de protesta. Historias que no son más que el reflejo de miles de vidas anónimas, todas ellas unidas por un mismo factor común, el cromosoma X. La primera de ellas trata de la preocupación de una madre por mantener la monogamia de su marido, intentando por todos los medios ser la mujer más guapa, atenta y servicial de Riad, con los pocos ingresos que le quedan tras pagar deudas, facturas y a un chofer maleducado que, como tantos otros, se aprovecha de la prohibición de las mujeres para conducir, lo que obliga a la mayoría de las trabajadoras a emplear más de la mitad de su jornal en pagar a conductores privados intransigentes. La segunda es la de su hija de 12 años, una niña inquieta que disfruta jugando con su amigo Abdullah y haciendo cosas que no corresponden a una futura hembra respetable. El día que Wadjda ve una bicicleta verde en la tienda de su barrio, decide que ningún obstáculo evitará que sea suya, aunque tenga que aprender a recitar el Corán de memoria para ganar el concurso que su escuela ha organizado, y cuyo premio le aportaría el dinero necesario para poder costearla.
La lucha en favor de los derechos de la mujer es un movimiento que hasta este momento sigue siendo imprescindible en muchísimos países. Es gracias a películas como La Bicicleta Verde, cuando se consigue dar otro paso más en esa difícil batalla, reabriendo el interminable debate sobre la igualdad.
Geniales las interpretaciones de todo el, hasta ahora desconocido, reparto. Entre ellas destacamos las de los fantásticos niños Waad Mohammed y Abdullrahman Algohani, que conmueven por su complicidad, y dibujan nuestra sonrisa en más de una ocasión con sus travesuras. Estupendo reflejo de una sociedad ultraconservadora en la que al igual que la pequeña Wadjda, las mujeres aceptan las normas que les son impuestas pero no las entienden, es claro ejemplo la implacable y fría directora del colegio, capaz de emplear las más severas sanciones por el incumplimiento de lo preceptuado en el libro sagrado, y a la misma vez, recibir las consentidas visitas periódicas de un misterioso “ladrón nocturno”.
Una sencilla puesta en escena, sin alardes ni pretensiones de ningún tipo, donde es de destacar el poco trabajo que los actores han dado al equipo de vestuario por lo limitado de su indumentaria.
Tras compararse la versión original de la cinta con su doblaje al español, es de mencionar que, en esta ocasión, las voces traducidas no han sido las más acertadas, perdiéndose con ellas gran parte de la calidad interpretativa de los actores, en una película muy cultural donde el idioma juega un papel muy importante. Como también lo hacía el título original, Wadjda, un nombre propio que representa todo lo que la cinta defiende, La Mujer.
Peaky Boy
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