“Buenas noches, madre” presenta un drama punzante en torno al suicido, el sentido de la vida y la desgracia existencial, temas tabú en nuestra sociedad, con la historia de una mujer hastiada de la vida que está dispuesta a cometer un suicidio con su madre como testigo. Con ella, será con la que mantenga a lo largo de la película un duelo trepidante construido por un combate dialéctico de conversaciones valientes y coléricas y un desnudo moral de las propias protagonistas. Realmente, el director Tom Moore consigue penetrar en el alma del espectador al plantear un tema amargo y peliagudo y contarlo de manera íntima y amena, sin frivolidades, con un guión humilde y una narrativa armoniosa. En algún momento de la película, he sentido como si estuviera presente en aquella casa, viéndolas discutir y colmándome de compasión. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos del director, querría destacar que el mayor peso de la película cae en sus actrices, con una magnífica Sissy Spacek y una Anne Bancroft que va de menos a más en un duelo interpretativo magistral.

Indudablemente, es una obra que dejará al espectador con más preguntas que respuestas y que, en mi opinión, consigue exponer de manera magnífica una profunda reflexión sobre los motivos que nos permiten vivir y sobrevivir. No obstante, me hubiera gustado que hubiera un enfoque mayor en la desazón interna y en la propia agonía de un ser humano que quiere poner fin a sus días y no tanto en la convulsa relación madre-hija o en los problemas cotidianos que podría tener una familia de clase media americana de antaño. Definitivamente, es un drama honesto con un estilo sencillo y ameno que probablemente no sea para todos los públicos, pero que a mi me ha sorprendido gratamente.

Película británica de la década de los setenta que narra una genuina historia de amor entre dos personas con discapacidades físicas. Malcolm McDowell y Nanette Newman están verdaderamente brillantes en sus interpretaciones. McDowell es capaz de capturar el resentimiento, la rabia y la vulnerabilidad inherente de un personaje que, a la edad de veinticuatro años, se encuentra, sin previo aviso, abatido por una enfermedad degenerativa incurable. Newman, por su parte, aporta mucha dulzura y refinamiento a su personaje.

Personalmente, me ha gustado esta película porque el director, Bryan Forbes, ha conseguido provocarme empatía y hacerme sentir parte de un proceso duro con las distintas etapas que ello conlleva, así como ser testigo de la evolución de un hombre joven que trata de adaptarse a su nueva condición. El director nos muestra cómo el protagonista se derrumba de manera repentina tras la celebración de la boda de su hermano y, ya en la siguiente escena, le encontramos ingresado en el hospital con un diagnóstico no muy positivo. Comprensiblemente, esto supone un cambio de circunstancias que le resulta difícil aceptar, al igual que al espectador, que no se espera este giro de los acontecimientos. En cierto sentido, estamos con el protagonista en cada paso del camino mientras lucha con el hecho de que pasará el resto de su vida en una silla de ruedas.

Desde mi punto de vista, la trama avanza hacia una poderosa mirada al significado y propósito de la vida más allá de las dificultades y problemas que enfrentamos y, por tanto, considero que definir esta obra como una simple historia de superación sería algo vago e impreciso. El ritmo de la película es deliberadamente lento pero, sumado a la gran banda sonora de Stanley Myers, consigue que el factor sentimental esté equilibrado, que haya cierta resonancia emocional pero sin caer en la sensiblería o en el sentimentalismo empalagoso, lo cuál es bastante habitual en las películas de este estilo. No obstante, diría que la principal baza de "Amor es mi vida" es la humanidad, la verdad y la honestidad que el relato transmite y la ternura que muestra el tándem protagonista.

La película Amor de verano nos cuenta la historia de Jesse, interpretado por Beau Bridges, que acaba de ser liberado de un manicomio y trata de encontrar un nuevo punto de partida en su vida. Por ello, intenta descubrir los motivos por los que fue internado a la edad de 13 años. Susan Sarandon interpreta a Chloe, una mujer que conoce en el camino y que, prácticamente, se enamora de él. Ella será muy relevante a la hora de ayudarle a reconstruir su vida.

La premisa es prometedora y nos mantiene interesados en su primera parte debido al suspense que envuelve la trama. Creo que las interpretaciones del duo protagonista fueron buenas. El problema que yo he visto en esta película es que hay demasiada confusión respecto a las motivaciones y a las formas de actuar de los personajes. He sido incapaz de empatizar o comprenderles.

Por otro lado, me ha parecido muy desconcertante el cambio de enfoque en mitad de la película. Parece que se olvidan de la trama amorosa para añadir otros personajes secundarios que resultan totalmente insignificantes, como el de Pearlie y su pareja. No obstante, reconozco que no llegue a entender como el personaje de Sarandon siente ese interés romántico por alguien tan inestable.

En conclusión, creo que tanto el hilo argumental como las escenas entre los personajes podrían haberse desarrollado mucho mejor. En su lugar, hemos visto una historia accidentada, poco creíble y confusa, con un ritmo lento y con algunas secuencias aburridas.

Kokoro es un drama oscuro y cruel que esconde detrás una historia de celos, traición, vergüenza y culpa, pero que fue forjada desde el amor verdadero y la amistad. La historia esta ambientada a finales del siglo XIX y principios del siglo XX en Japón, en la era Meiji. No se trata de una visualización ligera y el comienzo puede resultar lento y desconcertante. Sin embargo, de forma bastante meritoria, el director Kon Ichikawa consigue generar una paulatina tensión e incertidumbre durante el desarrollo de la historia. La narración del presente y pasado de Nobuchi, y su relación con su esposa y su amigo, atrae con éxito al espectador.

Esta obra está bellamente interpretada. Realmente, la actuación de todo el elenco es de primer nivel. Masayuki Mori, Michiyo Aratama y Tatsuya Mihashi como el trío que constituye la historia pasada están espectaculares. Cada palabra y cada mirada de ellos te hacen olvidar que están interpretando un papel. Shoji Yasui cumple con creces como elemento que desencadena la inestabilidad en el Nobuchi del presente.

Para mi, esta obra nipona ha sido un gran descubrimiento. No obstante, solo recomendaría esta película a las personas interesadas en buen cine con grandes dosis de intenso dramatismo. He de advertir que no es apta para gente propensa a la depresión.