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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de gerardops
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Críticas 304
Críticas ordenadas por utilidad
5
7 de abril de 2017
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es imposible asistir a la proyección de “Life (Vida)” sin tener la sensación de estar ante una empeorada versión de “Alien”. La temática, la escenografía y buena parte de los recursos narrativos hacen inevitable la comparación. En esa confrontación, el nuevo largometraje no sale victorioso. Es verdad que, pese a su ajustado presupuesto de apenas sesenta millones de dólares (inusualmente bajo para este tipo de proyectos de la industria norteamericana), puede presumir de cierta corrección técnica y de un aceptable ritmo en algunos tramos del metraje. Pero aquellos aficionados que conozcan las desventuras de Ellen Ripley no hallarán aquí nada especialmente relevante. La conclusión clara es que, ya a finales de los años setenta, se logró filmar una cinta ambientada en el espacio interestelar con mayor calidad e interés cinematográfico, pese a sus inferiores medios económicos y avances técnicos. Y, a día de hoy, la obra de Ridley Scott continúa siendo un referente del género de la ciencia ficción, circunstancia que debería hacer reflexionar a los actuales cineastas y productores.
Su director es Daniel Espinosa quien, pese a su nombre de origen español, es un realizador sueco que comenzó su carrera profesional en dicho país nórdico, filmando algunos títulos de complicada pronunciación que ni siquiera fueron estrenados en España. En 2011 llegó a nuestras pantallas “Dinero fácil”, una de sus producciones de relativo éxito. De hecho, rodó una segunda parte en la que intervino únicamente desempeñando las tareas de productor ejecutivo. Ya por aquel entonces manifestaba sus preferencias por el thriller de acción. Un año después dio el salto a Estados Unidos para rodar su largometraje más conocido, “El invitado”, contando en su reparto con dos estrellas tan mediáticas como Denzel Washington y Ryan Reynolds. Se trataba de una cinta heredera de la estética de Tony Scott en la pretendía compaginar la intriga con la acción. Dispuso para ello de la considerable cifra de ochenta y cinco millones de dólares y consiguió una recaudación aceptable (doscientos millones a nivel mundial), aunque menor de la esperada. Su último estreno ha sido “El niño 44”, un drama bélico y de intriga que no acabó de funcionar en ningún aspecto. Sus expectativas iniciales prometían dosis de intensidad y originalidad que se diluyeron con el transcurso de los minutos.
Ahora, sin grandes defectos ni fallos especialmente llamativos, tampoco logra destacar por nada, moviéndose en ese margen tan descorazonador para los versados amantes del Séptimo Arte que se reserva a las versiones apócrifas con inferiores resultados que las originales. Es posible que los espectadores de la nueva generación que acudan a las salas sin haber disfrutado de las muestras más ilustrativas del género puedan sentirse impresionados con este despliegue visual. Pero, fuera de ese concreto círculo, no le auguro demasiado éxito a esta cinta. Además de la mítica saga ya mencionada, yo les recomendaría otros ejemplos, como “Moon” de Duncan Jones, “Solaris” de Steven Soderbergh o “Sunshine” de Danny Boyle, todos ellos estrenados en el siglo XXI y que ofrecen innovación técnica, historias con contenido y personajes con gancho.
El equipo artístico está formado por los actores Jake Gyllenhaal, Hiroyuki Sanada, Ryan Reynolds y Rebeca Ferguson. El primero cuenta en su filmografía con títulos tan relevantes como “Prisioneros”, “Nightcrawler”, “Brokeback Mountain” y, sobre todo, “Zodiac” de David Fincher, en los que demuestra su eficacia y versatilidad. Sanada ha intervenido en la ya citada “Sunshine” y Reynolds en la también mencionada “El invitado”. En cuanto a Ferguson, ha estrenado recientemente “La chica del tren” y “Florence Foster Jenkins”.
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@gerardo_perez_
gerardops
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8
17 de mayo de 2013
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
De las diferentes clasificaciones de cineastas, una es la que los agrupa en función de su grado de apego a la narración realista o, por el contrario, de su predisposición a la irrealidad de las historias que cuentan. No estoy hablando de ciencia ficción ni de ningún otro género por el estilo. Tanto los dramas como las comedias se pueden filmar con estilos diversos para, así, ofrecer al espectador imágenes creativas y situaciones no tan fieles a lo cotidiano sin por ello transmitir un mensaje menos certero. En la película de Clint Eastwood “Medianoche en el jardín del bien y del mal” se afirmaba que “la verdad, igual que el arte, está en el ojo del que la mira”. Pues bien, en el cine -como en la pintura- existen unos artistas que se acercan al hiperrealismo mientras que otros se elevan y ofrecen un universo alternativo. En ese sentido, Bazz Luhrmann es el Salvador Dalí del Séptimo Arte.
Quien haya visto su versión de “Romeo y Julieta” sabrá perfectamente de lo que hablo. Posiblemente no exista una adaptación más alejada de lo que desprende la simple lectura de la obra de Shakespeare. Sin embargo, y aunque cueste creerlo, no se aleja de la esencia del libreto. En cuanto a “Moulin Rouge”, se rodó con fórmulas más cercanas al cómic y al género de animación que a las del musical tradicional. Dejando al margen el largometraje “Australia”, que desentona en su filmografía de forma evidente, los títulos de Luhrmann constituyen una permanente loa a la imaginación y a la intensidad visual. En ellos el rojo es más rojo, el azul es más azul y, contemplados en su conjunto, se traducen en espectáculos mentirosos al servicio de la verdad.
Por lo tanto, advierto que nadie espere ver con este último proyecto ni una recreación fiel de la novela de Scott Fitzgerald ni una visión más aproximada que la rodada por Jack Clayton en 1974, con un extraordinario Robert Redford dando vida a su protagonista. Quien caiga en ese error, saldrá decepcionado. Aquí el realizador juega literalmente con la cámara, es decir, se divierte y ejecuta su misión de forma desenfadada y alejada de imposiciones académicas. Por ello, quienes opten por criticar su estilo lo tendrán muy fácil. Bastará con que afirmen que utiliza los efectos visuales para desviar la atención de lo realmente importante: la trama y los personajes. En otras palabras, que potencia el envoltorio en detrimento del fondo. De modo que, todos aquellos que desaprueben esa variante narrativa y la consideren una ofensa al texto original, encontrarán argumentos de sobra para desacreditar la cinta.
Pero, si quieren saber mi opinión, no sólo me ha gustado mucho sino que, al contrario de lo que pudiera pensarse, no creo que se aleje tanto de su antecesora de la década de los setenta. Simplemente, es otro estilo de contar la misma historia y lo cierto es que se agradece. Creo que no hubiera tenido ningún sentido repetir el formato de hace cuarenta años, por más que tanto el film como el guion de Francis Ford Coppola y el equipo artístico fuesen espléndidos. A poco que el público sea capaz de abrir su mente, podrá disfrutar de esta recreación plena de fantasía.
Los actores merecen una especial mención. Leonardo DiCaprio sigue atesorando interpretaciones memorables. Tras sus magníficas participaciones en “El aviador”, “Infiltrados”, “Diamantes de sangre” u “Origen”, por citar solo algunas, vuelve a demostrar las sobradas razones que le convierten en uno de los grandes. Le acompañan, aunque un tanto eclipsados por el protagonista, los también acertados Tobey Maguire (“Jóvenes prodigiosos”, “Las normas de la casa de la sidra”, “Spiderman”) y Carey Mulligan ( “An Education”, “Drive”, “Shame”).
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@gerardo_perez_s
gerardops
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6
4 de mayo de 2018
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay quien se plantea el cine como una reivindicación constante del “más difícil todavía”, a la manera de un tradicional espectáculo circense. Sin embargo, teniendo en cuenta el actual nivel de progreso tecnológico, tratar de competir sobre la base de un mayor realismo de los efectos especiales o de una grandilocuencia superlativa de las escenas de acción comienza a resultar difícil, por no decir imposible. Así las cosas y como vía de progresión, el mundo del cómic parece haber optado por acumular en un mismo plano más y más héroes. Ya no se ruedan películas de Spiderman, ni tampoco de Ironman o Hulk. Ahora se trata de reunirlos uno a uno, cuantos más mejor y al mismo tiempo. En un único largometraje figuran todos ellos, conformando un auténtico apelotonamiento de seres poderosos que inunda la gran pantalla. Si la factoría “DC” unió a Superman y a Batman, su competencia de “Marvel” no se contentó con aglutinar en la primera entrega de “Los Vengadores” a nada menos que cinco personajes (“Ironman”, “Capitán América”, “Hulk”, “Thor” y “La viuda negra”), sino que en la última apretujó aún más si cabe a los protagonistas, para incluir a “Spiderman”, “Pantera Negra”, el “Doctor Strange” y los integrantes de la saga “Guardianes de la galaxia”, entre otros.
No puedo discutir sobre su elevada calidad técnica e, incluso, estoy dispuesto a reconocer su acertado ritmo narrativo. Pero, contemplada en su conjunto, “Los Vengadores: Infinity War” me parece una apresurada y caótica carrera cuyo único fin radica en apabullar visualmente al espectador, alienándolo por medio de un atracón de superhéroes. Para no dejar lugar a dudas, no soy en absoluto reacio al género cinematográfico proveniente del cómic. De hecho, me gustaron los trabajos de Sam Raimi sobre “Spiderman”, soy un gran devoto de la labor realizada por Christopher Nolan con “Batman”, admiro varias de las cintas de los “X-Men” (la última, “Logan”, me parece una pequeña joya) y hasta disfruté con las aventuras iniciales de “Capitán América”. Pero en este estreno de “Los Vengadores” me ha resultado más patente que nunca la artificialidad de la producción y la carencia de un guion capaz de estar a la altura de los grandes títulos del género. Es innegable que se conduce al público sobre una montaña rusa a través de un sinfín de secuencias asombrosas, pero con un metraje tan excesivo (dos horas y media) que terminé consultando el reloj en varias ocasiones. Por lo visto, los productores no han compartido esta sensación, ya que se han puesto manos a la obra en “Los Vengadores: Infinity War 2ª parte” para su estreno en 2019. Confieso que me surge la curiosidad de a qué nuevo superhéroe pretenden añadir, en el hipotético caso de que quepa alguno más.
Un nuevo peligro acecha a la Humanidad. Thanos, el infame tirano intergaláctico, se traza el objetivo de reunir las seis Gemas del Infinito, unos artefactos de poder inimaginable que pretende usar para imponer su perversa voluntad. “Los Vengadores” y sus aliados deberán luchar contra el mayor villano al que jamás se han enfrentado y evitar de ese modo que se haga con el control de la galaxia.
Es más que probable que el film agrade a los aficionados de la saga. Como ya he indicado anteriormente, los méritos que presenta no pueden obviarse. En cualquier caso, no seré yo quien vea ese futuro proyecto previsto para el próximo año. Mi saturación es absoluta, al margen de que “Loki” siempre me ha parecido un malvado muy por debajo de sus contrincantes.
Como es lógico, el elenco de actores resulta tan interminable como, ciertamente, destacado. Scarlett Johansson, Chris Evans, Chris Hemsworth, Benedict Cumberbatch, Mark Ruffalo, Tom Holland, Josh Brolin, Zoe Saldana, Robert Downey Jr., Gwyneth Paltrow, Michael Douglas o Idris Elba representan una pequeña parte de ese extensísimo casting que colapsa las pantallas. Entre semejante aluvión de estrellas no es fácil destacar. Ahora bien, apuesto a que lo han pasado genial rodando el largometraje.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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3
13 de septiembre de 2013
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este verano he leído la novela “Karoo”, cuyo autor -Steve Tesich- ganó en 1980 el Oscar al mejor guión por “El relevo”. Se trata de una ácida sátira protagonizada por un guionista de Hollywood egoísta y destructivo. En la propia sinopsis del libro se le define como un individuo que “lo único que hace bien es destrozar el trabajo ajeno: transforma guiones para amoldarlos a la fórmula hollywoodiense, salvarlos de la ruina económica y convertirlos en una ruina artística”. Tengo la impresión de que esta clase de ocupación prolifera en la industria del cine de un tiempo a esta parte. Todas las películas se parecen entre sí, amparadas en la justificación falaz de que “es lo que el público quiere ver” y con la única pretensión de repetir los éxitos de taquilla una y otra vez. Sin embargo, en ocasiones se da la circunstancia de que la semejanza se convierte en una copia prácticamente idéntica.
Así, el pasado mes de mayo publiqué la crítica de “Objetivo: La Casa Blanca” y podría limitarme a repetirla en “Asalto al poder”, cambiando exclusivamente los nombres de las personas que han intervenido en su realización. De hecho, cuenta lo mismo, de igual manera y repitiendo los errores de aquella: un ataque terrorista sobre la residencia del Presidente de los Estados Unidos, tomando a éste como rehén y con un joven aspirante a formar parte del Servicio Secreto que se enfrenta solo a los enemigos. Hasta tal punto ambos largometrajes son un calco que en los dos se comete el imperdonable defecto (máxime en el cine de acción al que pertenecen) de desperdiciar los primeros treinta minutos de proyección sin entrar a fondo en la historia.
En esta ocasión el director es Ronald Emmerich, cineasta que basó la campaña de propaganda y publicidad de su cinta “Godzilla” en la frase “El tamaño importa”, perfecto reflejo de su modo de entender este género cinematográfico. Responsable de otros títulos como “Independence Day”, “El día de mañana” y “2012”, se caracteriza por tratar de impresionar a los espectadores por la vía de la nave extraterrestre más grande, la ola gigante más destructiva o el fin del mundo más devastador, en una continua carrera por trasladar a la gran pantalla el mayor espectáculo visual a base de millones y millones de dólares dedicados a efectos especiales en detrimento de un buen guion. Por eso recurren a tipos como el protagonista de la novela “Karoo”.
Algunas de las escenas pueden resultar entretenidas a los incondicionales del género y se aprecia con claridad dónde se han invertido los ciento cincuenta millones del presupuesto. Pero el problema de fondo no se puede arreglar con dinero, ya que reside en la misma penosa reincidencia en las mismas propuestas de siempre de un tema ya agotado. El público se sabe la película de memoria, el principio, el intermedio y el final, y así es muy difícil alcanzar el nivel necesario de tensión y generar el clímax adecuado. Para colmo, el afán de repetir el éxito comercial no les ha salido bien, ya que en Norteamérica apenas han recaudado setenta millones de dólares y ni siquiera a nivel mundial recuperarán la inversión. No obstante, estoy convencido de que los productores tampoco ahora aprenderán la lección y seguirán repitiendo el mismo error en el futuro.
Obviamente, los actores son incapaces de solventar las deficiencias del film con sus interpretaciones, ni el joven Channing Tatum (conocido por “Querido John” o “Todos los días de mi vida”), ni el versátil y eficaz Jamie Foxx (genial en “Collateral”, “Django desencadenado”, “Dreamgirls” o “Ali”), ni un desaprovechado y casi retirado James Woods (“Las vírgenes suicidas”, “Casino”, “Salvador”). Podrán rescatar al Presidente, pero no la película.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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5
19 de abril de 2013
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una escena a escasos diez minutos de su inicio resume certeramente las pretensiones de este largometraje. Durante un combate sin piedad entre seres vivos y muertos vivientes (que incluye disparos en la cabeza, salpicaduras de sangre y restos de órganos por todas partes), suena de fondo la romántica canción “Missing you” de John Waite. Simultáneamente, uno de los zombis que comenzó la pelea observa, quieto y embobado, a una humana que continúa disparando a sus adversarios con cara de furia. La combinación entre lo tétrico y lo sentimental es perversa y rara vez se resuelve con acierto. Como ejemplo de éxito, tal vez a más de uno le encaje la magnífica “Drácula de Bram Stoker”, dirigida por Francis Ford Coppola hace más de veinte años y en la que resolvió con brillantez esa mezcla tan inusual. Pero, en todo caso, cualquier comparación entre ambas es un sacrilegio.
“Memorias de un zombie adolescente” cuenta la historia de un cadáver que deambula perdido y que, tras establecer una relación amorosa con una bella humana, descubre que puede revivir de forma paulatina nuevamente. Como contrapunto al romance, la lucha a muerte (término discutible, lo reconozco, cuando uno de los combatientes se supone que ya está fallecido) entre ambos bandos trata de crear una atmósfera de tensión. Sin embargo, guionista y director desperdician estas bazas a su favor ya que, pese a que la trama pudiera resultar original y llamativa, no llevan la propuesta hasta el límite. La parte del film más cercana al terror adolece de intensidad, contundencia, riesgo y agilidad. La narración presenta un ritmo, más que lento, monótono y anodino, lo que impide generar en el espectador la emoción necesaria para alcanzar los objetivos propios del género. Como cinta romántica, también se queda a medio camino. Aunque ésta es la verdadera esencia de la obra, los defectos en los que incurre la faceta terrorífica la contagian y terminan por afectar al conjunto. Aun así, este título se sitúa por delante de la mayor parte de largometrajes destinados al público adolescente, dado que se desmarca del tono mediocre, repetitivo y grotesco de otras muestras dirigidas a este concreto sector.
Su realizador es el joven Jonathan Lavine, quien sí destacó en 2012 con “50/50”, comedia nominada al Globo de Oro, así como su protagonista -el versátil Joseph Gordon-Levitt-. Me atrevería a asegurar su pertenencia a una nueva generación de prometedores cineastas que despuntará en un futuro próximo, aunque considere que en esta ocasión ha dado un paso atrás en su carrera.
La pareja protagonista está formada por el británico Nicholas Hoult (“Un niño grande”, “Jack, el caza gigantes”, “Furia de titanes”, “X-Men: primera generación”) y la australiana Teresa Palmer (“Soy el número cuatro”, “El aprendiz de brujo”). Incomprensiblemente, un actor de la entidad de John Malkovich, con memorables interpretaciones en títulos imprescindibles de la historia del cine, desempeña un papel secundario que desentona claramente con su trayectoria profesional.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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