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Rusia Rusia · Stalingrado
Críticas de Ferdydurke
Críticas 2.808
Críticas ordenadas por utilidad
2
13 de enero de 2018
9 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda Guerra Mundial. 1942. París.
Nazis muy malos, muy malos, muy malos persiguen a judíos muy buenos, muy buenos, muy buenos. ¿Os suena? (Sí, lo sé, no tengas pudor, reconócelo, no seas modesto) Como una nana que nos arrulla a todos los seres humanos antes de coger el benéfico sueño.
Son militares contra una familia. Padre, madre y cuatro hijos.
La película se centra en la escapada de los más pequeños. Sus vicisitudes, alegrías, miedos, horrores y peligros.
Tú te identificas con los niños, eres bueno como ellos, no malo como los nazis, tú eres víctima, nunca victimario, contigo se ceban las injusticias, tú no las cometes, los demás son culpables, tú sufres sus pecados, ellos te infligen dolor, tú lo recibes, ellos merecen castigo, tú, premio.
Si logras ser parte de su sangre, aire de su espíritu, si te incorporas a esa entente, a ese bello tándem, esta película es para ti.
Si fracasas en el intento y no atisbas más que a ver una suma grosera y muy manipulada sucesión de tópicos sensibleros y maniqueísmo de garrafón, si rechazas esas escenas forzadas para crear tensión, con el corazón en la garganta por el miedo a que pillen a los benditos polluelos los malvados hijos de satanás, si te carga tanta banalidad y obviedad, tanta cursilería y efectismo, tanta postal, colorín y niño rubio en primer plano con sus ojos logrados (con ese amor tan inverosímil y postizo a última hora), tanto buenismo inapropiado y caricaturescos villanos de tebeo, de telenovela por entregas, una visión de la guerra tan esquilmada, simplona y reducida, una mirada sobre el mundo tan prefabricada, tranquilizadora y oficial, tan inofensiva y aplaudida, tan incorporada a nuestra esencia que ni ya somos capaces de distinguir si nosotros la inventamos o es impuesta, y que nos da seguridad, cobijo, refugio, la posibilidad cierta de tener por lo menos una verdad inquebrantable, incuestionable en el mundo, una base sólida con la que empezar a reconstruir la vida y poder, así, tratar de recuperar el sentido perdido, tan elusivo y huidizo, tan tramposo y vengativo, si quisieras tú mismo, por lo tanto, por tanto, inevitablemente, degollar uno a uno a esos seres tan educados, valientes, rectos, generosos, amorosos, bellos, tiernos, alegres, inteligentes, cultos y musicales, con saña feroz, como compensación por no poder sentirte parte del grupo de los elegidos, debido seguramente a tu defectuosa fabricación, material dañado y sin solución, de los santos, de los mártires, de los perfectos, si tanta desgracia acumulas y eres tan torpe, bárbaro o corto, quizás entonces, esa papilla en forma de película no la tragues, se te indigeste, la quieras devolver, no puedas con ella, ya está, no pasa nada, déjalo, el asunto es sencillo, simplemente tú no eres de los nuestros, estás en el lado equivocado, debes reformarte y mejorarte, pasar unos exámenes, ya veremos si puedes.
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Ferdydurke
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4
11 de noviembre de 2017
9 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un 7-Eleven es el centro neurálgico de las operaciones marginales/comerciales del desnortado y atontado protagonista (¿álter ego del director?). Y con ello no puedo, lo siento, con el corazón, que con el alma no puedo, evitar recordar un equipo ciclista de los USA que allí o mejor allá por los años ochenta tenía un cartel de lujo. En concreto me levanto y aplaudo por Raúl Alcalá y Andy Hampsteen (son los que ahora recuerdo). El primero fue un cometa fugaz (en el ochenta y nueve voló en una contrarreloj y poco después casi desapareció). El segundo, un sólido corredor de gestas incontables, aunque sin llamar demasiado la atención ni alzar la voz (nombro la mítica etapa del Gavia y todos a callar -ni los tercios de Flandes hubieran soportado aquel día de frío glacial y tanta adversidad en tierras italianas con Breukink, el fino holandés, de por medio). Fue, quizás, la otra cara del más destacado y espectacular Greg LeMond. Y ambos, los padres del tiburón felón Lance Armstrong. En mis entrañas están muchas de esas etapas. Son ya parte de mi sangre. Un hurra por ellos.
El absurdo no se puede contar a través de más absurdo. Eso es un error de novato. Solo supone flojera, fofas situaciones, ridículos resultados. Es justo al contrario. Debe ser tratado con exquisito y feroz rigor cirujano, desmenuzado minuciosamente, expurgado y calificado con denuedo, hasta que no quede nada de dispersión o consuelo. Es el único modo. Es lo mismo que pasa a la hora de escribir. Lo contrario de lo que se piensa, me refiero a que requiere, la escritura, si es buena de veras, y salvaje y a contracorriente y virulenta y revulsiva y lasciva, exige un autor espartano, de clausura, un monje claretiano que no gaste ni un gramo de fuerza en tontas distracciones, en vicios menores. Lo cual no ciñe su vida los trescientos sesenta y cinco días de año, también caben, toda virtud demanda sus numerosas excepciones, escapadas, huidas a lo oscuro, severas depresiones, decadencias morrocotudas, saborear el túnel, perderte y destruirte para poder volver más fuerte y sabio y nuevo.
En la sala de proyecciones en la que este humilde escribidor estaba, también se encontraba una buena mujer de risa generosa, exuberante, sin prejuicios ni vergüenza la exhibía, su constante alegría, a todo el que quería. Y eso me hizo darme cuenta de una cosa que ya había olvidado: el continente hace el contenido, el contexto crea la obra, las carcajadas de la buena señora provocaron en mí, por imitación y contagio y descubrimiento, también cierta gracia, logré entender el humor soterrado, escondido pero muy evidente, que se me había quedado desvaído, desangelado y un poco como desapercibido en esta obra o coso, sueco.
Nada tienen que ver estos tres párrafos consecutivos. Lo sé. ¿Importa?
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Ferdydurke
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3
6 de febrero de 2018
6 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es Orloff. Es Buñuel. Lo sé.
Completamente ridícula y simpáticamente pueril en su aspecto más cutreterrorífico.
Tremendamente soporífera en lo demás. En las disquisiciones policiales y los ñoños enredos amorosos.
Su elegancia, buena dirección y cuidado no impiden que la obra debería ser prohibida para niños no lactantes, podría perjudicar seriamente su salud intelectual y afectiva en su esperada madurez.
Un convencionalismno de cartón piedra, tebeo o serial radiofónico y un misterio/intriga paleolíticos adornan esta función tan bonachona y amable como inane y boba.
Es como observar fotos carcomidas por las polillas a cámara lenta. Es la antigüedad en su sentido más narcótico y primitivo. Como si determinado cine añejo fuera un arte en pañales, balbuciente, muy tierno y tonto.
En fin. Para comérselos a besos. No para verlos. Para adoptarles y abrazarles. Para enamorarse de ellos. Para quererlos. Nunca dejarles que te lo cuenten, tratar de escucharlos o entenderlos.
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Ferdydurke
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3
6 de diciembre de 2017
6 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hace falta haber leído a Chomsky o estudiado en una universidad de reconocida raigambre y rancio abolengo, ni Harvard ni Yale importan demasiado, tampoco es necesario haber estado en cualquier estado norteamericano algo más de un rato, ni la famosa e indispensable Nueva York haber visitado con el fin, sobre todo, de luego, durante el resto de tu feliz y larga vida, contarlo todo, con pelos y señales, lujo de detalles, a toda la parentela y a los, más o menos, conocidos, guapa turra, ni conocer su política, su senado, su gobierno, su sabroso derecho, su departamento de estado a fondo, su interesante historia, economía, política exterior, ninguno de todos esos aspectos te hubiese merecido la pena haber investigado, el enorme esfuerzo de tener que leer, preguntar, vivir, estar, viajar, conocer, en fin, todo hubiese sido demasiado, inútil, excesivo, muy forzado, de frenada te has pasado. Para qué tanto frenesí y movimiento denodado si tienes comedias de su patria, de las suyas, todo el año, al alcance de la mano, a partir un piñón. Hubiese sido un derroche tonto, un gasto inadecuado, un ejercicio inapropiado si todo lo que alguna vez quisiste preguntar y no te atreviste, lo podías haber visto en un drama, en una historia romántica, en un película, en definitiva y resumen, de su industria e idiosincrasia, de su entretenimiento asegurado y su moralidad verificada, de su ideario tan bien alimentado y regado. Yo te invito a que vayas al cine más cercano para que lo compruebes, allí encontrarás toda la información, y opinión, que siempre has buscado o deseado. No hace falta más que echar un simple vistazo a sus vidas, trabajos, propiedades, sueldos, lugares, para saberlo todo, el estudio completo de mercado. Si, por ejemplo, en cualquier anodina historia observas cómo simples albañiles o camareras, cerrajeros o carteras, parados o niñeras tienen casas como continentes enteros, coches como bosques y metros cuadrados de terrenos como la selva esmeralda llenos, si, además, cuando llegan las queridas navidades, gastan regalos, luces, viajes, coches, el presupuesto entero de un país africano y verdadero, cómo luego, por fuerza, obligatoria, inevitablemente, no van a estar preocupados por el estado del mundo, por las materias primas, por los yacimientos, minerales, piedras, gobiernos, revueltas, meneos y demás acontecimientos que pasan cada día en todos los lugares de la Tierra, cómo no van a intentar administrar todos los recursos naturales con buen criterio, el gas, la energía, la comida, el petróleo, el carbón, el algodón, en fin, cómo no se van a preocupar de que todos los elementos en juego estén bien dispuestos y predispuestos, preparados para un imprevisto y/o azaroso consumo o necesario uso, para su disfrute y gozo, la despensa bien llena, si cualquier norteamericano medio de sueldo la mar de moderado gasta, tiene acceso a propiedades y bienes y lujos y posibilidades qui ni el más rico potentado del resto del orbe puede siquiera imaginar soñarlo, ni hablar de los pobres que viven como chinches en un rincón saturado e infectado/infestado o directamente se mueren de hambre que esto no es un sermón ni un discurso, solo un apunte no carpetovetónico y no quiero ponerme triste ni cagarme en todo lo contado, en los muertos de naide, que solo es una comedia de reír y todo lo demás son ganas de aburrir al personal con poses y gestos o dichos que ni el más alcornoque quiere ni debe, era solo un rodeo, balas de fogueo, plegarias en el desierto, regüeldo desconsolado, atontado mareo. Pero no es solo eso, ni mucho menos, lo que te muestran con extrema generosidad en sus abigarrados cuentos los norteamericanos, más te dicen si afinas el ojo y pones el oído, atento, despierto, pendiente, decidido, muy concentrado. Te comentan, explican o ilustran las nuevas tendencias, los aires de cambio, la reyerta futura, el presente elucidado y aclarado. En este caso concreto, te vienen a iluminar el funcionamiento perfecto de la familia moderna, su estructura básica, su forma lograda, acabada, su idea central, el arquetipo... comunal como solución colosal, fenomenal, como destino final. Es la única manera viable, posible y pausible de organizar tanto lío, tanto padre, madre, abuelo, hijo, nieto, tío, suegro, separado, divorciado, juntado, revuelto, vuelto, masticado y, al fin, y al cabo, era hora, vomitado. Pon una comuna en tu vida (desde la Edad Media, pasando por la revolución francesa, el estallido hippie y el mayo del 68, hasta llegar a nuestros días felices en boca de la insigne y conspicua ilustrada Anna Gabriel, no tan cantante, más bien contante y sonante, es un término o concepto fértil y sugerente, una especie de ideal que mantiene su fuerza intacta y de ahí su recuperación, por otra parte tan desapercibida, para la causa, en esta obra. Lo más novedoso o transgresor suele pasar de contrabando muchas veces mezclado con los productos más inertes, para disimular y poder hablar con mayor claridad, de incógnito, me llaman el desaparecido) y todo será puritita alegría, las penas compartidas son menos y la unión hace la fuerza, el egoísmo se diluye y el bien general es una marea. Súmale a la vida comunal el inefable (engrasante necesario, la libertad debe ser total, sin medias tintas) amor sin cortapisas ni reglas, el sexo abismal, y todo resuelto. Sea. Incesto fructífero entre hermanos, padres e hijos, promiscuidad sana entre madres, nueras, nietas y abuelas, qué importa si todo aporta y ayuda cuando no sabes quién es él, o ella, y hace frío, no me chilles que no te veo y hazme un hueco que ya veremos, el monte y el orégano. Hijos que no se sabe de quién son, padres sustituibles y madres de pega, un frenesí goloso y un regaliz para la familia entera.
Nos centramos: economía de mercado universal (o despotismo ilustrado democrático norteamericano: todo para el bien del mundo pero sin el mundo) + libertad conyugal-marital-corporal-contractual y el mundo nunca será ya igual, a gozar/garchar que no durará.
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Ferdydurke
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3
29 de marzo de 2022
5 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al agua, patos.
Película conservadora que ensalza los viejos tiempos y valores en detrimento de los actuales, sea, una crítica feroz (bueno... ) al Mayo del 68, a Jane Fonda con sus muchos sucesivos maridos o parejas (este último es un Juan Lanas de manual o campeonato, un melifluo petimetre, aburrido de él, a no tardar, ella le dará la tan merecida patada, claro, y a por el siguiente, otro) y sus continuas recriminaciones o quejas cuitas victimistas freudianas a cuestas, dignas de mejor causa, bastante chuscas o zarrapastrosas y/o ridículas, esa turra (mi papito no me mima ni me quiere, qué hago yo ahora con mi puta vida tras tanto) tópica.
Él es un cascarrabias de buen (el mejor que se muere de tanto usarlo) corazón y ella es un buen corazón que es un amor o primor. Una pareja de las de toda la vida de dios, de las de antes, cuando la gente se casaba para siempre, hasta que la muerte, de verdad, los separe, no se divorciaban ni se separaban, no les cabía en la cabeza semejante trauma, era otra cosa, se iban a la tumba después de un matrimonio pleno de felicidad y sentido, enamorados hasta las trancas como el primer día, indisolubles e indivisibles, unidos frente a la parca, he dicho. No como sus hijos o nietos descastados y grotescos, preñados de insatisfacción y deseo sin dirección ni motivo, envasados al vacío.
La película es ñoña y pesada tontorrona, previsible y telegrafiada, muy remarcada, parece, por lo poco sutil, más bien gritada, el mensaje te lo lanzan o arrojan a la cara. Es de las que tanto gusta a todo quisqui porque al final to er mundo é güeno y, claro, nos deleita y hasta hechiza mirarnos en ese justo y delicado espejo que nos devuelve siempre el mejor reflejo, el que nos habla de la inusitada belleza interior que se nos sale por los poros y de los mejores sentimientos que rebosan como el agua en la cascada, de que, tarde o temprano, los problemas más incrustados y añejos se arreglan o redimen resuelven y que hasta la muerte espera pacientemente, a la cola se pone, si tú tan amablemente se lo propones.
La sobriedad de él le gana la partida a los muchos mohínes de ella.
Cómo estaba Jane Fonda, artificiosamente estupenda, mayestática, hermosa, esplendorosa, pintada, prieta, fibra, dibujo, animada.
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Ferdydurke
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