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Críticas de Gabi Oldman
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Críticas 96
Críticas ordenadas por utilidad
3
27 de noviembre de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El fin del Mundo se acerca, pero nunca sabremos por qué. Esta es, a gran escala, el resumen de este film basado en una novela ganadora del premio Pulitzer.

Y no es que el planteamiento de que algo suceda sin explicación sea una mala idea, el problema es que nadie se lo pregunte, ni pase nada más. Quizás en un corto de dos minutos, esto sería una obra maestra. Pero ver durante dos horas a un padre de familia, bien interpretado por Viggo Mortensen (menos mal), que no se fía de nada ni de nadie, y más catastrofista que la película en sí, junto a su hijo (Kodi Smit-McPhee), un niño que desconoce el mundo anterior a la tragedia y, por supuesto, de ideas opuestas a su progenitor, que caminan hacia la costa (¡toma topicazo!), donde los envió la mujer y madre, respectivamente, de los muchachos, una Charlize Theron que desaparece de la forma absurda después de darles la “solución”, me parece excesivo, irritante y sin sentido.

Quizás sea yo, pero, salvo la impecable ambientación, no le he encontrado nada a esta película. Y, obviando otros muchos detalles, lo peor de todo es el final, que no desvelaré por si a alguien se le ocurre verla.
Gabi Oldman
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6
27 de noviembre de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El retorno del mítico policía que inauguró el subgénero de la blaxploitation allá por los años 70, no podría tener mejor cara que la de Samuel L. Jackson, que lleva en la sangre el espíritu de este género. No podría decir lo mismo de la película, que se deja ver bien pero no tiene el encanto de la original. Pese a tener todos los ingredientes falla en el absurdo intento de querer hacerla más comercial.
El reparto está bien elegido, con un Christian Bale con la careta de su personaje en “American Psycho” (2000) y una secundaria, siempre olvidada, pero que para mi merece más atención, como es Toni Collete ("United States of Tara").
Gabi Oldman
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7
24 de enero de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El género del western no parecía pasar por su mejor momento en los últimos años. La espectacularización o la era de los efectos especiales, en los que el género poco puede hacer, tienen parte de culpa de su estancamiento. La época dorada del cine del oeste de los años ’50 posiblemente no vuelva, sin embargo, y por fortuna, se pueden ver pequeños grandes destellos en films que no pasan desapercibidos por ningún espectador con mínimo grado de exigencia.

Desde que Clint Eastwood dirigiese lo que la crítica denominó “el western definitivo”, allá por 1992 titulado Sin perdón, han sido varios los intentos de ya no renovar sino crear productos de buen cine. El siglo XXI nos ha traído sorpresas como Kevin Costner con su Open Range (2003), el irregular pero siempre de interés James Mangold con El ren de las 3:10 (2007), los hermanos Coen con el remake de Valor de ley (2010), o incluso su cinta No es país para viejos (2007) que poseía ciertos aires cercanos al western. Sin olvidar a uno de sus máximos devotos como es Quentin Tarantino, con Django (2012) y la recién estrenada The Hateful Eight (2015).

Si los Coen nos enseñaron que se puede superar al clásico, si Tarantino ha podido reciclarlo, incluso Kevin Costner ha logrado mostrar su mejor cara gracias a este género, y James Mangold consiguió recrear escenas de acción modernas sin perder la esencia del western, Tommy Lee Jones demuestra con The Homesman que el cine del oeste no ha muerto.

En su segundo largometraje como director, que también escribe y protagoniza, Jones, adaptando una novela cuyos derechos compró en su día Paul Newman, hace un retrato de la sociedad norteamericana de la época bebiendo de los clásicos pero desde un punto de vista crítico, más cercano a su colega Eastwood, en cuanto a la destrucción de mitos, que a John Ford.

Se trata de una película modesta pero llena de ambición, dirigida con gran soltura y la sobriedad de los clásicos, con una excelente fotografía de Rodrigo Prieto, en la que dos antihéroes tozudos y orgullosos están condenados a entenderse en una historia llena de pequeños matices que rompen con los tópicos del género. El sueño americano y el honor yanqui son valores puestos en duda durante todo el metraje, convirtiendo a la cinta en una oda hacia el individualismo.

Hilary Swank, de nuevo con aspecto de Matt Damon con peluca como la propia actriz se describió tras Boys Don’t Cry (1999), interpreta con su talento habitual a la protagonista del film, una eterna soltera que se presenta voluntaria a llevar a tres mujeres que han enloquecido de Nebraska a Iowa. Así se cruzará en su camino con un viejo solitario al que da vida el propio director.

El reparto lo completan Grace Gummer, hija de Meryl Streep vista en Aprendiendo a conducir (Isabel coixet, 2014), Miranda Otto, la Éowyn de la trilogía de El Señor de los Anillos y la danesa Sonjia Richter. Les siguen una galería de secundarios de lujo como son Tim Blake Nelson, John Lithgow, William Fichner y James Spader. Además de la aparición de Jesse Plemmons, de moda actualmente por su papel en la segunda temporada de Fargo, y la propia Meryl Streep en un pequeño papel.
Gabi Oldman
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9
18 de julio de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un Hollywood fantasmal, narcisista y al borde de un ataque de locura es lo que nos dibuja David Cronenberg en esta sátira, en clave de comedia muy negra, del mundo del star system de la fábrica de sueños, léase aquí pesadillas.

Envuelta en un halo de misterio, el peculiar estilo morboso y enfermizo del director canadiense no queda tan explícito como en obras anteriores sino que permanece oculto tras el barniz glamuroso de Hollywood, aunque en continuo peligro de explosión. Personajes al límite que bajo un estado de pacífico delirio esconden monstruos llenos de ira por culpa de unos complejos que nos son capaces de admitir.

Largos planos dirigidos con gran pulso imprimen al film ese carácter de cine de autor, con sello propio, que si bien pueden recordar en cierta forma a David Lynch o a Jim Jarmusch, Croneneberg cuenta con suficientes tablas para hacerlos suyos sin que huela a plagio y anulando esa pretenciosidad de tantos directores primerizos (o no tan primerizos).

El guión, escrito por Bruce Wagner, quien trabajó como chófer de celebridades en los ’90 y cuya experiencia produjo una novela gráfica y una miniserie, Wild Palms (1993), cuenta con unos diálogos brillantes plagados de ironía que esconden un peculiar y muy negro sentido del humor.

La historia gira en torno a la relación de varios personajes y el cambio que supone en sus vidas la llegada de una joven misteriosa interpretada por Mia Wasikowsa, la Alicia de Burton, que sin llegar a deslumbrar parece haberse convertido en actriz fetiche del cine indie como demuestran sus apariciones en Sólo los amantes sobreviven (Jim Jarmusch, 2013) o Restless (Gus Van Sant, 2011), entre otras.

Pero la que parte la pana en la cinta es, sin ninguna duda, Julianne Moore: la pelirroja nos deleita con la que podría ser la mejor interpretación de su carrera metiéndose en la piel de una neurótica actriz en decadencia, al estilo de una moderna Gloria Swanson de Sunset Boulevard (Billy Wilder, 1950). La magistral forma en la que aguanta largos primeros planos y la facilidad con la que es capaz de llevar a cuestas un complejo personaje lleno de matices, hacen ver a una de las actrices que mejor ha llegado a su madurez.

Por otro lado, John Cusack abandona su habitual faceta de hombre bonachón para convertirse en un convincente terapeuta algo desequilibrado. El joven Evan Bird apunta buenas dotes interpretativas en su papel de niño estrella con tendencias psicópatas. Olivia Williams, la mujer de Bruce Willis en El sexto sentido (M. Night Shyamalan, 1999), se muestra bastante cómoda como la madre protectora del chico prodigio. Y un recatado Robert Pattinson cierra el reparto de protagonistas como chófer-enlace de las historias. Además de la curiosa aparición de Carrie Fisher como Carrie Fisher, literal.

Una película muy cruda, en la que te sorprendes riendo en los momentos más inesperados, que hunde en la miseria de una forma realista, macabra y con mucho sentido del humor los mitos de esas estrellas a las que tantos envidian.
Gabi Oldman
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7
4 de abril de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los últimos años, Woody Allen nos ha (mal)acostumbrado a intercalar de forma casi mecánica un film brillante con otro no tan brillante, a veces ni tan siquiera eso. Vicky Cristina Barcelona (2008), Si la cosa funciona (2009), Conocerás al hombre de tus sueños (2010), Midnight in Paris (2011), A Roma con amor (2012) y Blue Jasmine (2013). Cierto es que rodar una película al año no está al alcance de cualquiera, y mucho menos hacerlas bien. Pero un autor de la talla del newyorkino no debería tener problemas, o al menos es lo que da a entender su extensa y casi siempre genial filmografía.

En esta ocasión comprobamos que las estadísticas no siempre funcionan, aquí se rompen. Después de la gran Blue Jasmine, muchos, incluyendo un servidor, esperábamos la decepción del año y, por suerte, no ha sido así. A pesar de que no está a la altura de lo mejor del director, ni de su predecesora, perdón por la comparación, sí mantiene el estilo característico de rapidez de diálogos plagados del ingenio Allen.

La película está rodada con estilo muy clásico, ciertos planos recuerdan a lo mejor de los años ‘20 y ’30, adaptados a un modo actual de hacer cine sin caer en la disonancia, junto a una fotografía inmensa. La composición de cada plano sin que se escape ningún detalle y, a su vez, sin sensación de artificio convierten a la imagen en algo más que un intercambio de palabras. Casi magia.

Magia, que es de alguna forma de lo que trata la película. Un duelo entre lo racional y lo irracional, entre un mago interpretado por Colin Firth, siempre correctísimo en cada papel que hace, y una médium, genial Emma Stone a pesar de que el doblaje al castellano no le haga ningún bien. Woody Allen ironiza como él sólo sabe ambas partes, sin colocarse en ningún momento del lado de ninguno. Al igual que en el amor, traspasando eso de la magia, nadie puede ponerse en un lugar. No es posible encontrar, a priori, lo racional de lo irracional, ni viceversa. Y, en cierto modo, ¿qué importa?

No es una de esas enormes ironías rebanadoras de cabeza de reír a mandíbula batiente de Mr. Allen, puestos a comparar, y se echa en falta el aprovechamiento de secundarios. Sobretodo Jacki Weaver, que está espléndida con un personaje a medio exprimir, y una Maria Gay Harden algo ensombrecida. Pero lo que sí tiene Magia a la luz de la Luna es ese ello que va más allá de los típicos títulos de crédito con fondo jazz. No es un gran Allen, pero es un buen Allen, y esto, a pesar de ser un director al que se le podría exigir, es mucho más de lo que se puede ver hoy.
Gabi Oldman
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