Cine hecho por aficionados, y probablemente pensado en un público concreto de aficionados. Eso es "Como todas las mañanas". Para empezar, el film comienza abruptamente, sin logotipo ni nada que identifique que va a comenzar. Vamos, como cuando Pepe el de la farmacia graba la comunión de su niño o como cuando de joven grababas con amigos un chiste con tu videocámara.
El problema de la democratización del cine que supone la facilidad de acceder a una cámara digital, con un coste mínimo, es el de películas como esta. Gente sin talento pero con amigos. Amigos que por eso acceden a aparecer en la cinta. Y el resultado es una cosa hecha con amigos, que los que no somos partícipes de la broma vemos con asombro.
Esta película, que no es tal, sino una mera sucesión de monólogo con mayor o menor gracia concatenados y conectados, es la quintaesencia del gafapastismo, si es que hemos de entender como tal su humor. Es decir, no podemos decir que Mariano Ozores hacía películas "low cost" que daban mucho dinero y que hacían reir a millones de españoles, porque si lo decimos somos cutres y casposos, pero si decimos que nos ha gustado esta cosa, u otras similares, los gafapastas patrios nos aplaudirán. El ejemplo perfecto es la reciente "El mundo es nuestro". La película es, abiertamente, un remake de "Todos al suelo", película ochentera de Ozores con Pajares y Esteso. Muy divertida, por cierto. Los creadores del asalto al banco andaluz copiaron el asalto al banco Mistral de Ozores, y lo copiaron muy bien. Pero claro, para el gafapasta, hay que aplaudir el remake y no el original. Por algo se fijarían en el original, vamos.. digo yo.
Por último, esa reflexión de la crisis que la película quiere hacer..... es tan absolutamente absurda y delirante que no produce humor sino pena. Pena por el hecho de existir gente que se toma tan en serio una broma, con lo paradójico que eso supone.
En fin, hablar sobre esta película es hacerlo sobre el vacío, por que dudo que dentro de cinco años este film tenga en esta página más de 200 votos. Es una película hecha por dos para que la vean cuatro. No se verá en cines, no se verá en TV, y no, no se verá en ningún otro lado. Ah, sí, que la quieren poner en filmin. Pues allá ellos.

Vacia. Completamente vacía y más una narración literaria que una película. Siendo sinceros, como libro sería un buen libro. Como película es de una pretenciosidad intelectual tan grande que se convierte en ridícula.
Para más inri, la versión en castellano, anula las interpretaciones de los actores por completo, ya que la propia directora se encarga de que la única presencia del film sea la suya propia.

Veo la serie en Prime Video y me pregunto qué es, así que le doy al primer capítulo. Sorpresa al ver que es de los zafios creadores de La que se avecina, y más sorpresa todavía al ver que esta serie no tiene nada que ver con la otra, salvo lo coral de la propuesta.
Esta es una serie blanca, que parece casi de Antena3, una especie de "Allí Abajo" rural. Y aunque quieren, no pueden. No consiguen la sonrisa que uno debería echarse con ella.
Los paletos están muy caricaturizados. Demasiado. Los urbanitas muy etiquetados. Demasiado. Pocas ideas y mucha fórmula. Y claro, la serie, al tercer capítulo, la dejas como ha sido el caso en mi casa.

Millán está para matarlo. Quizá Ingrid Rubio se salva. Lo de Areces empieza a ser ya "hacer de Areces".

Insufrible subproducto que, con los parabienes de la crítica gafapasta ha conseguido hasta cierto reconocimiento en el Festival de San Sebastían.
Me las prometía felices cuando comencé a verla, y deseaba que me gustase, pues confío en la renovación del cine español. Y sin embargo, a los 10 minutos me aburría. A los 20 me aburría más. Y a los 30 estaba acariciando mi móvil para utilizar el whatsapp.
Lo de mala es decir poco, pero la presencia de Ramón Barea y Manolo Solo salvaron mi atención durante los minutos, no demasiado amplios, en que aparecen. La protagonista, la joven Marian Álvarez, se limita a poner caras. Casi no habla y su interpretación consiste en poner cara de retortijón todo el tiempo. Pues vale. Que sí, que todos sabemos que hay gente que tiene problemas como los de la protagonista del film. Pero eso no da como para hacer una película.
En fin, una pena más.

El cine siempre se ha utilizado como medio propagandístico. Esta película es pura propaganda anti corporaciones, anti capitalismo, y todo lo anti que se quiera desde el minuto 1, pero descarada -y ahí está el problema-. Porque no es que no lleven razón en lo que denuncian, es que lo hacen tan descaradamente que resulta burdo.
La recién llegada es jefa desde el primer día, y se enfrenta a problemas morales que resuelve con rapidez porque necesita el empleo. La -casual- amiga con la que se reencuentra, tiene serios problemas de todo tipo, y no hay redención para ella.
Al final, todo se trata de una simple cuestión de discurso. Todo el asunto del espionaje a empleados (o control, por decirlo así) estaba ya planteado en 1990 por Joe Dante en GREMLINS 2, en una mítica escena con un Henry Gibson despedido por fumarse un pitillo en su jornada. Esa crítica mordaz al capitalismo salvaje se conseguía en apenas un minuto. Aquí necesitan 60.