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España España · Madrid
Críticas de Pedro
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Críticas 265
Críticas ordenadas por utilidad
8
5 de febrero de 2006
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Steven Spielberg rueda aquí un thriller político en el que no permanece al margen de los personajes. Aunque en un principio cuenta unos hechos como si de un documental se tratase, pronto nos mete en la piel de los protagonistas. Y dentro de ellos nos arrastra en un debate entre su frialdad, sus ideas, sus miedos, sus dudas... La sobresaliente última parte de la película, en la que el personaje interpretado por Eric Bana nos muestra la cruda realidad del asesino cuando alcanza la plena consciencia, es también la voz de Spielberg y se nota. ¿Dónde están las pruebas?¿Por qué no les detuvieron y juzgaron? Una cruda realidad del eterno dilema entre las dos formas de entender la justicia que ha supuesto una bofetada a algunos a los que esta película ha resultado incómoda.

Pero no es sólo esa implicación valiente del director el mérito de la película. Es que además "Munich" desarrolla un guión muy bueno con un ritmo bastante dinámico que hace que las casi tres horas de metraje se nos hagan bastante más cortas. Tanto la música de John Williams, como la fotografía, el montaje y, por supuesto, unas interpretaciones en primera línea redondean un trabajo más que notable.

La historia está inspirada en el libro "Venganza" de George Jonas, que recoge en clave de acción e intriga hechos reales revelados al autor por un agente del Mossad cuya identidad permanece en secreto, y que prologó la edición del libro en 2005 preguntándose si lo que tuvo que hacer fue una respuesta correcta de Israel a la violencia terrorista. De esa venganza es de lo que trata la película, y en el toma y daca de venganzas que suceden a venganzas se implica Spielberg hablándonos incluso hasta el último fotograma, donde además de una explicación con letras sobre el futuro de algún personaje, antes del fundido en negro que da paso a los títulos de crédito, vemos una más que explícita imagen de Nueva York...
Pedro
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9
6 de diciembre de 2005
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Woody Allen inicia una magnífica metáfora partiendo de la pelota de tenis que choca contra el borde de la red, y la cierra casi dos horas después en una brillante secuencia junto al río en la que convierte el azar, la suerte, en protagonista. Pero no sólo la suerte es protagonista… En la primera aparición en pantalla del tenista, sus lecturas de Dostoievski parece que serán también premonitorias: “Crimen y castigo”. Sin embargo, para saberlo con certeza será imprescindible ver hasta el último segundo del metraje en el que nos mezcla un variopinto cóctel de azar, culpa, amor, lujo, egoísmo, infidelidad..., cuyo sabor no terminaremos de identificar hasta el mismo final.

Excelente guión desarrollado en clave dramática que a través de una narración con tintes costumbristas nos retrata el entorno de la alta sociedad londinense, pero sin olvidar ciertas dosis de humor, aunque en este caso más frío, fruto del sarcasmo y no de la fina ironía propia de otros trabajos del director. Humor casi negro que se hace hábilmente más patente según se desarrolla el desenlace tras el inesperado giro argumental que transforma la historia en la más pura intriga y suspense hitchcocknianos. Así el espectador en unos trepidantes veinte minutos finales acaba sorprendido, zarandeado, apabullado y finalmente exhausto de admiración por todo lo que acaba de plasmarse en su retina.

Si bien hay poco realmente novedoso en la historia que se nos ha presentado, e incluso el argumento recuerda en algunos aspectos a “Delitos y faltas” –muy buen trabajo de Allen con varias nominaciones al Oscar en 1989–, es el tratamiento y la forma de desarrollar la narración, junto al lenguaje cinematográfico empleado que mezcla con gran solvencia los ya mencionados estilos –costumbrismo dramático, ocurrente sarcasmo e intriga de la última parte redondeando la trama–, lo que hacen que “Match point” brille definitivamente con luz propia diferenciándose del resto de la filmografía del autor –más proclive en otras ocasiones, tanto en comedia como drama, a la reflexión filosófica en voz alta, el humor fino, los diálogos fluidos, y la excentricidad de muchos de sus protagonistas–.

Muy eficiente dirección de actores, como es habitual en todos los trabajos de Allen, que hace que estos sobresalgan en sus papeles dando todo de lo que son capaces. Reconocimiento especial merecen tanto la interpretación de Jonathan Rhys Meyer como la magnífica sensualidad de mujer fatal acompañada luego con desesperación de Scarlett Johansson.

Con “Match point”, cambiando Nueva York por Londres, la música de Gershwin por la ópera, Woody Allen deja claro, salvo para quienes obcecados no se quieren enterar, que la genialidad que alcanzara su más alta cota con “Manhattan” en 1979 sigue de su lado, y que la pelota tras dar en la cinta ha pasado la red en 2005. Ya veremos cuántos premios cinematográficos nos depara esta película, pero de momento: juego, set y partido.
Pedro
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9
29 de febrero de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para el espectador que termina de ver esta proyección será sumamente sencillo vislumbrar a priori dos películas en "La habitación". Una con cada una de sus partes claramente diferenciadas por el ecuador del metraje. Así aparentemente muy distintas en tono e incluso estilo, la primera se nos antoja un thriller dramático, de construcción inicial en la intriga y que lentamente desarrolla una creciente tensión que hacia la mitad de la cinta nos obsequia con una resolución trepidante. Es entonces cuando respiramos hondo y al mirar el reloj de reojo nos decimos: "Pero si queda otra hora, ¿y ahora?".

Pues ahora, en una segunda parte, vemos un drama en esencia, con un desarrollo de ritmo pausado, donde se ahonda en la psique de los personajes que vivieron lo excepcional para sus vidas en la primera parte. No exento todo ello de expectación quizás pensando que podría de nuevo suceder algo excepcional que aumentase la tensión hasta retornar al thriller, pero que sin embargo no sucede. Lo que sucede es incluso más sobrecogedor, sucede un milagro que con calma cierra la tempestad. Porque hay una esencia que une, suelda y da plenitud a ambas películas dentro de una.

Esa esencia es el sentimiento entre madre e hijo que nos muestra por encima de todas las cosas Lenny Abrahamson con una realización tan sencilla como cuidada. Madre e hijo que encarnados de forma intensa por la joven actriz Brie Larson y el jovencísimo actor Jacob Tremblay, dan todo un recital de interpretación que hace realista el sentimiento hasta dar sentido a dos vidas: la del hijo que aprende y descubre el mundo a través del apoyo y protección de la madre, y la de la madre que sobrevive física, moral y mentalmente gracias al hijo que llena, da sentido y valor a su existencia. Ambos aprenden a curar juntos y sosteniéndose en el otro sus heridas.

Aunque la historia aparece contada desde el punto de vista del personaje del niño Jack, que es el que en todo momento permanece en cada secuencia e incluso el que con voz en off narra sus sensaciones, es una historia de dos, pues cada uno se completa sólo con el otro aprendiendo a distinguir entre lo aparente y lo real, lo deseado y lo necesario. Ese contraste en este film es tan mágico que hasta la realidad quiso que la planeada nieve artificial en el final no fuese necesaria porque nevó de verdad.

Los diálogos, elaborados con el mérito de la autora de la novela y guionista de éste su primer largo cinematográfico -Emma Donogue-, lo son todo. Avanzan desde la asfixia de la protagonista femenina por verse privada de un universo que conoce y anhela, y el descubrir de un niño para el que ese universo es su madre y una habitación, hasta la apertura al mundo, a la realidad bella y dura, alegre y triste, también a ratos asfixiante y a ratos esperanzadora. Esos diálogos, esa viva interacción entre madre e hijo, ese aprendizaje continuo y ese intercambio de necesidad construyen el sólido cemento que aúna las dos partes: el amor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pedro
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8
19 de enero de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría decir que Sally Hawkins brilla en su actuación, si no fuese porque Cate Blanchett resplandece en la suya de tal modo que eclipsa cualquier luz que la rodee. Woody Allen así vuelve a mostrarse como autor fetiche a la hora de consagrar a actrices escribiendo personajes femeninos con sustancia para ser interpretados.

"Blue Jasmine" es un trabajo algo más amargo de lo habitual en la cinematografía de Allen. Está, aunque dentro de su sarcasmo habitual, más alejado de lo cómico y más introspectivo en el alma de su personaje femenino protagonista hasta ser implacable, casi despiadado con ella. Sin salida, sin la más mínima esperanza.

El argumento alterna entre los recuerdos de una mujer de pasado rodeado de comodidades, lujo... y el contraste con su presente cercano al común de los mortales, mientras va revelando los porqués del cambio, las relaciones de la protagonista con su antagónica hermana, y una disección casi freudiana de su personalidad. Sin prescindir, claro, de esos lugares comunes en el mundo del autor: el enrevesado mundo de la pareja, el engaño y desengaño amoroso, las reflexiones sobre la existencia y la búsqueda de la felicidad, los celos, rivalidades, amistades y enemistades, remordimiento... Pero, como antes señalaba, en esta ocasión sin perdón, aunque no ausente de ironías, con pluma que parece querer ensañarse con los personajes que va esbozando sobre el papel.

Todo en la película, desde su inicio hasta su final, parece escrito por y para Jasmine, para el desarrollo de un rol que le sirve a Cate para desplegar un registro lleno de matices y acabar en una escena, sola, llena de un contenido y una expresividad que mueven a la compasión por el personaje y a la admiración por la actriz.

Los acordes del blues y jazz llenan la sala, como en la vida de la protagonista, para cantarnos una triste melodía sobre la locura, la culpa y los anhelos escritos en una canción.

"Blue moon,
now I'm no longer alone,
without a dream in my heart,
without a love of my own."
Pedro
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9
14 de octubre de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La mejor oferta" nos presenta a un Tornatore resurgido mediante un potente guión escrito por él mismo. Una mezcla de thriller de suspense unida a un drama romántico y salpicado todo con algunas gotas de sorpresa. A lo que se añade un interesante desarrollo de los dos personajes protagonistas que caminan ciertamente hacia lo imprevisible.

Tan fundamental como la escritura de los protagonistas y la dirección de actores es su interpretación. Geoffrey Rush plasma tal intensidad en un Virgil Oldman que se mueve entre el patetismo y lo humano, entre el éxito y el alma de solitario perdedor, que consigue que el espectador empatice con él como si fuese un ser real que necesita compasión. Y Silvia Hoeks llena su papel de Claire con un misterio y seducción que atrae al público cual imán de principio a fin tanto o más como atrae al personaje de Virgil. Además cada rol secundario se muestra en su justa medida encajando en su momento y tomando sentido cual engranaje de autómata una vez completado.

La estructura narrativa es impecable, un hilo con tensión bien hilvanada que mantiene en todo momento la atención, y que junto a una fotografía en 35 mm y una dirección artística cuidadas donde el mundo pictórico y de las antigüedades tiene especial relevancia, con la música de un Morricone que no necesita presentaciones y que conserva lo sugerente de sus mejores composiciones, termina por rubricar una de esas producciones que últimamente se echan ya de menos.

Noche y día... En un restaurante de Praga se reúnen todas las sensaciones, toda la melancolía, todos los recuerdos, todos los anhelos, todas las pérdidas, todos los sueños y también los fracasos. Las emociones son como las obras de arte, pueden falsificarse. Y esto es "La mejor oferta": una emocionante y original -pese a la contradicción- falsificación. ¿Alguien da más?
Pedro
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