Aunque inicialmente la trombra de personajes y sucesos puedan aparentar un puzzle, difícil de superar, -porque, lo poco que sabes, es su duración- sucede que precisamente la duración establecida es necesaria, junto con el ritmo, que dibuja poco a poco, cada arista del difuminado plano con el que comienza.
Acontece, además, que el dibujo se va perfeccionando, hasta construir un sólido relato, no sólo fotográfico, sino con el encanto literario que muy pocas obras cinematográficas destilan.

Decir algo novedoso será difícil; casi todo lo que he leido antes, acierta de pleno.
Sólo puedo añadir, que al acabar la película, quedas con la boca abierta, como si tu estuvieras ahí arriba, sobre los hombros de Philippe, noqueado por el viento.
Tal vez, a mi también me hubiera convencido de ayudarlo. De hecho, creo que es tal el enganche a la película, que casí agradeces que acabe; no por defectos ni nada parecido, sino para soñar y recordar lo que acabas de ver.
Es grandiosa, como la propia personalidad del funambulista, bordeando el sabor de las nubes con la música y el entusiasmo de sus palabras.