Veo la película y ya me huele a encargo masónico de dominación mental con influencia satánica, y no andaba desencaminado, cuando veo el desarrollo anticristiano y la guinda envenenadísima del final: quizás Eggers cuente lo que ha creído vivir, o al menos lo que muchos han hecho y harán por hacerse un hueco en la "industria". Simplemente un pacto. Cinematograficamente no entraré en juicio pues, sería, de lejos, lo menos importante en este intento de magnicidio, que finalmente, como toda la basura del diablo, se queda en chascarrillo: hasta ahí el engañabobos que se gasta el patas. Soy cristiano, y estoy seguro de caminar en la verdad: Jesús es Dios, y el diablo un orgulloso que mantiene engañados a sus súbditos para, finalmente, arrebatarles la vida y el alma. Este proyecto está creado para introducir al satanismo a los más débiles y desde aquí os advierto de que tengáis cuidado, pues después de esta película, supongo que irán a más. No os dejéis engañar: Jesús es el camino, la verdad y la vida.
Si de verdad quieren saber como se las gasta el maligno y qué es la brujería, busquen algún libro del padre Amorth, incansable luchador contra el mal. Y, si algún día, desafortunadamente, conocen a alguien que ha cometido la inmensa torpeza de pactar con el cornudo, recuerden: ese contrato no tiene validez, el poder del demonio es únicamente el engaño, a pesar de todos sus juegos de artificio naturales: Cristo puede salvarles de verdad, y ofrecerles una realidad mucho más plena y llena de sgnificado: búsquenlo, que El se dejará encontrar. Un saludo.

Una serie necesaria para conocer los entresijos del oficio de sacerdote exorcista. La trama presenta con amplitud de detalles la manera en que trabaja el exorcista y las muchas formas de posesión maligna. Esta es una realidad mucho más cotidiana de lo que creemos. Es una serie necesaria. La ambientación es buena y los actores creíbles. Lo mejor es lo que cuenta, poniéndo al conocimiento del gran público hasta ahora un tema bastante oculto y silenciado.

Película sin alma, esclava de sus ansias de brillantez, y apoyada únicamente en sus bazas: la austeridad y el protagonista. Robert Redford se ve realmente solo y sin director que valga, y su recital asemeja al de una cabra tras una oficina bancaria. La alegoría visual del final tiene, potencialmente, la fuerza para dar sentido al resto del naufragio, pero me temo que esta capacidad queda diluida por el gran desequilibrio de una obra que se ahoga en la ambición.

Los secretos de la religión y de la misma vida trascienden silenciosamente sobre las imágenes y el audio de esta película. No sé si es un efecto buscado de manera consciente, pero logra el humilde y abandonado Bresson hacer surgir la respuesta a todas sus preguntas. Como si de una plegaria se tratare, lo inmanente (si queréis, Dios), concede y completa, redondeando la obra con su presencia y asentimiento: "Sí, Yo estoy aquí y Si, existe la mano salvadora a través del aparente sinsentido de la tierra: haceos pequeños, como los niños, como los burros, y contemplad aquello que se le oculta al común de los mortales".
Gracias, Bresson, y, sobre todo, gracias por mezclar al burro con las ovejas.

Debo poner fin a esto: Le voy a amar.

Trascendental película que me lleva a recosiderar cuál ha sido hasta hoy la manera en que me he relacionado con mi madre y me hace sentir la necesidad de mostrarle aún más profundamente mi amor para así conocerme también mejor a mí mismo en este misterio en el que nos vemos envueltos llamado naturaleza. La película es un prodigio visual y narrativo, y debe ser colocada, hoy por hoy, en un lugar muy especial dedicado a las películas con alma. SInceridad al cien por cien. Bien por Sokurov.