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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.371
Críticas ordenadas por utilidad
8
12 de abril de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras haber sido arrestado en el mes de diciembre de 1960, el 17 de enero de 1961, Patrice Lumumba -hasta entonces primer Primer Ministro de la República Democrática del Congo-, es trasladado en avión hasta Elisabethville, Katanga y en una zona campestre, fue fusilado junto a dos de sus servidores en presencia de las autoridades de este estado y agentes de la CIA y del espionaje belga. Seguidamente, el cuerpo de Lumumba fue echado en una caneca con ácido y quemado hasta reducirlo a cenizas… no querían que, en el Congo, se pudiera rendir culto al valiosísimo héroe y mártir que había logrado la independencia.

Pero, ¿Quién fue Patrice Lumumba? ¿Qué ideales defendía? ¿Ante quién se había enfrentado? ¿Qué tipo de errores cometió? ¿A quién obedecían y qué intereses protegían quienes lo asesinaron?

Aunque se queda un poco corta en la primera pregunta, las demás tendrán una acertada respuesta en “LUMUMBA”, la película que, el director haitiano-francés, Raoul Peck, realizara luego de haberse ocupado de este sensible personaje en su documental, “Lumumba: La Muerte del Profeta” (1990)

La película arranca con la muerte del líder congoleño y su terrible desaparición… y luego (en flashback) se remite al momento en que el gobierno belga decide acceder ante las fuertes presiones del pueblo colonizado por su liberación, pero, su concesión de la independencia la asumen como una estrategia práctica, convencidos de que mantendrán el poder soterradamente, preservando su ejército y a sus hombres en las principales instituciones del país. Pero, con lo que no cuentan los colonizadores, es con la rebeldía y el profundo ideal que tiene el electo Primer Ministro, Patrice Lumamba, por lograr la independencia absoluta y la libertad plena de ese pueblo que, durante casi un siglo, fue víctima de la esclavitud, la explotación, el ultraje y el despojo.

Hay que oír (completo) el discurso sorpresa con el que, Patrice Lumumba, asume la Declaración de Independencia, para comprender que los imperialistas se equivocaban al creer que todo el pueblo congoleño era sumiso y manipulable, y que podrían manejarlo como a corderos.

Miremos algunas de las frases que, por su extensión, se excluyeron de la película:

Juntos estableceremos justicia social y aseguraremos para cada hombre una remuneración justa por su trabajo. Vigilaremos que las tierras de nuestro país nativo realmente beneficien a sus hijos. Vigilaremos que todos los ciudadanos disfruten en toda su extensión las libertades básicas previstas por la Declaración de Derechos Humanos. Erradicaremos toda discriminación, cualquiera que sea su origen, y aseguraremos, para todos, un paso por la vida adecuado a su dignidad humana y que corresponda a su trabajo y su lealtad con el país. Instituiremos en el país una paz basada no en las armas y las bayonetas sino en la concordia y la buena voluntad.

Raoul Peck, ha hecho un filme objetivo, señalando aciertos y desaciertos de sus protagonistas, pero, dejando bien claro como los imperios mancillan a los pueblos y como han sacrificado a aquellos grandes hombres que se han esmerado por el bien de las grandes mayorías.

“LUMUMBA”, es de esa suerte de filmes que nos acercan con veracidad a la Historia.
Luis Guillermo Cardona
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10
1 de abril de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La apasionante y trágica historia de amor y odio, entre Anne Boleyn y Henry VIII, ha sido llevada al cine en numerosas ocasiones, pero, entre las que he visto y mejor recuerdo, está la dirigida por Ernst Lubitsch (“Anna Boleyn”, 1920) y sobre todo, “A Man for all Seasons” (1966), dirigida con total brillantez por Fred Zinnemann, aunque, en ésta, el personaje central es el gran escritor, político, teólogo y humanista, Thomas More.

Y continúa siendo tan interesante y aleccionador este gran choque de caracteres: Anne, desdeñosa, fuerte, con claros y ambiciosos propósitos… pero, inevitablemente atraída por el monarca inglés; y Henry VIII, prepotente, misógino y cruel, pero, irremisiblemente enamorado de la joven doncella que, de nuevo, el cine vuelve a revivirla para complacer a las nuevas generaciones.

El celebrado dramaturgo estadounidense, Maxwell Anderson (1888-1959), había obtenido un alto reconocimiento con tres obras sobre la familia Tudor que gobernara en Inglaterra, Gales e Irlanda entre 1485 y 1603: “Elizabeth the Queen”, llevada al cine con gran acierto por Michael Curtiz; “Mary of Scotland”, que, tras haber sido un notable éxito en Broadway, la versión cinematográfica que estuviera en manos de John Ford, fue apenas interesante… y “Anne of the Thousand Days” (1948), otro gran éxito en los escenarios, interpretada por Rex Harrison y Joyce Redman, pero, la única que, por sus liberales y escuetos planteamientos, tardaría un par de décadas para ser llevada al cine.

Adaptada al cine por Bridget Boland, John Hale y Richard Sokolove, la dirección a cargo de Charles Jarrott (director proveniente de la televisión), resultó plenamente afortunada, pues, a favor que la obra de Maxwell se defiende sola con su excelente manejo de las situaciones y los exquisitos diálogos, Jarrott le añade una sobresaliente puesta en escena, una virtuosa banda sonora, una edición rigurosa, un magnífico vestuario que merecería el Oscar… y unas actuaciones donde cada quien está en lo suyo de una manera impecable.

La canadiense, Geneviève Bujold, resulta maravillosa contrastando su frágil figura con un carácter que se lo merecería cualquier mujer y dejando bien claro que, mantenerse en decidida reserva hasta no haber pasado por el altar (o a punto de hacerlo), es una de las formas seguras de comprobar la sinceridad del amor de un hombre… aunque éste sea tan voluble y egocéntrico como Henry VIII. Richard Burton, mucho más apuesto que el verdadero rey, pero, con el mismo carácter que motivaría aquellas tragedias que ensombrecieron por años el solio de Inglaterra. John Colicos (Thomas Cromwell), un primer ministro tan ecuánime como capaz de animar las más terribles decisiones, siempre que sirvan para preservar el statu quo. Anthony Quayle (el Cardenal Wolsey), el prototipo de hombre de iglesia con más poder del que debería tener; e Irene Papas, la triste Catalina de Aragón a quien el rey utilizó e irrespetó en su habitual abuso de poder.

145 minutos que pasan volando, pues, Charles Jarrott se ha asegurado de no dejar ni un solo cabo suelto y la fuerza de los personajes te atrapa irremisiblemente.

“ANA DE LOS MIL DÍAS”, es una gran película.
Luis Guillermo Cardona
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7
24 de marzo de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cuento es algo paradójico: El ladrón de joyas, jugador y mujeriego, Pépé le Moko, conserva su seguridad viviendo en La Casbah (del árabe القصبة kasbah=ciudadela, un recinto fortificado que, en español, se conoce también como alcazaba), pero, aunque aquí es libre, ya que ni siquiera la policía consigue detenerlo mientras permanezca dentro de sus linderos, pues, cuenta allí con unos 50 mil colaboradores, también es un prisionero, pues, no puede acceder al resto del mundo, teniendo que permanecer entre su sitio de residencia, el bar de Inez, su paciente enamorada, o el cabaret de Odette, un lugar que ofrece fiesta y baile, pero sin grandes atractivos.

Pero, será necesario que a la vida de Pepe llegue la turista Gaby -una rara y sugestiva belleza nórdica, comprometida en matrimonio con un hombre que le está dando todo, pero que no le despierta amor- para que, por fin, se dé cuenta de la gran prisión que resulta la Casbah. Desde entonces, la tentación de salir de allí será el anhelo de cada día… y para el inspector Slimane, esta es la ocasión que tanto ha esperado y está dispuesto a alimentarla a como dé lugar.

Tomando como punto de partida la novela, “Pépé le Moko”, que Henri La Barthe (bajo el seudónimo Détective Ashelbé) publicara en 1931, esta es la tercera ocasión en que el cine se ocupa de una historia de amor que, en lo personal, sigo contándola entre las más bellas que hayamos podido ver cuando, con el título original, la dirigiera Julien Duvivier en 1937. Después, Hollywood se interesó en ella, pero, la versión de John Cromwell (“Algiers”, 1938), es una apagada copia al carbón de la de Duvivier, cambiando únicamente los actores y un poquito el final… sin fortuna alguna.

Diez años más han pasado, y es ahora, la productora Universal, la que considera que, el auge que viene teniendo el género musical, hace posible recuperar esta bellísima historia de amor y convertirla en un drama detectivesco semi-musical. Leslie Bush-Fekete y Arnold Manoff se encargaron de la adaptación de la novela y el timón se lo dieron a John Berry, el cual también se cuidaría de no alejarse demasiado de la versión de Duvivier, pues, seguramente como nosotros, también creía que su versión es impecable.

El primer acierto es el reparto: Tony Martin, resulta bastante carismático y viril. Yvonne de Carlo, encaja perfecto como la bella muchacha árabe que siempre aguarda con paciencia a su enamorado. Märta Torén nos conmueve con su entrega y su calidez, sobre todo cuando sabemos que, esta joven actriz sueca, fallecería al cumplir ¡tan solo 30 años! a consecuencia de una hemorragia cerebral cuando intentaba triunfar en su propia tierra como actriz de teatro… y Peter Lorre, magnífico como el flemático inspector que aguarda con paciencia y con sapiencia a que un día llegue la oportunidad que, sabe, que llegará.

Todo luce muy bien… excepto lo musical: Un par de bailes que tan sólo sirven para mostrar lo mal que se divierte el enclaustrado Pepe, y varias canciones que, con muy buena voz interpreta Martin, pero, les falta pega como para que consigan atraparnos.

Con todo, “CASBAH” es una película que se deja ver y una historia de amor que siempre se recordará.
Luis Guillermo Cardona
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I Am Not Your Negro
Documental
Estados Unidos2016
7,2
2.149
Documental, Intervenciones de: James Baldwin
10
21 de marzo de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Por mucho tiempo, Estados Unidos de Norteamérica prosperó… pero esa prosperidad les costó la vida a millones de personas. Hoy, ni los más sobresalientes beneficiarios de esa prosperidad, pueden hacer perdurar esos beneficios, pues, no pueden imaginar el precio que tuvieron que pagar sus víctimas para que ellos pudieran tener ese estilo de vida, y por eso, no alcanzan a entender porque ahora sus víctimas se están rebelando”.

Sabias palabras de James Baldwin, escritor y activista afrodescendiente, cuya novela “Go tell it on the Mountain” (Ve y dilo en la Montaña, 1953), se encuentra clasificada entre las 100 Mejores Novelas de los EEUU en el siglo XX. Pasadas tres décadas tras su fallecimiento en Francia, acaecido el 1° de diciembre de 1987, la fuerza y la irrefutable verdad contenida en los escritos y en las conferencias de Baldwin, vuelve a salir a la luz con un magnífico documental dirigido por el cineasta haitiano Raoul Peck, a quien también le debemos las películas “Lumumba” (2000) y más recientemente “Le jeune Karl Marx”, 2017).

Llevando por título, “YO NO SOY TU NEGRO”, y narrado por Samuel L. Jackson, el documental toma como protagonista al propio James Baldwin, quien, mediante tomas documentales, será la base para hacer un magnífico recuento de su cercanía con tres hombres claves en la historia y en la lucha por los derechos civiles de las minorías raciales, ninguno de los cuales consiguió llegar a los 40 años de edad: Medgar Evers (1925-1963), activista que luchó por el derecho al voto y de registro, al igual que por el derecho de la comunidad afro a acceder a la Universidad Pública de Mississipi. Martin Luther King (1929-1968), el hombre que llevó a cabo la más poderosa cruzada contra la discriminación; uno de los más grandes líderes sociales de la historia de los EEUU; y quien fuera Premio Nobel de la Paz por su acérrima promulgación de la lucha sin violencia. Y Malcolm X (Malcolm Little, 1925-1965), el más duro de los activistas, quien formalmente acusó a los estadounidenses blancos de los crímenes cometidos contra sus hermanos de raza.

Tomando como referente un buen número de películas hollywoodenses, protagonizadas en su mayoría por Sidney Poitier, el documental hace referencia a las fuertes divergencias -y también a las pequeñas y muy valiosas cercanías y avances- que, entre blancos y negros, se han dado a lo largo de la historia; y como es de esperarse, muchas otras tomas documentales, mostrarán también la brutal represión y los infames abusos que, las autoridades y las organizaciones civiles supremacistas, han cometido contra la comunidad negra.

No obstante, Peck logra un trabajo dinámico, conciliador, dispuesto a demostrar que no se trata de odiar ni de cobrar venganza sino de avanzar en la búsqueda decisiva de la convivencia pacífica… a ver si, por fin, llega ese día feliz en que podamos hablar de una Sociedad Civilizada.

Cierro con una frase de James Baldwin que me parece clave para construir futuro:

“Los niños nunca han sido muy buenos para escuchar a sus mayores, pero, nunca han fallado para conseguir imitarlos”.
Luis Guillermo Cardona
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8
2 de marzo de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando su experiencia “apenas” incluía algunos cortos caseros, unos pocos episodios para series de televisión (“Marcus Welby M.D.”, “Night Gallery”, “Columbo” …), una película de bajo presupuesto, “Duel”, que, aunque hecha para la televisión, terminó siendo exhibida en las salas de casi todo el mundo, y un primer filme ‘en grande’, “Sugarland Express”, basado en un hecho real y ganador por Mejor Guion en el Festival de Cannes de 1974, el director Steven Spielberg, se encontró de repente siendo llamado para dirigir una aventurilla que, vista a vuelo de pájaro, no era mucho lo que prometía: Un tiburón comienza a matar gente cerca a la costa de Amity Island, y tres hombres serán los encargados de darle el tatequieto. Spielberg dudó antes de aceptar el proyecto porque sintió que, tal historia, no estaba muy lejos de la de su recordada “Duel” … pero terminó aceptando, y entonces, se despertó en él esa agudeza de ingenio que preservaba latente y que, como el gran Fujiyama, llegó a su punto de erupción.

Uno puede no saber hacer paella, pero puede saber donde la venden muy buena, y con un poco de maña, hasta puede hacerse con la formulita. Algo así es lo que hizo Spielberg para sacar avante su singular “TIBURÓN” (originalmente “Mandíbulas”): Quizás andaba leyendo (o recordó) el cuento, “Otra Vuelta de Tuerca” de Henry James, y de aquí saca la brillante idea de sugerir el terror dejando que, el resto, lo haga la mente del lector (espectador). Para dejar constancia de la influencia de James, al prepotente pescador lo llama Quint como el escritor llamara al jardinero y, como éste, durante una hora más o menos, el tiburón es también una suerte de fantasma.

La segunda gran influencia (esta me la recordó Neil Sinyard quien coincide conmigo en la influencia de James) es “El Enemigo del Pueblo” de Henrik Ibsen, de la cual se sirvió Spielberg para mostrar como, para la gente mezquina, prima el dinero sobre la vida de la gente. Si el filme hubiese sido rodado por estos días, bien que podría aplicarse a la NRA (Asociación Nacional del Rifle) estadounidense, para quienes ‘el dinero lo es todo y unos cuantos muertos no significan nada’.

¿Necesito decir que, Spielberg, seguramente pensó en “Moby Dick” para la caza del tiburón a título de revancha, y que, la música de John Williams, se basó en “La Consagración de la Primavera” (Весна священная) de Ígor Stravinski?

Como puede verse, Spielberg no es como cierto director que se inspira en una sopa de fideos, ¡no, señor! El hombre busca por lo alto… huele dónde está el arte… y se pega siempre de lo más calificado, para luego añadir su granito de arena, ¡que no es cualquier granito!, porque contiene sutileza, visión, sensibilidad… y recursos a borbotones para repetir y repetir hasta que las cosas queden como debe ser. Para hacer la película, le habían dado 55 días y él se tomó el triple para buscar una perfección, que no logró plenamente, pero aún así ¡dejó como resultado la primera película en recaudar más de 100 millones de dólares, logrando un acumulado mundial de 470 millones! ¡Y así diciendo, Hooper, que, “Los tiburones nadan, comen y hacen pececillos… ¡Nada más!”

… ya se imaginarán ustedes, ¿cuánta plata estuvieron dispuestos a darle los productores, a Spielberg, para que luego hiciera, “Close Encounters of the Third Kind”?
Luis Guillermo Cardona
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