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Críticas de Rubén Sánchez Díaz
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Críticas 51
Críticas ordenadas por utilidad
10
1 de mayo de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una demostración de la belleza de la vida, llega a desvelar lo más profundo del alma humana. Es una obra maestra, no del cine, si no de arte. Consigue lo que pocas piezas musicales, obras teatrales, pinturas o novelas han conseguido a lo largo de la historia.

En concreto, para el mundo del cine, es una demostración de maestría, conocimiento y entendimiento de lo que este arte contiene y en el que Shyamalan ha querido compartir el dolor que refleja, siendo totalmente responsable de lo que esto conlleva y llevándolo a cabo en cada escena, movimiento de cámara o párrafo de guión... Incontestablemente ha demostrado que se puede hacer cine comercial, breve, sin grandilocuencia sin que esto este reñido con ser una obra de arte de dimensiones universales. Aquí se reúnen todos los elementos de la condición del ser humano, los conflictos, las luchas internas, las incomprensiones, las dudas, la búsqueda, en definitiva, los problemas de existir, y nos muestra el camino para seguir adelante, y cómo el amor, en cualquiera de sus representaciones, es la forma de seguir adelante, aunque esto genere, casi siempre, más problemas.

Es un drama tan puro como la realidad de vivir, a la que trata de imitar con cada metáfora, criticando a una sociedad atemporal que podría hacer referencia a cualquier época y espacio, pues los conflictos que aquí se reflejan son los que siempre ha tenido y tendrá el ser humano, su complejidad. Utiliza alegorías y metáforas constantes que hacen de esta película una obra intemporal que describe cualquier conflicto social, presente y pasado. Es por esto que este drama es entendido por la audiencia, representado internamente por los actores y actrices y desarrollado por su director, a través de los elementos técnicos y musicales que están a su alcance (mención especial a esa deliciosa banda sonora que desborda pasión con cada compás, maravillosa) para crear una obra total; y esto es así porque es humano, sencillo (no simple), tremendamente complejo e infinito el dolor que, a veces, se resuelve.


Los actores bordan los papeles, desde el más destacado hasta el menos apreciable, mostrando así lo humana que es esta representación, son capaces de comprender lo que su director quiere transmitir. Por citar una de las escenas que más me han conmovido, destaco una de las combinaciones más bellas del cine, de esas que se te quedan grabadas para siempre, con la piel de erizo. Ese plano secuencia, ciego, en busca de resolver una duda, el camino memorizado, la certeza que no queremos que sea, acompañada de ese tratamiento del sonido que te mete de lleno en la tensión sufrida por la protagonista, es valiente y desgarradora y una buena síntesis de la película.
Rubén Sánchez Díaz
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10
28 de julio de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a que muchos otros puedan estar por encima en diferentes facetas, este musical posee la esencia que sintetiza todo un género, y que no es otro que la exaltación de los sentimientos a través de la música y, por supuesto, la danza.

Estrenado a principios de la década en la que el cine en general, y el musical en particular, comenzarían a expandirse de manera astronómica, desprende un aroma optimista y romántico con cada escena, baile o canción en pantalla. Además de ser una de las más bonitas historias de amor a primera vista jamás puesta en escena, se desarrolla en una trama que nos muestra muy feacientemente como era la industria del cine cuando el boom del sonoro apareció con 'The Jazz Singer'. Lleno de guiños, situaciones cómicas y melodías que tocan el corazón (imposible no emocionarse con 'Singin' in the rain', la pura sensación de enamorarse echa cine), este musical es de visionado obligatorio para los fanáticos del estilo, y un imprescindible del género que todos los amantes del cine al menos disfrutarán.
Rubén Sánchez Díaz
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9
7 de marzo de 2022
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si te tomas esta película como un entretenimiento que consumir, como algo que tiene una duración y cuando se termine no piensas darle mayor relevancia. Entonces, probablemente te decepcione, te resulte monótona, pretenciosa y pesada e, incluso, te causa la sensación de no haber visto cine. Y estarías en lo cierto, esto no es cine al uso.

Para empezar, esto no es una película como tal, o al menos en el sentido comercial en el que la mayoría de los consumidores nos tomamos esta palabra. Esto es un ensayo estético —no estilístico— acerca del cine en específico y del arte en general. Es entonces cuando, en este plano más filosófico o crítico, se puede entablar una relación con esta obra en la que llegues a sacar algo más que interesante de su visionado.

La película, con un guión de 10, es un ensayo estético de principio a fin. Quizás nacido de las reflexiones escritas acerca del séptimo arte de la mente y mano de su autor, esto no incapacita para que funcione como ejercicio audiovisual. Parte de la contraposición de tres ideas muy cerradas acerca de como abordar una obra artística (ortodoxia, vanguardia y comercialismo) —en este caso la producción de una película— que se proyectan en los tres personajes centrales. Esto determina sus acciones y sus reacciones. Una de las cosas más interesantes es disfrutar de cómo los tres planos que tiene la película (película dentro de la película, ficción que como espectador vemos y reflexiones estéticas con interpelaciones al propio espectador) dialogan entre sí, entran y salen, se comunican y se interpelan para seguir avanzando, puro metacine en el más estricto significado (apoyado además por la trama de la película). A partir de esta premisa, se desarrollarán una serie de contradicciones, siguiendo la triada hegeliana —tésis, antítesis, síntesis— que no nos va a llevar a ninguna verdad, si no a diversas realidades sobre cómo acometer un proceso creativo. Pese a estos mecanismos, más intelectuales que pragmáticos, que podrían hacer causar la impresión de parecer una película muy pretenciosa, la comunicación interna de los tres «metaplanos» fluye de una manera armoniosa y los gags cómicos perfectamente colocados y desarrollados — esto es una cosa que el cine español rara vez hace bien, por tendencia abusar de ellos, utilizando el humor como elemento disruptivo en la trama, en vez de para construir un discurso coherente a lo largo de la película, independientemente de la sutileza o calidad de la comedia; esto es un punto muy a favor de este filme, sin duda, lo sabe explotar a la perfección— que sirven para distender todo es halo estético del guión.

En contraposición con todas estas ideas más o menos vanguardista y rupturistas, se produce un buen equilibrio gracias a la presencia de otros elementos mucho más clásicos y reconocibles del cine comercial. Por supuesto, la figura que ejerce el clásico número 3 (tres personajes, tres capas de profundidad, tres ideas a la hora de decidir cómo llevar a cabo un trabajo...). Después el uso de una música tan clásica (piezas del repertorio pianístico muy reconocibles por cualquier persona). Por último, el minimalismo en el decorado y en el uso de la cámara (planos fijos y largos, cámara más estática que en movimiento, etc.), que solo se rompe en el final de la película —en algunos planos me ha recordado al gesto de cámara del cine de Yorgos Lanthimos—.

Sin ser una grandiosa película, sí que es un gran ejercicio estético que te puede dejar un gran poso de pensamientos acerca de los que reflexionar. Y, a una mala, si te has colado en el cine sin saber lo que ibas a ver, al menos te llevarás unas muy buenas actuaciones de tres monstruos interpretativos (por mucho que les duele a algunos) en los tres diferentes planos —otra cosa espectacular de la película, cómo entran y salen de la «metainterpretación»; brillante—.
Rubén Sánchez Díaz
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10
18 de octubre de 2017
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No iba a hacer esta crítica. Antes de la mitad del visionado de la película, ya había decidido que, bueno, aunque me estaba gustando, no tenía demasiados motivos para darle más de un 8 ni las ganas necesarias como para ponerme a escribir una crítica, sin embargo, algo me hizo cambiar de opinión, os lo voy a contar.

Se nos plantea una película atípica desde el primer momento: escaso número de personajes principales, ninguno de ellos con nombre propio; escasos, por no decir ningún, cambio de espacio, ni físico, ni temporal; ausencia de banda sonora; efectos argumentales, dramáticos y sonoros; entre otros recursos que te ponen en alerta para no perder un segundo de vista la pantalla (y vaya que si lo consigue). Todo esto crea un clima de tensión evidente que se va a manifestar e ir creciendo poco a poco, sin duda gracias a las magníficas interpretaciones, hasta llegar a un punto de agonía tal que te hará sentir realmente incómodo. Bien, hasta aquí nada nuevo, podría tratarse de cualquier película dramática un poco extraña por su rebuscada trama, pero nada fuera de lo común y menos para tratarse de Aronofsky, que está hasta comedido en esta primera parte. Lo que lo cambia todo aquí es la metáfora, y el conjunto de pequeñas y más sutiles y brillantes metáforas, que Darren utiliza sin que te des cuenta de lo que refleja hasta el final, además, de forma circular para perfeccionarla más si cabe.

A partir de la mitad de la película empecé a cambiar de opinión acerca de escribir esta crítica. Cuando ya empezamos a ver (pero no a comprender) que la película va a dar una vuelta de tuerca para estrujar aún más esa metáfora, esos efectos dramáticos, esas interpretaciones llevadas al límite, nos adentramos en una película totalmente diferente, evolucionada. Para convertirse en una sátira, una crítica total, sin tapujos, en la que nos vemos sumergidos sin darnos cuenta cómo hemos llegado allí. Y es aquí donde empezó la chispa que me hizo enfadarme como para escribir esta crítica para poner esta gran película en el lugar que se merece en contra de opuestos pensamientos.
Cuando todo se volvió difícil de entender, cuando la venenosa ironía se adueñó de la pantalla y el juego de marionetas que el director había pensado conectó los hilos con el público, este se empezó a reír. Al principio pensé: “la gente esta pillando realmente bien la metáfora”, me sorprendí a mí mismo. Pero no, para mí desilusión, los espectadores se reían porque decían no entender nada, con comentarios al encenderse las luces tales como: “¿qué ha sido esto?”, “vaya dos horas más perdidas” o simple y llanamente “menuda mierda”. Al escuchar eso caí en la cuenta de que no habían entendido nada. Al ver las caras de algunos los allí presentes, noté como se les había escapado toda la intención que en esta película subyace, toda esa alegoría bíblica (con pequeños detalles con ‘Él’ como centro, y ‘madre’ como objeto),toda esa crítica maravillosa a las relaciones sentimentales tóxicas (de ahí lo circular del filme y el marco espacial único, sellado, claustrofóbico), de la crítica del fenómeno fan (tan genial como nocivo, perfectamente retratado), la evidente y urgente crítica a la explotación a la madre Tierra, o incluso la crítica de cómo la sociedad responde a la cultura en relación con una ridiculización de la religión (esto fue una mezcla de miedo y humor realmente graciosa).

Creo que esta película requería para su visión algo que, como escribo en el título nos han quitado, o que nos quitan poco a poco. Nos han quitado la capacidad imaginativa, nos ha quitado la fantasía, nos han quitado el poder de adentrarnos en una historia sin necesidad de ser real, veraz, nos han quitado la capacidad de crítica, y lo que es peor, de autocrítica, nos han quitado la capacidad de reírnos, de soñar, de satirizar aquello que vemos desproporcionado o inútil, nos han quitado la capacidad de valorar lo bello y de despreciar lo banal. Y no solo es desesperanzador verlo en una sala de cine, es que da auténtico miedo, sin algo tan humano como estas características, hacia dónde vamos. Este es el discurso alarmista de la película, que nos viene a decir que el planeta ya no da para más, o que ya lo hemos agotado.

Más allá de esta pesimista reacción, solo puedo decir cosas buenas de esta película en su aspecto técnico además de lo que ya he dicho. Bardem y Lawrence están de escándalo, la trama es ácida, enrevesada y divertida, el surrealismo efectista adorna y engrandece, el trasfondo es un prodigio alegórico perfecto y la cámara da una sensación de inmersión en ese “paraíso” de forma magistral. Lo único que puedo criticar por gusto personal es el hecho de eliminar por completo la banda sonora, aunque puedo entender que haberla puesto podría haber provocado el exceso de angustia o todo lo contrario, suavizar una película que no lo necesita; y la cuestión técnica de la iluminación, muy escasa en gran parte de la película. Aunque esto son nimiedades en comparación a lo que puedes ganar valorando todo lo bueno que tiene esta gran obra (una vez más) de Aronofsky. Es una mezcla bastante razonable de sus excelsas obras anteriores Requiem por un sueño y Cisne negro, y, sin ser tan visceral como la primera, ni tan comercial (en el sentido positivo de accesible a todo el público) como la segunda, las tres son de ese estilo de películas que te hacen pensar y reflexionar, pues tanto durante como después de verlas he conseguido desarrollar una cantidad tremenda de ideas, que, al fin y al cabo, es la razón por lo que me gusta ver cine, leer un libro o escuchar música, porque me dan motivos para utilizar la cabeza, aunque sea un rato. Y este señor, hace obras de arte, ejercicios de reflexión, no absurdos pasatiempos, cine en mayúsculas, algo que, tristemente, cuesta cada vez más ver.
Rubén Sánchez Díaz
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9
7 de marzo de 2022
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy a mi pesar, Netflix lo ha conseguido. De entre sus ingentes producciones en masa ha podido llegar a ver la luz una obra digna de reconocimiento. De hecho, para mí, va a ser la gran triunfadora de los Oscar de esta próxima edición. Mejor Película (el uso del marco western sigue tirando mucho), Mejor Dirección (más que excelente trabajo de Campion), Mejor Actor Principal (Cumberbatch está magistral), Mejor Actor Secundario (grandioso desarrollo del personaje en la actuación de Smit-McPhee), Mejor Banda Sonora (Jonny, este año sí) son algunos de los galardones que, presumiblemente, podría llevarse The Power of the Dog. Eso sin contar con otros como Fotografía, Maquillaje Peluquería o Diseño de Vestuario, entre otros, por los que también merece luchar fuertemente. No sin motivo se encuentra en la lista de películas con mayores nominaciones de la historia. Ya veremos cómo se queda en la lista histórica de las premiadas, pero todo apunta a que puede entrar en ese selecto grupo. Nos guste o no (a mí me horroriza) los nuevas dueñas de la producción han llegado para quedarse en la primera línea de la industria. Solo queda esperar que, de vez en cuando, no se nos pierda entre la maraña alguna joya digna de reconocimiento.

Esta es una película incómoda (como ese silbido), en el mejor de los sentidos. Muy diferente, muy arriesgada. Pese a su estilo western es ambigua, abstracta y abierta —la decisión de enmarcarla como un western está determinada por la novela, pero podría emplazarse en cualquier contexto— y eso la hace mejor y más relevante película, ya que ha cogido un género pero ha ampliado sus horizontes, poco a poco, como se alejan gradualmente del rancho en el filme. Sin duda, en lo que más atrevida es, es en su forma, por capítulos, y en su planitud narrativa, en el mejor de los sentidos.

La película transita, te muestra cosas y no juzga los acontecimientos, solo los refleja. Siendo un viaje lineal, la estructura narrativa no da esa sensación gracias a esa introducción tan larga (casi la mitad del film) que consigue posicionarte como un personaje más de la trama. No como un espectador de la película, sino como un habitante más del poblado que debe ir sacando sus propias conclusiones.

Esto, sumado a una fotografía apabullante y a una música que se amolda perfectamente, no solo a lo que vemos, sino también a la manera en la que lo hacemos, consigue que, coralmente, la película funcione a la perfección en su intención de mostrar lo que de manera sencilla pero terrible ha sucedido, sucede y sucederá...

Y el género western no es el único que se amplia y se transforma en esta película... La masculinidad tiene un papel fundamental en la película que Jane Campion ha sabido posicionar, entre el poder y el sufrimiento, a las mil maravillas.
Rubén Sánchez Díaz
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