Una vez más, su alteza real Clint Eastwood, nos regala otro personaje íntegro, lo suficientemente coherente consigo mismo como para pasar por encima de sus prejuicios y defender al débil del abusón sin perder su esencia. Como si de un compendio de todos los papeles que Clint Eastwood ha realizado a lo largo de su carrera, en ocasiones vemos cómo el más que duro sargento de hierro compartiendo escena con Harry Callahan es apartado por el emotivo fotógrafo de Los puentes de Madison. Sin embargo, no es Gran Torino la última historia de un héroe: sólo es un hombre que encuentra un tratamiento para su enfermedad.

Aunque sólo sea porque de vez en cuando hay que romper la burbuja de comodidades en la que habitamos, tenemos que verla. Memorando de cómo se las apaña la vida para asegurarse de que no olvidemos ciertas lecciones que recibimos, merecidas o no. Afortunadamente, los aires de Bollywood llegan hasta esta película para aliviarnos un poco la onerosa carga que supone a veces mirar más allá de nuestro ombligo.

Estéticamente inmejorable, nada que reprochar en este aspecto, de ahí mi condescendiente «pasable».

Claro que, si nos metemos de lleno en el tema del contenido, mi querida Sofia Coppola no sale tan bien parada... Digamos que ha diseñado una nueva historia para Luis XVI y María Antonieta, ya que las licencias históricas abundan por doquier. «María Antonieta» está a años luz de esa perfección que Sofia Coppola rozara con «Lost in Translation», con ese puñado de personajes inconsistentes, de situaciones incoherentes y un contexto que lo único que comparte con el momento histórico en el que en realidad se enmarca la historia son los vestiditos y Versalles.

Desde luego, estoy siendo más que generosa con la votación de esta película. Nos derriba los fantásticos mitos que rodeaban a la figura de María Antonieta sin aportarnos ningún tipo de sustancia. Quizá albergaba expectativas demasiado altas para esta película.

Desde luego, no hubiera sido yo capaz de describir tan acertadamente el mundo corporativo en el que tengo la suerte -o la desgracia- de vivir. Procuren visionar esta película en lunes, si lo hacen en sábado o durante sus vacaciones, no volverán a la oficina jamás. Como comenté con anterioridad, la hipocresía corporativista, esa preocupación que finjen sentir por el empleado en Recursos Humanos, esa necesidad de peloteo y reconocimiento que necesitan las altas esferas por parte de sus súbditos y ese afán empresarial por sectarizar a sus trabajadores y hacerles creer que lo mejor de sus vidas es la empresa para la que trabajan, quedan explícita y certeramente plasmados en este largometraje.

Casual Day es una de ésas películas-espejo que hay que ver de vez en cuando para no perder el contacto con la realidad.

Me llama un poco la atención cómo una película con un desenlace tan poco creíble ha llegado a contarse entre una de las «imprescindibles» en la historia del cine. Desde luego, me quito el sombrero ante el magnífico trabajo de Anne Bancroft, la protagonista sin duda de esta historia. La señora Robinson es ése personaje tan poco común en el cine americano, una persona de carne y hueso con luces y sombras, heroína y villana, víctima y verdugo de sí misma. Tengo que pensar que, si esta película ha llegado hasta el lugar que ocupa, sin lugar a dudas es por ella.