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Críticas de Time Bandit
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Críticas 124
Críticas ordenadas por utilidad
10
10 de diciembre de 2013
6 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen películas que giran completamente alrededor de un personaje, y que la brillantez de la interpretación del actor hacen que no se pueda imaginar dicha película sin él. Eso es lo que pasa con esta película con su principal protagonista: Roma. ¿Acaso alguien podría concebir esta película en otro lugar que no sea la capital italiana? Imposible!! Eso no quiere decir que los personajes de carne y hueso no estén a la altura, Tony Servillo hace un trabajo fantástico, sirviendo su personaje un perfecto guía por las calles (y hasta el último rincón oscuro) de Roma, retratada por Sorrentino con tanta brillantez que justifica de sobra el título de la película.


Jep Gambardella, cronista de una popular revista y escritor frustrado, sirve de conducto para que, al mismo cuenta que nos revela su vida, sus miserias y sus frustraciones, nos muestra todo el esplendor de Roma, pero también nos revela su lado más deprimente, aquél que se intenta tapar con fiestas sin fin y operaciones de cirugía estética. Porque, en esa ciudad repleta de monumentos como el coliseo e innumerables obras de arte, se encuentra un grupo de hombres y mujeres con miedo a envejecer, con miedo al tiempo que se va, y con él, el recuerdo de lo que no han conseguido, pero enmascarada con glamour, alcohol, drogas, sexo y esa falsa eterna juventud que da el botox.

Una autentica obra de arte que combina magistralmente lo nuevo y lo viejo, como claro ejemplo, la gran banda sonora. El espíritu de Federico Fellini sobrevuela todo este viaje por Roma, pero Paolo Sorrontino ha sabido añadirle su toque personal a la formula, y la unión difícilmente podría haber salido mejor.

En conclusión, una gran joya del cine europeo que merece la pena ser degustada, como si fuera el mejor plato de pasta italiana. Buon appetito!!
Time Bandit
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8
3 de julio de 2015
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Realmente existe eso que se considera como una persona normal? ¿Qué requisitos debe reunir una personal para poder permanecer en dicho grupo? Y resueltas estas dudas, ¿tan necesario es ser considerado como tal? A estas preguntas, y a muchas más, quiere dar respuesta la actriz Leticia Dolera en su primera película como directora (en la que también es guionista y protagonista), en un debut que sigue la estela de sus anteriores trabajos tras las cámaras, y que consigue que el suyo sea un nombre a tener en cuenta a partir de ahora dentro del panorama cinematográfico nacional, y no exclusivamente por su carrera como actriz. Una obra que, pese a su gran y evidente lista de influencias, consigue ser personal y original de principio a fin, reforzando así la gran finalidad de la película: ser un canto a la diferencia, y al aceptarse a uno mismo. Y lo hace, entre otras formas, mostrándonos continuamente una lista redactada por la protagonista, de cualidades que debe tener toda persona normal, y comparándola con cada personaje con el que se cruza; quedando demostrado lo inútil de dicho procedimiento.

Entre las influencias anteriormente mencionadas, destacaría toda la corriente habitual en el cine indie estadounidense, especialmente las que están centradas en un romance (por tanto, no es un disparate que a alguien le venga a la mente alguna película de Woody Allen). Tanto estéticamente como por la composición de los planos puede recordar a las obras de Wes Anderson, pero sin su gusto por el exceso. En alguna ocasión, parece que nos encontramos dentro de un catalogo de muebles, siendo así muy acertado que el coprotagonista masculino trabaje en Ikea. También tiene cierto aroma a cine francés, especialmente de la vertiente más colorista de Jean-Pierre Jeunet; y no sólo por cierta similitud entre el personaje interpretado por Leticia Dolera y la inmortal Amelie de Audrey Tautou. Aunque, detrás de todo eso se oculta bastante mala baba (ibérica), y ciertos momentos que, se podrían catalogar dentro de lo comúnmente denominado como mal gusto.

Narrativamente, consigue sacar provecho a su premisa hasta el final del metraje, sin apenas altibajos, y aunque tontee demasiado con formulas demasiado usadas en este tipo de obras (como el distanciamiento entre los amantes poco antes del clímax), están bien llevadas y encajan con la idea central de lo convencional contra lo original. Aunque no sea una película de carcajadas constantes (ni pretende serlo), consigue sacar más de una; destacando escenas como la reunión canábica de cincuentonas, en uno de los mejores momentos de la carrera de Carmen Machi. Y aunque, todos los actores del reparto cumplan con creces su trabajo, uno de los artífices del éxito del resultado sea la química entre los dos protagonistas, interpretados por la propia Leticia Dolera y Manuel Burqu; lo que ya demostraron en la miniserie online “Bloquera en construcción”.

Una película colorista y alegre, pero que oculta mucha desilusión, frustración y rebeldía ocultas. En las antípodas de los subproductos para adolescentes donde la popularidad es el valor máximo alcanzable, aquí lo que cuenta es aceptarse a uno mismo. Pero no sólo funciona el mensaje, sino la manera en la que se lanza al público. Una obra que callará (o debería callar) a todos los que dicen que el cine español siempre es lo mismo. Una película que conseguirá su objetivo, porque, después de verla, ¿quién querría ser una persona normal?
Time Bandit
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8
17 de marzo de 2015
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Borja Cobeaga, director de dos reivindicables comedias como son “Pagafantas” y, en menor medida, “No controles”, nominado a un Oscar por su corto “Éramos pocos”, uno de los creadores del fenómeno televisivo vasco “Vaya semanita”, y co-guionista de la (por ahora) película más taquillera de la historia del cine español “Ocho apellidos vascos”. Tras todo ello, Cobeaga nos ofrece una nueva obra, que aun manteniendo nexos en común con sus anteriores trabajos, es algo radicalmente distinto a todo lo que había hecho hasta ahora. Si bien, el conflicto vasco con ETA en el centro era un tema recurrente en los sketchs de “Vaya Semanita”, aquí se aborda desde una óptica completamente distinta.

Si los personajes de sus anteriores obras destacaban por la forma tan exagerada, casi caricaturesca, con las que estaban retratados. Aquí, aunque los secundarios no poseen realmente demasiada complejidad, los protagonistas son mostrados como verdaderos seres humanos, enfatizando especialmente (en algunos casos, puede que hasta excesivamente) en los aspectos más cotidianos y mundanos. Esta apuesta por recrear las negociaciones de forma íntima funciona, en gran medida, gracias a la gran labor de los actores, destacando a un entrañable Ramón Barea, que consigue trasmitir al espectador las preocupaciones y las motivaciones de su personaje, muchas veces sin necesidad de palabras, y otras con las mínimas; a lo que ayuda el guión escrito por el propio Cobeaga. Barea aquí hace méritos más que suficientes como para que su nombre aparezca en la lista de la próxima gala de los Goyas; y sería muy de agradecer verlo más veces en personajes protagonistas.

Aunque el humor sobrevuela todo el metraje de la película, su visionado no provocará risas incontrolables de principio a fin, ni tampoco lo pretende. El tono, y sobre todo el ritmo, se encuentran completamente alejados del prototipo de comedia en la cual se atosiga al espectador con una interminable sucesión de momentos (en ocasiones, de forma forzada) cómicos, con la esperanza de que alguno haga reír al espectador. Y aunque, en algunas ocasiones lo conseguirá, su humor negro parece buscar más la sonrisa cómplice y agridulce del público. Los momentos de comicidad están reforzados con las sucesivas apariciones de diferentes cómicos, destacando el pequeño papel de Secun de la Rosa.

El tema central, especialmente si tenemos en cuenta que está basada en un hecho real, podría dar a pensar que se trataría de una manera teatral y grandilocuente, con un desfile de discursos tan rimbombantes como trillados (incluso en cierto momento, la misma película parece reírse de ello), en su lugar se opta por acercar la acción al espectador haciendo lo propio con la cámara, para contarnos la historia desde una óptica humanista e intima, rozando en ocasiones el patetismo. Pero, al mismo tiempo, Cobeaga se distancia para mostrarnos el diálogo o conversación de forma neutral, lejos de la anticuada y simplista formula de buenos contra malos. Aunque, hay que destacar las grandes diferencias entre los etarras interpretados por Josean Bengoetxea y Carlos Areces, respectivamente. Se podría llegarse a decir, que el uno es justo lo contrario del otro, lo que puede resultar algo forzado, pero que encaja perfectamente con el mensaje de trasfondo de la obra.

Por general, que una obra se haga corta y te deje con ganas de más es una buena señal, pero este no es el caso; ya que el espectador puede no quedar del todo saciado tras el visionado, y con la sensación de que tanto el suculento punto de partida, como sus logrados personajes centrales, y un tono muy acertadamente elegido; se encuentran completamente desaprovechados. A lo mejor hubiera sido buena idea alargar sus escasos ochenta minutos de metraje. Seguramente esta no sea la obra definitiva sobre el conflicto vasco y ETA; pero sin duda alguna, es muestra de que se va por buen camino.
Time Bandit
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4
11 de diciembre de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de esta pequeña comedia francesa gira en torno a una joven farmacéutica a la que toda su familia, y todos que la conocen, se empeñan en buscarle un marido a toda costa, pero ninguno parece el adecuado para ella, hasta que conoce a un instalador de alarmas llamado Víctor. Hasta aquí, todo suena a otra típica y simple comedia romántica del montón, y me gustaría decir que se trata de mucho más que eso... pero, no es cierto. Uno de los puntos más interesantes, aunque desaprovechados, sea la peculiaridad que esta farmacéutica preste películas a sus pacientes como cura de sus respectivos males; especialmente obras de Woody Allen, por el que siente una gran admiración y obsesión; tanto es así que habla con el póster del cineasta estadounidense que tiene en su habitación, y éste le responde ofreciéndole consejos y ayuda en sus problemas personales.

La idea podría llegar a resultar curiosa, pero desgraciadamente no pasa demasiado de eso. La escasa duración de su metraje de hora y cuarto podría haber sido uno de sus mayores aciertos, sino sería porque pese a ello llega a aburrir en algún compás debido a los predecibles y poco estimulantes acontecimientos que se suceden los unos a los otros sin causar prácticamente ninguna sensación al espectador. Algunos momentos son bastante interesantes, pero no son suficiente; y ni siquiera la sombra del siempre presente Woody Allen consigue salvar la sensación de que no estamos viendo nada nuevo, y que por si fuera poco, no está bien contado. Además, las constantes referencias a la obra del director de Nueva York no pasan de lo superficial. Con una obra de tan poca duración se podría esperar un buen ritmo, pero este también resulta irregular. Los personajes, aunque correctamente interpretados por sus respectivos actores, en ningún momento llegan a estar bien definidos, dificultando que el espectador entienda o se interese por sus comportamientos, o mucho menos sienta empatía hacia ellos.

En algunos momentos la película parece interesada en emular el estilo de su homenajeado Allen, pero no llegando siquiera al nivel de sus peores obras. A veces da la sensación de que la película va dando tumbos, como si no supiera bien a dónde dirigirse; bien es cierto que hay casos en el que se apuesta por cierto estilo narrativo errático con mucho éxito, pero aquí solo se consigue ofrecer varias insatisfactorias tramas secundarias que no llevan a ningún sitio, que podrían haber sido eliminadas sin haber afectado al resto. Otro de los problemas del deficiente montaje de la película es el momento en el que la protagonista debe elegir con cuál de los dos hombres debería quedarse; este instante, que debería haber sido el clímax de la obra, carece de toda emoción y significado por el simple hecho que uno de los dos amantes se encuentra desaparecido en casi toda la obra, para aparecer en alguna escena suelta.

Es cierto que la película tiene el peculiar encanto de las comedias francesas, pero este resulta insuficiente. Recomendable para los fans del cine de Allen, aunque sea como curiosidad. Es una película pequeña, que pese a sus fallos y carencias, conseguirá su propósito de entretener al espectador en lo que dura su corto visionado, aunque seguramente caerá en el olvido poco después. El final, uno de los puntos más complicados y de los más importantes, consigue que el espectador se quede con una sensación ligeramente más positivo, ya que se trata de uno de los mayores aciertos de la obra.
Time Bandit
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8
30 de octubre de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenemos entre manos una de las obras más originales y desconcertantes que ha surgido en los últimos años en el panorama cinematográfico español. Con una historia que gira, entre otras cosas, en torno a secuestros y peculiares justicieros enmascarados, a cualquiera le vendría a la mente el prototipo de blockbuster estadounidense actual: explosiones, persecuciones, peleas y disparos a cascoporro, mientras el argumento y los diálogos son reducidos a su mínima expresión. En cambio, en Diamond Flash ocurre todo lo contrario: la acción es completamente calmada, marcada con un ritmo denso y frio. Que no quiere decir que sea aburrido, aunque se lo pueda parecer a todo aquel que se pierda en su maraña narrativa. Sino que ayuda a sentir como propios los sufrimientos y las ansiedades de sus protagonistas, sensación fortalecida por los planos cortos que predominan prácticamente en todo el metraje.

Se trata de una obra de bajo presupuesto, pero lejos de avergonzarse de ello echando mano a efectos especiales de mercadillo, se apodera del realismo austero y asfixiante que le sienta como anillo al dedo. Esto también obliga a que la mayor parte del peso caiga sobre los hombros de los diálogos y de los intérpretes. Y aquí tenemos una de las claves de la obra, pues si estos elementos hubieran fallado la película se hubiera desmoronado como un castillo de naipes, pero no fue así. Los diálogos, sobre los que reposa casi toda la estructura narrativa; aunque puedan parecer demasiado largos e incluso excesivos, cumplen perfectamente con su cometido en todo momento de aumentar la tensión del espectador. Aunque estas conversaciones den las piezas del rompecabezas, es el espectador quien las debe juntar una a una mentalmente.

Respecto a los actores -actrices, en su mayoría- cumplen perfectamente en su papel. El reparto consta mayoritariamente de rostros prácticamente desconocidos por la mayoría del público, pero su elección no podría haber sido más acertada, pues cada intérprete consigue dotar de verosimilitud a su respectivo personaje. Este hecho, tiene el mérito añadido de que la mayoría de los planos son cortos, reflejando constantemente en sus rostros; haciendo que éstos tengan tanta importancia como lo que dicen en cada momento.

Una obra, que eso sí, no es recomendada a todo el mundo. Quien busque la típica película de acción trepidante, seguramente saldrá enormemente decepcionado con esta muestra de cine personal donde predominan los extensos diálogos y planos estáticos, generalmente de larga duración. Quien quiera apagar el cerebro y disfrutar de unas imágenes en movimiento que pasan delante de sus ojos, seguramente no comprenda nada de lo que vea. Pues Carlos Vermut, en su primer largometraje, da libertad al espectador para juzgar por si mismo su obra. Pero todo aquel que huya de convencionalismos cinematográficos de todo tipo, y quiera disfrutar y saborear de una joya única del séptimo arte, le recomiendo que pruebe esta.


http://nosoyuncritico.com/criticas/ano/en-el-fondo-del-cajon-criticas/2014/10/diamond-flash/
Time Bandit
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