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España España · Cáceres
Críticas de Sinhué
Críticas 1.378
Críticas ordenadas por utilidad
6
12 de noviembre de 2018
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
El futuro distópico ya está aquí: esclavos invisibles que valen menos que su pasaporte, naciones que se amplían con tierras ajenas que se venden como si fueran de alguien (el 25% de Singapur se le ha ganado al mar); amigos virtuales, porque la amistad auténtica se persigue.
El concepto de trabajo moderno hunde sus raíces en la explotación máxima para obtener el mayor beneficio y las víctimas son siempre los más necesitados, que venden su dignidad por un plato de lentejas. ¡Es el neoliberalismo amigo!

Solo a través del sueño, dice el director, puede la mente imaginarse fuera del contexto de programación insconsciente en el que los individuos se hayan.
El mensaje es que para muchos ya es tarde y que la cálida e imprescindible humanidad está en serio peligro de extinción.

¡Pasen y vean los efectos de tan cacareada modernidad! Porque sepan que la República Parlamentaria de Singapur es uno de los espejos en que se miran aquellos que hablan de milagros económicos, que suelen consistir en espléndidos resultados porcentuales de lo macro-dinerario, a costa de la destrucción de la naturaleza y de una especie de hormigas parlanchinas, que los portugueses llamaban pessoas y que aparecen habitualmente en la obra de Saramago (La caverna, Todos los nombres, Ensayo sobre la ceguera...)
Sinhué
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10
21 de mayo de 2010
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca volverá a filmarse una película como La Noche. Es uno de esos raros cometas que sólo pasan una vez y para ser avistados han sido precisas cientos de conjunciones casuales de astros, planetas y atmósferas favorables.
Nunca habrá otra La Notte porque la alineación de astros tuvo lugar hace 50 años. En un momento de fulgor inigualable llegaron de la mano Antonioni, Tonino Guerra, Mastroiani, Jeanne Moreau y la primeriza (¡quién lo diría!) Monica Vitti...y la escenografía de Ennio Flaiano...y la batuta de Giovanni Fusco. Con los años justos, todos; ni uno más, ni uno menos.

Pocas veces la verdad se ha mostrado tan desnuda, y tan hiriente y tan definitiva. Y todo para contarnos qué pasa cuando el amor se derrama, como el agua en una cesta de mimbre.
Pasea una pareja noqueada que oye de lejos la campana de la muerte, y a ritmo de un jazz quejumbroso se retuerce la noche, noche que ha sido desde el alba.
Muy recomendable para quienes no tienen claro si les gusta, o no, el CINE (nótese que está escrito con grandes letras). Después de su visionado, si dicen aquello de: un poco lenta, el Antonioni es un "pesao", se me ha hecho un poco larga, ¡es que en blanco y negro!..., el pronóstico no es muy alentador y tal vez deban quitar letras mayúsculas a su concepción cinematográfica

Posiblemente nuestro cometa se volatilice en una lejana galaxia y se convierta en polvo de estrellas, justo en el momento que tras vivir uno de los finales más emotivos, desgarradores e intensos de la historia del séptimo arte aparece tras los árboles, que pinta de gris el amanecer, la palabra FINE.
Sinhué
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8
9 de agosto de 2009
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jean Renoir milita contra la ocupación nazi, en este caso en territorio británico, con un consistente alegato a favor de la libertad y del derecho de los pueblos a decidir libremente, sin imposiciones y sin falsos redentores.

Como ya había hecho Charles Chaplin tres años antes con El Gran Dictador, Renoir reflexiona sobre la dignidad del ser humano. Convierte en faro a un maestro pusilánime pero honrado (Charles Laughton) y nos invita a ver a través de sus ojos las penosas consecuencias cuando se imponen el miedo, el conformismo y los intereses personales de algunos líderes sociales.

La egoista condición humana que nos hace espectadores de la injusticia cuando no nos afecta de una manera directa, e incluso nos convierte en delatores de aquellos valientes rebeldes capaces de decir NO.
Sinhué
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7
22 de octubre de 2019
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
La directora Lulu Wang lleva a cabo un organizado trabajo, casi un estudio de comportamientos y relaciones humanas en función de generaciones y lugares; utilizando como coartada emocional la grave enfermedad, desconocida por ella, de la abuela y madre de un clan familiar chino. Confluyen en Changchun, para su despedida, los seres queridos, próximos y lejanos, para celebrar una boda que oculte a la matriarca el diagnóstico terminal de su existencia. Billi, la nieta favorita y un torrente irrefrenable de autenticidad, es el mayor peligro para la bien orquestada farsa.

La joven, alter ego de la propia realizadora, será el volcán que a lo largo del metraje arroja preguntas y consideraciones que tienen que ver con la búsqueda de identidad (si la tienen) de los inmigrantes, la confortable calidez y también el riguroso control familiar, el supuesto derecho a saber la verdad y el deber que asumen quienes la ocultan; y, es cierto, todo en nombre del amor.

La película se mece continuamente entre el drama y la comedia, la reflexión y la improvisación, difuminando verdad y mentira como si fueran dogmas inexistentes y todo ello sin que se noten alteraciones en el ritmo. Por lo que resulta de fácil seguimiento para el espectador que no duda en hacerla suya; en compartir y hacerse cómplice, de las venturas y desventuras de unos seres que culturalmente le pillan a trasmano pero con los que se hermana de buen grado. Para eso también sirve el cine.
Sinhué
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8
16 de diciembre de 2015
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué deberían hacer los Fernando León de Aranoa de la vida para convencer a los sesudos críticos de que su cine es más que válido, incluso necesario? ¿Cómo decir a estos señores que cobran por decir lo que piensan (¡de acuerdo, es su trabajo!) que retratar la realidad no es ni tendencioso, ni demagógico... y que es bastante más rentable servir al engaño, la manipulación, la versión oficial y el atontamiento general, que a otros tipos de testimonios diferentes: más humanos, sinceros y menos remunerados? ¿Cómo no rebajar la supuesta honesta intencionalidad del que escribe para un medio sostenido por el capital y las multinacionales, cuando el mensaje de la película puede ser claramente hostil para con estos patrocinadores de guerras y neoliberalismos?

No, ya se sabe, el cine social (Agnès Varda, Ken Loach, Hnos Dardenne, Guediguian, Aranoa, Bollaín...) está enfermo de naturalidad, dicen algunos expertos; y en el "séptimo arte", proclaman ufanos, han de prevalecer: la fantasía (alcanzar las cosas solo con la imaginación), lo increíble (los que invaden son los buenos), la ciencia-ficción (puedes mentir sin ponerte colorado), la diversión (efectos especiales y porno) ...... Y todo para dar la razón a la industria y a los poderosos; porque mal les iría, a los unos y a los otros, si la gente, sorda a sus recomendaciones, demandara otro tipo de entretenimiento en el que la conciencia y la memoria ocuparan el lugar preeminente que les corresponde.

Basándose en la novela de Paula Farias, Fernando León y Diego Farias, relatan 24 horas de la vida de unos cooperantes en cualquier lugar de guerra, aunque esta parece reconocible. Horas de sesenta vivencias y tres mil seiscientos ratos de respiración contenida. Horas intensas y a la vez horas perdidas. Allí, donde la vida no vale nada, la burocrática maquinaria destructiva, de la que dependen tantas empresas de paz y de armamento, no se detiene, en su afán de alargar el conflicto y, por tanto, el negocio.

Dice alguno de los "cítricos" que el sentido del humor es tan sutil en la cinta, que es prácticamente invisible e inservible; yo en cambio pienso que lo que cala precisamente, lo que impregna, es lo fino, la lluvia hecha polvo, duradera, persistente y purificadora; la que devuelve el brillo a los campos polvorientos y termina por llenar los pozos.

El cine social, ya lo he dicho en alguna otra ocasión, tiene a su favor la verdad, que es un componente que hace a la obra duradera y apreciada con el paso del tiempo; al contrario de la mayoría del cine comercial que es tan solo un producto de consumo inmediato y, por tanto, de inmediata evacuación.

Sí, yo soy un raro de los que entra en salas semivacías, cuando los otros hacen largas colas para ver la entrega decimoséptima de alguna exitosa saga; ¡a mucha honra!
Sinhué
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