Como para muchos cineastas de renombre, el género de terror es la puerta de entrada a la industria. Oliver Stone elabora una tensa historia de depresión psicótica y tensiones crecientes.

La mezcla de terror psicológico y slasher "weird" despiertan el interés de una obra con muchos aciertos y alguna que otra licencia convenida. El trabajo de cámara y fotografía está cuidado. El hecho de que Michael Caine esté detrás del personaje principal le otorga un plus de calidad y credibilidad. La atmósfera es adecuada. El montaje irregular.

Una pena que fuese sepultada por la estela de obras más ambiciosas, pero fue la época propicia para que un producto de estas características viera la luz sin caer en la caricatura absurda. Una serie B que se toma demasiado enserio.

Su última escena es icónica y efectiva. Terroríficamente conseguida.

Incubando al ego. Ahogando la calma con listones impostados. Rugidos con olor a muerte. Pubertad con regueros de sangre. Conciencia ubicada. Inocencia que huye. Amor con toxicidad extrema. Linchamiento con señal de stop.

Hanna Bergholm da forma a una criatura con la suficiente fuerza e identidad como para reflejarse en ella. Construye una alegoría potente sobre identidades y rebeldías en la frontera adolescente. El resultado terrorífico de estética Wonderful consigue resultados introspectivos y empatizantes. Bergholm plantea un colorido cuadro de tonos pastel donde se narran postureos con sonrisas asesinas.

Una profecía muy humana que sabe equilibrar sus emociones con la caricatura. Su mensaje es directo y muy visual. Una obra valiente y llamativa. Se agradece.

Delicada historia bélica que narra las batallas de cuatro hermanas por el amor. De cómo la guerra te da lo que antes te arrebató. Wise cuenta su historia evitando caer en lo lacrimógeno y apostando por la sutileza.

Todo empieza con un juicio que servirá de excusa para narrarnos a modo de flash-back la historia de una familia sin hombres, arrebatados por la II Guerra Mundial en tierras neozelandesas. Maridos y novios que se marchan y no regresan, mujeres empujadas a la soledad, oportunidades que vienen de lugares lejanos…
Las tierras bañadas por el pacifico se llenan de norteamericanos vestidos de uniforme, engatusando y enamorando en un lugar plagado de mujeres asoladas por la guerra y una casa habitada por cuatro hermanas de personalidades dispares que se van enamorando de mil maneras.

La correcta fotografía tiene momentos deliciosos que llenan las retinas del espectador. Música efectista y por momentos efectiva. Mariposas en el estómago al son de violines en cada escena romántica y en cada momento dramático .

Un guion bien llevado que prefiere esquivar el campo de batalla y se mantiene en casa. Prefiere observar las vidas de los que se quedan. Sacado de una historia de James Machener, Robert Anderson adapta este guion que deja cosas sin aclarar (como la resolución del caso inicial) y saltos en el tiempo bruscos y sin aviso.

El trabajo interpretativo está espléndido. Joan Fontaine como mujer insensible y dura, apodada “corazón de piedra” y enamorada perdidamente. Jean Simmons preciosa y delicada, sensata y enamorada del galán protagonista, luchando por un amor que no reconoce. Piper Laurie interpreta una alocada busca hombres, revelándose contra la situación del momento. Sandra Dee como hermana pequeña, ingenua e impulsiva y ajena al dramatismo de una vida que todavía disfruta. Y un Paul Newman arrollador, galán vestido de uniforme, que se resiste al amor después de haber fracasado. Empujado por los hilos que mueve el deseo y la pasión, se irá enamorando a pesar de sus negativas premeditadas.

A recordar la escena entre Newman y Simmons de “no-amor” con abrazo final. Cabeza y corazón luchando por culpa de destinos sin definir, resistiendo a tropezar por segunda vez en una piedra puesta por el azar de una guerra.

Arrancando ladrillos, derrumbando muros. Mensajes que despiertan la conciencia dormida del capitalismo más adoctrinante. La desolación de la consecuencia belicista. El desamparo de referentes. Sobreprotección tóxica por eslabones del sistema. Portadores de odio que dictaminan conductas. El reproche al arte. La vida interpretada como un saco de lágrimas contenidas. Los golpes del hoy podrían doler menos en el mañana...

No solo se transgrede con letras y música. El apartado visual es un abrumador ejercicio que se adapta a la perfección al estilo de Alan Parker. Los excesos de su cine encajan con la intencionalidad del impacto y el volumen del mensaje.

La armonía en la forma y contenido traspasa pantallas y revienta muros. Un alimento sano para el mundo del rock contemporáneo. Una obra conceptual tan mimada que se deja querer más allá de las barreras del género.

Comprimido y avaricioso proyecto. Mucha historia para tan poco metraje. Los cabos sueltos contaminan la cinta. Su conjunto queda cojo y sin rematar. A pesar de todo, tiene la suficiente fuerza como para referenciar e inspirar.

Lejos de ensalzar las virtudes de la fama, la cinta intenta dirigir su discurso hacia el fracaso, tanto personal como profesional. Se exponen los peligros que surgen por la persecución de los sueños y las crueles realidades del mundo del espectáculo. Un ejemplo de ello es la referencia a artistas que lidiaron con ello como James Dean, Montgomery Clift, Marlon Brando, William Inge, Stephen Foster, Freddie Prinze, Joe Namath.

Una vez más, la pericia tras las cámaras de Alan Parker hace que una película con tantas lagunas en su guion adquiera una personalidad arrolladora. Su banda sonora ayudaría a que la producción fuese un éxito y se convirtiera en un icono de la cultura pop.

Una de las virtudes de Alan Parker es captar la atención de la audiencia y jugar a su antojo con ella.