Johnny Boy es un bocazas, un niñato que no puede mantener la boca cerrada y no para de meterse en líos. No hay nada más peligroso, casi suicida, que comportarte como Johnny Boy en un lugar como Little Italy. Es un pasaporte seguro al otro barrio, sobretodo cuando la ciudad anda desquiciada, Vietnam todavía arde y la violencia aflora tan solo por una mala mirada o un mal gesto.

Charlie se confiesa y pide penitencia por sus pecados, pero no sabe que la mayor penitencia que podía caerle es ocuparse de Johnny, un dolor de cabeza constante que Charlie asume como suyo. Si Johnny esta ya perdido, sin su ayuda estaría muerto.

Entre trapicheos de poca monta, bares sórdidos donde usan como posavasos servilletas y la oscuridad lo inunda todo, las strippers llevan una especie de cucurucho en los pezones y conversaciones con un dios que seguro que tiene la oreja puesta en otros sitios se mueven estos personajes por una ciudad que Scorsese sin duda conoce a la perfección y retrata de una forma hiperrealista y salvaje.

En una guerra unos buscan sobrevivir (y si tienes hombres a tu cargo, intentarán que ellos sobrevivan también) y otros buscan la gloria. A estos se les suele llamar héroes, pero un héroe es un hombre muerto, y un hombre muerto es 0, así que más vales sobrevivir que caer y que te cuelguen medallas.
Pekinpah rodando cine bélico se siente en su salsa y despliega todo su catalogo de casquería fina a cámara lenta; Disparos, puñaladas y cañonazos se van sucediendo en un guión algo flojo pero que tiene el acierto de no mostrar a los soldados alemanes como cabronazos con el seso sorbido por el partido NAZI y si como soldados desencantados, abatidos, que actúan casi por inercia y marcados por una guerra que se les muestra cada vez más absurda e imposible de ganar.

Que humor con tufillo a tocino rancio que desprende esta película, no pega ni con cola en el tono general y lo único que consigue es rebajar el interés hasta el cero absoluto con chistes sobre ingleses, franceses, americanos y maricones que se pueden escuchar en cualquier bar a la hora del carajillo todos los días (16:00), pero contados con mas gracia claro.

Rafael Alonso hace lo que puede y se le nota en la cara y Mara Cruz hace mas de lo que podría en condiciones normales y esta buena, así que se le perdona, pero no hay por donde agarrar tanto tópico y olor a boñiga de vaca. Todo la trama transcurre en un pueblo, pero evitaré usar el termino "España profunda", aunque no pueda evitar usar el termino "boñiga de vaca".

Lo mejor son los títulos de crédito que prometían mas de lo ofrece y la intención del director de salirse un poco (tampoco mucho) del cine que triunfaba en la España de los 60.

No se porque los directores españoles no podían hacer una película de suspense o con aromas a cine negro sin meter la gamba, véase sino "tela de araña" y la magnifica utilización de un chimpancé para resolver la trama.

Kevin Smith deja de darte atracones de dulce continuamente o además de mantener tu oronda figura y sufrir una posible diabetes, vas a seguir rodando bodrios sentimentaloides (para frikazos, eso si) que se va a tragar tu puta madre.
La historia de amor es tan blandengue como tus michelines y además se huele lo que va a ocurrir a años luz y tiene más tópicos que un culebrón de la peor calaña. Y que conste que el numerito musical que se marcan a ritmo de los Jackson's Five mola mil (con Rosario Dawson bailaba yo hasta sardanas eso si) pero la parte en que Rosario se pira y Dante la persigue con el coche y suena esa mierda de música que parece sacada de Dawson crece y todos están con cara de se ha muerto mi perrito Puppy durante un rato, APESTA.
Pero claro, luego te saca burradas (nunca mejor dicho) como ese espectáculo de zoofilia (o sexo entre especies) y te tienes que reír por cojones y casi aplaudirle, o a Jay y Bob haciendo el gilipollas como de costumbre y vuelves a reírte.
Y cuando pone el modo nostálgico en on y toca emocionarse al comprobar como han madurado (lo justo y necesario, tampoco os creáis) y como le dan duro a los pringaillos de nueva generación que lo flipan con el señor de los gramillos o en la escena de los coches de choque, que a mi me toca la vena sensible cosa mala.

En conclusión, deja de hacer el gilipollas y si solo eres un friki con suerte que ha triunfado dedícate a jugar a Warhammer y no toques mas las narices (y en ocasiones el corazoncito).

Es el cambio de milenio y en Taiwán como en el resto del planeta, los adolescentes siguen drogándose, bebiendo, peleándose, amándose, bailando y sintiéndose perdidos en un mundo que no les comprende. Hasta aquí el señor Hou Hsiao Hsien no presenta nada nuevo, la clave de la cuestión es el envoltorio en el que nos lo presenta. Un envoltorio oscuro como la boca de un lobo y aburrido como una partida de ping pong entre un tipo sin brazos y un ciego.
Aburrido porque las conversaciones que mantienen entre ellos son del tipo Superpop y porque las situaciones son tan cotidianas que podrían aparecer en cualquier consultorio sentimental de dicha revista, y seria mas o menos como sigue:
Pregunta- Mi novio es muy celoso, espía mis llamadas y mis facturas y además me olisquea cuando llego a casa.
Respuesta- Tu novio no es que sea de un mundo y tu de otro, tu novio es gilipollas.
Además el director este hace saltos temporales cuando le sale del nabo y presenta situaciones que luego se da el lujo de olvidar y pretende que nosotros las olvidemos también.
Pues no amigo, conmigo no cuela y me acuerdo de que la policía estaba registrando la casa de uno de los personajes por un robo y que en la siguiente escena no hay policías y ni siquiera están en el piso, y que la cuestión no vuelve a relucir por ningún lado.
Ahora comprendo la etiqueta de made in Taiwán que llevan muchos productos de escasa calidad.