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Críticas de Natxo Borràs
Críticas 2.192
Críticas ordenadas por utilidad
8
30 de octubre de 2012
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer largometraje de ficción para la pantalla grande de Michael Mann, entonces establecido en la Televisión que, de hecho, ha sucumbido como medio que consolidaría su carrera de productor gracias a la serie que le haría mundialmente famoso como productor “Corrupción en Miami”, destacable por su estilizada puesta en escena. Pero todavía tardaría una década para hacerse un hueco en el cine en la cinta de aventuras “El Último Mohicano” (The Last of the Mohicans, 1992) épica adaptación de una novela de James Fenimore Cooper (y sin haber pasado por alto la reivindicable producción por cable “Hunter”, sobre los primeros andares del caníbal Hannibal Lecter) y, especialmente, la gran acogida por parte de crítica y público en la espectacular “Heat”(1997).

De hecho la película que protagonizaran Al Pacino y Robert de Niro en un duelo sin precedentes es deudora, ampliada y magna revisión de éste lejano, olvidado y nocturno “Thief”, con James Caan en el rol del ladrón profesional Frank, y sin un destacable policía rival persiguiéndolo durante casi dos horas de metraje, capitaneando los golpes silenciosos de los que no necesita más ayuda que la de su compañero Barry (James Belushi). Pero Frank no trabaja para nadie y por eso puede ocultar muy bien su tarea con la de jefe de un concesionario de coches usados.

Y siguiendo los dogmas propios del cine de antihéroes solitarios que quieren pasar a mejor vida (es decir buscar una mujer, formar una familia y vivir el resto de sus días en un bonito chalé con jardín,…), Frank tendrá que pagar su precio asociándose con malas compañías, representadas por un misterioso empresario interpretado por el veterano actor Robert Prosky, antítesis del lado bueno y humano que le ha enseñado Okla (en la piel cantante country con rostro bondadoso Willie Nelson) todo lo mejor de profesión.

Un film que vale la pena reivindicar por el hecho de comprender y en cuanto a thrillers se refiere (por dónde van los tiros, nunca mejor dicho) en el cine de Michael Mann.
Natxo Borràs
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7
19 de octubre de 2012
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tratándose de una co-producción entre España y Francia, Vicente Aranda gestó una de sus mejores películas por no ser tan conocida al lado de films posteriores como “El Lute: Camina o Revienta” (1987), “El Lute II: Mañana seré Libre” (1988), “Si te dicen que Caí” (1989), “Amantes” (1991) o “Juana la Loca” (2001). Pero en esos años de post-transición y con el cine “quinqui” como referente policíaco, Aranda contó con la presencia femenina de Fanny Cottençon que le otorga su nombre al personaje. La actriz toma su propio nombre para interpretar a una despampanante rubia que después de participar en un atraco y esconderse del policía Andrés Gallego (Bruno Cremer), que la odia y desea a la vez, regresa a Barcelona para reencontrarse con su novio Manuel “El Gato” (Ian Sera), apresado por las drogas y con la ayuda de Julián (Francisco Algora) que a su vez le da oportunidad a Fanny para participar en el asalto a un furgón blindado, en que está empleado Gallego, después de ser expulsado de la policía por sus brutales métodos.

Después de adaptar a otro autor de novelas policíacos como Manuel Vázquez Montalbán con “Asesinato en el Comité Central” (1981), Vicente Aranda contó con la colaboración del autor catalán y especialista también en el género, Andreu Martín, para adaptar su novela “Prótesis” añadiéndole un alto voltaje erótico en la pareja rival (los franceses Cottençon y Cremer) perdidos en esa Barcelona sucia y canalla que había albergado a los Perros Callejeros de José Antonio de la Loma y todavía estaba muy lejos de la ciudad que tenía que ser, en perspectivas de su futura candidatura a los Juegos Olímpicos.
Natxo Borràs
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6
6 de junio de 2012
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la prometedora ciudad de Edison, existe una unidad de élite de la policía llamada FRAT especializada en asaltos. En una batida, dos agentes, Lazerov (Dylan McDermott) y Deed (LL Cool J) se ven implicados en un homicidio premeditado por el primero. En el juicio el periodista Pollack (Justin Timberlake) sospechará de algún que otro asunto turbio. Su investigación, basándose en el testimonio de Deed, le verá envuelto en un conflicto de intereses que puede llegar a salpicar la reputación del jefe de policía Tilman (John Heard) e incluso la del Fiscal del Distrito Reigert (Cary Elwes). Pollack, con su vida colgando de un hilo, se ayudará de un investigador, Wallace (Kevin Spacey) y su propio jefe, Ashford (Morgan Freeman) dueño de un periódico.

Aceptable thriller policíaco planteado en unos pilares institucionalizados por una ciudad dónde se intenta erradicar la delincuencia y los bajos fondos pero que en el fondo la corrupción reina en las instituciones (de un lado a otro tenía que salir tanta inmundicia). David J. Burke, un director todavía no reconocido, firma con elegancia un producto casi destinado al entretenimiento que al simple ejercicio de intriga habitual en éstos filmes.
Natxo Borràs
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6
29 de abril de 2012
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque es su segundo trabajo, “Amblin” se constituye como el “primer” trabajo oficial de Steven Spielberg y su tarjeta de visita que le abrió las puertas a la televisión (dirigiendo algún capítulo de “Colombo”) y presentándonos dos magistrales piezas de terror cotidiano como son “El Diablo Sobre Ruedas” (Duel, 1971), estrenada primero en la televisión por cable para estrenarse, debido a su éxito en la gran pantalla, y la sobrenatural “Algo Diabólico” (Something Evil, 1972), a la que posteriormente vendrían la comedia dramática “Loca Evasión” (The Sugarland Express, 1974) y el horror de los horrores a pie de playa en “Tiburón” (Jaws, 1975).

Pero ya en 1964 había montado un corto casero, entre otros desde 1959, titulado “Firelight”, un híbrido de terror y ciencia-ficción de andar por casa en que unas esferas lumínicas del espacio terror invadían la tierra y atacaban a la gente. Posteriores obras como “Algo Diabólico” y “Encuentros en la Tercera Fase” (Close Encounters of the Third Kind, 1977) son deudoras de una curioso trabajo que llegó a prolongarse a casi tres horas de metraje.

“Amblin” sin embargo es un trabajo de campo. La gran oportunidad que le ofrecieron a Spielberg para aventurarse en su carrera. El final de una etapa y el principio de otra que ya el gran público conoce. Es una historia de dos almas que se juntan, dos autoestopistas que se conocen por circunstancias derivadas a la prescindible hospitalidad de los conductores que no se resignan en recogerlos y que se aventuran a pie por el desierto en busca de alguien que les recoja. Pero antes descubrirán sus afinidades, participaran de sus chistes y juegos para matar el aburrimiento hasta que conocerán el amor. Pero la pregunta está en el aire… ¿Están hechos realmente el uno para el otro?

Sin diálogos pero con música “Amblin” (que dio nombre tambien a su productora Amblin Entertainment) resulta un cortometraje curioso por la rúbrica que lleva a la hora de mostrarnos el desencanto e una juventud (de mitad de los sesenta), rebelde y sin rumbo fijo.
Natxo Borràs
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9
7 de marzo de 2012
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película que lanzó a la fama a Rita Hayworth, acompañada eso sí, por una descomunal bofetada propiciada por Glenn Ford, y que hoy en día esa secuencia pasa desapercibida así como su desnudo de guante negro mientras canta el “Put the Blame on Mame” o el “Amado Mío” (aunque no lo llegó cantar pero sí danzar con un movimiento que no tiene desperdicio pero sin la sensualidad recatada en el mítico tema del guante).

“Gilda” la recreó como icono un año antes que Orson Welles la retuviera para realizar “La Dama de Shangai” (The Lady From Shangai, 1947), junto con ésta, su mejor película. Porque esta actriz, de padre sevillano y madre de ascendencia irlandesa, representaba todo un icono. El blanco y negro no retuvo su fama de pelirroja y, por otra parte, ayudó a convertirle en una descarada, venenosa como atractiva “femme fatale” en potencia. Capaz de quitarle el hipo a policías de esmoquin, gángsters de toda condición y camareros de salas de fiesta que ya de por sí son la tapadera perfecta para que se desarrolle el juego ilegal con mesas atestadas de jugadores, controladas por croupiers sigilosos de no ser llamados por la atención de los vigilantes matones de rigor.

Éste es el marco donde la película de Charles Vidor (Canción Inolvidable) se ambienta; en el Buenos Aires dónde deberían imperar la Ley y las buenas maneras allí está el americano Johnny Farrell (Glenn Ford), un trotamundos jugador en busca de fortuna con trampas es rescatado, después de una reyerta con marineros, por el enigmático Ballin Mundson (George Macready) y su bastón que esconde el filo lustrado de un cuchillo. Poco tiempo después un inesperado reencuentro con Ballin, después de ser pillado en una de sus trampas, revitalizará su amistad con el que resulta ser tan extraño individuo propietario del casino. Farrell se convierte en su socio número uno después de ganarse su confianza antes que mantenerse al margen. De aquí en que no se aprecie un distanciamiento hostil, dato que revela en su argumento la presunta atracción homosexual (como así se llegó a entender) que sienten ambos personajes masculinos. Pero allí está Gilda (Rita Hayworth) como punto de discordia; el objeto instrumentalizado por Ballin que se casa inesperadamente con ella ante la sorpresa de Farrell. Éste, deduciríamos que quedaría sorprendido por el atractivo de tan bella dama, sinó que ya de antemano se intuye un resentimiento cercano al odio y la perplejidad, probablemente por un antiguo “affaire” sentimental en el pasado.

No es fácil deducir algunos momentos de la trama. Pero por allí juega un papel clave el secundario personaje que interpreta el gran George Macready (conocido por su papel del general Mireau en “Senderos de Gloria” (Paths of Glory, 1957) de Stanley Kubrick. Duelo de pasiones con pinceladas de cine negro en un clásico que hace honor a su principal estrella femenina.
Natxo Borràs
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