Haz click aquí para copiar la URL
España España · Vilagarcía Arousa
Críticas de María
<< 1 2 3 4 >>
Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
10
16 de agosto de 2014
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ladrido de unos perros advirtiendo la muerte se adelanta a las tempranas luces del amanecer que dibujan, desde la pequeña ventana del dormitorio, la silueta de Estrella, silenciosa y serena, consciente de la ausencia -ahora sí eterna- de un padre solitario y melancólico, desubicado y derrotado… condenado a vivir en su propia sombra, a morir dejando de existir, de la misma forma en que cada noche se abandona la vida por el sueño.

“Aquel amanecer, cuando encontré su péndulo debajo de mi almohada, sentí que esa vez todo era diferente… que él ya nunca volvería a casa”

La fascinación que Agustín despertaba en su hija, la admiración que ella sentía hacia él y el profundo amor que ambos se profesaban calladamente marcan los primeros años de vida de la joven, que sin embargo, durante los estadios más herméticos de la tristeza de su padre también percibía el amargo desapego que les distanciaba inexplicablemente.

“Yo sabía que mi padre estaba en casa. Durante todo el tiempo esperé a que me llamara, pero no lo hizo. A mi silencio él respondía con el suyo. Fue así como de pronto comprendí que él seguía mi juego, aceptando mi reto, para demostrarme que su dolor era mucho más grande que el mío”

Ese sufrimiento contenido, la tristeza enquistada en el alma y la nostalgia hecha enfermedad le paralizan, impidiéndole acercarse a Estrella, ahora adolescente, cuando acude a él buscando respuestas sobre un enigmático pasado del que apenas tiene la vaga referencia de un nombre de mujer… y será así, con la verdad comprimiéndole la garganta como se despida de ella, dejándola ir, sabiendo –él sí- que ese sería el último secreto que guardaría.

“Le dejé allí, sentado junto a la ventana, escuchando aquel viejo pasodoble, solo, abandonado a su suerte.”
María
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1
8 de julio de 2015
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi abuela materna, que era una republicana convencida, culta, aseada y viajada, de las que se ríen incluso cuando se enfadan, meticulosa hasta el extremo, perfeccionista patológica y que para más inri se llamaba Saladina, sentenciaba a menudo que “al que asa dos conejos a la vez, uno se le quema”.
Mi abuela que, además de muy sabia, era mil veces más graciosa que Ahora o Nunca, me ha inculcado desde niña una escala de valores y principios orientada a que mi comportamiento para/con los demás naciese siempre del respeto, la empatía y la comprensión… porque es verdad: está muy feo reírse de las personas por sus carencias, incapacidades o insuficiencias. A cada uno le gusta lo que le gusta y no hay más. No voy a ser yo –digna heredera de ese espíritu permisivo y librepensador- la que tan alegremente entre a juzgar las subjetividades ajenas. Por dios que no. Con mi inmenso corazón en la mano os digo que no podría.

Menos a los fans Dani Rovira, tal vez. Y es que no hay clemencia en el mundo para tanta inconsciencia. Esa especie de híbrido entre Hugh Grant y Pablo Alborán, que nos ha vendido actimeles, helados, cerveza y ropa rebajada desde el inexplicable éxito de Ocho Apellidos Vascos –y que a mí, personalmente, me pone más nerviosa que un congreso de Minions- se ha creído que todo el monte es orégano, que con cuatro tics se construye un personaje y que además es más bonito que un remolque recién pintado. El flamante yerno de España (pobre del cuñado que se lo lleve) e incomprensible ganador de un prestigioso –el suyo un poco menos- Goya de la Academia de Cine ha intentado repetir fórmula en esta comedia nupcial de tintes brit que le ha consagrado ya como estrella absoluta del menos exigente de los géneros, gracias a la ingenuidad, la candidez y la ternura que desprenden sus papeles. Todos. O sea, los dos. Que para ser justos son el mismo, porque este chico –desde el cariño lo digo- es pony de un solo truco.

Y si Dani Rovira en el papel de Dani Rovira no sale demasiado beneficiado de este pastiche, peor suerte parece correr María Valverde en el papel de una Keira Knightley hasta arriba de strawberry cheese cupcakes a la hora del brunch. Ella se dedica básicamente a sonreír. A dar saltitos y a sonreír. Y a hacer que yo en el papel de Antonio Recio versión largometraje me cague en los tulipanes con tanto goodfeelinismo instagramero, me sobre mierda para rellenarle los canales a los holandeses y desee con toda mi alma que la atropelle el autobús de Melody en ese papel que jamás debió salir con vida de la sala de montaje.

Sigue por falta de espacio en https://revista.tviso.com/ocho-ahoras-o-nuncas-vascos/
María
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Vals con Bashir
Israel2008
7,5
23.447
Animación
9
24 de julio de 2014
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué es un recuerdo y cuánto tiene de real? La consistencia de la memoria es imprecisa, inexacta, delicada y frágil. Es etérea, dúctil y vulnerable al paso del tiempo, al poder de la sugestión, a las múltiples influencias de experiencias posteriores… las imágenes que grabamos en nuestro subconsciente se adaptan a nuestro entorno, a nuestras necesidades y a nuestras circunstancias para ayudarnos a sobrevivir. Así, del mismo modo que cada persona puede rememorar una determinada escena de forma diferente en cada etapa de su vida, un suceso compartido puede ser registrado individualmente de manera desigual e incluso contradictoria.

“La memoria sabe hasta dónde puede llegar sin causarte daño”, dice el amigo de Ari al principio de la cinta, justificando ese estratégico bloqueo -involuntario e inconsciente- de una parte de su pasado a la que el director viaja de la mano de testimonios ajenos y recuerdos cedidos con los que construirá el suyo propio, apoyándose para ello en la estructura narrativa de un documental y en la elasticidad creativa de la animación.

El resultado es a la vez un esclarecedor ejercicio reflexivo sobre el poder desestabilizador de la guerra y la brutalidad desatada, una toma de conciencia que divide a los culpables en espectadores, consentidores y ejecutores; y una labor de investigación que reconstruye un dramático episodio histórico para reivindicar la verdad como auténtica esencia de la justicia.
María
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
25 de agosto de 2016
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hope Ann Greggory, joven (menos de lo que ella cree) adicta a la laca, deslenguada e irreverente. Eterna adolescente incapaz de asumir su existencia en minúsculas, de comprender que venir al mundo es inscribirse en el tiempo y aceptar sus normas antes de firmar el compromiso perpetuo, de procesar el fracaso con perspectiva constructiva o al menos con positivismo. Una mujer en constante desavenencia con su presente que malvive aferrada a sueños caducos, desconectada de su propia realidad y alejada de todo vínculo afectivo. Hope feliz en el autoengaño del derrotado. Especialista en huir a tiempos pasados, acaba sufriendo de futuro. Víctima temprana de las buenas intenciones y atenciones de un padre mal-educador se convierte inconsciente y automáticamente en verdugo de todo lo demás, cuando tras una lesión a una edad complicada para una gimnasta se ve obligada a poner fin a su prometedora carrera deportiva.
La Hope odiosa y La Hope ingenua conviven en el retrato que The Bronze hace de la villana neurótica, antipática y compulsiva a la que da vida una convincente Melissa Rauch (The Big Bang Theory) que además co-escribe el guión. Una Hope intolerante y cínica, anclada a costumbres adolescentes, decidida a mantener su rutina habitual enfundada en un chandal hortera, obsoleto y escaso de talla, capaz de provocarse orgasmos con el angustioso video del accidente que la engalanó al mismo tiempo con la medalla de heroína nacional y la corona de reina de las arpías... Hope maldiciendo su suerte en el desayuno, en la comida y en la cena, empeñada en joderle la fiesta a todo Cristo y a todo Juan. Presenciando cómo el mundo la olvida lentamente. Aferrada a un fantasma, pero reclamando presencia. Hope buscando culpables a los que perdonar la vida, culpables a los que hacérsela insoportable y culpables a los que chantajear emocionalmente. Hope inflexible, irritante, irritable y frustrada, egocéntrica y autodestructiva; solitaria, insolente e intratable, pero también frágil y desamparada ante un destino que no está exento de cierta ironía porque a menudo los vencidos desconocen que lo están.

Una Hope manipuladora que acaba reconociendo su sadismo, de la misma manera que la Inés imaginada por Sartre (también a él le acusaron de individualista, amoral y egoísta) en Huis Clos se supo maligna en el momento en que fue condenada a vivir eternamente bajo la inquisitiva mirada del otro. Ambas identifican al prójimo como su auténtico calvario -causante nefasto de esa sacudida que un mal día desplazó sus mundos- pero también como parte fundamental de sus correspondientes procesos de autorealización, tomando conciencia de que el ser humano precisa de un semejante para reconocerse a sí mismo ya que la auténtica esencia de las relaciones interpersonales está en el conflicto.
El infierno, decíamos, siempre son los otros.

Es también Hope, una Hope monologuista, la que acapara el conjunto de la narración generando cierto desorden y reiteración en el desarrollo de una historia con más intenciones aventajadas que resultados finales. La insistencia en el humor más mordaz a la hora de construir la tragicomedia (estupendísimos los primeros cinco minutos de la cinta) alejan la crónica desmaduradora de toda sutileza dramática, destemplando la ineludible moraleja encerrada en todo desenlace redentor.
No basta una selección de momentos comunes de lo mejor del género para entrar por la puerta grande en el olimpo de la comedia independiente. No basta acomodarse en la poquedad ni instalarse en la mirada complaciente. No basta una protagonista que domine con soltura la pantalla, el gesto patético del humor amargo y la aspereza del feísmo. Por supuesto no basta con un lenguaje cinematográfico fresco, espontáneo y coloquial. Tampoco con una desternillante secuencia sexual milimétricamente coreografiada y llena de acrobacias si la convertimos en un asunto muy serio, si se utiliza como representación jocosa de una caída en picado o si viene a cargarse la atmósfera misantrópica que tan buen color le estaba proporcionando. No basta. No es suficiente. No lo es en absoluto.

La ópera prima del debutante Bryan Buckley, reconocido director de publicidad hasta The Bronze, estrenada en la jornada inaugural del festival de Sundance de 2015, parte de una excelente presentación de la antiheroína protagonista, de una fotografía costumbrista de los tiempos hipócritas que corren (en ese minúsculo pueblo de Ohio o en el de cualquiera de ustedes), en los que cualquier sinceridad parece cinismo; de una intención transgresora de satirizar conceptos como el éxito, la autocompasión, la amistad o la inteligencia emocional... pero la convencional fórmula empleada en el desarrollo se diluye mucho antes de que queramos, debamos o podamos alegrarnos por la otrora miserable Hope cuando, finalmente -tan finalmente que casi llega con retraso-, se reconcilia con su presente, recuperando esa vida secuestrada por un pasado mal resuelto, gracias al siempre ostentoso e inoportuno, sí, pero también reconstituyente milagro del amor.
Milagros en el infierno. Estamos locos.
María
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
4
15 de marzo de 2015
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
1.- Viernes 13 de Febrero. La operación ”Sombras” da comienzo con un escueto whatsapp que dice “A las doce en el cine que nos quedamos sin entradas”
2.- Sábado 00.15. Llego corriendo (literalmente, que ya habrá tiempo para metáforas) a la cola (ídem) de la taquilla y mis cuatro secuaces me lanzan una mirada de odio, a la que respondo con una sonrisa sumisa. Que no se diga que no hemos estudiado.
3.- “¿Cuántas?” pregunta el… taquillero (?). Cinco, respondemos al unísino tres de nosotras, mientras las dos restantes rematan la rima. Empiezo a ser consciente de lo humillante que va a ser la noche.
4.- Pasamos a la sala y buscamos nuestras butacas mientras repito una y otra vez “yo en el extremo, no”, “yo en el extremo, no”, “yo en el estrEMO, NO”. Me toca en el extremo porque mis amigas, además de inmaduras, son sordas.
5.- Me quito las dos chaquetas, la bufanda, los guantes, el gorro, el bolso y las orejeras. Descubro que no tengo donde dejar semejante montaña de ropa y me lo vuelvo a poner todo menos las orejeras. Error.
6.- Miro a mi derecha y descubro a la Vero escribiéndose con su novio. Desvío la mirada por educación y me encuentro con la de mi vecino de la izquierda, que acompaña a su chica. Siento una repentina empatía y se lo demuestro con una amable sonrisa, porque un abrazo habría resultado excesivo.
7.- Abro el bolso para desconectar el teléfono pero me entretengo respondiendo mensajes. Le digo a mi hermano que estoy en la cama, que me encuentro mal. Puestos a dar lástima, que sea por un motivo noble. Saco los chicles.
8.- Ofrezco uno a mi amiga, que coge el estuche y lo va pasando entre las demás. Vuelve vacío.
9.- Apagan las luces y la gente aplaude. Yo no, que conste.
10.- Aparece Dornan y la gente aplaude. Yo ahora sí, pero poco.
11.- Aparece Anastasia y se hace el silencio. Al fin. Gracias, Dakota.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
María
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 2 3 4 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow