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Críticas de Gabi Oldman
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Críticas 96
Críticas ordenadas por utilidad
8
7 de diciembre de 2017
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Donald Glover, que comenzó su carrera como guionista de la mano de Tina Fey en su serie 30 Rock, escribe, protagoniza, produce y dirige esta serie sobre el mundo de la música rap en Atlanta.
La historia se centra en un buscavidas llamado Earn al que da vida el propio Glover, al que también hemos visto actuar en la serie Community, que decide convertirse en manager de su primo rapero y traficante de droga, Paper Boi, interpretado por Brian Tyree Henry, visto en algunos capítulos de Boardwalk Empire o The Good Wife. El cuarteto protagonista lo completan el amigo yonki y algo desequilibrado de ambos, Darius, al que presta rostro Keith Stanfield, que interpretó a Snoop Dog en Straight Outta Compton (F. Gary Gary, 2015), y la amiga y madre de la hija de Earn, Vanessa interpretada por Zazie Beetz. Así, el grueso de la historia gira en torno a estos personajes, de gran carisma y bien construidos, al igual que la mayoría de los secundarios que van desfilando por la pantalla.
Una serie que tiende al drama, aunque a medida que avanzan los capítulos van brotando buenas dosis inteligentes de humor, en muchas ocasiones satírico sin llegar a lo escatológico y con ligeros toques de surrealismo. Diez capítulos de unos veinticinco minutos, que podrían funcionar casi como independientes, tocando la mayoría una temática diferente, por supuesto manteniendo el hilo conductor. Así, el mundo de la música sirve de excusa para mostrar el comportamiento de la sociedad de Atlanta, centrado en la comunidad negra, desde los bajos fondos hasta los supuestos altos peldaños, desde una perspectiva crítica. Algo que consigue gracias a un guion fuerte y bien estructurado que no deja nada al aire ningún detalle. La duración, y el hecho de tener historias concentradas, hacen de la serie un producto atractivo, dinámico y más sesudo de lo que nos tienen acostumbrados la mayoría de las sitcoms o los seriales de duración corta.
Destacable, por novedoso y quizás el más cómico de todos, el capítulo en formato televisivo, cortes publicitarios incluidos, donde el rapero protagonista debe defender una de sus letras que ha sido demandada por el colectivo transexual. Y aquí cabe señalar otro de los puntos fuertes de la serie, la manera de tocar temas complicados con la ironía necesaria para que todas las partes terminen riéndose de su sombra.
Rodada por tres directores noveles, como son Janicza Bravo, Hiro Murai, realizador afamado de videoclips y el propio Donald Glover, dotan a la serie de un estilo independiente, fresco, muy cinematográfico y, en cierta medida, extraño. Además de la cuidadísima fotografía, que presta elegancia, no pasa por alto el detalle en la presentación de cada capítulo en su fugaz cabecera, con el título grabado en algún elemento de la escena, como hacían en Weeds. Atlanta es un producto arriesgado en cuanto a mostrarse en una fórmula poco convencional, y sin pretenderlo, una de las grandes sorpresas de la temporada.
Gabi Oldman
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10
29 de septiembre de 2015
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Que yo recuerde, desde que tuve uso de razón quise ser un gánster”, con esta frase comenzaba Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1990) y al igual que aquel Henry Hill interpretado por Ray Liotta, yo desde que tuve uso de razón quise ser un gánster. Y no digo gánster en el sentido de un Tony Montana ahogado en cocaína, ni la chirriante comparación que se suele hacer con politicuchos corruptos, sino en referencia a lo que un gánster lleva implícito: sus códigos de honor, la omertá, el guardar silencio incluso para con el enemigo, porque la traición viene cobrada con la muerte, a veces en vida. Ese respeto que se tienen entre ellos, aún llevado al extremo de la sangre, contrasta con la hipocresía de “la vida real” y, salvando esa distancia, muchos deberíamos aprender de ello.

Vuelvo de los cerros de Úbeda, o quizás no me haya ido tan lejos, porque Roma criminal tiene todo lo que se le puede pedir a una serie sobre gánsters. Basada en la novela del juez Giancarlo De Cataldo, cuenta la historia basada en hechos reales del ascenso y la caída de una banda de delincuentes de finales de los 70 a principios de los 90 en Roma. Narrada con pulso firme, con una fotografía cuidadísima, algo que parece estar erróneamente de moda en las series, y respetando la historia. Queda lejos de las habituales producciones norteamericanas que tratan de estirar capítulos más de la cuenta o introduciendo elementos extraños que no hacen más que quitar verosimilitud al relato. Aquí todo encaja en un guión perfectamente hilado y bien documentado, ya que aunque no sepamos historia contemporánea italiana podemos comprender lo que se cocía tras las altas esferas.

En las calles de la actual Roma un anciano al que no deberían haber jodido anuncia voz en grito haber pertenecido a la banda de “el Libanés” y, tras una cabecera que nada tiene que envidiar a las de la HBO comienza una serie en la que cada capítulo es mejor que el anterior. Personajes redondos, sin maniqueísmos de ningún tipo, no se juzga y podemos sentir empatía por cada uno de ellos. Interpretados por actores desconocidos, del teatro o la misma calle, algo que aporta mayor realismo, la banda de “el Libanés” se nos hace familiar desde un principio, como si cada uno de nosotros pudiésemos pertenecer de alguna forma a ella.

Personajes que seducen, sin edulcorantes, desde el propio Libanés, pese a que su actuación quede en ocasiones algo exagerada, pasando por “el Dandi”, un guaperas con aires de Jim Morrison, hasta “el Frío”, cuyo nombre lo dice todo y es el que más respeta esos principios de los que hablaba, más allá de un pacto de sangre. Los secundarios, otra galería a tener en cuenta, igual de bien escritos: “Fideo”, un Fredo de barrios bajos; los torpes hermanos Bufoni; la bella Patrizia, que saca lo mejor y lo peor del “Dandi”; el noble y siempre en su sitio “Cíclope”; el desequilibrado “Búffalo”; y así en un largo etcétera de cómplices, policías, asesinos, novias, hermanos y demás calaña a los que no les sobra ni una frase.

Roma criminal es una de las mejores producciones que se han realizado sobre el mundo del crimen organizado. No porque este género sea una de mis debilidades, que también influye, sino por la forma de tratar el tema; sin tapujos, violenta en la medida que debe y brutalmente directa. Veintidós capítulos que son veintidós joyas. Imprescindible para todo buen amante del género. De las series que no se comportan como un dispensario de comida rápida. Y del cine.
Gabi Oldman
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4
27 de noviembre de 2011
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en la serie de cómics del mismo título, y con cierto regustillo a La mujer y el monstruo (Jack Arnold, 1954), el director Wes Craven, posteriormente reconocido por las sagas de Pesadilla en Elm Street y Scream, nos acerca a este personaje de la DC Comics creado en 1971, con un guión bastante fácil de digerir y profundamente aburrido en la mayoría de pasajes, quizás no tanto para los aficionados la historieta. Una película pesada y poco novedosa, donde lo más destacable es el encanto del ambiente de serie B y la aparición de Ray Wise, más recordado como el padre de Laura Palmer en Twin Peaks.

Nunca me llamaron la atención los cómics de la criuaturita verde, pero después de ver esto… tampoco.
Gabi Oldman
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3
7 de noviembre de 2015
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alejandro Amenábar es el alumno perfecto de clases de cine, conoce al dedillo todos los códigos cinematográficos, trata al público con respeto y, lo más importante, siente profundo amor por su profesión. Un director cuya sincera humildad le ha hecho triunfador en un género tan arriesgado como el thriller psicológico, véase terror en su definición más correcta. El auténtico miedo, libre de cuchilladas, sangre y vísceras, aquél que se apodera de la mente del espectador: lo sutil, lo que se intuye pero nunca se ve. Ejemplos claros de ello se han dejado ver en casi toda su corta pero contundente filmografía, sobre todo en su ópera prima, Tesis (1996), y en Los Otros (2001).

En su sexto largometraje, Amenábar nos trae otro thriller oscuro, esta vez inspirado en los hechos reales que acontecieron en los Estados Unidos de la década de los ’80 cuando se produjo una oleada de casos de abuso de menores en rituales satánicos. Sin entrar en críticas religiosas ni del sistema policial norteamericano, la película se centra casi únicamente en la investigación de uno de los casos, ambientado en Minnesota. De este modo, el director madrileño vuelve a mostrarnos su buen hacer tras las cámaras, porque como cineasta nadie puede ponerle en duda: planos estudiados al milímetro y la música de Roque Baños que da ese toque de perfección donde todo debe encajar en una película de suspense.

Y es precisamente en la búsqueda de esa perfección donde el filme se pierde desde un principio. Más preocupado de querer causar efecto de sorpresa (que nunca llega), nos encontramos con una historia simple donde, esta vez sí y por motivos claramente efectistas, el morbo quita protagonismo al suspense o, peor aún, lo sustituye. Cualquier espectador medio que haya visto un par de películas de Hitchcock no tardará en descubrir el desenlace, un desenlace que, por otra parte, Hitchcock nunca habría hecho.

Para mayores problemas, a lo simple de la propuesta y su desarrollo, se le suma una construcción de personajes y actuaciones planas que no hacen más que restar verosimilitud al relato. Ethan Hawke, visto últimamente en Boyhood (Richard Linklater, 2014), interpreta al detective de turno encargado del caso, que parece más preocupado de quedar guapo ante la cámara que de resolver el misterio. Por otra parte, un personaje atormentado como la adolescente a la que presta rostro Emma Watson, para otros Hermioni Grager en las ocho películas de Harry Potter, queda aquí reducido a un desfile de muecas sosas y extrañas. David Thewils, también visto en la popular saga creada por J.K. Rowlin, interpreta al psicólogo encargado de ayudar en la investigación, siendo el personaje más desaprovechado de la cinta. Quizás sea Dale Dickey, vista en series como My name is Earl (2005-2009) o True Blood (2008-2014) y en la película Winter´s Bone (Debra Granik, 2010), en el papel de abuela de la joven, la única que intenta hacer algún esfuerzo dentro de los límites del guión.

Una cinta fallida que no encuentra ninguna finalidad concreta: no hay crítica, no hay intriga y no hay entretenimiento. Sólo pequeños destellos de ese alumno ideal llamado Amenábar que debería dar ese paso para atreverse a ser maestro, porque cualidades no le faltan.
Gabi Oldman
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4
2 de noviembre de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en el best seller homónimo de Gillian Flynn, encargada también de la adaptación, David Fincher dirige este retorcido thriller en el que la desaparición de la mujer de un matrimonio modelo comienza a enturbiar el clásico retrato de familia con perrito.

No conforme con hacer la típica historia de desapariciones y secuestros, Fincher consigue crear la atmósfera apropiada con imágenes impactantes, de esas que quedan bien grabadas en la retina, como buen director de suspense que es, haciendo que no perdamos la atención durante las dos horas y media que dura el metraje. Sin embargo, existen varias incoherencias y detalles que hacen que el resultado no sea tan brillante como se esperaba y decaiga, perdiendo credibilidad, cada cuarto de hora.

Gracias a la pretensión de lo comercial, se cuelan en la historia varios chistes y diálogos metidos a calzador que no aportan nada sino restar seriedad, más propios de una comedia romántica en la que sólo falta que aparezca Sandra Bullock (y Ben Affleck). La música, ese elemento que debería estar ahí casi sin que se perciba, molesta en la mayoría de las ocasiones, recreando una tensión inexistente o utilizada inútilmente cuando un silencio es más eficaz. Además, la frialdad de los personajes principales no es creíble, sino ridícula y hace que sus acciones sean previsibles.

En cuanto al reparto, Ben Affleck consigue parecer un actor, aunque sospecho que sea más por culpa de Fincher que de él. Rosamundo Pike tiene su punto, pero no sabe imitar a Rebecca DeMornay. El pobre Neil Patrick Harris no sabe dónde está. Sólo destaca, pese a su breve papel, Kim Dickens.

Un film que, lejos de ser malo, no termina de cuajar, y que de haber estado dirigido por manos inexpertas no habría salido de la parrilla de domingo de Antena 3 a las cuatro de la tarde. Pese a ello, la sensación final es que autores que han moldeado un sello personal, como demuestran El Club de la Lucha, Seven o, incluso, La habitación del pánico, no deberían dejarse llevar por lo que marca el mercado, una especie de efecto Benjamin Button, que no es otra cosa que un paso hacia atrás.




P.D.: Las comparaciones que se han hecho con Hitchcock, y pese a tener a Fincher en buena estima, me parecen una auténtica blasfemia.
Gabi Oldman
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