Y cómo no escribir unas palabras, después de ver este maravilloso anime franco-japonés de Shōjirō Nishimi y Guillaume "Run" Renard.

Bienvenidos a Rios Rosas, un barrio marginal en la distópica Dark Meat City. Una ciudad en algún lugar de unos futuros U.S.A. donde se habla más francés y español, que inglés. Una película de ciencia ficción trepidante, reflexiva y con unas secuencias de acción como la copa de un pino. Dotada de un bizarrismo extremo en su apariencia, es un devenir constante de referencias por doquier y parodias al género. Con las que a veces homenajea en serio y otras no tanto.

En algunas ocasiones es Tetsuo en Akira, en otras Miedo y Asco en las Vegas. A veces nos recuerda a Están Vivos y otras nos hace pensar en La Cosa o The Blob. En un ghetto más que digno de Distrito 9, con pandilleros salvajes que recitan a Shakespeare y se enzarzan a tiro limpio con los Men In Black, liderados por una especie de Francisco Scaramanga (El Hombre de La Pistola de Oro), que tiene entre sus filas a El Chacal, con aires de León el Profesional (por el regusto francés).

Con una banda sonora dubstep, mezclando sintonías que recuerdan a los 16 bits y tintes de reggaeton gangsta. Viene aderezada con luchadores de wrestling mexicano, descendientes de guardianes ancestrales aztecas, muchos bichos salidos del Apartamento de Joe, el espíritu del Grand Thef Auto y un sin fin de guiños a chopocientas cosas más (que hay que volver a ver porque se escapan por la sobrecarga). Semejante batiburrillo suelta de la cocktelera:
Mutafukaz! Una joya de la animación para adultos, que no dejo de pensar que si se proyectase en sesión doble junto con la soberbia Tekkonkinkreet, haría las delicias de una horda de fans.

No he tenido el gusto de leer las viñetas y habrá que ponerle solución a corto plazo.

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Mik J. López
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