Nos cuenta una historia 'muy simple' (como en la primera entrega). En esta ocasión, tenemos al mismo héroe, Jake Sully, pero ahora con su familia, compuesta por sus hijos y una hija adoptiva, fruto de la presunta 'muerte' de la doctora Grace Augustine. Salvan una vez más a Pandora de la invasión alienígena humana, pero se dejan cabos sueltos, vamos a ellos:

La secuencia nos deja varias incógnitas, una de ellas son los poderes que tiene esta niña, Killi: ¿sufre de epilepsia o realmente tiene poderes psíquicos que están conectados con Eywa?, ¿es una enfermedad sin cura (como la veríamos los humanos) o es un don incomprendido que solo una chaman podría comprender?

Por otro lado, esta niña (Kiri) es una concepción misteriosa, puesto que no se sabe quién es el padre, lo que nos lleva a otra pregunta: ¿nació Kiri de la propia Eywa cuando murió su madre?. Gran parte de los espectadores esperaban que el misterio del padre desconocido se desvelara, algo que no va a ocurrir, porque la trama ya indica la naturaleza mística de este personaje y su relevancia en futuras acciones.

Debemos recordar que el personaje principal de la trama es la propia Eywa, diosa del planeta Pandora. En la primera entrega, Neytiri asegura a Jake que Eywa no intervendrá en la guerra porque su misión es salvaguardar el equilibrio, pero finalmente lo hace, e inclina la guerra a favor de los Na'vi. En esta segunda entrega, vemos como la diosa Eywa vuelve a intervenir a favor de los Na'vi, pero esta vez lo hace a través de la niña Kiri. Por lo que nos encontramos ante un personaje muy interesante y, posiblemente, determinante en la trama y que, en esta entrega, solo ha dado sus primeros pasos. El conocimiento científico genuino (sin hacer daño tal y como hacía la doctora), el pensamiento espiritual y el vínculo familiar o fraternal con otros va a triunfar ante 'el mal y la destrucción' que traen los humanos. No sin dificultades y grandes pérdidas.

Kiri tiene, además, un estrecho vínculo con otro personaje que va a ser determinante en la siguientes secuelas, como es el hijo renegado del villano Quaritch. El niño, un humano que se siente Na'vi, pero que es demasiado pequeño para adoptar un avatar. Encontramos otro misterio en este personaje, que se va convirtiendo sutilmente en un antihéroe por hallarse en mitad del conflicto, precisamente, por su naturaleza partida en dos: humano y na'vi, queriendo ser ambas cosas al mismo tiempo. Esta dualidad lo lleva a una encrucijada cuando salva a su presunto padre, Quaritch, de ahogarse, a pesar de ser el responsable de la muerte de su amigo (el primogénito de Jake) y haber causado tanto sufrimiento.

Por otro lado, la trama se centra en mensajes muy evidentes, que cualquier espectador receptivo podría captar: un mensaje ecologista que nos pone en el centro de la cuestión. Lloramos cuando matan a los tulkun, pero no nos conmueve cuando matan a las ballenas azules de nuestro planeta, lo que sin duda resulta paradójico. Además de la similitud de los tulkun con las ballenas azules, hay diálogos que nos arrastran hacia la explotación de recursos naturales y animales marinos, así como los medios para atraparlos (como esos arpones muy agresivos o técnicas de sonorización para desorientar a las ballenas) y la elevada inteligencia de estos animales, posiblemente mayor que la de un ser humano. Y no por ello nos conmueve en la realidad, siendo que todos los animales del mundo de Pandora están basados en animales del mundo real.

En definitiva, Avatar y Avatar: el sentido del agua, no va de guiones, ni recursos audiovisuales, va de emociones, de sentimientos y reivindicaciones... hecha desde el corazón, reflexiones transcendentales para algunos, o superficiales para otros. Acompañada, eso sí, con una gran dosis de efectos especiales y una trama 'digerible' y sin presiones para los distintos niveles de espectadores que se acercan al film.