Y no sólo son los personajes de cartón, el joven es una copia odiosa del niño. El anciano es mucho menos interesante que el original y el capitán es un paleto en comparación con Wolf Helius. No voy a mencionar el desatino de eliminar del mapa a Friede Velten, junto con todo lo que eso implica, la cual también daba nombre a la nave. (Que esto produce uno de los momentos más resentidos de la película, y posiblemente de la historia del cine, cuando deciden llamar a la nave ‘Luna’) Al margen de copiar la historia en general copian escenas enteras como el video explicando el viaje, el despegue, la llegada, que encuentra Uranio en vez de Oro y el final. Eso sí, resolviendo este último de una manera absolutamente cobarde. (Tampoco voy a mencionar los chistes ligeros como el de «futbol, cervezas y chicas» o el de hacerse una foto como si esto fuera un viaje de un turista cualquiera a la torre de Pisa. Da escalofríos de vergüenza ajena.) Es “La mujer en la luna” sin originalidad, pasada por agua y por el pasapuré, descafeinada, sin alcohol, sin alma… a través de la perspectiva Yanki más simple.

Toda la parafernalia de los poderes místicos y al final nuestro protagonista se salva por la conjunción de unos grilletes mal puestos y los caprichos de un villano muy inteligente salvo para decidir acabar con el protagonista directamente. Predecible y poco original.

(Cómo le gusta aquello de incomodar al burgués. Además, teniendo en cuenta las modas de 2019 supongo que volverá a ser efectivo con más de uno.)

Lo peor sin lugar a dudas es la perdida de una oportunidad de oro para reflexionar sobre la historia de un viejo videoclub en un barrio de la periferia pobre; sí, la muerte del videoclub era un buen tema. Pero lo peor de todo es el olor, sutil, pero omnipresente a hipersensibilidad progresista estadounidense. La escena donde mejor se nota es una donde Jerry intenta actuar como Fats Waller y oye, que un blanco intente caracterizar a un personaje negro es algo que está muy mal. Es curioso comprobar como toda moda que empieza en el mundo anglosajón termina extendiéndose por el mundo entero, y esto se puede rastrear atendiendo a las obras más independientes donde encontramos la vanguardia de estas tendencias; ya en 2008. Quizá por entender esto, y su valor histórico, merezca algo la pena ver esta película.

El coqueteo con el cine de fantasmas es original y volviendo a lo insinuado en la primera parte, la reflexión sobre una familia desestructurada que se cuenta a mitad de cinta, sin darle demasiada importancia, es sin lugar a duda el mayor logro de esta película. Esas escenas que se paran en las miradas de los hijos atónitos ante un padre que pierde la cabeza es una cumbre de sutileza que rara vez ha tocado Spielberg. Una pena que luego en sus películas más redondas se olvide de estos momentos. Spielberg, ese director siempre se quedará en el lugar entre lo más comercial y la genialidad, una de cal y una de arena.