Una pequeña fábula en una película épica. Así es Baz Luhrmann y su ‘Australia’. Como buenamente puede, reúne todos los ingredientes: amor, aventura, venganza, belicismo, misticismo, conflicto racial y momento histórico en una historia convencional, un guión lineal y los cánones establecidos del cine para convertirla en la adorada de muchos y detestada de unos pocos. Perfecta para verla con la familia.
Previo a los trailers, me preguntaba cómo el director iba a dejar su impronta personal en una epopeya de estas características y la respuesta fue con la voz en off del niño, la presentación del viejo continente y las Antípodas, y el misticismo de los aborígenes aportándole un aura mágica al gran envoltorio. Va disminuyendo al paso de los acontecimientos, conociendo los personajes, surgen las tramas y subtramas personales, y vas siendo consciente que estás respirando el aire de los viejos clásicos (los dos temas musicales, te lo recuerdan aún más). No alcanza ese nivel; pero rasca en la superficie con lo sabido, una inmensa fotografía gracias a unos paisajes majestuosos, unos buenos efectos especiales (planos informatizados) y siendo una gran producción como es.

Acaso hay otra forma de empezar una película que no sea con trailers (teasers). En muchos casos son los que salvan la penuria de haberse gastado 6 euros en una entrada de cine. Ben Stiller en su 'Tropic Thunder, una guerra muy perra' hace uso de ellos, como si fuera uno más a los que anuncian las salas de cine, confundiendo a la disparidad, mezclándose para parodiar internet y directamente presentarte a los personajes.

Esa rapidez inicial se convierte en vorágine durante toda la película. Como esos rodajes locos que los cinéfilos conocerán, donde directores, actores y otras personas implicadas en la producción se enlazan con la presión del estudio con los egos y manías de los distintos roles de cada uno. Acaban en desastre absoluto. A esto hay que añadir la mano de Ben Stiller tras la cámara, que tendrá sus cosas buenas para sus seguidores y las malas para sus detractores.

Contrapuesto, al fondo, hay que reconocer que Ben Stiller conoce el oficio y que no es la primera vez que se pone en la piel del director. Sabe y elige lo que quiere el espectador. Se ríe de las rarezas y extravagancias de los actores (como las referencias a Angelina Jolie y Brad Pitt, a las fundaciones y ONG's, y a los actores de método), de la inmundicia del poder y el dinero corrosivo de las compañías cinematográficas, y la ambigüedad de ese amor por el cine.
Para ello, bascula perfectamente entre un guión disparatado pero coherente (no se inventa una trama política típicamente estadounidense, sino que ofrece un giro imperceptible con la guerrilla) con unos personajes caricaturizado en los que Jack Black (Jeff Portnoy), Tom Cruise (Les Grossman), Robert Downey Jr. (Kirk Lazarus) y algunos cameos como el de Nick Nolte (Four Leaf Tayback) conducen la desmedida bien aclimatada a su rol. Divirtiéndose. Patente en sus cómplices miradas, metidos en los gags, la acción y la demencia salvajada.
Es un no parar. Cuando te da un respiro, penetra sin remordimientos en la bazofia que hay detrás del glamour, indagando en las miserias del celuloide como en el productor, interpretado por Tom Cruise, que escupe improperios (¡¿alegato a su homosexualidad?!. Se asemeja a su personaje Frank T.J. Mackey en 'Magnolia') con la boca hinchada a cualquier persona, que se oponga a él y no le haga ganar pasta. Por algo, él está en la cúspide y los demás son unos peleles.

La pega está en los excesos del personaje de Ben Stiller (Tugg Speedman). En esa palabra rimbombante, llamada histrionismo. Es una caricatura de si mismo dentro de su propio personaje, con sus muecas y sus tics nerviosos. El doble filo de 'Tropic Thunder', jugar con una película dentro del cine, sentado en una sala de cine.

Con todas las críticas que hay y con las máximas sobre el cine español: guerra civil, tetas y culos, y follar. Para que decir, que es más de lo mismo.
Si acaso, dejó las siguientes preguntas: ¿para qué rememorar el odio y las heridas?, ¿no hay más historias que contar?, ¿por qué siempre la Guerra Civil?, ¿cuántos hemos vivido y nos importa la Guerra Civil y la posguerra?. En mi opinión, eso no tiene nada que ver con lo que estamos viviendo ahora. Ni me va ni me viene.

Dejando y obviando, esta apología política, que no pretendía. Esto es una página de cine y como tal vi esta película.

Desconozco los hechos reales que les ocurrieron a esas chicas. Será que he visto muchas películas carcelarias; pero lo que se ve en la segunda parte de la película, cuando las encierran, más que una represión a su libertad e ideales. Parece 'La casa de la pradera', en todo momento, pensaba que iban a montar una fiesta con ganchitos y coca-colas entre las presas y las funcionarias. El apoteosis llega en la ejecución... sin comentarios.
Además en todo el metraje de la película es como si estuvieras una telenovela, una radionovela o un reportaje fotográfico ('Amar en Tiempos Revueltos), y sinceramente para ver una película en plan culebrón televisivo a la española, me quedo en mi casa para leer un libro.

En cuanto, al resto de la película: la primera parte. ¿A cuento de qué viene?. No se lo podían haber ahorrado. No tiene la mayor importancia. Se deberían haber centrado en la persecución de las chicas, porque la primera hora, no sirve ni para presentar a los personajes.
En el reparto artístico hay una descompensación grandísima. Como si no hubiera actores y los que escogieron, estuvieran de rebajas. Se libran Goya Toledo y Pilar López de Ayala (excepto, por ese discurso final); sin embargo, los jóvenes y los niños pululan como en una fiesta de cumpleaños. Sin orden ni concierto.
Es más, ¿qué hacía Leticia Sabater?, ¿no había nadie más?.
Y el boxeador, y el boxeador... ¡qué risas!.

Para tomársela a cachondeo, y ni a así...