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Críticas 437
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
26 de octubre de 2010
160 de 217 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca he dudado de que las notas medias que aparecen en las bases de datos cinematográficas (FA y IMDB) pueden marcar la tendencia al voto de buena parte de los participantes. Así, si una película está valorada mayoritariamente mal, lo normal es que los votos venideros, ante la duda, tiendan a una valoración negativa, y viceversa.

Stone, el nuevo film de John Curran, no sólo me confirma este "fenómeno", sino que se me antoja un ejemplo exacerbado del mismo: mientras que aquí, en FA, el film tiene (a fecha del 26 de Octubre de 2010) un 3’8 de media, en IMDB, con 4 veces más votos registrados, la película se planta con una puntuación de 7.

¿Son los votantes de FA muy listos? ¿Los de IMDB muy tontos? Nada de eso, se trata de tendencia, de pura tendencia: ante la duda, el indeciso tiende a mimetizar el voto de la mayoría, lo que puede provocar desarreglos como el de Stone.

¿Y porqué le llamo desarreglo? Pues porque Stone es un film más que respetable. Es cierto que su trailer promete cosas que luego la película no desarrolla, pues en realidad Stone sólo flirtea con los códigos del cine negro (femme fatal Jovovic), del thriller (erótico, judicial, policial) y del drama carcelario, sin explotarlos satisfactoriamente para el espectador medio. Pero, ¿es en realidad Stone alguna de esas 3 cosas? Yo creo que no.

No perdamos de vista un aspecto esencial: los trailers son propaganda mercadotécnica que casi nunca se corresponden con la realidad. Así, si olvidamos cualquier influencia previa de su teaser, Stone puede ser calificada de drama humano, íntimo y existencial que sólo se vale de las convenciones genéricas para, mediante el lucimiento de sus actores (notables los tres), exponernos cuestiones referentes a la Fe, a la autoridad, al deseo y a la libertad. La realización, cargada de simbólicas imágenes (la de la abeja y la ventana, por ejemplo), ayudará a esta exposición reposada y trascendente. Stone es, en definitiva, una película para espectadores pacientes, desprejuiciados… y no influenciables.
FERNANDO BERMEJO
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7
5 de noviembre de 2008
103 de 117 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos de enhorabuena. Si en algún momento asomó en nosotros el razonable temor de que American ganster era tan solo el espejismo de un pasado mejor, nos equivocamos de lleno. La nueva película del Ridley Scott, Red de mentiras, nos reafirma que el británico vuelve por sus fueros, los del Cine de alta calidad, y confirma su plena recuperación de fiascos tan sonados como El reino de los cielos, La teniente O’Neil o, sin ir más lejos, Un buen año.

Secundado por Leo Di Caprio y Russell Crowe, Scott ha elegido para su regreso una historia de espías con trasfondo político, lo que da fe tanto de su heterogeneidad temática (nada se le resiste: Cine gansteril, bélico, épico, histórico, fantástico…), como de la condición de indiscutible intérprete fetiche que el fornido actor australiano ha adquirido para el director (previsiblemente, su próximo filme, titulado Nottingham, también estará protagonizado por Crowe).

Basada en una novela de David Ignatius, Red de mentiras narra la historia de Roger Ferris (Leonardo DiCaprio), un agente de la CIA que ésta destinado en Irak con el objetivo de capturar a un peligroso líder islamista. Paradójicamente, Ferris no sólo deberá lidiar con la implacable amenaza del terrorismo internacional. Su inmediato superior, Ed Hoffman (Russell Crowe), es un inmoral y pragmático burócrata que más que un apoyo, supondrá un serio obstáculo para la misión, amén de fuente inagotable y sangrante de desconfianza.

Como se puede deducir, no es por su previsible e innegable virtuosismo visual por lo que destaca esta cinta (huelga decir que el director de Blade Runner vuelve a hacer gala de un estilo adrenalítico e impactante, muy deudor del videoclip y la publicidad), sino por su sorprendente vertiente discursiva. Y es que el mensaje transmitido en su día por un panfleto tan indecente como Black Hawk derribado no auguraba nada bueno. De nuevo, temores despejados: Obviamente, Red de mentiras no es un alegato antiimperialista (todavía no conozco a ningún realizador perteneciente al mainstream americano, salvo el manipulador y excéntrico Michael Moore, que se así se haya declarado), pero sí una crítica osada, directa y visceral a los reprobables métodos de los servicios de inteligencia estadounidenses.

El personaje interpretado por DiCaprio es un agente implicado y penitente que, sin despreciar la cultura musulmana, confía en la democratización del mundo árabe. Tras ser traicionado por su superior, renuncia a su cargo y deposita sus esperanzas en la autonomía de los países de Oriente Próximo para que éstos solucionen (con algo de ayuda, eso sí) sus propios asuntos. El mensaje es claro a la par que rotundo. La gestión de los problemas ha de recaer en quienes padecen y sufren cada día el terrorismo en sus propias carnes, y no en aquellos indeseables que desde sus confortables despachos dan órdenes interesadas y contraproducentes. En otras palabras, nativos y agentes de campo, sí, acomodados y mezquinos burócratas, no.
FERNANDO BERMEJO
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6
10 de noviembre de 2009
86 de 95 usuarios han encontrado esta crítica útil
Planeta 51 es la prueba plausible de que cada vez es menor la distancia que a nivel gráfico separa a las superproducciones de Disney, Pixar y Dreamworks de las películas de animación más austeras. Es irrefutable que la película de los españoles Jorge Blanco y Javier Abad consigue unos efectos visuales, en lo que a movimiento, volumen, profundidad y diseño, equiparables a los trabajos de Brad Bird, Andrew Stanton o Andrew Adamson. Ahora bien, ¿acaso Los increíbles, Wall-e o Shrek (por citar algunos ejemplos) han pasado a la historia de la animación únicamente por la calidad técnica que sin duda atesoran? La respuesta es: rotundamente NO.

Además de estos valores técnicos indispensables para ser consideradas obras maestras de la animación, estas películas han hecho gala de un conocimiento del lenguaje cinematográfico, de una sensibilidad y de una trascendencia discursiva tales que la peyorativa etiqueta de “infantil”, que tradicionalmente acompaña a las llamadas películas de “dibujos animados”, ha comenzado a ponerse en entredicho seriamente. ¿Posee Planeta 51 estas cualidades extraordinarias que marcan la edad adulta de la animación para todos los públicos? Ni por asomo.

Esta producción hispano-británica es una historia de temática alienígena en la que los roles se invierten. ¿Y si fuéramos nosotros los visitantes y no los visitados? ¿Y si un astronauta de la NASA aterrizara en un planeta habitado por una civilización avanzada? ¿Y si la concepción que tiene esa civilización extraterrestre sobre los alienígenas fuera igual de recelosa, prejuiciosa y fantasiosa que la nuestra? En base a estos términos, y recurriendo conscientemente a todos los tópicos habidos y por haber, Planeta 51 rinde obligado homenaje a las principales películas sobre extraterrestres, desde la ciencia ficción de los años 50 (Them!, La guerra de los mundos, El experimento del Dr. Quatermass, Ultimátum a la Tierra…) hasta E.T. y Alien. Sin embargo, los guiños cinéfilos no consiguen que Planeta 51 se desmarque lo suficiente de ese tono superficial e infantil del que Ratatouille, Up O Wall-e sí se desprendieron.
FERNANDO BERMEJO
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6
12 de enero de 2009
90 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
A ritmo de rap callejero, El truco del manco nos narra la historia de “Cuajo” y Adolfo, dos colegas que sueñan con tener su propio estudio de grabación. El “Cuajo”, discapacitado físico con serios problemas de movilidad (un papel hecho a la medida de “El Langui”, quien padece una parálisis de nacimiento), es todo arrojo y tesón ante las dificultades. En cambio, Adolfo, un mulato toxicómano cuyo padre tiene serios problemas con la bebida, representa el desengaño y la apatía.

Lejos de la estampa turística de Vicky Cristina Barcelona y de la realidad aburguesada y catalano-hablante de los films de Cesc Gay, el debutante Santiago A. Zannou nos retrata una Barcelona dura y gris, la Barcelona de la marginalidad, la inmigración, los gitanos, la droga y “el trapicheo”, si bien es cierto que El truco del manco podría suceder en cualquier barrio periférico de cualquier urbe española.

En su ópera prima, Zannou entrecruza el cine quinqui de Jose Antonio de la Loma (Perros Callejeros, Yo, “El Vaquilla”) y Eloy de la Iglesia (El pico) con el realismo social más crudo e impactante, no en vano el director revindica Los olvidados de Luis Buñuel como una de sus películas de cabecera. Para aportar al film el realismo y la visceralidad necesarios, Zannou ha apostado por un estilo visual áspero, opresivo y nada embellecido, y por un reparto no profesional que combina la voluntariosa pero a veces forzada interpretación de “El Langui”, miembro de la banda de Hip-hop La Excepción, con el convincente y destacable trabajo de Ovono Candela.

Durante buena parte del metraje, la historia transmite un conveniente hado trágico, tan acertado que llega a abatir al espectador sin resuello alguno. Sin embargo, el mensaje final de autosuperación, algo aleccionador en sus conclusiones, acaba suavizando esta notable impronta trágica, haciendo del film un producto más convencional de lo que prometía en su desarrollo. Con todo, nos hallamos ante un dignísimo debut y, con diferencia, la mejor película de la presente (y mediocre) edición de los Goya.
FERNANDO BERMEJO
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6
18 de diciembre de 2008
93 de 117 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al igual que Moulin Rouge, film con el que el que el director australiano Baz Luhrmann se dio a conocer internacionalmente, su nuevo trabajo hace bandera de la hibridación posmoderna, bebiendo a trago tanto del clasicismo más memorable como de las tendencias estéticas y tecnológicas más innovadoras.

No resulta extraño, pues, observar como en esta mastodóntica producción titulada Australia, referentes tan añejos y celebrados como el cómico romanticismo de La Reina de África (los personajes de Kidman y Jackman son en muchos aspectos análogos a los que en su día interpretaron Bogart y Katharine Hepburn en la película de Huston), la épica ganadera del western (Río rojo, sin ir más lejos) y un sentido homenaje a El mago de Oz, se entremezclan con cierta soltura con las imágenes digitalizadas, el humor cafre y el indigenismo de temática aborigen (aquí el referente innegable sería La última ola del también australiano Peter Weir).

Captadas estas heterogéneas influencias, Australia es una película que como historia de romance y aventuras se disfruta hasta bien pasados sus 100 primeros minutos. A partir de aquí, cuando parece que ya está todo dicho, Luhrmann se saca de la manga 1 hora adicional de metraje en la que el notable relato anterior queda enterrado bajo una lacrimógena “historia de amor en tiempos de guerra” (la II Guerra Mundial, para ser más exactos). Además, esta nueva e innecesaria historia con ínfulas de magnanimidad está aderezada con una forzada voluntad de denuncia (una crítica a la segregación de los nativos australianos) que ya había quedado más que patente desde el principio. Película disfrutable aunque excesiva.
FERNANDO BERMEJO
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