Original y sorprendente el guion de Anders Thomas Jensen y Nikolaj Arcel que da pie a esta película dirigida por el primero, su verdadero artífice. Resulta como mínimo curioso observar cómo se fusionan en una única historia, para mantener una sola línea argumental tratada sin distingos, diferentes géneros y tratamientos fílmicos que conviven entrelazándose sin preferencias, conformando una unidad. Capaz incluso de arrancar y finalizar a modo de cuento o fábula, para mantener en su estructura, también de principio a fin, una narración convencional dotada de temáticas desiguales. Pensé yo que estaba viendo una película sobre lo absurdo, generado por la convivencia del drama puro, el humor hacker y el humor del ridículo y negro. A mi juicio es el mérito que tiene la película que, en el fondo, si no fuera por su tratamiento, sería de lo más vulgar y relamido, como las historias confluyentes que nos muestra el director bajo su batuta, que armoniza tan distintos instrumentos impropios de una orquesta al uso. Ahí está el mérito de este absurdo cinematográfico, adornado con fantasía y fabulación. Todo un cóctel de tópicos destruidos en su batido: el asesinato, la venganza, el dolor de la pérdida, la relación paterno filial, la violencia, la ciencia chiflada y la amistad de cerebritos al puro estilo de la serie "Big Bang". Resultado: este absurdo tan atractivo y resultón. Para pasar un buen rato. Y si ya nos ponemos solemnes, podemos analizar la idea que subyace en el acontecer de la película, muy interesante por otra parte: el azar, la casualidad, la estadística. Todos es accidental, hasta la vida, un absurdo existencial. Y nos lo narra estupendamente este cineasta danés.

La película es muy interesante por la historia que plantea, no tanto por su realización, a mi juicio. Soy de la opinión de que el caos ya nos alcanza en este siglo XXI, aunque se mantiene en equilibrio sobre la cuerda floja del bienestar de algunos a costa de otros; del lujo de pocos a costa de muchos. A pesar de todo, pienso también que el sano juicio y la honestidad de la mayoría social sostiene el edificio de la convivencia, si se quiere viciada de aluminosis grave.
Esta película no acaba de posicionarse planteando la tragedia -quién sale ganando aquí-, premeditadamente según su director, y me parece muy bien que así lo haga. Nos muestra el caos total, no se detiene en insignificantes revoluciones. Nos lanza a ese caos que, en ocasiones, disfrazado de bonanza, acecha a la vuelta de la esquina.

Se ha perdido la costumbre de aplaudir en los cines, si bien es cierto que ello ocurría cuando años atrás chavales y mayores asistían a las salas de reestreno con su merienda y su gaseosa bajo el brazo, y cuando llegaba la secuencia en la que el malo era abatido por el chico de la película; cuando el "fin" aparecía en la pantalla tras hora y media de sables y pistolas, de lejanos desiertos y praderas; cuando el cine se escribía con las minúsculas de sueños populares sin análisis grandilocuentes que otros publicaban en revistas especializadas; cuando el entretenimiento y la diversión primaban sobre el arte cinematográfico. Ese era el cine de la aventura y la epopeya, ni mejor ni peor que el sesudo que mostraba dramas, amores y comedias personales y sociales, también digno de ser aplaudido, aunque no lo era, eso se reservaba para los festivales, en los que aún perdura la práctica del aplauso, más como reconocimiento que por espontánea reacción, y porque algún implicado está presente en la sala.

"Blade Runner 2049" mereció que me pusiera de pie en el cine al finalizar la proyección para aplaudir efusivamente, largamente, mostrando así mi reconocimiento y agradecimiento, el que deberían tener todas las grandes obras, como se hace en los conciertos o en los teatros, o en el fútbol, a pesar de que en el cine no hayan más que imágenes que no pueden sentirse complacidas, pero tampoco las había antiguamente, cuando el aplauso no tenía más recompensa y destinatario que el disfrute personal. Es verdad que esta reflexión hubiera podido hacerla con otras grandes películas que de vez en cuando veo, pero la idea se me acaba de ocurrir ahora y por eso la escribo.

He de decir que sí que pensé que debía levantarme y aplaudir entusiasmado cuando no apareció el "fin" en la pantalla y aún así acabó "Blade Runner 2049". Sin embargo no lo hice; debo haber perdido la espontaneidad, o seguramente me agarré con vergüenza a la excusa de la costumbre para no hacer el ridículo aplaudiendo yo solo, aunque quién sabe..., quizá hubiera empatizado con otros espectadores que habían coincidido conmigo en haber gozado de una gran película, y mis solitarias palmadas podrían haberse convertido en una larga ovación más que merecida.

Me ha gustado mucho la última película de los hermanos Dardenne. La historia de esta película trata enteramente de la solidaridad y de los problemas que ella puede ocasionar. Pienso que cuesta poco ser solidario cuando se trata de apoyar o comulgar con alguien, o con una causa o idea concreta si tan solo se trata de estampar una firma al pie de un escrito, o asistir a una manifestación para que todo sume, por ejemplo, y en lo que nada puedas perder. Pero en este caso lo que plantea la película es la solidaridad en mayúsculas, aquella que consiste en renunciar a algo que te pertenece, y que en realidad necesitas en mayor o menor medida, en acrecimiento y beneficio de otra u otras personas que precisan de esa renuncia desesperadamente para mantener una vida más o menos digna. La trama de la película desarrolla esta idea a través de las vivencias de sus personajes, y a la cabeza de ellos el que encarna fantásticamente Marion Cotillard.
Dicho esto, los Dardenne tratan el tema con una gran sensibilidad, sin decantarse por nada ni nadie y sin realizar juicio de valor alguno, lo cual es muy encomiable dado lo espinoso del tema. Y lo hacen a través de un cine realista y sin glamour, en la línea de Gueridian o, inlcuso, enlazando con algunas películas de Ken Loach. Su cine es naturalista, sin alardes y de una narrativa de lo más clásica y transparente. Pienso que consiguen una buena historia que, como he dicho antes, carente de manipulación, influencia ni juicio alguno por su parte, lleva al espectador a plantearse una problemática que por desgracia está muy presente en nuestra sociedad actual, aunque no sea nueva, la de la solidaridad que antes apuntaba, aquí inmersa en el ámbito laboral. Pero de esa clase de solidaridad que te toca el bolsillo, y ya sabemos que en el bolsillo también se halla el archiconsabido "lema" político de la sociedad del bienestar, del que, la verdad, ya no sé qué pensar. La sociedad del bienestar la queremos todos, o al menos, digamos, o digo, el bienestar, pero que no nos vendan simulacros, como dice aquel, aunque esta ya sería otra historia. La película, filmada con madurez, a mi juicio, bastante hace con ponernos delante el problema; el resto ya será cosa nuestra, como también lo es para cada uno de los personajes que desfilan por la pantalla, con esa angustia que les genera la decisión de renunciar o no a una prima dineraria que legítimamente les pertenece por razón de su trabajo, en aras a que se conserve o no el puesto que ocupa una compañera de la misma empresa, el personaje que encarna Marion Cotillard, la cual además cuenta con un reciente episodio de depresión que, sin duda, refuerza la precariedad personal en que se encuentra, una idea de guion que dramatiza aún más la historia. Digamos que, como en toda muestra de cine social o directo, por no recurrir al "cinéma verité", que cuenta con otros elementos narrativos, estamos ante una magnífica historia de gente corriente. La película, además, cuenta con la magnífica interpretación de Marion Cotillard, sin maquillaje, truco ni retoque alguno (no le hace falta, claro), y en este punto se esfuerzan bastante los Dardenne, me refiero a despojar a la actriz de su estrellato. Y ahora viene mi contradicción, y la explicación de la que antes hablaba a propósito de la protagonista, sensacional por otro lado. Pienso que con su ausencia, y habiendo contado con otra actriz desconocida u otra en la que no recaiga el estrellato , la película hubiera ganado en intensidad y en verosimilitud, ya puestos a ahondar en el cine realista y social. A mayor abundamiento, la Cotillard siempre está en plano, siempre, a excepción de la primera secuencia y de sus contraplanos, que en realidad no deberían contar.

Atrevida, sorprendente, imaginativa, alucinante, aburrrrrrida, sinsentido, pretenciosa, pésima, despilfarro, experimental (?). Para mí, una paja mental en toda regla. Solo ha tenido una virtud, que se acabara de una vez. Y además se ha acogido el director a la convención de los noventa minutos (87). ¡Es fantástico!!! No suelo hablar de las películas que no me gustan, pero es que esto es delirante, más si cabe después de ojear de refilón las críticas que nunca leo. Esta vez sí que lo he hecho por curiosidad. En fin, hay para todos los gustos, y con esto no quiero decir que los míos sean los buenos, solo son los míos. Con "La forma del agua" y esto, el 17 se quedó bien servido.