"Psychokinesis" es el paupérrimo y decepcionante acercamiento de Yeon Sang-ho al cine de superhéroes. Este segundo largometraje fuera del anime del realizador surcoreano es el fallido capricho que se le permite, que no tolera, al que ha debutado por todo lo alto. Aunque en verdad es mejor no recordar "Train to Busan" (2016) porque el descenso de calidad es tan abismal que provoca lagrimones, y ya ni hablemos de comparar porque eso incita al suicidio. A veces, en estos casos, me consuelo a mi mismo pensando que la historia daba para más, pero es que en esta especie de cruce entre "Hancock" (Peter Berg, 2008) y "Chronicle" (Josh Trank, 2012) ni para ese alivio da.
"Psychokinesis" tiene demasiados defectos. Aparcando el hecho de que la historia inspira entre poco y nada, careciendo además de la más mínima novedad, una de las cosas que más tengo que echarle en cara a Yeon Sang-ho es el tono del film. El realizador lleva la película en todo momento por las vías de la comedia, lo que se reafirma con elementos como el carácter de su protagonista o la música, y esa comicidad choca por completo repeliéndose con los temas serios y moralistas que toca el film, tales como: la difícil relación entre padre e hija, o el desahucio que sufren esta y sus vecinos. El cineasta surcoreano no ha acertado con el tono de la cinta y eso repercute negativamente en ella, no te tomas en serio el drama y recibes con escepticismo la comedia. Y así mal vamos.
Visualmente Yeon Sang-ho sabe caer de pie. Al igual que en "Train to Busan", "Psychokinesis" vuelve a gozar de decentes soluciones visuales que no te esperas, y siempre sin necesitar grandes alardes. Es evidente que el cineasta se maneja muy bien en esas lindes.
En resumidas cuentas, "Psychokinesis" tengo que calificarla por desgracia como la última salida de tono del cine asiático. Mi mayor decepción del 2018.

"Insensibles" es de esas películas engañosas que aparentan poca cosa, pero que luego dan más de lo que esperas.
Bajo una primera capa de thriller fantástico con leves dosis de terror, se oculta un drama mucho más grande y ambicioso, narrativamente hablando. El film ofrece una historia que habla de reconstruir el pasado como terapia para poder buscar un futuro, algo que de forma indirecta nos lleva al candente tema de los niños robados en la época del franquismo. Y lo más acertado del film es que va metiendo al espectador poco a poco en un tema espinoso, prácticamente sin que te des cuenta. Gracias en parte a un guion hecho a dos manos, en el que Juan Carlos Media pone la parte de drama realista, y en el que Luiso Berdejo aporta la fantasía y el terror. Un texto en el que los géneros se mezclan bastante bien, y cuyo único punto débil es que quizás algunas situaciones resultan algo forzadas, como si les faltara naturalidad. Además, "Insensibles" es una cinta que resulta ligeramente turbadora, y ofrece imágenes de esas que hacen que una película resulte diferente al resto.
"Insensibles" es una cinta inesperada.

Vista de lejos sentada en la barra la idea que plantean Alexandre Bustillo & Julien Maury en "La casa de las profundidades" es buena. O más que buena, diríase atractiva, estimulante. Ahora bien, toda vez que te armas de valor y le entras descubres que todo es pura pose. Es más el hambre que las ganas de comer en un espejismo de pura fachada a base de ropa resultona y maquillaje bien puesto que al final solo se queda en eso. Y no toda la culpa la tiene el producto en sí. Un elevado porcentaje de la decepción llega fruto de un injustificado hype por parte del espectador medio en un producto que, desnudado, da para lo que da.
"La casa de las profundidades" es como cambiarle el marco a un cuadro, cuando se pasa el efecto novedad y ves que en realidad el cuadro es el mismo de antes, muere todo el posible interés. El placebo de que a una manida trama de casas encantadas y espíritus vengativos le pongas el llamativo marco de sumergirla bajo el agua, dura lo que dura. A partir de ahí, y más allá de aplaudir el apartado técnico y visual del film por su condición de reto, poco más.
Que seguramente sea "La casa de las profundidades" lo más decente que han firmado Maury & Bustillo últimamente, pues sin lugar a dudas. Pero eso no quita que la cinta sea sumamente endeble.

"La hija" es una especie de "Madres paralelas" (Pedro Almodóvar, 2021) meets "Cujo" (Lewis Teague, 1983) meets el cine de Sam Peckinpah meets lo que Don Manuel Martín Cuenca quiera darme que me lo voy a comer con patatas tan a gusto. Para mi es uno de los grandes cineastas de nuestro país, y aunque seguramente "La hija" no habite entre sus obras más redondas, era pertinente ya pillarlo en pantalla grande.
Este último trabajo del director de la soberbia "El autor" (2017) se orquesta a modo de osada coctelera que agita y mezcla sin temor ni vergüenza un porrón de cosas. Drama, thriller, terror psicológico, survival, rape and revenge… Fruto de la rocambolesca fusión, y de que no todos los palos acaben funcionando de igual manera, acaba saliendo una película bastante irregular. Pero aún así la he disfrutado y la prefiero mil veces antes que una película de esas perfectas que te dejan absolutamente frío frente a la pantalla.
El drama funciona a ratos, por ejemplo. Es seguramente la tecla más pulsada, y que un baluarte de la película se quede tan a medias, duele. Thriller hay menos de lo que debiera, pero cuando lo hay "La hija" despunta. En particular todo lo relacionado con el personaje interpretado por Juan Carlos Villanueva, el inspector de policía, me ha apasionado. Hay una escena en concreto, relacionada con él, que es de lo mejor del film. La vertiente más psicológica de la cinta también tiene gancho y funciona. Aunque con algo menos de metraje, un lastre del que luego hablaré, hubiera funcionado mejor. No sé. Al final es que este popurrí que nos propone Manuel Martín Cuenca es tan loco que, o lo amas, o lo odias. No habrá medias tintas.
El desequilibrio entre los diferentes géneros, que no en tono, además de por lo diferente de los mismos, creo que viene dado por un metraje excesivo. En ese aspecto de la historia creo que se han pasado, y el producto lo nota.
En resumidas cuentas, con sus más y con sus menos, a favor de "La hija".

Fede Álvarez ya demostró su enorme valía manejando herramientas ajenas. Hablo por supuesto de “Posesión infernal (Evil dead)” (2013). Soberbia cinta en la que, con un material de sobras conocido, logró armar un remake sólido y con personalidad propia, capaz de funcionar incluso al nivel de la original de Sam Raimi. Así que imagínense por un momento lo que no hará el realizador uruguayo con una historia cien por cien suya. Bueno, dejen de imaginar y disfruten. Esa historia existe, atiende al título de “No respires”. Y grávense a fuego lo que les digo a continuación: es pluscuamperfecta.
Por fin, después de mucho buscar, he conseguido encontrar una película que da, única y exclusivamente, lo que promete su titulo. “No respires” frenó de raíz mi respiración durante noventa infartantes minutos. Fede Álvarez monta un thriller de terror redondo, a modo de home invasion, demostrando un pulso firme, casi de maestro, para el género.
"No respires" es de esas obras que actúan bajo el lema del: vale más una imagen que mil palabras. Fede Álvarez y Rodo Sayagues trazan una historia de base sencilla y sin aparentes vueltas de tuerca, pero bajo la cual se esconde un engranaje de reloj suizo hecho para agarrarte y no soltarte. Dentro de esa, en apariencia sencilla, historia sobre un robo, se esconden algunos geniales plot twist que le terminan sentando estupendamente al conjunto. Vale que en segundos visionados esa parte pierde fuelle, fruto de ya sabértelo, pero la tensión sigue firme. Y es que, en "No respires" sufres hasta con las escenas eliminados.
En la cinta, al margen de haber mucha maestría detrás de las cámaras, también la hay delante. Stephen Lang se erige como el mejor villano del año, y eso cuando ya nadie esperaba nada del actor. Y Jane Levy actúa de perfecto contraste al personaje de Lang, desprendiendo pureza en cada mirada.
Siendo honestos “No respires” es la perfecta versión, sin aditivos, de una de mis joyas más veneradas del género, “El sótano del miedo” (Wes Craven, 1991). Con la única salvedad de que aquí Fede Álvarez se despoja de fantasías y de lo sobrenatural, para construir un film realista de tensión pura y dura que no entrega un solo segundo de paz al espectador.
Lo único que no me ha gustado de la película, pero ni en esta ni en ninguna, es ese horrible recurso narrativo de empezar la cinta mostrando unos breves segundos del final o del casi final. Particularmente es un recurso que nunca he entendido, me parece innecesario. Y me desespera muchísimo. Pero por lo demás "No respires" es magistral.