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Críticas de Sergio Berbel
Críticas 865
Críticas ordenadas por utilidad
6
4 de agosto de 2020
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obviamente no está a la altura de su obra maestra “4 meses, 3 semanas, 2 días”, pero el director rumano Cristian Mungiu siempre nos deja películas interesantes en las que aplica su fino escalpelo de cirujano social a las miserias del ser humano en general y de la sociedad rumana en particular, que se distingue bastante poco para lo malo de cualquier otra.

En esta ocasión, lo hace a través de una historia que, sin estar al nivel de apasionamiento y conmoción que su gran obra maestra en torno al aborto que conquistó Cannes y el mundo, nos cuenta el periplo de un médico rumano que, desencantado de lo que ha sido su vida y su país, sólo vive para que su hija logre la nota suficiente en selectividad que le premita obtener la beca que la lleve a estudiar a Cambridge. Para ello, no reparará en métodos que lo permitan, seguramente para compensar en su hija todas las frustraciones de lo no alcanzado en su propia vida. Un clásico del ser humano, cuando los padres, más que buscar lo mejor para sus hijos, se obcecan en que los mismos logren lo que ellos no fueron capaces de alcanzar.

Justo el día antes del examen, la hija es partícipe de un siniestro y todo se va a complicar a partir de ese momento. Mungiu siempre presenta películas donde se analiza la ética en el comportamiento de sus protagonistas, mostrando de lo que el ser humano es capaz para lograr sus objetivos, de las miserias del alma humana, de la corrupción institucionalizada en el sistema… Todo contado a través de este artificio narrativo de forma notable.

Y, como también suele ser marca de la casa del cineasta rumano, su estilo cuasidocumental, de nerviosa cámara al hombro persiguiendo a sus actores por su periplo vital, un lenguaje seco, agreste, duro, sin concesiones, que ha marcado su cine.

Una interesante cinta para conocer mejor los entresijos del ser humano, siempre con una dosis miserable insoportable.
Sergio Berbel
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8
21 de julio de 2020
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vamos a ser sinceros. “Crisis en seis escenas” no es una serie de Woody Allen, es una divertidísima comedia ácida del gran maestro del humor dividida en seis gloriosas entregas cargadas de carcajadas inteligentes y una evidente crítica social y política que subyace en cada uno de sus chistes tan sutil como oportuna. Una obra protagonizada, escrita y dirigida por el propio Allen, como en los viejos tiempos, otra vez haciendo de sí mismo, eso que reinventó la historia del cine y que hubiera habido que crear si él no hubiera existido.

Se equivocan muchos pensando que es su primera incursión televisiva. Ni mucho menos. Para los anales queda la tronchante "Los USA en zona rusa", hilarante comedia sobre la guerra fría que nos legó el genio neoyorquino en 1994 en forma de telefilm.

Woody, en esta miniserie, nos zambulle en los USA de la década de los 60, en un momento convulso socialmente donde las calles hierven contra la guerra del Vietnam y contra el sistema y a favor de que otro mundo sea posible. El momento histórico en el que en la cuna del capitalismo se habla abiertamente de Mao y Marx. En mitad de esa marejada, un matrimonio mayor de perfil conservador (él escritor frustrado, especialidad interpretativa de Woody Allen, y ella mediadora matrimonial, lo cual da para algunas escenas gloriosas con sus clientes) se ve obligado por las circunstancias a tener que esconder a una activista marxista que es buscada por la policía (magníficamente divertida Miley Cyrus).

La llegada de semejante torbellino inesperado a sus vidas hará que el personaje de Woody Allen saque toda su cobardía conservadora a relucir, que su mujer se convierta al izquierdismo radical y que arrastre en semejante devenir incluso al club de lectura compuesto por un buen puñado de ancianas burguesas.

Todo se va haciendo cada vez más y más hilarante hasta el paroxismo final de su último episodio, donde todos los personajes coinciden y se produce la catarsis definitiva que provoca una catarata de carcajadas ingobernables en una serie que va descaradamente de menos a más.

Todo lleno de frases con doble sentido, un humor corrosivo políticamente incorrecto, situaciones divertidas, pulcra ambientación y caligrafía visual como es marca de la casa Allen y mucho humor del bueno, del que requiere del compromiso de las neuronas y no atenta contra ellas.

Un buen rato garantizado en una de esas comedias menores de Allen que acaban siendo películas mayores comparadas con el panorama cinematográfico actual.
Sergio Berbel
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10
3 de noviembre de 2021
17 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es difícil hablar de “Titane” de Julia Ducournau tras verla. Y aún más difícil recomendarla. Casi sería mejor insinuar que es tan provocadoramente perfecta que es mejor que no la veas si no tienes una mente muy abierta. Para mí, estamos ante la obra maestra más perturbadora e hipnótica de nuestro tiempo. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado con ella porque no puede ser de más difícil digestión. Para quien se quedara impactado con la ópera prima de mi nueva novia, Julia Ducournau, decir que “Crudo” parece un telefilm de sobremesa frente al exotismo extremo de “Titane”. Personalmente, creo que esta cinta abre un camino nuevo en la evolución del Séptimo Arte totalmente inexplorado y que arrancará sin duda de esta propuesta radical y desorientadora. Una genialidad que eleva al cine a los cielos en cuerpo y alma y que me resulta de facto la mejor película de 2021 como mínimo.

Pero, sobre todo y por encima de todo, es la reina mundial de la indeterminación. Ves la cinta completa sin poder clasificarla en género alguno (oscila entre el thriller, el drama familiar, incluso la comedia y hasta alguna gota de musical tamizado por la influencia de “Climax” de Gaspar Noe). Pero que resulte inclasificable es lo de menos, lo importante es el juego de confusión con la identidad sexual de su protagonista, que en ningún momento permite precisarse claramente, lo cual crea una indeterminación que considero que marca una nueva etapa en el cine.

La historia tampoco es amoldable y ni es fácil hacer sinopsis alguna. Me declaro incapaz de contar linealmente su argumento, pero eso es lo de menos porque la capacidad hipnótica de sus imágenes y la oscuridad temática que la preside te agarra a los brazos del sillón y no te suelta en ningún momento. He pasado todo el visionado de la cinta entre la imposibilidad de encajar en esquemas prestablecidos lo que veían mis ojos y la fascinación por lo que veían y por saber que estaba contemplando una fase nueva en la evolución de la narración cinematográfica aún expedita.

Sinceramente, Julia Ducournau realiza un despliegue visual con muy pocos precedentes en la historia del cine. Algunos planos secuencia (como el inicial que presenta el interior de un también inclasificable pub) son de lo mejor que haya visto en todos los días de mi vida. Barroquismo visual para un barroquismo argumental que se eleva y eleva hasta el paroxismo final de la sorpresa y la indefinición como concepto absoluto: parental, familiar, sexual...

Sus escenas de ¿sexo? son de una capacidad perturbadora sin precedentes (“Crash” de David Cronenberg deja un cierto aroma en las mismas) y su homenaje expreso y confeso a “La semilla del diablo” de Roman Polanski con ecos al cine de Lanthimos o Haneke hacen del visionado de esta película más una experiencia vital que la mera visión de un film.

Mención aparte merece la andrógina y perfecta interpretación de Agathe Rousselle, que desnuda cuerpo y alma para encarnar a uno de los personajes más difíciles de otorgar credibilidad en toda la historia del cine y lo logra “cum laude” y más allá.

Creo que la conclusión más simbólica de la cinta la ha ofrecido el propio patio de butacas del Cine Madrigal al acabar la proyección: mientras que muchos nos hemos sumado a un aplauso espontáneo a su finalización, dos señoras salían indignadas poco menos que solicitando que les devolvieran su dinero. Así es “Titane” y así es mi nueva novia Julia Ducournau, sin términos medios posibles.
Sergio Berbel
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9
29 de septiembre de 2022
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Extraordinario debut en la dirección de largometrajes el de una joven cineasta de apenas 25 años llamada Carlota González-Adrio con “La casa entre los cactus”, adaptación de la novela homónima de Paul Pen que, sin haberla leído y con temeridad manifiesta por mi parte, creo que mejora haciéndola nuestra y cambiando los paisajes y nombres anglosajones de la novela por la Gran Canaria profunda, mucho más perturbadora y agreste.

En la mezcla de géneros entre el drama familiar y el thriller psicológico está el secreto de su éxito. Igualmente en la combinación de referencias cinematográficas ineludibles que la cineasta sabe mezclar en su ópera prima de una manera sorprendentemente coherente: desde el planteamiento de una familia que tiene puntos de conexión con “Captain Fantastic” hasta “La seducción” de Sofia Coppola, pasando por algunos toques de “La casa de Bernarda Alba”. Todo cosido y bien trabajado para culminar en un resultado final mucho más que interesante.

Unos impresionantes Ariadna Gil y Daniel Grao son los padres de cinco hermanas que se crían y se forman en la remota granja familiar, al margen de sistemas educativos y contacto con el resto de la población canaria. Tras un drama familiar brutal, aparece un bello joven desconocido, perdido por la montaña, solicitando ayuda. El mismo será el detonante definitivo de toda la tragedia que se va desplegando ante los anonadados ojos del espectador.

En eso el drama es de kilates. Pero también el thriller, porque el típico giro argumental que caracteriza al género aquí no ocurre al final de su metraje, sino justo en la mitad, dejando tiempo y espacio al espectador para entender causas y consecuencias en sus personajes. Magnífico alarde de tempo narrativo para una adaptación de novela, que en otros directores mucho más experimentados que Carlota González-Adrio suele precipitar casi todo en los guiones cinematográficos pero que en “La casa entre los cactus” está perfectamente medido.

Pero lo más sorprendente para quien suscribe estas líneas resulta ser que, conforme la trama avanza, comienza a resplandecer el personaje de una de las niñas por encima del resto, Melissa, no sólo porque su personaje es, de lejos el más poliédrico y complejo de todos los que en el film concurren, sino porque se beneficia de una interpretación impactante y eléctrica por parte de la joven actriz Zoé Arnao, quien nos llamara ya la atención en “Las niñas” y que aquí nos regala una interpretación equívoca y perturbadora absolutamente “cum laude”. Un rostro a tener muy en cuenta en el futuro.

Igualmente magistral la música de la cinta, obra de nuestra compositora del momento, Zeltia Montes, ganadora del Goya por la música de “El buen patrón”. Y la fotografía de Kiko de la Rica que sabe sacar partido claustrofóbico a la montaña de Gran Canaria de manera magistral.
Sergio Berbel
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1
3 de diciembre de 2021
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desconozco bajo el influjo de qué sustancias psicotrópicas dio a luz Miranda July el esperpento inclasificable que responde al estúpido (también) título en castellano de “Cómo sobrevivir en un mundo material”, pero desde luego su camello no trafica con una buena mercancía, porque el viaje de la directora estadounidense es bastante lamentable y ha dado lugar a una de las películas más esperpénticas, inclasificables (en el peor sentido del término) y desnortadas de este curso cinéfilo.

Sinceramente, no hay por dónde cogerla en resultados y es imposible realizar una sinopsis de la misma por falta de una línea argumental mínima traducible para el entendimiento humano medio no anestesiado por la química. La película es un batiburrillo de situaciones presuntamente divertidas que no te permiten ni tan siquiera esbozar una mínima sonrisa por amplia que sea tu estulticia manifiesta; pero es muchísimo peor aún cuando este engendro pseudocinematográfico pretende hacerse el trascendente y pulsar la tecla del drama, porque es justo en ese momento cuando te da la risa tonta, tan tonta como sus creadores. O lo mismo es que eran demasiado listos…

Su título original, “Kajillionaire”, es muchísimo más oportuno porque es tan críptico, perdido, idiota y vergonzoso como el contenido que existe (por decir algo) detrás del mismo. Miranda July debería ser condenada a pena privativa de libertad por perpetrar semejante guión, pero creo que se gana a pulso la prisión permanente revisable por desperdiciar un elenco actoral de primera magnitud que vergonzosamente pone al servicio de esta desnortada comedia sin gracia y drama sin tragedia sólo apta para ser consumida bajo una intoxicación etílica grave.

Porque lo de Miranda July no tiene perdón de ningún tipo de Dios (aunque no exista): le ponen en su mano (dejan a su merced, más bien) a Richard Jenkins, Debra Winger, Eva Rachel Wood y Gina Rodriguez y ni así el engendro levanta vuelo en ningún momento. No hay forma de sacarle partido alguno a estas cuatro bestias interpretativas porque sus personajes son idiotas, anárquicos, vagan sin rumbo fijo a través de un guión errático y no acaban contando nada que importe a nadie, salvo algún ejercicio onanístico en la intimidad de su creadora.

Se supone que la película trata de un matrimonio de estafadores y su hija que se dedican a vivir de tomarle el pelo a sus semejantes y, en mitad de uno de sus exóticos planes delictivos, conoce a otra joven a la que enrolan en sus actividades ilegales. De dónde vienen y hacia dónde van estos cuatro personajes es algo a lo que no puedo responder, al menos mi inteligencia limitada no da para saber cuál es el rumbo del guión, cuál es el arco dramático de sus personajes y qué nos quiere contar Miranda July con ellos. O quizás es que nos quiso tomar el pelo y lo consumó.

Por cierto, que se la califique como indie con el evidente amplio presupuesto que hay detrás de ella y el elenco actoral de primera magnitud, es tomarlos el pelo como a indios más que como a indies.
Sergio Berbel
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