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Críticas de Cinemagavia
Críticas 4.064
Críticas ordenadas por utilidad
8
6 de diciembre de 2020
47 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La vida en la carretera

Sound of metal comienza mostrando la vida bohemia y errabunda de un dúo de rock compuesto por Ruben (Riz Ahmed) y Lou (Olivia Cooke). Son un grupo sencillo, formado por la voz y guitarra de Lou, y por la batería de Ruben. Ambos, además, son pareja y llevan vida de carretera y manta, pero son felices. Cuando Ruben comienza a notar que todo a su alrededor pierde su sonido, y que está sufriendo una perdida de audición ya casi total, su mundo se viene abajo.

A cualquiera en sus circunstancias le temblarían las piernas, pero Ruben tiene el hándicap añadido de que la música es su forma de vida y su sustento. Su dolencia implica dejarla y dar un giro aterrador a su vida. Todavía en un estado de ánimo muy lejano a la aceptación, y lleno de confusión, Ruben descubre una colonia para sordos donde puede aprender a valerse por sí mismo (lenguaje de signos, etc.) y a aceptar su situación.

Ruben acepta quedarse un tiempo en la colonia, pero al coste de romper cualquier contacto con el exterior, incluida Lou. Tras este primer dilema, Ruben tendrá que hacer frente a unos cuantos más al darse cuenta, cada vez más a ciencia cierta, de su situación. Y es que sufrirá la tensión de decidirse a permanecer en un lugar donde se puede sentir aceptado o seguir su inextinguible instinto de volver al mundo, a algo parecido a su antigua vida.

*Jugando con el sonido

Una de las características técnicas más interesante de Sound of metal el uso del sonido. Utiliza un ardid sencillo pero eficiente para que la película sea más inmersiva y comprendamos mejor el drama de Ruben. A veces escuchamos lo que cualquier persona sin sordera escucharía, a todo detalle, con un diseño de sonido cuidadísimo y puntilloso. Otras, sin embargo, Darius Marder nos hace escuchar lo que escucha Ruben. Es decir, absolutamente nada. Las escenas silentes nos resultan frustrantes, incluso opresivas, como si no entendiésemos nada de un mundo que sigue yendo a su propia velocidad. Cuando el sonido se recupera sentimos una sensación de alivio similar a quitarnos un enorme peso de encima.

Es decir, que no hacen falta subrayados melodramáticos, gestos histriónicos o una tragedia de baratillo para comprender el dolor de Ruben. El hecho de que sea batería, si bien las escenas musicales tampoco son tantas, añade un elemento físico de rabia, como si Ruben aporreando la batería descargase su ira contra el mundo. Sin embargo, no es un estallido sin control, Darius Marder nunca sobrepasa las líneas de la condescendencia. Alcanza bien el equilibrio.

Por lo tanto, The sound of metal no es una película que mire desde fuera al sufrido protagonista, regodeándose en el drama. Nos hacemos caminar junto a él, y sentir parte de su carga con un verismo y una naturaleza gratificantes. Todo parece verídico, plausible, natural. No es extraño tampoco que quizá haya algo de influencia del pasado de Darius Marder como documentalista (sin estar ni mucho menos ante un documental).

*Un batería en busca de sentido

Sound of metal tiene también un buen tratamiento de actores. Riz Ahmed hace un trabajo descomunal, hay algo en su forma de mirar que transmite un estado de ánimo concreto con una facilidad asombrosa. Las miradas de dolor, de desconcierto, de miedo, conmueven sin grandes gesticulaciones. Transmite fielmente la odisea de un hombre que acaba de nacer a un mundo, donde la pérdida de audición ha trastocado todo asidero al que aferrarse. Probablemente una de las actuaciones del año.

La presencia de Ahmed casi opaca la del resto del elenco, pero también hay buenos detalles donde fijarse. Olivia Cooke cumple correctamente en el papel papel de compañera sentimental y compañera musical de Ruben. Particularmente en el tramo inicial de la Sound of metal su papel tiene relevancia dramática en todo aquello que tiene que ver con el sacrificio de separarse de Ruben, para que éste puede adentrarse en la colonia.

En esta colonia tendrá un guía espiritual, Joe (Paul Raci). Encarna con la sobriedad necesaria al maestro veterano que trata de iniciar a un discípulo en el dominio de unas virtudes que, a partir de entonces, serán directrices para vivir. A destacar también la presencia de un veterano ilustre, el actor francés Mathieu Amalric. Se encarga de interpretar al padre de Lou y aporta una toque de distinción a la película.

*El dilema vital de Sound of metal

Sound of metal, más allá de ser una película de superación y de valerosa confrontación contra una dolencia física, tiene otros temas. Algo tan aparentemente sencillo como qué hacer con tu vida. Ruben siento la llamada de volver al mundo, de abandonar la colonia y tratar de luchar por su antigua vida. Incluso a costa de su salud. En este apartado de elección entre lo adecuado clínicamente y lo deseado internamente recuerda, por ejemplo, a The Rider (2017). Solo es preciso cambiar el rodeo por la batería.

La evolución del personaje de Ruben se muestra con naturalidad, pero no de una forma facilona u obvia. Hay momento en los que disfruta de felicidad y pertenencia, en otros se deja llevar por el abandono y la soledad, o sencillamente es alguien que más que lidiar con sus oídos, tendrá que hacerlo con su mente. No es fácil el dilema. ¿Qué hacer cuando aquello que da sentido a tu vida se te deniega irreversiblemente? No hay una respuesta realmente fácil, y Sound of metal no las ofrece. Pero consigue que nos interesemos por el camino que tomará Ruben.

No es baladí que el protagonista sea batería y deba evitar los ruidos estentóreos. Si bien no es una película sobre la música (como Whiplash, p.ej) el drama es mucho mayor si la vida del protagonista está íntimamente relacionada con la audición. El guion, coescrito por Darius Marder, trata de forma inteligente un tipo de películas, a veces espinoso, como el de enfermedades.

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Escrito por Mariano González
Cinemagavia
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7
30 de abril de 2024
42 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Basada en un libro

La idea de tenerte es una agradable sorpresa. Basada en la novela homónima de la escritora y actriz Robinne Lee. La cinta es una bonita historia de amor que reivindica el género. Brindando una historia encantadora de amores improbables. En este caso entre Solène (Anne Hathaway), una madre divorciada que acaba de cumplir los cuarenta y Hayes (Nicholas Galitzine), el líder veinteañero de una banda de pop mundialmente conocida. Dos almas un tanto faltas de confianza, que fruto del azar y del mítico Coachella, se darán una oportunidad para explorar esa conexión que parecen tener.

Un inicio prometedor que se nutre, innegablemente, de la presencia de un director como Michael Showalter, experto en tratar eso tan universal del amor y las relaciones desde perspectivas muy interesantes y originales. Él estaba detrás, entre otros, de la loca serie Love (2016) y él cuenta en su filmografía como director en solitario con la encantadora y diferente La gran enfermedad del amor (2017). Ejemplos de que es posible acercarse a estos territorios sin fórmulas fáciles y monótonas. Sabiendo lo que al fin de cuentas busca el espectador en este tipo de historias, pero dotándolas siempre de una voz propia y un pulso verdadero.

*Reivindicación del disfrute sin importar la edad

Siendo, en La idea de tenerte, el placer uno de sus temas principales. El placer para decidir hacer con tu vida lo que quieras, sin importar si tienes veinte o cuarenta. El placer para disfrutar de aquello que la vida te brinda. Aquí y ahora. Sin ese miedo a lo que los otros puedan decir o pensar. Simplemente dejarse llevar y sobre la marcha decidir. Sin importar si tienes una hija de dieciséis años o de doce. Porque, ¿acaso se es peor madre por desear? Esta es una interesante reflexión, ya que en la película el personaje interpretado por Anne Hathaway tendrá que hacer frente a bastantes miradas entrometidas. Miradas y lo que no son miradas.

Ya que este peculiar romance a la diferencia de edad habrá que sumar el anonimato de ella y la inmensa repercusión pública de él. De hecho en algunos momentos puede llegar a recordar a la inolvidable Notting Hill (1999), aunque en este caso el conflicto o dificultad aparente es la diferencia de edad. Así como la vertiente absolutamente pública que tienen hoy en día las personas públicas. Con esta era digital que ya no permite a las estrellas entrar de extranjis en una pequeña librería con una gafas de sol oscuras y una boina. Aquí Hayes, el cantante que podría estar influenciado por bandas como One Direction, es perseguido allá donde va por una nube de paparazis. Con lo que su amor deberá pasar la prueba del ojo público y de las consecuencias que ello puede provocar en las personas cercanas.

*Anne Hathaway y Nicholas Galitzine trasmiten mucha complicidad

Aunque más allá de conflictos inevitables, La idea de tenerte destaca por el inmenso atractivo que desprende su pareja protagonista. Anne Hathaway está maravillosa como una madre divorciada y sensible que se arriesgará a lo desconocido. Una mujer real, que la americana desde una adorable sencillez. Ella llena cada plano. Incapaz de resignarse ante aquello que a nadie puede hacer daño. Y Nicholas Galitzine está también estupendo. No debe ser fácil no desentonar ante la experiencia y naturalidad de Hathaway, pero el británico se muestra atractivo, vulnerable y entrañable. Al tiempo que demuestra sus habilidades musicales.

Dos interpretaciones cautivadoras y muy convincentes fruto de un guion que sabe moverse armoniosamente por los derroteros de la comedia romántica. Muchas veces divertida y tierna. Siempre real y pegada a la tierra. Ni tan siquiera sus casi dos horas parecen un lastre. Ya que la cinta sabe lo que quiere. Siempre tomándose muy en serio a su público, cosa que es de agradecer.

*Conclusión

En definitiva, La idea de tenerte es una estupenda comedia romántica. Una adaptación muy, pero que muy digna de una novela del mismo nombre. Un romance de esos inesperados, entre una madre divorciada de cuarenta años y un veinteañero líder de una banda de pop. Un romance que con originalidad y simpatía consigue una bonita historia, muy creíble e inteligente. Con una Anne Hathaway realmente cautivadora y muy cómoda, que consigue brillar con fuerza en un papel mucho más profundo de lo que pueda aparentar. Estando a su lado un Nicholas Galitzine que le aguanta el tirón con mucha solvencia. En un ejemplo de comedia romántica bien hecha y de reivindicación del placer. Del ahora. Aunque a algunos les pese.

Escrito por Laura Tabuyo Acosta
Cinemagavia
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8
27 de noviembre de 2021
61 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Rara avis

Chema García Ibarra continúa en su línea estilística, donde se mezcla lo paranormal con la realidad más campechana que pudiera haber, situando Espíritu sagrado en Elche. Así, logra crear un retrato de la idiosincrasia de las pequeñas ciudades, llevando al espectador al misticismo de la tranquilidad perpetua del lugar, combinándose con los conceptos espiritistas. En un primer momento, puede ser que el espectador quede extrañado ante lo que está viendo en pantalla. Sin embargo, para comprender el film en su totalidad, no se puede juzgar por las primeras escenas. Una vez vista de forma completa, se valora muy positivamente el viaje narrativo que realiza García Ibarra en la gran pantalla. Además, se une la dificultad de no ser un relato comercial, sino que necesita verse en su conjunto para comprobar la perspicacia con la que va cociendo poco a poco cada elemento.

Destaca, obviamente, la vertiente espiritual, con las creencias que van más allá de lo convencional, pero no es algo nuevo para el espectador. Hablar de sectas es algo que ya se ha hecho previamente, pero García Ibarra innova al hacerlo en un lugar como Elche, compartiendo la simbología de los barrios en todo momento. Asimismo, hace uso de la pérdida y desaparición de Vanesa, una de las hijas de Charo. Ese misterio en torno a su ausencia, se torna con una franqueza y una espontaneidad que quita dramatismo, pero que, al final del film, se convierte en el mayor azote para el espectador. Por estos motivos, se sublima una fascinación al verse la metamorfosis que hay en el film. Gracias a ello, pasa de ser una posible película de serie Z a un largometraje que parte de un terreno más abstracto para culminar con la verdad más cruda.

*La cotidianidad de lo amateur

Desde el comienzo de Espíritu sagrado se comprueba que el reparto actoral está formado totalmente por personas no profesionales. Por lo que, a pesar de las intenciones, no goza de la misma fluidez y naturalidad que un actor que se dedique enteramente a ello. En consecuencia, durante las primeras secuencias, se tercia hacia una especie de sobreactuación constante, que hace que sea difícil conectar con los personajes que hay en pantalla. Aun así, al igual que ocurre en el guion, su mayor fuerte se halla en cómo va transformando esa animadversión en una posibilidad de seducción a fuego lento. Dicho de otra forma, se terminan por aceptar estas licencias creativas, abrazando a sus personajes y confraternizando con ellos, en especial, con Vero, Charo y José Manuel, lo que termina de asentar el trabajo interpretativo.

Por otra parte, hay un despliegue de actores secundarios que también caen en esa falta orgánica de ejecutar su papel delante de la cámara, pero es lo que termina siendo su sello de identidad. Como dirían en el film “¡Corten!”, que algún actor actúe mal es una cosa, pero que todos lo hagan habitualmente es una cuestión de estilo. Y así es. Quitar ese factor ordinario, común y corriente de personas del día a día frente la cámara, no hubiera obtenido el mismo efecto en su compendio general. Por lo cual, acaba siendo uno de los aspectos transformadores del film. Además, el público asocia fácilmente qué representa cada uno de ellos. Así, paradójicamente, da más realidad, al intervenir personajes del día a día, como vecinas o jóvenes, que sirven como contextualización del espacio.

*Elche, ciudad paranormal

Cada vez son más largometrajes los que rompen la asiduidad de rodar en Madrid o Barcelona, lo que se valora para dar mayor riqueza a las distintas localizaciones potenciales que hay en España. Chema García Ibarra escoge esa Elche ausente de rimbombantes adornos, o de localizaciones impresionantes a nivel estético. Por lo que, favorablemente, se adueña de una estética muy definida, donde destacan factores estrambóticos, pero siempre dentro de una coherencia más en torno al barrio. Ahí es donde la realización hace su magia, con una dirección de arte que mantiene el realismo más puro: hogares, bares y tiendas... que podría uno encontrase perfectamente por las calles. También se valora que no haya habido una preparación cuidada al milímetro, esa esencia del amateurismo es lo que le da su propio sello de identidad.

La realidad es que sorprende como un film que se vaticina como posible cinta a mejorar, termina por colocar todas las piezas para obtener un resultado más que favorable. Por ello, hay que mencionar las decisiones estéticas y la identidad visual que se concentra en Espíritu sagrado. Por un lado, hay ese aspecto de televisión de los años 80, un 4:3 que utiliza de base una especie de trozo de rollo de cine. Después, los colores emulan ese aspecto de nostalgia, más cercano a los 90 que a los 80, en este caso. Por consiguiente, no es una ficción que se ambiente en la pomposidad de la actualidad, sino que da rienda suelta a ese factor espiritual que coincide con la crisis de fe que hay en plenos 2020's. Para terminar, el “Zombie” de Los Sobraos adquiere un sentido especial por culminar toda esta propuesta estilística.

*Conclusión

Espíritu sagrado es una grata sorpresa tras una final redondo, que termina de asentar las piezas, dando un golpe directo al espectador. Gracias a esa cocción a fuego lento de la narración, el espectador comprueba la perspicacia e inteligencia del guion de Chema García Ibarra. Por tanto, pasa de ser un posible producto a mejorar a un largometraje atrayente y coherente en sí mismo. Además, se aprecia esa mezcla de lo cotidiano, el barrio, el día a día con lo místico.

Por otro lado, la elección de actores no profesionales se convierte en un acierto al provocar una empatía bien planteada desde el amateurismo. Asimismo, esta concepción basada en la nostalgia de antaño, con sus imperfecciones técnicas y estéticas, logran una personalidad propia y en sintonía con lo que se muestra en el film. Una metamorfosis excéntrica, en torno a un camino inusual que encuentra su culmen de una forma espléndida.

Escrito por Diego Da Costa
Cinemagavia
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8
5 de noviembre de 2023
46 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La visión de la cámara

A pesar de la intensidad dramática y evidente dureza del relato que supone la travesía de los protagonistas hasta Europa, la visión es, a veces, muy inocente. Esto, que no ha tardado en ser denostado por parte de la crítica, se debe al enfoque de la cámara en los ojos de unos adolescentes que sueñan ingenuamente con esta “aventura”. Es tarea de cada uno reflexionar sobre si la posición de Matteo Garrone en la mirada de Seydou es un acierto o acaba por simplificar un tema de gran hondura. Sin embargo, no puede negarse que esta decisión permite una mayor empatía por la ingenuidad de los protagonistas y una oportunidad para ver el proceso de maduración de los mismos.

También es interesante como se modifica en Yo capitán la realidad de esa mirada. Hay en el largometraje dos momentos clave de un tono surrealista que se aleja de la veracidad palpitante del resto del relato. Estos minutos que aporta el director italiano, permiten, tanto a espectador como a protagonista, huir de una realidad tan punzante que comienza a deshacer hueso. Aparece por primera vez cuando el protagonista debe dejar atrás sus valores y, con ellos, a una mujer que sabe con certeza que morirá. La otra situación se reserva estratégicamente para aliviar la carga de una continua tortura, permitiendo a Seydou volver a ver el rostro de su madre.

*Violencia

Es interesante el uso de la violencia en la filmografía de Matteo Garrone. Si pensamos en películas como Gomorra, Dogman o Yo capitán, avistamos relatos impregnados de violencia. Es difícil pensar en una película que nos zambulla en los centros de detención libaneses o en la mafia italiana y que la sangre no salte a través de la pantalla. Sin embargo, Garrone siempre mantiene cierta distancia, reflejando esa violencia sin ensalzarla. Es, al final, tratar la violencia como hecho inevitable, con imposibilidad para omitirla o reducirla más si se pretende conseguir un retrato sincero de este universo.

Y esto, que puede parecer una postura sencilla, no lo es tanto. Si se repasa la filmografía previa de una temática como es la mafia nos encontraremos con títulos como El Padrino o Uno de los nuestros, películas que ensalzan la figura del “capo” y que terminan por inspirar a muchos de los delincuentes que Gomorra retrataba.

*Responsabilidad

Yo capitán es, además, un viaje hacia la madurez de un personaje que debe hacerse adulto a marchas forzadas. En el tercio final de la película se obliga al protagonista a asumir una enorme responsabilidad. Seydou no minimiza la situación. Sabe que se le coloca en una situación para la que no está preparado. Es consciente de la importancia de una vida. Ya ha visto, y nosotros con él, como muchos han perecido por el camino.

Actúa con madurez, retrasando el último trayecto del viaje si esto supone una mayor seguridad. Sin embargo, acaba por asumir a la fuerza un papel que implica la vida de muchos otros.

En esta travesía sucede uno de los momentos más dramáticos del largometraje, consiguiendo transmitir una impotencia que desgarra al espectador. Se muestra como los inmigrantes son abandonados deliberadamente por los distintos gobiernos, que se aferran a la excusa de la territorialidad para no actuar. Y el espectador quiere pensar que es otro plano surrealista de Matteo Garrone, que esto no puede suceder, que nadie actuaría de esta manera en una situación de urgencia como la que se describe. Pero es real, y vemos como lanzan la pelota de uno a otro extremo justificando que el barco no se encuentra en su territorio. Las vidas no dependen de un mapa ni de una línea trazada arbitrariamente. Seydou acelera y nuestro corazón navega con él.

*Insensibilización

Hay un punto que juega en contra de este tipo de películas y es que el impacto que genera sobre el espectador puede ser inferior al que se espera debido a la exposición continua de la población, tanto en el cine como en las noticias, a imágenes de una violencia expresa y tendencia a la morbosidad. Debido a esta insensibilización de la crueldad puede que el largometraje no sorprenda si no se consigue una conexión emocional con los protagonistas. En Yo capitán no se siente esa insensibilización. El espectador mira con los ojos de Seydu, que nunca ha visto la tortura, y se sorprende con él de cada momento donde la injusticia o violencia acapara la pantalla.

Dejando de lado el impacto de la violencia física, que es evidente, también sorprenden otros momentos de absoluta deshumanización. Dos meses después de haber disfrutado de su visionado todavía resuena en mi cabeza un diálogo donde se vende a dos senegaleses con la misma parsimonia con la que compras un par de mandarinas. “500 euros uno. 800 dos”. 2x1 en personas. Es tan doloroso que solo queda evadirse y reírse de la inconsistencia y sin sentido de la humanidad.

Tal como lo hizo Steven Spielberg hace 30 años con La lista de Schindler, Matteo Garrone hace que nos preguntemos ¿Qué precio tiene una vida?

Y al final, con todo este viaje, sufrimiento, violencia y muerte, uno abandona la sala y se entristece. Seydu ha llegado a Europa y se sabe vencedor. Pero todos sabemos que su sufrimiento no ha acabado. No será recibido como espera. Chocara de frente con un racismo cada vez más patente. Volverá a vivir lo que sintió en el barco, que hay gente que preferiría que nunca desembarcase en su ciudad.

Y es por eso que, con sus virtudes y sus defectos, Yo capitán es una película de una importancia evidente. Se incluye en un apartado de películas que, aunque puedan devaluarse por crítica y público por ciertos aspectos, brillan por la necesidad de su existencia. Yo capitán debe verse, entenderse y compartirse. Puede ayudar a trasladar un sentimiento de humanidad cada vez más necesario.
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Escrito por Carlos Moreno Latorre
Cinemagavia
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8
13 de septiembre de 2021
46 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Sorpresivamente digna

Como admirador acérrimo de la obra de Bergman, albergaba muchas dudas con el lanzamiento de este remake de Secretos de un matrimonio. Soy bastante escéptico con esta nueva ola de remakes de clásicos de la historia del cine, que en su mayoría acaban siendo innecesarios y de poco nivel; el reciente remake de Rebecca de Hitchcock, da buena fe de ello. No obstante y aunque no esperaba mucho de este remake de HBO, lo cierto es que ha sabido encontrar una manera genuina de contar la historia, sin perder el espíritu de la obra original. Meter mano en la obra de Bergman y que saliera bien la jugada, parecía un reto casi imposible para cualquiera, pero sorpresivamente Hagai Levi lo consigue a base de convicción y de un enorme entendimiento de la obra.

Esta serie está muy bien ejecutada, cuidando milimétricamente tanto su contenido como su forma. En un primer momento puede parecer que peca de ser un remake complaciente, pero acaba asumiendo riesgos y tomando rumbos bastante acertados. Se cambian los roles asignados de la obra original, siendo el personaje de Jessica Chastain la que hace el papel de Erland Josephson y Oscar Isaac el de Liv Ullmann; una decisión entendible al fin y al cabo, que acaba permitiendo que se reinterprete la obra desde otra perspectiva.

*Una pareja maravillosa

Sin duda la elección de la pareja de actores que iba a llevar a cabo este remake, ha resultado ser un total y absoluto acierto. La química y complicidad que proyectan en cámara Jessica Chastain y Oscar Isaac es formidable, demostrando estar casi a la altura de la pareja que conformaban Erland Josephson y Liv Ullmann en su día. Con Jessica Chastain era de esperar, porque su trayectoria como actriz le abala como una de las grandes actrices de su generación; la duda en sí, estaba en el trabajo que íbamos a ver por parte de Oscar Isaac. No pretendo poner en duda la valía como actor de Oscar Isaac, pero creo que suponía un mayor reto para él por tener que salirse tanto de su zona de confort.

Afortunadamente, Oscar Isaac ha conseguido que se esfumaran mis dudas en torno a él y su posible trabajo en este remake; ya que acaba estando brillante, inclusive en mayor grado que Jessica Chastain. Ambos saben dar con la tecla y dar con el personaje, pero es Oscar Isaac el que lleva la voz cantante a lo largo de la trama. En este sentido, veo este trabajo del actor de origen latino como uno de los más logrados de toda su carrera.

*Adecuándose a los tiempos

En esa búsqueda de una personalidad propia que se ve desde el minuto uno en este remake, la serie consigue construir momentos totalmente mágicos. Desde la reinterpretación que vemos del primer capítulo hasta el deslace final del último, vemos cambios introducidos con mucha sutileza pero que marcan una diferencia en el visionado. Cambios que eran necesarios, al tener que adecuarse a las dinámicas de pareja de un matrimonio del siglo XXI, en comparación con el que vemos en la obra original de Bergman. Hay temas de gran importancia en la actualidad que entran en escena, que enriquecen y aportan distintas miradas a la trama.

Las complejidades, contradicciones y secretismos que hay en torno a un matrimonio, se dejan ver con mucha lucidez. El viaje emotivo que emprende esta pareja, es inevitablemente contagioso de ver para el espectador, en la que muchos se verán reflejados tanto en las luces como en las sobras que se ven en esta historia matrimonial. En lo que respecta a los aspectos técnicos, han sabido imbuir al remake de ese intimismo de la obra homónima, tirando de primeros planos de cámara y de una estética bastante lúgubre y melancólica. Por lo que en general, se ha sabido adentrar con muy buen acierto y personalidad en el espíritu que nos cautivó de la obra de Bergman.

*Conclusión

Hagai Levi consigue sorpresivamente lo que parecía imposible, al realizar un remake más que digno de la obra maestra de Ingmar Bergman. Con convicción y un gran entendimiento de la obra homónima, este remake demuestra tener personalidad y lucidez. La pareja protagonista conformada por Jessica Chastain y Oscar Isaac es maravillosa, demostrando en todo momento tener una complicidad y química absoluta entre ellos.

Secretos de un matrimonio (Scenes from a Marriage) sabe del mismo modo adecuarse a los nuevos tiempos, impregnando a la historia original de nuevos elementos narrativos, que eran necesarios y que acaban enriqueciendo a la trama. En definitiva, un remake más que digno de una de las historias de amor más brillantes que jamás se hayan escrito en la ficción contemporánea.

Escrito por Daniel Jimenez
Cinemagavia
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