Estamos ante una película que comienza como un drama para convertirse mediado el metraje en un thriller. La Galicia rural, casi siempre lluviosa, es el escenario en el que se desarrolla esta historia de un hombre que, huyendo de un desgraciado accidente de tráfico en el que muere su amante, vuelve a su localidad natal diez años después, lugar donde no es bien recibido por nadie. En este entorno, timidamente comienza unos acercamientos para recuperar a su hija a la que no ve desde hace años, al tiempo que se ve envuelto en una sombría encrucijada para resolver el misterio de una muerte de la que es testigo de primera mano.
Con un pulso narrativo austero, una cuidada fotografía y una acertada y envolvente banda sonora, discurre esta película que gana enteros conforme avanza el metraje. Mencionar especialmente la naturalidad interpretativa de Manuela Vellés.
Un debut interesante de Luis Avilés, que sólo se ve lastrado por algunos fallos que paso a mencionar en el spoiler.

Me entretuvo mucho esta película. Que los actores no sean conocidos para el gran público ayuda a darle realismo. Aunque no estamos ante "28 días después". Esta es una película sin pretensiones de ser seria. Es una película simpática de zombies nazis a los que se les ve muy bien. Tiene su toque "gore" y su punto humorístico macabro. Como no engaña, no decepciona.

El cine francés es en su esencia profundamente discursivo y dialogante. Más que con la acción o los actos de sus personajes, cuenta historias y teje la personalidad de los mismos en función de lo que estos dicen. Porque si hay un cine en el que se hable mucho, ese es el francés. En ello reside gran parte de su encanto y maestría, desde que en los años de la Nouvelle Vague, autores como Rohmer, Rivette o Godard sentaron las bases, cada uno con su estilo, de mucho del cine galo que vemos ahora y venimos viendo en las últimas dos décadas.

No existe por tanto mucha innovación o evolución con respecto a aquellas cuando se nos presenta una película francesa en la que hay enredos amorosos o la fidelidad está en juego. La formula está pautada y depende del buen guion, de la destreza en la dirección y la habilidad y credibilidad actoral que el producto final resulte atractivo y creíble cuanto menos; y apasionante, divertido, profundo, emotivo, en el mejor de los casos.

La anterior película de Mouret, "Las cosas que decimos, las cosas que hacemos", contenía diversas historias sentimentales que la hacían atractiva y profundamente francesa en su esencia. Contaba también con la presencia del actor Vincent Macaigne, que por su apariencia física y rol asumido en aquella y especialmente en esta, se nos presenta como un hombre tristón, acomplejado, inseguro, dubitativo y profundamente verborréico, al más puro estilo de Woody Allen en sus apariciones actorales más histriónicas. Cuesta creer de inicio que este perfil masculino sea el elegido por una mujer atractiva y sin pareja para tenerle de amante, añadiendo el hecho de que éste está casado, tiene hijos y ya en la primera cita manifiesta que no es "nada bueno en la cama".


Con este arranque cuanto menos inverosímil comienza esta crónica de un amor que no dudamos que va a ser efímero, y es que no puede ser de otra forma. La película, en la que el protagonista habla sin parar en una imitación descarada del Woody Allen más hipocondriaco, se aleja pronto del encanto seductor del cine francés que cuenta este tipo de historias para situarnos en todo momento en una posición de ceja arqueada en donde cada nueva situación, repleta de dudas, inseguridad y masculinidad frágil de su protagonista, nos hace pensar si quizá su conciliadora y siempre comprensiva amante no está realmente realizando algún tipo de ensayo o prueba sociológica sirviéndose de él mientras finge un afecto cuasi maternal.
Dada esta falta de credibilidad inicial debido no solo a la elección del actor, sino a la personalidad de la que se le dota, todo lo que ocurre en la película resulta forzado. La inclusión en la relación de una tercera persona, una tímida y recatada mujer casada, viene a abundar en esta falta de verosimilitud. Llega un punto en que todo lo que ocurre podemos aceptarlo como simpático y ligero, pero nada más.


Estamos ante una obra fallida, que por su ligereza y tono inofensivo podrá resultar agradable y tierna a una parte del público, pero a mi entender se aleja mucho de los cánones esperables para una película francesa de este tipo. Más cercana a la también francesa y poco creíble "La delicadeza", y totalmente alejada de la sencilla profundidad de las obras del autor de "El amigo de mi amiga".

Mencionar por último que algunos detalles poco cuidados en situaciones y escenas de la película, que menciono en el spoiler, junto con otra escena copiada sin pulcritud de un gran título del cine de sentimientos, solo contribuyen a hacer más grande que ésta sea una película fallida y nada original.

Lo que falla en esta película, que dice estar basada en hechos reales, es su falta de credibilidad, unido a una más grave indefinición de enfoque. Lo que comienza siendo una comedia hilarante sobre una niña desgraciada, en un ambiente familiar rancio y carente de afecto, se convierte en un drama tramposo y malintencionado, con un empleo del exceso y el efectismo dramático que se aleja de la hondura dramática para entrar en terreno de la escatología y el mal gusto.
Maria Foïs está explendida en su papel, pero esto no es suficiente. La comicidad de algunas escenas y situaciones está demasiado unida a otras de gran dramatismo, como el maltrato a la mujer. Da la sensación de que la directora empezó haciendo una comedia hilarante, al más puro estilo de Jeunet, y pronto se dio cuenta de que el dramatismo de lo que le sucede a la protagonista trasciende la comedia para entrar en terrenos demasiado dramáticos, y entonces optó por recrearse en la desgracia de la protagonista, a la que dota de la inteligencia mínima necesaria para que todas las desgracias que le ocurren vayan en aumento, en una recreación malsana del dolor ajeno.