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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2.210
Críticas ordenadas por utilidad
5
23 de marzo de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La profecía va a cumplirse. Los astros se han alineado. El Diablo va a ser despertado, comenzando así una nueva era de oscuridad que nadie podrá impedir...
De este modo, entre tinieblas, demonios y fuerzas maléficas, el sr. Carpenter nos trae la segunda entrega de su Trilogía del Apocalipsis, que completan "La Cosa" y "En la Boca del Miedo".

No había salido muy bien parado John Carpenter de su encontronazo con la taquilla cuando su majadería de aventuras, magia y fantasmas "Golpe en la Pequeña China" fracasara estrepitosamente, aunque él siempre se ha mostrado orgulloso de haberla dirigido, y hoy por hoy permanece como una joyita de culto del género. Esos malos resultados al intentar realizar cine comercial hicieron que el director optara por regresar a los cómodos y más seguros terrenos que el cine independiente siempre le había deparado.
Tras cinco años alejado del terror (¿se puede considerar "Christine" una película de terror?...hay quienes piensan que sí), con el que tan bien se manejaba a finales de los '70 y principios de los '80, Carpenter se aventuró a mezclar el género con la física, la religión y las teorías científicas, firmando el guión como Martin Quatermass, dando así a entender que se influenciaba de Nigel Kneale, creador de la serie de televisión "El Experimento del Dr. Quatermass", que contó con varias adaptaciones cinematográficas y que guarda varios aspectos en común con "El Príncipe de las Tinieblas".

Una confesión escrita por un sacerdote guardián es descubierta por otro de la misma diócesis; ésta desvela un horrible secreto que ya no puede permanecer más tiempo oculto, y junto a él una misteriosa llave la cual abre una habitación en el interior de una iglesia abandonada de Los Ángeles. Como para el sacerdote es mejor obtener pruebas científicas que hacer conjeturas pide al profesor de física Birack que le ayude a descifrar un viejo libro donde supuestamente hay grabados mensajes sobre el Apocalipsis y que estudie el extraño líquido verde que contiene una urna guardada dentro de la habitación de la iglesia.
Lo que hay en esa urna es la pura esencia del Mal, el espíritu de Satán, y su propósito es servir de prisión; los alumnos de Birack tendrán que estudiarla, y todo marcha sin problemas hasta que empiezan a ocurrir hechos muy extraños. Todos se acabarán quedando encerrados en el lugar, a la espera de que el Maligno vuelva desde su recóndito plano de existencia, sino hacen lo posible por impedirlo, claro está, lo que significará enfrentarse a fuerzas desconocidas y terroríficas.

Lo más interesante de este film, como decíamos antes, es que a Carpenter le da por juntar ese terror de regusto a serie "B" que tan bien sabe hacer con teorías metafísicas, antimateria y todo ese rollo científico el cual queda enfrentado a supersticiones de ámbito religioso y al mundo de los sueños y las predicciones; asimismo, el hombre continúa con algunos temas recurrentes de su cine, como es el fin del Mundo (que manía tiene con eso), la amenaza alienígena y su obsesión por las fuerzas ocultas, esas que permanecen enterradas sin que sepamos de su existencia y que fácilmente podrían revelarse para destruirnos.
La intención del director y la premisa estaban bien pensadas, eso hay que reconocerlo, pero sin duda fallan tal y cómo él quiere contarlo, pues el aspecto serio y verdaderamente terrorífico de la historia queda como en segundo plano, disfrazado de película de terror al uso de los '80, incluso muy manida, diría yo, y poco ayudan algunos diálogos que abusan del humor llegando a rozar lo ridículo y el sinsentido. Al fin y al cabo, "El Príncipe de las Tinieblas" es puro Carpenter, con sus cosas buenas y malas; se encuentran similitudes con "La Niebla", "Asalto a la Comisaría del Distrito 13" o "La Cosa2, aunque su narrativa se ve influenciada por Lovecraft y Stephen King y el estilo visual recuerda al terror italiano que practicaban por la misma época Fulci, Argento o Bava.

Repiten con el director el carismático Victor Wong como el profesor Birack y el repelente de Dennis Dun, que añade la nota cómica...aunque de cómica nada de nada, ¿eh? (¿por qué siempre tenía que ser un chino el que hiciera las gracias?). De Jameson Parker, Lisa Blount o Peter Jason no es que se pueda decir mucho, pero creo que están correctos; Jessie L. Ferguson y el genial Donald Pleasance son los mejores con diferencia, aunque el plantel no es una de las mejores virtudes del film. El mítico Alice Cooper sale de secundario como uno de los mendigos chiflados que amenazan la iglesia.
Entretenimiento asegurado para los fans del cine de terror de serie "B" de los '80 y del director, no obstante, éste tendría que habérselo tomado más en serio y haber hecho una película de miedo de verdad (bueno, cuando me la vi por primera vez me pasmé vivo, lo reconozco). Su mejor baza es su poder visual; a eso no hay quien gane a Carpenter.
Chris Jiménez
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7
23 de marzo de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"En 1.972, cuatro de los mejores hombres del ejército americano fueron encarcelados por un delito que no habían cometido. No tardaron en fugarse de la prisión en la que se encontraban recluidos. Hoy en día, sobreviven como soldados de fortuna. Si tiene usted algún problema y se los encuentra quizá pueda contratarlos".
Mítica introducción para una legendaria serie.

¿Cuántos pasarían las tardes de los sábados, a mitad de los '80, pegados al televisor para visionar las aventuras plagadas de déjà-vus de estos cuatro justicieros? "El Equipo "A" ", creada por Frank Lupo y Stephen J. Cannell para la NBC, presentaba a los héroes urbanos de sobremesa más entrañables de aquella década (a su lado McGyver se quedaba en nada), y durante su reinado catódico de cinco tremebundas temporadas, desde Enero del '83 a Marzo del '87, impartieron su bizarra justicia como nunca se había visto antes en la pequeña pantalla.
Porque, desde luego, si por algo se caracterizaban estos cuatro individuos era por ser unos forajidos completamente inusuales. Miles de interrogantes y muy pocas respuestas: ¿cómo es posible que, siendo mercenarios, fueran tan altruistas y jamás pasaran factura a sus clientes?, ¿por qué estando en busca y captura por la justicia desde más de una década, cualquier hijo de vecino podía encontrarles tan fácilmente?, ¿es que nadie tenía fichada su eterna furgoneta negra con franja roja? (homenaje indirecto y en negativo al Ford Torino de "Starsky y Hutch").

Todo eso daba absolutamente igual, lo cierto es que este Equipo "A" (creo que jamás se explicó el significado de esa enigmática "A"), originalmente miembros de una de las unidades de las Fuerzas Especiales en la guerra de Vietnam, eran lo más próximo a cuatro Robin Hoods modernos en una extravagante Norteamérica plagada de granjeros extorsionados, como en la maldita Edad Media, aunque el presidente de la NBC, Brandon Tartikoff, llegó a definir la serie como "un cruce entre "Los Siete Magníficos", "Doce del Patíbulo", "Mad Max", "Misión: Imposible" y "Canción Triste de Hill Street" con Mr. T conduciendo", presentándola como tal.
Nunca había una estructura realmente clara, no eran muchas las referencias al pasado y los resultados, capítulo tras capítulo, eran muy previsibles. Sea como fuere, para el recuerdo quedan las aventuras del coronel John "Hannibal" Smith, mi personaje favorito, encarnado por el carismático George Peppard, el chiflado capitán "Howling Mad" Murdock, interpretado por ese impagable Dwight Schultz, el apuesto teniente Templeton "Faceman" Peck (llamado "Fénix" en la versión española), al que Tim Dunigan dio vida en el piloto, luego siendo reemplazado por Dirk Benedict, ¿y cómo olvidar al rudo sargento de pocas palabras Mr. T, a quien el mítico Bosco Baracus dio su imperturbable rostro y sus bíceps de granito?

Su mezcla de talentos, en la mejor tradición de los "role play games" de toda la vida, era tan básica como efectiva y su bonhomía, ejemplar (entre explosiones, lluvias de balas y aparatosos ataques...¡nunca moría nadie!), y eso por no hablar de sus aventuras, tan adictivas como entrañables, aun repitiendo el mismo guión hasta el tedio, y es que siempre pasaba igual: los chicos del equipo son contratados por el abusado de turno, al enfrentarse a los malos son capturados y apresados en un cobertizo, hangar o similar lleno de material de bricolaje, luego idean algún cachivache ofensivo y vencen a los malandrines por goleada, justo antes de que llegue el cabreado coronel Decker (...o Lynch, o Fullbright, según la temporada).
Y entonces pues se escapan del campo de batalla, dejando una estela de triunfo y la frase lapidaria de siempre, la de "me encanta que los planes salgan bien"; fantástica coletilla siempre recitada por el guasón de "Hannibal", que venía que ni pintada para definir las buenas artes de nuestros amigos...y es que las victorias siempre saben mejor cuando uno remonta un mal resultado hasta ganar por K.O. técnico, como era el caso, y de eso nuestro Equipo "A" sabía un buen rato.

Sabían de eso y de cientos de misterios sin resolver, ya que...¿por qué a las metralletas nunca se les acaban las balas?, ¿cuál era la razón por la que "Hannibal" llevaba siempre guantes de cuero negro?, ¿sufría desviación de columna el bueno de Mr. T con toda la quincalla que le colgaba del cuello?, ¿por qué los disparos nunca impactaban en los malos pero siempre en las ruedas de sus coches? Preguntas sin respuesta en una de las series de acción y humor para toda la familia más memorables de los '80.
Y pese a que el protagonismo siempre recaía sobre el cuarteto, lo cual es muy lógico, también pudimos ver caras conocidas en la serie, como las de Charles Napier, Robert Vaughn, Isaac Hayes, Yaphet Kotto, Dean Stockwell o el mítico Hulk Hogan.

Joe Carnahan se puso al frente de una adaptación cinematográfica en 2.010...que bien podrían haberse metido por el culo los productores, sinceramente, porque es mala como ella sola y, sobre todo, carece del encanto de la serie original.
Y lo siento, Liam Neeson es un actor maravilloso, sí, pero George Peppard es el único "Hannibal" que existe.
Chris Jiménez
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5
20 de marzo de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay quien le da por coleccionar sellos antiguos, otros prefieren las maquetas de la 2.ª Guerra Mundial, y a otros, sin embargo, les da por las plantas exóticas...
Pero resulta que hay aficiones mucho más extrañas y escalofriantes como las del asesino de esta película, al que le gusta coleccionar miembros humanos. Para gustos los colores, suelen decir, ¿no?

Esta historia de crímenes sin resolver y falsas identidades se inicia de la manera más clásica y manida: justo cuando un psicópata entra en una confitería para cargarse al dueño a cuchillazo limpio. Pero lo más interesante, o terrorífico, si se prefiere, es que el autor del asesinato se ha llevado como recuerdo la oreja de la víctima...oreja que ha acabado dentro del frigorífico de Tracy Grant, una joven que perdió a su marido Abe tiempo atrás en un accidente de moto.
No obstante, ese será sólo el primero de muchos homicidios cometidos de forma brutal por la misma persona, lo que está volviendo loco al detective Michael, pues se halla frente a un caso que ve imposible de resolver y que se empieza a complicar gravemente cuando el cuerpo de Abe es sustraído del cementerio y los miembros mutilados de las víctimas aparecen en casa de Tracy. La clave, sin duda, está en la mujer, ya que entre ella y el asesino parece existir una importante conexión; Michael comenzará una investigación a contrarreloj para salvar a Tracy, antes de que ésta se convierta en el próximo objetivo del psicópata.

El sr. Lamberto Bava no estaba pasando precisamente por su mejor momento a finales de los '80 al comprobar que su carrera en el cine iba cuesta abajo sin remedio alguno, así que decidió acomodarse en el modesto mundillo de las producciones televisivas; tras "Crímenes en Portada" el italiano se ocupó de una serie de mediometrajes para la pequeña pantalla producidos por su compañero de fatigas Dario Argento y, poco después, abordó junto a Dardano Sacchetti un proyecto de cuatro películas (de las cuales ni una se salva de la quema, para qué mentir) para la cadena privada Reteitalia.
Ya a principios de la década de los '90, Bava cambió de aires y le dio por dirigir una miniserie de fantasía y aventuras, "Fantaghirò", con un nivel de violencia reducido para poder ser emitido para todos los públicos. Quizá fuera por el éxito que estaban acumulando los "thrillers" americanos sobre asesinos en serie en aquel momento, gracias a la muy influyente "El Silencio de los Corderos", o porque se enteró de que Argento iba a irse a EE.UU. a filmar un guión que llevaba "Trauma" por título, el caso es que el director hizo un parón en "Fantaghirò" para regresar al cine que tantos réditos y seguidores le había dado en la década anterior: el "giallo".

Efectivamente, "Puzzle Mortal" no es otra cosa para Lamberto Bava que una vuelta a sus raíces en toda regla, y aunque parezca mentira, no tiene nada que ver con aquellos "thrillers" que realizó a comienzos de los '80, como "Morirás a Medianoche" y "Cuchillos en la Oscuridad", más esperpénticos y autoparódicos; con este film el director pretende aproximarse al aspecto más crudo y serio del cual hacía gala "Macabro", de donde podemos sacar algunas semejanzas, sin abandonar su gusto por lo extraño, lo rocambolesco y lo ultraviolento, por supuesto, en eso que rinde tributo al cine de su padre y al de Hitchcock, e incluso se toma tiempo para homenajearse a sí mismo.
El italiano consigue entretener durante la escasa hora y media que dura el metraje y el argumento y el desarrollo de la acción se apoya en la clásica persecución entre policía y asesino en serie, un enrevesado argumento lleno de trampas que van encontrando solución fácil previsiblemente y a veces de la manera menos lógica (como manda la tradición). También se nota que Bava intenta darle un aire americano a la película, heredado de los "thrillers" de la época y encarnado sobre todo en ese estereotipado personaje del perspicaz, huraño y sarcástico detective; pese a todo, y tras un comienzo y nudo bastante buenos, el desenlace se revela demasiado mediocre, precipitado e incomprensible...un sonoro traspiés que Bava tendría haber manejado con más cuidado.

A las órdenes del veterano tenemos a esa explosiva Joanna Pacula (a la que algunos habrán visto en "Señalado por la Muerte") y al carismático Tomas Arana, que ya había colaborado previamente con él en "El Maestro del Terror". No se quedan a la zaga unos correctos François Montagut, Erika Blanc y Gianni Garko.
"Puzzle Mortal", a pesar de sus fallos, estaría entre lo mejorcito del italiano después de "Macabro" y "Demonios", y además posee una secuencia inolvidable: el asesino acuchillando a la profesora frente a los alumnos...je, a ver qué director americano se atreve a hacer eso. Una buena señal de que el sentido del humor de Lamberto Bava permanece tan retorcido y macabro como siempre.
Chris Jiménez
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7
7 de marzo de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me dejó...no sé, con una sonrisa de incredulidad, sin palabras. Sinceramente.
Kevin Smith ha traspasado otra barrera y, tras la espectacular "Red State", le pega otra vuelta de tuerca a su cine y se mete en el "psychothriller" de una manera muy, pero que muy original.

Si cuando descubrí "Mallrats" y "Clerks" hubiese visto "Tusk" habría dudado de que el mismo director era el responsable de una y otras, sin embargo ahora es algo que veo lógico. Yo no considero esto como una "pataleta pseudointelectual", como algunos de aquí piensan...simplemente Smith ha querido desmarcarse de su cine y probar otro distinto, y creo, sinceramente, que el amigo no lo hace nada mal.
Por supuesto se queda por debajo de la anterior (que fue una sorpresa de agárrate y no te menees), pero la propuesta y el riesgo de hacer algo así es digno de respeto. La verdad es que es muy interesante el tipo de proyecto en el que se embarca Smith. Un joven llamado Wallace Bryton es secuestrado, un desgraciado fanfarrón que hace "podcasts", que trata mal a su novia, que no tiene ningún escrúpulo y que se cruza con alguien que le va hacer ver el lado más horroroso del alma humana.

"Tusk" empieza como una comedia negra con mucho hierro, pero en cuanto nos metemos en la mansión del personaje de Howe, magistralmente encarnado por Michael Parks (joder, que bueno es el cabrón), el desasosiego, la claustrofobia, el terror en estado puro se apoderan del ambiente y la trama, eso sí, sin abandonar el ácido humor, ya que Howe, que secuestra al protagonista, lo que pretende no es otra cosa que transformarle en una morsa a base de horripilantes cirugías (sí, en serio).
Así, Smith trata con un suspense inusual y con una comedia de lo más maligna una historia en plan parodia que parece sacada de una novela de Stephen King o quizá un film de terror de la escuela de Cronenberg, Craven o Hooper, cuya trama a veces puede recordar al "Seductor" de Siegel, con unos diálogos muy "tarantinianos", un estilo crudo y transgresor similar al de Miike, Eli Roth, y una vena disparatada no alejada de las idas de olla de Rodríguez o Edgar Wright.

Se reúnen todas esas influencias y el hombre de New Jersey se rodea de unos buenos actores, donde hay que nombrar la buena labor de Justin Long, Haley J. Osment (¿este el chico de "El Sexto Sentido"?), Genesis Rodríguez y un irreconocible (bueno, ya estamos acostumbrados) Johnny Depp, quien para mí es el que hace el personaje más interesante después de Parks (aquí por fin vemos al Depp de "Miedo y Asco en Las Vegas" y no al que sale en esas gilipolleces de películas como "Alicia en el País de las Maravillas" o "Sombras Tenebrosas"...en fin).
Volviendo al tema, "Tusk", con gran arriesgo, combina ese zafio humor con una violencia extrema y un horror que pone los pelos de punta. Seguramente algo descompensado, pero no como para echarnos las manos a la cabeza. Eso sí, el último cuarto de hora es un majadería total (y lo que le resta toda la credibilidad en la que se sustentaba el film hasta ese momento), cuando vemos a Parks poniéndose también otro disfraz y peleando contra Long a placaje limpio para luego ser atravesado por los colmillos de éste (sí, he dicho bien) al ritmo de la animada "Tusk", de los Fleetwood Mac, muy apropiada para el momento. Eso y el final, homenaje a "Zombies Party" (los que la hayan visto sabrán por qué), es, sin duda, una paja que se hizo el sr. Smith, y salió lo que salió, así de claro.

De todas formas como experimento no está mal, y como película de horror tampoco; lo que me sorprende es que este hombre haya apostado por algo así, pero bueno, eso es lo que tiene que hacer un director de cine: arriesgar.
Me estremecí cuando Howe empieza a cantar eso de "la arañita diminuta salió de la charca de agua...". Qué gran Michael Parks, ese hombre consigue poner los pelos de punta tal forma que merece figurar en el Top 10 de los psicópatas.
Chris Jiménez
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8
22 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La habitación está iluminada por un rojo intenso. La prostituta corre asustada a esconderse detrás de la cama. De pie, en la entrada, está Peter Egermann, poco a poco penetrando en el cuarto. La cámara enfoca el rostro de la mujer durante 25 segundos y de repente unas manos la agarran y tiran de ella, estrangulándola en última instancia.
Sin lugar a dudas asistimos a una de las más escalofriantes secuencias jamás rodadas por el maestro Ingmar Bergman.

Tras haberse producido el brutal asesinato vamos atrás en el tiempo y nos disponemos a entrar en la vida de un matrimonio, Peter y Katarina Egermann, un matrimonio que se encamina a su autodestrucción por culpa de la indiferencia, las vacías emociones, las infidelidades, las mentiras, las inseguridades, la falta de confianza y de verdaderos sentimientos. Entre "flashbacks" y "flashforwards" somos testigos de cómo se radiografía la crisis de una pareja paralizada por su propio malestar, en la cual se ha instalado una distancia infranqueable sin posibilidad de arreglo, mientras que los distintos conocidos y familiares de Peter dudan y se sienten dolidos con respecto al crimen que se ha perpetrado.
Un inspector va recolectando información psicológica del asesino y así conocemos el mundo en el que éste habitaba: un mundo frío y sórdido, dominado por la hipocresía, la insatisfacción, el odio, la tediosa rutina y en el que un arrebato emocional "se considera casi como una obscenidad y un atentado a las buenas costumbres". Factores que han conducido inevitablemente al estallido de violencia de Peter y al posterior homicidio de la joven "Ka".

62 años contaba el sr. Ingmar Bergman cuando se dispuso a abordar la que sería la penúltima obra, cinematográficamente hablando, de una extensa filmografía iniciada en 1.946 con el melodrama "Crisis" y que otorgaría algunos de los títulos más emblemáticos al cine, como "Fresas Salvajes", "El Manantial de la Doncella", "Gritos y Susurros" y muchos más, una filmografía reflejo del universo íntimo y alimentado por una profunda inquietud existencial que ha trasladado este sueco a la pantalla y que envuelve obras maestras de una intensidad tanto más excepcional por cuanto porta en ella cuestiones fundamentales que todo ser humano se plantea algún día, como pocos cineastas habrían tenido el valor de hacer.
Instituciones, obsesiones, motivos y figuras de estilo que determinan el marco físico/metafísico en el horizonte de unos cincuenta largometrajes realizados. "De la Vida de las Marionetas" se rueda en Alemania (Bergman aún está fuera por el problema de los impuestos) e introduce al director en la década de los '80, quien decide brindarnos un profundo análisis de aquellos personajes secundarios que hacían acto de presencia en "Secretos de un Matrimonio": una pareja, Peter y Katarina, que exhibe su odio en público durante una cena, los cuales estaban interpretados por Jan Malmsjö y Bibi Andersson.

La película escudriña nuevamente en el universo tan personal de Bergman (repitiéndose patrones ya vistos en otros trabajos), ese en el que tantas veces se nos han desnudado matrimonios cuyos pesares les colocaba un paso más cerca de la ruptura; es un recurrente para este hombre, presa de una erotomanía galopante que le llevó a casarse con seis mujeres y relacionarse con otras muchas. El realizador prosigue con la línea trazada en su cine a partir de la década de los '70, revelándose en él de manera más violenta, agresiva y áspera, la misma que alcanzó su culmen con "Gritos y Susurros". No obstante, con "De la Vida de las Marionetas" va un poco más allá.
Se construye un drama con sus miras puestas en el horror de la cotidianidad y centrándose en el paulatino resquebrajamiento de una pareja en crisis, que se halla estancada en un infierno sin salida donde el contacto repugna, las palabras son como espinas y las miradas se proyectan calculadoras y carentes de emoción. La clave es el pesimismo; el sexo, la psicología, los sueños, la familia, los miedos, las emociones, la amistad, la sociedad, todo esto se analiza para poder extraer lo más abyecto y corrupto de cada elemento, confluyendo en la misma atmósfera hostilidad y sordidez, morbo y frialdad, violencia y delicadeza, compasión y crueldad, en un extraño equilibrio que seguramente no alcanzaría la misma perfección en otras ocasiones.

La noción de angustia y malestar es perpetuamente interrogada por los personajes, como locura devoradora, ilusión irreductible, cara a cara entre el deseo y la muerte, prueba última de la verdad. Mientras tanto se realiza un estudio anacrónico del método "hitchcockiano" alrededor de un escabroso crimen cometido, que se nos presenta a modo de falso documental y fragmentado en un puzzle visual, algo que otorga un tono de crudo realismo, que hemos de juntar en tanto en cuanto más información se nos da de los protagonistas.
En este apartado no encontramos a los actores predilectos del sueco, aunque esto lo cubre la solvencia de un soberbio reparto en el que destacan Robert Atzorn, Christine Buchegger, Martin Benrath, Lola Müthel, Walter Schmidinger, maravilloso en el papel de Tim, el amigo homosexual, y por supuesto una Rita Russek magistral dando vida a "Ka", desencadenante de la furia de Peter cuyo final será evidentemente trágico.

Desde la impactante escena inicial ya se puede intuir la tónica predominante de la película. Se trata de la evocación de una agonía: deslumbrante como un fuego último, rojo como la sangre, y posteriormente negro como la muerte y blanco como el olvido.
"De la Vida de las Marionetas" pasa por ser de los films más viscerales, demoledores, explícitos, ácidos, sobrecogedores y desagradables de Bergman. No se ubica en la nómina de sus obras maestras, sin embargo posee una fuerza tan arrolladora que merecería considerarse seriamente.
Chris Jiménez
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