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Argentina Argentina · Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Críticas de El Golo Cine
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Críticas 814
Críticas ordenadas por utilidad
7
20 de agosto de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Someone´s Watching Me! (1978, Alguien me espía en español), una mujer es acosada por un misterioso hombre cuyas acciones se confunden con las vivencias cotidianas de la protagonista. Se trata de la cuarta película de John Carpenter, realizada, en este caso, para televisión.

Por Nicolás Bianchi

El acoso tiene muchas formas. Es más explícito cuando un hombre persigue a una mujer en la vía pública, la espía con un telescopio desde el edificio de enfrente o la llama reiteradamente por teléfono, le dice algo impropio y corta. Pero también puede ser un tanto más sutil en el trabajo, en la misma calle o en un bar.

Leigh (Lauren Hutton) es una mujer sumamente independiente, profesional y muy atractiva también. Es directora de televisión y recién se muda de New York a Los Ángeles. Tiene 29 años y es soltera, lo cual es un problema. En la primera escena Leigh está visitando un departamento vacío, al que prontamente se mudará. El vendedor menciona que el gigantesco complejo habitacional tiene una capilla donde se practican, si es necesario, casamientos. Luego, cuando va rumbo a la entrevista laboral el personaje ensaya su presentación ante su potencial nuevo jefe y dice ‘sí, tengo 29 años y soy soltera, espero que no sea un problema’.

El personaje está permanentemente asediado por su condición de mujer. Encuentra algo de complicidad en su nueva compañera de trabajo Sophie (Adrienne Barbeau) que es abiertamente homosexual y será su amiga. Las situaciones se reiteran. En el trabajo uno de sus compañeros constantemente la quiere seducir. En los bares los hombres le ofrecen tragos. Cuando está sola en su departamento sufre el acoso del misterioso hombre que la persigue.

El otro ladero de Leigh en la película será Paul (David Birney), un joven al que ella elige seducir en un bar, revirtiendo la ecuación planteada hasta el momento. Luego de rechazar varias propuestas, Leigh se sienta impetuosamente frente al hombre que le gusta e inicia la conversación.

En cuanto al argumento central de la película, se trata de un film apoyado en el guión, también escrito por Carpenter, en el que se plantea una persecución asfixiante pero sutil. El aire de denuncia de la película se completa con la actitud de la policía. Cuando Leigh recurre a ellos por las llamadas, alguna presencia extraña en el sótano del edificio y unos inquietantes regalos que recibe, y que lógicamente ella no solicitó, la respuesta de los agentes es que no pueden hacer nada. Ni siquiera es que no le creen, más bien parece no importarles.

Como con su carrera profesional y su vida privada el punto de quiebre de la película se da cuando Leigh finalmente se convence que su seguridad personal también es un asunto que va a tener que controlar ella por su propia mano. Con las limitaciones que puede imponer el formato televisivo, Someone´s Watching Me es un film tenso fruto de un guión elaborado que tiene reminiscencias del cine de Hitchcok (la referencia a The Rear Window -1954- por el telescopio y la ventana es seguramente la más evidente). No cuenta con el despliegue visual de sus películas anteriores aunque logra ser una historia sólida y atrapante.
El Golo Cine
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7
30 de julio de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera película de John Carpenter fue Dark Star (1974), una comedia delirante de ciencia ficción con diálogos filosóficos, cosmonautas hippies y un alien que es una pelota de playa con manos.

Por Nicolás Bianchi

La primera referencia obligada al hablar de Dark Star es 2001: A Space Odyssey (1968, Stanley Kubrick), aquella sinfónica película de ciencia ficción con grandes dosis filosóficas y existencialistas que seguramente tiene asegurado un lugar dentro de los grandes films de la historia. Esto es así porque Dark Star es, antes que cualquier otra cosa, una gran parodia del largometraje de Kubrick.

La nave Dark Star, de misión por el espacio desde hace 4 años, busca planetas que podrían generar alteraciones en el universo y los destruye con bombas atómicas (o súper atómicas, no importa, en verdad son bombas que destruyen planetas). Cuando el comandante de la nave, Lieutenant Doolittle (Brian Narelle), le pide a sus subordinados que encuentren una próxima misión les grita: ‘Denme algo que pueda bombardear’. Que sea una comedia no quiere decir que no pueda expresar una opinión sobre de qué se trata tirar bombas y hacer guerras, frías o calientes, por doquier. En cierto sentido, lo que la nave Dark Star realiza son ataques preventivos, antes de que ese término estuviera presente en la jerga militar de la humanidad.

Kubrick podría haber dicho que él lo hizo primero, eso de hacer parodias sobre las bombas atómicas y la Guerra Fría, con Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb (1964) y seguramente sea cierto. Lo que sucede es que Dark Star fue la primera película de Carpenter, que seguramente no imaginó que luego se iba a convertir en uno de los directores de cine comercial o de entretenimiento más importante de su tiempo.

Entonces, puede haber pensado el director, hagamos chistes sobre esa película que tiene aires trascendentales y una gravedad inusitada. Los hizo y funcionan, hoy todavía, muy bien. La nave está tripulada por tres hombres más, todos barbudos nihilistas que, tras tantos años en el espacio, o están sumidos en grandes cuestiones de pensamiento sobre el ser y la existencia o de tan aburridos hacen algunas pavadas que son bastante divertidas, como capturar un alien que es una pelota de playa pintada como una calabaza de Halloween con manos y tener que alimentarla, no sin correr ciertos riesgos.

Para espejar el vals espacial que sucede en 2001: A Space Odyssey, uno de los tripulantes de la nave, con la música del Barbero de Sevilla de fondo, sufre una serie de complicaciones cuando el redondo extraterrestre se le escapa de donde está encerrado. También la nave tiene un programa de computación que habla y, mucho mejor aún, las bombas tienen su propio carácter y personalidad. Cuando se producen una serie de desajustes por las torpezas de los astronautas una de ellas entiende que se tiene que detonar, lo que da lugar a una gran, y completamente absurda, conversación entre el capitán de la nave y la misma bomba.

No se trata de contar todos los gags de la película sino de resaltar que Carpenter hizo una comedia tremendamente graciosa con poquísimo presupuesto. Los actores ni siquiera son profesionales. Ni Narelle, ni los demás (Cal Kuniholm, Dre Pahich y Dan O´Bannon) tuvieron una carrera, apenas alguna aparición después y no en todos los casos. Lo que sí tuvo el director, en su carta de presentación, fue mucho sentido del humor, ideas y atisbos de talento para convertir algo que parece un proyecto estudiantil en una comedia, valga el calificativo, realmente seria.
El Golo Cine
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7
21 de julio de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película belga Daens (1992), del director Stijn Coninx, narra el activismo político del padre católico Alfred Daens a fines del siglo XIX, cuando el trabajo infantil, el hambre y la injusticia social reinaban en la ciudad flamenca de Aalst.

Por Nicolás Bianchi

El cuadro general dentro del que se presenta la historia de la película, nominada al Oscar como mejor film extranjero en los Oscar de 1993, está compuesto por la crisis económica de fines del siglo XIX, la primera importante en la historia del capitalismo, y un campo de ideas en el que el socialismo está en crecimiento. En el mundo de la fe, el Papa León XIII, publica en 1891 la encíclica Rerum Novarum, un documento considerado clave dentro de la doctrina social de la iglesia, en el que, muy resumidamente, se sostiene la virtud de la propiedad privada a la vez que se destaca la importancia de la justicia social. En otras palabras se trata de una crítica no revolucionaria ni incendiaria a la realidad social que generaba, por aquel entonces, el capitalismo industrial.

Coninx comienza el film de manera impactante. Entre los telares mecánicos operados por adolescentes, un grupo de niños recoge los fragmentos de algodón que caen al suelo. El trabajo es, a todas luces, sumamente riesgoso y agotador. Cuando el padre Daens (Jan Decleir) llega a Aalst se topa con un par de escenas escalofriantes. Primero un grupo de niños intenta robarle papas a una anciana desdentada, tan pobre como ellos, que camina por la calle. Luego, el cura se topa con un grupo de personas que discuten. El dueño de un carro de madera se queja porque nadie se hace cargo del cuerpo de una muchacha embarazada, que no llegaba a los 15 años, y que murió de frío la noche anterior. El hombre necesita liberar el carro para poder trabajar. Daens encuentra a los padres de la niña en la taberna, entre borrachos decadentes y burlas a su condición eclesiástica. Ambos son presos de una profunda resignación. El padre se muestra ofuscado porque a su hija le decían ‘Nini, la de la cereza húmeda’. El protagonista les facilita unas monedas y antes de retirarse dice: ‘Cómprenle un cajón, no la entierren como a un perro’.

La introducción, sumamente dura y áspera, deja instalado un ambiente de crisis social e injusticia en el que se va a desarrollar la historia. No son las únicas escenas impactantes, donde el sufrimiento de los trabajadores, en especial de los niños y las mujeres, se muestran de manera explícita. Está claro que la sutileza no es el camino buscado por el director. Su película parece inscribirse en una línea de denuncia, de cine político y social que podría compararse, por ejemplo, con la del director inglés Ken Loach. Al menos en lo que respecta a la presentación de los temas.

El camino del protagonista, tal como lo muestra la película, es el de un despertar, en el que el principal atributo de Daens es la sensibilidad para comprender qué pasa en la sociedad que lo rodea, donde es un agente externo. El padre no deja de ser un integrante de una de las instituciones que forman la elite. Se trata de un hombre culto y educado en un mundo en el que la mayoría de los obreros todavía no sabe leer.

La burguesía y los cargos jerárquicos de la iglesia están representados como villanos angurrientos unos y conservadores los otros, que no alteran su ceño ante las noticias que hablan de niños muertos entre las máquinas de las fábricas que poseen. Someter al hambre a los que trabajan es un cálculo más dentro de los posibles. Claro que estos personajes no se ensucian ya que cuentan con capataces y patotas, integradas por miembros de las mismas familias de donde provienen los obreros.

La trayectoria de Daens, que fundó un partido político en el que aunó a liberales y socialistas, no está mostrada de manera hagiográfica ni acrítica. El punto de vista de la joven Nette (Antje de Boeck), coprotagonista de la película como una de las líderes de las trabajadoras rebeldes, señala los claroscuros en la carrera del cura, no siempre presente para ayudar a los trabajadores y en ocasiones limitado por su institución original, la Iglesia. El contrapunto permanente con los socialistas, mostrado de manera un tanto rústica, sirve para terminar de encuadrar a Daens dentro de un estrecho camino, ni burgués ni socialista, un lugar que luego en el siglo XX ocuparía la socialdemocracia.

Daens resulta, en definitiva, una pintura dura de una época injusta. Un halo de desesperanza recorre al film desde el principio hasta el final. Si bien el director se podría haber ahorrado alguna de las injusticias que muestra el film, la película logra un ritmo y un espesor que pone en segundo plano algún desliz o simplificación narrativa. Coninx elige el camino del impacto y la explicitud sobre lo sutil y lo sugerido. Es una elección posible.
El Golo Cine
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7
7 de julio de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1992 Clint Eastwood se retiró del género que apuntaló su carrera con Unforgiven, película que dirigió y protagonizó. Lo acompañaron Gene Hackman y Morgan Freeman para completar un elenco estelar.

Por Nicolás Bianchi

El universo imaginario creado por Hollywood y conocido bajo el nombre de Lejano Oeste reflejó una serie de valores del ser estadounidense a lo largo de los cientos de films que componen al género del western. Desde la empresa individual para la búsqueda del oro o del petróleo, hasta la ‘hombría de bien’, el coraje y el respeto por un conjunto de leyes no escritas. En los polvorientos asentamientos del poniente no hay más garantías que un sheriff justo, si es que se da el caso.

Lo que suele disparar la acción es, justamente, el quebranto de la ley, siempre blandamente expresada en instituciones prácticamente inexistentes, por lo que premisas como el ‘no disparar a un hombre desarmado’ pueden tener mayor peso que el ‘no matarás’ de los cristianos, o la categoría de asesinato de cualquier código penal existente. Las leyes las dicta la costumbre y son sostenidas por los hombres, a sangre y fuego si es necesario.

Unforgiven (1992), el último western de Clint Eastwood, parte de una ironía fálica. Una prostituta se ríe ante el pequeño tamaño del miembro de su cliente, lo que enfurece al hombre al punto de golpearla y tajearle la cara con un cuchillo, con la ayuda de otro cowboy que había concurrido con él al burdel. Ambos son atados y puestos a disposición del sheriff Little Bill (Gene Hackman), quien tiene que lidiar con el enojo del proxeneta, que a su vez considera a las lesiones que hacen indeseable a la mujer un atentado contra su propiedad. Esta suerte de disputa civil comercial se resuelve cuando se determina que los agresores deben pagar con caballos. Siete animales por arruinar el rostro de su inversión de capital, tal como la llama el regente del prostíbulo. Pero resta aún la ‘causa penal’.

Las compañeras de la prostituta piden justicia. En principio se habla de latigazos, y si eso parecía poco, todo empeora cuando Little Bill considera que, por ahora, con los caballos la cuestión está saldada. En el Lejano Oeste, en el fondo, cada cual parece estar por su cuenta así que las mujeres reúnen el dinero que tienen y comienzan a ofrecer una recompensa por la cabeza de los dos cowboys que participaron del ultraje de Delilah (Anna Thomson), tal es el nombre del personaje.

La voz se corre con rapidez ya que las prostitutas están en contacto directo y permanente con los hombres que pueden llevar a cabo una misión de ese tipo. Quien es puesto en cuestión, en primer lugar, por el accionar de las mujeres es el sheriff Little Bill y su sentencia. A modo de lección el alguacil le propina una golpiza a un recién llegado al pueblo, que seguramente iba en busca de direcciones para poder completar el trabajo y hacerse del dinero. Bill no puede tolerar que nadie ejerza ningún tipo de justicia, aunque sea venial, por encima de su autoridad. Su simpatía no está con los jóvenes que vejaron a Delilah sino con su propia decisión.

Bill Munny (Clint Eastwood) es un ex criminal devenido en granjero que dos años después de enviudar continúa llorando a su mujer en la pequeña hacienda en la que vive con sus dos hijos. Kid (Jaimz Woolvett), un joven del lugar, lo invita a participar de la empresa ya que él solo, aunque no lo admite, no es capaz de hacerlo porque tiene un severo problema en la vista. Bill incluye a su viejo amigo Ned (Morgan Freeman) y el trío queda conformado.

Al llegar al pueblo, y mientras descansan en el salón luego de cabalgar en una noche de tormenta, son interceptados por Little Bill, que procede contra Munny como ya lo había hecho antes contra el otro forastero. Es decir, lo muele a patadas. A pesar de ello, los tres logran escapar a las afueras del poblado, donde preparan el asalto sobre los cowboys. En el bar el sheriff, ya harto, la emprende contra las prostitutas a quienes acusa de provocar los incidentes por ofrecer la recompensa. ‘No deberías haber golpeado a un hombre inocente’, le responde una de ellas. ‘¿Inocente? ¿Inocente de qué?’, contesta el sheriff. Nadie, en el Lejano Oeste, es inocente hasta que se demuestre lo contrario.

En el desenlace, y en su despedida, Clint Eastwood una vez más se erigirá como el defensor de los valores ‘correctos’, el respeto, el coraje, la lealtad. Para ello contará con el respaldo de la bandera estadounidense en el fondo de su párrafo último en el mundo del Far West. Después solo queda perderse en la oscuridad de la noche.
El Golo Cine
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9
7 de julio de 2020
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El drama noir Sweet smell of success (1957), del director Alexander Mackendrick y con Burt Lancaster y Tony Curtis en los roles principales, presenta, mediante una fotografía extraordinaria, la nocturnidad de la ciudad de New York a mediados del siglo XX.

Por Nicolás Bianchi

El reconocimiento resultó esquivo para Sweet smell of success (1957), dirigida por Alexander Mackendrick, cuando llegó a los cines. El público no la acompañó, quizás porque los actores principales (Burt Lancaster y Tony Curtis) estaban en papeles que no eran los habituales para ellos. Sin embargo, el retrato de la ciudad de New York que hace la película comenzó a ser valorado con el paso del tiempo, al punto que hoy integra cientos de listas de medios especializados que califican obras bajo el rótulo de ‘Las mejores películas de la historia’ o denominaciones similares. Distintos directores de prestigio la valoraron a medida que trascurrieron los años. Martin Scorsese dijo que se trata de una película “vibrante, que está viva” en la que “todas las imágenes de New York son brillantes”. Como corolario en el año 2000 una compañía de Broadway realizó una versión musical.

Es justamente en ese ambiente donde se presenta la acción. Sidney Falco (Curtis) es un agente de prensa, un intermediario entre los artistas y los periodistas, que está desesperado por ganar dinero y triunfar. La escena de presentación del personaje deja todo claro. Falco entra a su oficina mientras su secretaria está hablando por teléfono. Le dice que no le pase la llamada, al parecer de un cliente que no está satisfecho con la nula difusión de su obra. Al abrir una puerta se observa que hay una cama, por lo que Falco vive en el mismo lugar donde trabaja. Mientras se cambia, con la puerta entornada, le dice a la secretaria que pague el alquiler pero no lo que le deben a la sastrería. Ya de traje cuando está por salir a la calle la secretaria le recuerda que lleve su abrigo a lo que responde irónicamente: “¿Y así dejar propina en cada guardarropa de la ciudad?”. Sidney Falco, ambicioso, buscavida y sin dinero inicia su recorrida nocturna por los locales nocturnos de New York.

La presentación de J.J. Hunsecker (Lancaster) también es brillante. Unas escenas más adelante Falco llama desde una cabina en la calle por teléfono a Hunsecker, quien todavía no ha sido mostrado. El periodista le reprocha al agente de prensa que hay algo que él debería haber hecho y todavía no hizo. Preocupado Falco le dice que necesita hablar con él en persona, y a pesar de que Hunsecker se niega, se levanta y va a buscarlo. De la cabina en la que estaba camina unos pasos e ingresa a un bar elegante en el que al fondo encuentra al periodista sentado en una mesa con teléfono. Mientras Falco observa, Hunsecker le ofrece consejos y lecciones a un senador y a una joven artista que, se sugiere, es su amante. Falco se sienta semi integrado a la mesa, levemente por detrás de Hunsecker. El periodista es mostrado como un agente todopoderoso, con adláteres a sus espaldas, con importantes políticos escuchando sus sugerencias como si se tratara de la verdad relevada. Unos minutos después la figura de Hunsecker es rematada con una toma en la que se lo ve de espaldas, en un balcón, frente a las avenidas iluminadas y los carteles de neón, como si la ciudad estuviera a sus pies.

En parte es así. La columna de Hunsecker es la más buscada por todos los agentes de prensa. Pero la misión de Falco es otra. Hunsecker lo “contrata” para romper la pareja entre su joven hermana y un músico de jazz. Por medio de unas maniobras totalmente inmorales el ambicioso agente de prensa va a intentar hacer todo lo posible para lograr su cometido y obtener la gracia del prestigioso periodista.

La película transcurre a un ritmo constante, hipnótico para el espectador, entre locales nocturnos, música de jazz y una galería de personajes en los que hay artistas, policías corruptos, periodistas y agentes, muchos de ellos desesperados por ganar dinero con rapidez. La diferencia reside en que Sidney, además, quiere vestirse con el perfume que conlleva el éxito.
El Golo Cine
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