Película cruda, despiadada con los sentimientos pero bella, intensa, apremiante y, desde el punto de vista de la descripción psicológica, tan certera como descarnada.
Un gran hallazgo de cine británico fechado en 1939.

La puesta en escena es exquisita, la ambientación roza el cielo de la perfección y el ámbito de lo emocional cobra en pantalla una presencia intensa, desacostumbrada, sugestiva y exacerbada por la fiebre de la guerra.

El ballet de las falucas sobre el Nilo deja un brillo de poesía en el escenario pero la sombra negra de los buitres auguran siempre el peor auspicio.

Hay plumas que no sirven para volar.

Espectacular producción de aventuras fechada en 1952 que sigue gozando de envidiable vigencia cinematográfica.
Esculpe a fuego la figura del héroe inesperado y pinta la panoplia de sus hazañas con perfiles de grandeza, pasteles de alcoba aúlica y acendrada admiración.
Y para que no falte nada, se oficia la ceremonia de la confusión con letra de caligrafía revolucionaria y música de espadas de duelo y de salón.

Magnífico.
La intriga está servida.
El escenario está listo para recibir a Scaramouche.

Lo demás es cuestión de momentos.
Momentos para luchar.
Momentos para amar.
Momentos para morir.

Cualquier momento es idóneo para ver buen cine.

A pesar de cierta insuficiencia en la credibilidad de la trama y en la evolución de los personajes, la película posee buena factura cinematográfica, un ritmo narrativo hábil y una admirable capacidad de fabulación.
S. Donen sabe combinar las endechas de amor con la tensión de un misterio que se enreda sobre sí mismo para dar realce al argumento.
Mantiene al espectador atento, le implica, le obliga a hacer conjeturas y a plantear soluciones para el conflicto.

Comedia de intensa intriga para lucimiento de C. Grant y A. Hepburn.

La película tiene su origen en una buena idea pero la puesta en escena no termina de convencer porque la tensión psicológica, la intriga, el recelo y ese cierto agobio que se instala en el espectador suenan a falso.
La trama se vuelve artificiosa, algo melodramática y afectada.

La ambientación y la fotografía, en cambio, resultan muy adecuadas y el conjunto es un producto que se puede ver con agrado.
Y posee valor añadido como última película de Gary Cooper.

Comedia muy al estilo de Lubitsch que nos quiere seducir con el suave embrujo de un enredo y por eso adorna la trama con un toque de galanura algo cursi pero eficaz.
Es verdad que adolece de cierta lentitud pero también lo es que mantiene la atención, que en ningún caso resulta premiosa, que incorpora encuadres maravillosos y que los protagonistas se dan la réplica a gran altura.

La producción data de 1933 pero exhibe rasgos de fino humor intemporal, pasajes brillantes y esa lozanía juguetona que todavía divierte.
E incluso cautiva.