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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2.206
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
14 de febrero de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Miami se convulsiona, se estremece, se pueden escuchar las llamadas de socorro, los casos de urgencia...para rogar que los nuevos policías que han llegado a la ciudad y que la están convirtiendo en un infierno se larguen de una vez.
Y no son unos cualquiera, sino el atajo de inútiles de Reno, ¡así que mucho cuidado!

Me acerqué a ellos tras conocerlos en esta patochada rematadamente imbécil que me tragué una tarde cuando podría haber visto alguna hazaña samurái de Akira Kurosawa, algún drama existencial de Ingmar Bergman o alguna peripecia fantástica de los '80; y tal vez hizo desperdiciar casi una hora y cuarto de mi vida...pero la pasé carcajeándome, y la mayoría del tiempo por incredulidad y asombro. "Reno, 911!: Miami" y sus protagonistas tienen un antecedente televisivo creado en 2.003 por varios de los cómicos del célebre programa "The State", y tal fue el éxito que soportó seis años emitiéndose a través de Comedy Central e incluso ser nominada en muchos festivales...
Parodia directa del antiquísimo programa "Cops", tras la 4.ª temporada surge el deseo de conceder una aventura especial a los ocho miembros del departamento bajo la habitual dirección de Robert Garant, uno de sus creadores, y contando con Danny DeVito de productor. A él le vemos, de hecho, durante un espectacular prólogo que pareciera haber sido concebido por Shane Black en una noche de fiesta cocainómana, pero esa secuencia inicial de unos minutos (en la que deben haberse gastado cientos de miles de dólares) es una coña descarada en forma de sueño, y deja claro la esencia de esta película para no inducir a error.

Revisada después de verles en acción en su formato original he de decir que las chaladuras ofrecidas por Jim (Thomas Lennon), Jones (Cedric Yarbrough), Junior (Garant), Wiegel (Kerri Kenney), Williams (Niecy Nash), "Clemmy" (la espectacular Wendy McLendon), Kimball (Mary Birdsong) y García (Carlos Alazraqui) son mejor recibidas por los valientes que han llegado a convertirse en sus fans (lista en la cual, y pese a avergonzarme, puedo ahora incluirme). El elenco, herederos de tomo y lomo de los patanes de "Loca Academia de Policía", es presentado de forma concisa mientras somos testigos de sus estupideces como sucedía en la serie, hasta que el escenario cambia a Miami al ir todos a una convención policial.
Si bien la justificación que fabrica el argumento para dar a esta pandilla el cargo de ocuparse de la ciudad no tiene ni pies ni cabeza, las posibilidades de tal cosa son ilimitadas. Hubiera sido más excitante verles rescatar a los oficiales secuestrados por los terroristas en la convención, pero eso no se lo tragaría nadie...por tanto les vamos a seguir del mismo modo que en la serie: de patrulla por los variopintos y peligrosos lugares de ese soleado paraíso de féminas voluptuosas, armas de gatillo fácil y drogas duras, cruzándose en el camino de individuos a cada cual más demente.

Lo malo del guión es que, al ser un producto para fans experimentados, deja a sus protagonistas como vacías caricaturas, bocetos superficiales, pues todo lo que teníamos que saber de ellos ya lo aprendimos en la serie. ¿Qué queda? La locura, dosificada en "sketches" autoconclusivos de telerrealidad donde cada actor lucha por sacar su lado más idiota y una maraña de diálogos que da pie a elevar los "gags" al absurdo surrealista para rematarlos un final impactante; bromas ofensivas sobre drogas, sexo, racismo, violencia, prostitución, pederastia, homofobia y abuso e incompetencia policial. No hay nada que no se haya hecho antes.
Lo políticamente incorrecto llevado al paroxismo grosero en la mejor tradición autoparódica norteamericana; situaciones como la de la fiesta de negros en la que se cuelan Jim y Junior, la ballena encallada en la playa (inspirado en un hecho real, señores), el secuestro de Jones y García en el yate o la secuencia de masturbación de todos los agentes en el motel arrastra el bochornoso mal gusto de Sacha B. Cohen, Jay Chandrasekhar, David Wain, Johnny Knoxville y el dúo Jason Friedberg/Aaron Seltzer, pudiendo hacer las delicias de gente como Adam Sandler, los hermanos Farrelly, Kevin Smith y Greg García, a quienes imagino retorciéndose en el suelo de la risa ante las grotescas subnormalidades de Garant y su troupe.

Así que, si el espectador hace el esfuerzo de rebajarse al nivel de tales personajes, seguro que conecta con su humor negro tan zafio, burdo e inframental...pero no por ello, amigos, menos ingenioso. Aunque es cierto que más allá no queda absolutamente nada: un desarrollo irregular, algo tedioso, una solución argumental para niños de 10 años y sufrimiento desesperante para quien no consiga superar esa primera barrera.
La película aun así es todo un éxito y asegura la posición imbatible de la serie, retomada al año siguiente y con una base de fans más amplia, sin embargo no tendrá la secuela que el director deseaba. A todo esto, las apariciones de David Koechner, Patton Oswalt, Paul Rudd y Dwayne "The Rock" Johnson son impagables.
Chris Jiménez
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El viento de amnesia
Japón1990
6,2
456
Animación
6
14 de febrero de 2017
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La civilización proseguía su expansión, su evolución, bien mala o buena, pero jamás deteniéndose. Entonces llegó el viento, no se sabe de dónde, y arrasó la especie humana.
Y sin civilización el ser humano sólo es un cúmulo de instintos primarios necesarios para garantizar su supervivencia...

Puede que de todas las catástrofes registradas en la ficción, la imaginada en "Kaze no Na wa "Amnesia" " sea la más original y también una de las más inquietantes. El prolífico genio literario de la fantasía, la ciencia-ficción y el horror Hideyuki Kikuchi publicó en 1.983, y con ayuda del legendario Yoshitaka Amano, una extensa novela gráfica que se distribuiría internacionalmente a través de Dark Horse; considerada con el tiempo por muchos como un importante descubrimiento dentro de la ciencia-ficción post-apocalíptica, que tan a la orden del día estaba en aquellos '80.
La adaptación en formato animado tarda en llegar siete años, en un momento en que la animación japonesa (y gracias al milagro de "Akira") está causando furor en todo el Mundo. La compañía que se arriesga es MadHouse; muy propio de ello: fueron los encargados de llevar las obras "Yoju Toshi" y "Demon City" del autor a finales de la década. No obstante Yoshiaki Kawajiri sólo se ocupa del guión y hace las veces de supervisor del proyecto junto al director y colega Shigeyuki "Rintaro" Hayashi; el que toma el mando es el animador y también curtido realizador Kazuo Yamazaki, responsable de la exitosa saga de "Urusei Yatsura" (en serie y OVA) y largometrajes como "Samurai" y "Five Star Monogatari".

La historia según Kikuchi transcurre en unos indefinidos años '90, dejando las tierras japonesas para centrarse en EE.UU. (puede que pensando en la recepción internacional), una tierra baldía presa de la miseria, el caos y la destrucción. En este ambiente tan conocido para los que somos fans de lo post-apocalíptico, empieza la acción, brutal y trepidante, cuando el joven Wataru se dispone a huir de una máquina que hace añicos todo lo que se encuentra; y en ese momento una misteriosa mujer entra en escena. Se dispone el escenario y la puesta en escena en menos de esos salvajes primeros minutos.
Con dos maestros como Kawajiri y Hayashi de supervisores, el trabajo de diseño de Satoru Makamura y la dirección artística de Koseki Mutsuo, la película logra su cometido a nivel visual pese a contar con un presupuesto reducido (fácil de advertir). Pero no todo es acción como se nos hace creer en un primer momento; dispuesta en lo que podrían ser cuatro "episodios" o actos, la trama se inicia en forma de "flashback", relatando nuestro aguerrido protagonista el principio del fin del Planeta, por una causa tan extraña como fue ese viento que tras su paso todos los humanos perdieron la memoria. ¿Un fenómeno natural?, ¿una creación de la ciencia? Por ahora queda en incógnita.

No tarda esto en escorarse a la pura fantasía cuando son introducidos robots, aberrantes experimentos y poderes psíquicos. Con la ayuda de un ser de aspecto humano y cerebro cibernético llamado John, Wataru comienza a recuperar la inteligencia, la razón, y a civilizarse; este será, a partir de entonces, el tema por antonomasia de la historia, y el cual la lleva a límites más trascendentales y reflexivos, al contrario de lo que suele suceder con otros animes de este estilo y género. Yamazaki y Kawajiri se paran a radiografiar a qué grado de salvajismo es capaz de llegar la especie humana tras ser expulsada de la civilización.
Ese rechazo forzado, provocado por el viento, transporta a todos los habitantes a la edad anterior al razonamiento, brotando aquellos instintos de los que fueron dotados para su supervivencia; Wataru entonces se ve obligado a recorrer en su jeep todo palmo de tierra con una mínima esperanza: encontrar algo parecido a lo que una vez fue la sociedad. Después del provechoso "flashback" la estructura narrativa se derrumba considerablemente (tanto más cuanto que uno espera que esto dure hasta el final).

Básicamente se repiten situaciones, se repiten personajes y los mismos esquemas argumentales: el encuentro, episódico, con una pareja que siempre resultan ser padre-hija; el descubrimiento del total hundimiento de la civilización; y, para compensar los muchos momentos de reflexión e introspección psicológica, escenas de acción brutales. Kawajiri escribe y su don para resaltar el lado más oscuro y amargo de la condición humana es palpable, y Yamazaki logra, en base a unos trazos grotescos, duros, imprimir una violencia visceral y un ritmo siempre entretenido (a menudo, que no siempre...).
Hay un viaje a una ciudad futurista que pretende ser la sustitución de la antigua sociedad; éste, por su demoledora visión sobre la dependencia del ser humano de la nueva tecnología y la peligrosa despersonalización del mismo, consigue alzarse como el "capítulo" más interesante. Por otro lado, si bien se arroja sobre Wataru algo de profundidad a la figura del típico héroe implacable de este tipo de historias, uno no puede acabar simpatizando con la misteriosa Sophia (en especial por su revelación, más irritante que sorprendente...¡¿pero qué derecho tenían de tomar tal decisión?!).

Siempre se acusó a "El Viento de Amnesia", que sin querer recuerda a "The Quiet Earth", de poseer una conclusión demasiado floja y momentos en los que la trama en absoluto avanza, sin embargo el tiempo le ha dado un estatus de culto del que no gozó en su estreno (en 1.990, porque no llegaría a EE.UU. hasta tres años después), coincidiendo en el momento con otros títulos más conocidos como "City Hunter", "A.D. Police", "Kazuo Umezu no Noroi" o "Cyber-city Oedo 808" (precisamente de Kawajiri).
Sus escenas de acción y violencia siguen siendo muy atractivas y su reflexión ciertamente profunda e interesante. Pero en la obra original sus virtudes se disfrutan mejor.
Chris Jiménez
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8
14 de febrero de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre nació a mitad de la era Taisho. Pudo llevar una vida recta y honorable, pero perdió su camino y decidió aventurarse hacia un sendero marcado por la maldad y la locura hasta acabar en tragedia.
Y esta, sin ninguna concesión a la sensibilidad, es su historia.

A mitad de los '70, Kinji Fukasaku, que había sido todo un dolor de cabeza para los ejecutivos y demás personal de su casa Toei, se alzó como una de sus mayores fuentes de ingresos gracias a sus "Batallas sin Honor ni Humanidad"; las películas sobre gángsters callejeros cambian su enfoque y eso le vale convertirse en el padrino de un nuevo género. El presidente Shigeru Okada estaba tan impresionado con su trabajo que le escogería para adaptar una novela del otrora jefe yakuza Goro Fujita sobre la vida de Rikio Ishikawa.
Auténtica leyenda del mundo criminal, aunque más bien una leyenda negra y maldita, convertir la extensa y detallada historia de Fujita fue todo un reto para los guionistas Hiro Matsuda y Fumio Konami, cuyas reuniones con el director (muy ocupado terminando su nueva saga de las "Batallas") no fueron muy satisfactorias. Esta preproducción duraría casi dos años y abarcó multitud de cambios tanto en el libreto como en el equipo; pues la estrella Bunta Sugawara iba a encarnar a Ishikawa hasta que llegó Tetsuya Watari por expreso deseo de Okada, quien quiso ocuparse de su vuelta triunfal a la gran pantalla a pesar de su grave estado de salud.

Sin duda parecía adecuado usar a Watari ya que él protagonizó a finales de los '60 la famosa saga de Nikkatsu "Outlaw", también basada en la serie de homónimas novelas de Fujita. Como en las "Batallas", "Cementerio de Honor" se sitúa en el Japón inmediatamente después de la capitulación y la ocupación de las tropas norteamericanas antes de que se nos brinde un prólogo un tanto escueto recordando a Ishikawa por medio de fotografías y las confesiones ("en off") de algunas personas (un prólogo al estilo clásico del cineasta); en lugar del blanco y negro se prefiere usar un sepia terroso, pues ese debía ser el color de la sociedad en aquel momento.
Estos intensos colores, bien tratados por Hanjiro Nakazawa, evocan la suciedad de la vida criminal, el barro y la basura que todo lo cubre. En este ambiente fangoso se remueve y se revuelve Ishikawa, encarnado por un portentoso y amenazante Watari que se distancia mucho de su Tetsuya de "El Vagabundo de Tokyo", pues todo lo fiel, inocente, honorable y romántico que podía ser aquél encuentra su explícito reverso tenebroso. Un enfrentamiento contra los hombres de la banda rival Shinwa en las concurridas calles de un mercado de Shinjuku podría desencadenar una guerra, y eso es algo que desquicia a su jefe Kawada.

Mientras radiografía los problemas sociales del momento, sobre todo las grandes tensiones entre los chinos emigrados y los nativos japoneses, Fukasaku nos hace seguir a Ishikawa en su sendero hacia la autodestrucción, a través del cual arrastra a cualquiera que se le cruce en su camino. Desde el prólogo se deja bien claro que no es la guerra, sino su carácter sociópata e inestable lo que le marca de por vida; desde luego el ejemplo del hombre que tuerce su camino hacia el Mal. Ishikawa se gana la furia de sus compañeros, roba y asalta a amigos y enemigos, incluso ataca a su propio padrino, y cuando es sermoneado no sabe responder en consecuencia.
Este momento rompe la narración hacia una segunda parte que constituye un exilio (hacia Osaka) y la completa degeneración psicológica y física, a lo que ayuda el descubrimiento de la droga como parche al hastío existencial; de por medio se introduce la prostituta Chieko, que de la violación crea un vínculo con el kamikaze protagonista y está presente en los momentos más dramáticos y desgarradores. Nunca el director expuso tan visceralmente la corrupción de un personaje, y su total distanciamiento hace imposible el empatizar con él; Ishikawa no se gana la redención, es simplemente malvado.

"Cementerio de Honor", a pesar de ubicarse estética e históricamente al mismo nivel que las "Batallas", no es una película colectiva como aquélla; los negocios entre familias, las rencillas callejeras, la participación de las incompetentes fuerzas del orden, el deseo de los jefes yakuza de introducirse en el mundo de la política y los problemas de los miembros se observan desde el lejano e ignorante punto de vista de nuestro protagonista, que hiere, mata, grita, avasalla y pervierte sin orden ni concierto, de ahí que a la narrativa la conduzca una sensación de caos arrollador hasta desembocar en una brutal y memorable conclusión en plena prisión de Fuchu.
Los habituales del director secundan de maravilla al vigoroso Watari, en especial el carismático Tatsuo Umemiya y otros conocidos rostros como los de Hideo Murota, Kunie Tanaka, Shingo Yamashiro, Noboru Ando (un yakuza en la vida real antes que actor) y la otrora estrella de las "pinku-eiga" Reiko Ike; por desgracia Yumi Takigawa, de actuación dura y auténtica, no goza de un desarrollo profundo. La cámara de Fukasaku, que desgaja cada pedazo de sociedad con ráfagas incómodas y exasperantes de violencia, muy "peckinpahniana", sigue el apocalipsis desatado por Watari, ya bastante afectado de neumonia en aquel entonces...

Con este impedimento el veterano actor todavía tuvo fuerzas para llevarse el papel protagonista de la siguiente obra del cineasta, "Cementerio Yakuza", dando vida en esa ocasión a un policía (pero homólogo de su Ishikawa). Soportar la exposición de salvajismo y miseria de "Cementerio de Honor" es un reto para los sentidos y la sensibilidad.
El viaje, que acaba en una explosión de sangre, merece la pena aun con la mala suerte de verse con el estómago revuelto al final. Crítica y público apoyaron el film y el actor volvió a primera línea de fuego como el astro de la acción que siempre fue; influencia para muchos futuros directores que contaría 27 años después con un "remake" un tanto "libre" realizado por Takashi Miike.
Chris Jiménez
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2
14 de febrero de 2017
Sé el primero en valorar esta crítica
No en términos literales, aunque en una sociedad como la japonesa, la protagonista de esta historia sí podría ser considerada como tal.
Veremos que no es nada fácil estrechar lazos amorosos con una mujer obsesionada con la cultura "freak"...

Conocí a las compañeras de trabajo de mi ahora prometida en mi primer viaje a Japón, una de las cuales destacaba sobre el resto según ella; al parecer, a pesar de ser una madre casada de 38 años, también tenía debilidad por todo lo relacionado con el manga, el anime, los videojuegos, etc., por eso era considerada la rara del grupo. Porque ser un "otaku" en la sociedad nipona no es en absoluto algo de lo que sentirse orgulloso, más bien se siente vergüenza y desprecio, y tanto más cuando hablamos de "fujoshi", atribuido a las mujeres fanáticas de todo lo anterior además del erotismo homosexual.
Este desprecio ya está implícito, pues es "腐" el primer kanji de este término, que viene a significar "ruina", seguido de "mujer"...nada bonito, la verdad. El tema no es original, pues se ha tratado en numerosos formatos; "Moso Shojo Otaku-kei", de la que salió un "live action", por ejemplo, y en las mismas fechas se adaptó "Fujoshi Kanojo", de novela ligera a manga por Rize Shinba (famoso por sus historias "yaoi"). Unos años después llega su versión con personajes reales. Ahí les vemos a ambos, Yoriko y Hinata, a punto él de declarar su amor a la primera, que antes de arrepentimientos confiesa su fanatismo "freak"...

Cuando se besan a ella se le ocurre decir "Sabes a algodón de azúcar". Así es, el tono queda establecido desde esta primera secuencia, ¡donde la cursilería resulta tan cargante que incluso el instante del beso se produce fuera de cámara!; Atsushi Kaneshige, un señor que ha trabajado mayormente de asistente de dirección y en televisión y que regresaría a dicho oficio después del film que nos ocupa (y es lógico...), nos arrastra a lo que se supone es una historia de amor con todos los clichés interpretativos, estéticos y formales de un "dorama" cómico-romántico, empezando por la sobreactuación de los actores, que más de una vez produce una vomitiva vergüenza ajena.
Como la que producen esa pareja formada por Shunsuke Daito (a quien se le recuerda de "Crows Zero" o "Tokyo Tribe") y Wakana Matsumoto, ambos casi debutando aquí en el mundo del cine pero de sobrada experiencia en las telenovelas japonesas; mientras el primero demuestra ser todo un camaleón en su forma más amable e idiota (comparen con su papel de Kirishima en la obra de Miike), la segunda se mete tan a conciencia en el personaje de la chiflada Yoriko que tras aparecer en pantalla no pasan ni tres segundos sin que deseemos abrirle la cabeza a base de "mangazos".

El instante en el "butler café", con otras dos mujeres igual de chaladas, es el mejor ejemplo, y como éste habrá muchos más; pero Kaneshige tampoco va más allá de lo que es simple humor absurdo y una vena romántica 100% "light", y lleva a esos protagonistas de una escena tonta a otra a veces sin orden ni concierto, mientras da torpes saltos atrás en el tiempo para saber cómo se conocieron, lo cual ralentiza aún más si cabe el ritmo...curioso, ya que esta 1.ª parte avanza con bastante velocidad, entre "gags" imbéciles y situaciones embarazosas en las que acaba Hinata, subyugado al carácter dominante y alienígena de Yoriko.
Sin embargo, por un hecho fortuito, el humor (que salvo un par de simpáticos momentos yo no lo veo por ningún sitio...) gira hacia el melodrama de un modo abrupto, y el director apuesta entonces por tomas largas y silenciosas, música emotiva y tonalidades neutras en lugar de los colores chillones previos, como creyéndose que es Yukiko Mishima o Naomi Kawase. Pero el accidente que determina esta 2.ª parte y que pone en peligro la estabilidad de la pareja (un cambio de país por cuestión de empleo) no es el adecuado, y llega sin tener relación con todo lo anterior...

Más hubiera valido una vuelta de tuerca oscura como el paulatino descontrol de la obsesión por parte de la mujer hasta perder el sentido de la realidad, y terminar por perder al pobre Hinata, quien también se encuentra al límite de su paciencia por sus locuras; todo esto se viene vaticinando en la película desde tiempo atrás ("No puedes pretender que nuestra vida sea un videojuego para siempre", espeta él), pero no se acaba aprovechando...
Claro, esto no es un drama psicológico, es una tragicomedia dirigida al público joven, preferentemente femenino y descerebrado como la protagonista, y teniendo en cuenta su desagradable egoísmo (lo que hace repudiar todavía más a Matsumoto) y la desquiciante sumisión de Hinata, el final se puede oler a kilómetros (los que separan Londres de Japón)...

...como a kilómetros pretendo dejar olvidado este subproducto que nada enseña sobre la cultura "pop"/"otaku" nipona, de la cual soy otro fanático, por cierto.
Chris Jiménez
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Akira
Japón1988
7,6
59.305
Animación
10
14 de febrero de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una fuente de energía de poder ilimitado está a punto de emerger en Neo-Tokyo y nadie imagina su capacidad de destrucción. El fin de los días está cada vez más próximo...
Nos sumergimos en una aventura que desafía las leyes de la lógica y el espacio-tiempo en un mundo donde la tecnología ha llevado a la civilización a su propia destrucción. Prepárense para conocer a Akira.

En 1.988, la animación japonesa regalaba a los fans una maravillosa trilogía cuyos títulos alcanzaron al instante la categoría de obras maestras: "Mi Vecino Totoro", "La Tumba de las Luciérnagas" y, cómo no, "Akira", punto de inflexión absoluto en la industria. Su artífice, Katsuhiro Otomo, había desarrollado una fructífera carrera como dibujante rompiendo con los convencionalismos del manga ya en sus primeros trabajos, consiguiendo con "Fireball" su primer éxito; tras trabajar más incómodo que otra cosa a las órdenes de Shigeyuki Hayashi en "Harmagedon" (adaptación de la legendaria "Genma Taisen"), decidiría embarcarse en su proyecto más ambicioso.
Reuniendo un cúmulo de influencias que iban desde "Tetsujin 28-go" o los relatos de ciencia-ficción de Jean Giraud hasta "Star Wars", y tomando muchos de los elementos ya mostrados en "Fireball", "Akira" empezó a serializarse en 1.982, siendo necesarios ocho años para ser completada. Pero en 1.988, cuando la serie, cuya popularidad ascendía a pasos agigantados, aún iba por su cuarto volumen, se le presentó al autor la oportunidad única de llevarla a la gran pantalla con el incentivo de contar con un abultado presupuesto que superaba el billón de yenes, el cual consiguieron varias productoras y compañías asociadas.

Pero Otomo sólo rodaría la película si le era concedida la total libertad creativa (con el fin de que no se repitieran las malas experiencias de "Harmagedon"), aunque todavía quedaba el inconveniente de que la obra original estaba a medias, por lo que debía condensar su universo y conducir la historia por una línea argumental más bien alternativa, obviando algunas subtramas y personajes que después tomarían importancia en el manga...pero nada de esto parece importar al comienzo del film ya que nos veremos indefensos ante una avalancha imparable de imágenes hecha para hiperestimular nuestros sentidos (el contar con un presupuesto de tal magnitud da sus frutos).
La historia se sitúa en una Tokyo futurista en 2.019 tras librarse una desastrosa 3.ª Guerra Mundial en la que los avances tecnológicos no han sido capaces de detener la enorme inestabilidad que atraviesa la sociedad por la corrupción política y la instauración de un sistema militar abusivo, causas de terribles actos de terrorismo; en este clima de inseguridad, las calles están dominadas por salvajes adictos a la violencia y al peligro, como la banda de motoristas liderada por el intrépido Kaneda. El frenesí y la ultraviolencia campan a sus anchas mientras Otomo presenta un Japón hundido en el caos recordando las consecuencias de las guerras que anteriores ignorantes iniciaron y que marcaron la Historia de la nación.

Este prólogo, que cabalga entre "Blade Runner", "Mad Max" y "The Warriors", pronto se ve interrumpido por el encuentro de Tetsuo, amigo de Kaneda, con un ser de apariencia infantil perseguido por agentes del Gobierno, quienes acaban secuestrando al chico y realizándole una serie de experimentos que terminan por alterar su mente. La pura acción es sustituida por el suspense al tiempo que la realidad comienza a quebrarse desde el punto de vista de Tetsuo, en cuyo interior se está desarrollando un poder a todas luces incontrolable (unas visiones que atormentan a éste sirven de premonición y amenaza).
La trama, que tendrá lugar en el interior de las instalaciones, se volverá tanto más angustiante cuanto que el protagonista vaya sucumbiendo a una evolución en la que poco a poco pierde su humanidad manifestando similitudes con la figura central de la historia que es a su vez el "macguffin" de la misma; objeto de investigación cuyos poderes lo convirtieron en un peligro para aquellos que secuestraron a Tetsuo o especie de nuevo mesías destinado a crear un nuevo mundo a partir de la destrucción total del actual, Akira nunca se presentará realmente en su forma física...de hecho es posible que nunca la tuviera.

Como nos va desvelando Otomo, aunque sin muchas concesiones a la explicación, lo que hace al espectador sentirse como Kaneda (inmerso en las enrevesadas intrigas sin saber el por qué) Akira no es sino la concentración de la máxima energía que reside en cada cuerpo, en cada ser del Universo, y la cual depende de las pulsiones y deseos del individuo, cuyo poder es capaz de expresarse exteriormente; el descubrimiento de la verdad y la inteligente demolición del "macguffin" se desarrollará en un tramo final de tensión creciente donde el director, lejos de olvidarse de la aventura, ofrece un espectáculo de proporciones colosales que a todas luces resulta incomprensible (detallado en Zona Spoiler).
El intrincado argumento, la precisión del ritmo, la enorme cantidad de detalles que contiene la imagen (donde se usan técnicas nunca vistas en el mundo de la animación), facturándose unas secuencias que se inyectan en las retinas, y una iconografía legendaria (los personajes, el diseño de la ciudad y, sobre todo, la moto de Kaneda), hacen de "Akira" una experiencia visual sin parangón, envolvente, trepidante y del todo arrolladora, que confirió al término "cyberpunk" una nueva dimensión tras su estreno, el cual, como estaba previsto, arrasó en taquilla logrando un tremendo éxito tanto a nivel nacional como internacional.

Desde entonces las influencias de "Akira" siempre han estado presentes en la ciencia-ficción, pues pronto sería considerada una cumbre del género en la década de los '80.
Su importancia histórica es tanto mayor cuanto que el autor decidió situar los Juegos Olímpicos de 2.019 en Tokyo...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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