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España España · Madrid
Críticas de J C
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Críticas 76
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
20 de noviembre de 2014
Sé el primero en valorar esta crítica
Me ha parecido siempre David Fincher un cineasta sobrevalorado por la crítica, que ha visto en él, o ha creído ver, un aura de modernidad que en mi modesta opinión está más próxima al videoclip que a lo puramente cinematográfico. Sin embargo, me sorprendió ese thriller retorcido y malévolo llamado “Seven”, me convenció plenamente “Zodiac” y me conmovió la insólita “El curioso caso de Benjamin Button”. El resto de su filmografía me ha irritado a veces y otras tantas me ha dejado frío, con la sensación de asistir a películas más hinchadas de pretenciosidad que de talento.

Dicho esto, acudí a ver “Perdida” con las expectativas altas, acaso convencido de que me iba a encontrar con una película de suspense más cercana a Hitchcock que al propio Fincher, y quizá ahí se produjo la primera sorpresa. “Perdida” es una película de suspense, cierto, pero pronto me percato de que no se trata de permanecer en tensión hasta saber qué está pasando realmente, sino que el asunto es otro y mucho más retorcido.

Más que la supuesta trama policial, que en este caso no deja de ser una mera excusa para abordar otras materias (ahí sí que podría haber algo del autor de “Psicosis”), lo que me gusta de “Perdida” es precisamente eso, lo secundario, las consecuencias que desencadena la desaparición de esa esposa de extraño comportamiento. Quizá lo que menos me interesa es la previsibilidad de la obra, que está bien rodada, eso sí, con un buen pulso narrativo que no la condena al aburrimiento, pero que también da la impresión de ceñirse demasiado al best-seller del que parte y que, por otro lado, no he leído ni nunca he tenido la intención.

No en vano la responsable del guión es la propia autora de esta suerte de folletín insano y se nota. Tanto que creo, y esto es también una impresión, claro, que Fincher se ha limitado a filmar lo escrito con absoluta fidelidad, aplicando su buen hacer pero sin despegarse mucho del espíritu del guión. Una buena película que sorprende en algunos momentos, que se ve bien, pero que no oculta su condición de deudora de un libro de éxito. Mejor que “The game” o la exacerbante “El club de la lucha”, pero peor que las mencionadas más arriba.
J C
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7
4 de noviembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sabíamos del buen hacer de Damián Szifrón por la apreciable “Tiempo de valientes”, estrenada en 2005, pero le habíamos perdido la pista hasta la aparición de estos “Relatos salvajes”, un compendio de personajes enfrentados a situaciones límite donde la violencia ejerce un innegable protagonismo. Se trata, pues, de una película articulada en cinco historias totalmente independientes y una breve introducción que ya anticipa el sesgo de la propuesta.

Sin renunciar a toques de humor negro que alivian lo tremendo del conjunto, Szifrón hace desfilar por la pantalla personajes de una catadura moral más que discutible, enfrentándoles a situaciones que ellos mismos han propiciado o en las que se ven envueltos por pura casualidad: gangsters, policías corruptos, conductores agresivos...

La película se ve con interés, pero uno no es capaz de sustraerse a la previsibilidad de algunos de los relatos, que pese a su efectividad y más que correcta narración me suenan a ya vistos o sabidos, sin que me sorprenda lo que me están contando. No obstante, la cámara de Szifrón dibuja las situaciones con oficio y buen tino, reuniendo además a un puñado de grandes actores que saben dotar de credibilidad a la obra.
J C
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3
3 de noviembre de 2014
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque uno pueda atisbar en esta película de Alan Rudolph signos de alguna clase de talento, ése que en obras posteriores nos ha hecho valorarle como se merece cuando pulsa las teclas adecuadas, resulta indiscutible que no es el caso que nos ocupa. Tenía ganas de ver “Bienvenido a Los Ángeles”, que se me había quedado en el tintero por unas u otras razones, pero al poco de sumergirme en su trama, es un decir, empecé a experimentar algo similar al aburrimiento y la decepción.

Una sensación que, lejos de disminuir, se iba acrecentando a medida que avanzaba este cúmulo de despropósitos más o menos disfrazado de esa atmósfera “rudolphiana” que naufraga por carecer de un guión sólido que la sustente. Y es que a pesar de contar con una serie de actores muy interesantes y con un Keith Carradine como protagonista que tanto juego le iba a dar al director en futuras propuestas, el conjunto es tan errático e insustancial que no logra mantener la atención más allá de la pura anécdota.

Lo que se trata de contar aquí, me parece entender, son las vicisitudes de un músico que llega a Los Ángeles en busca de fortuna y acaba viéndose envuelto en situaciones bastante surrealistas. Ya digo que eso es lo que me parece extraer de la película porque se narra de un modo tan anodino que resulta arduo discernir mucho más.

Este episodio central, el del músico en busca de oportunidades, se cruza con otros muy del gusto de Rudolph, pero que si en posteriores guiones le funcionan con más empaque, en éste hacen aguas por todas partes y provocan el más tedioso aburrimiento. Fallida película, en resumen, que habría que sumar a otras que tampoco le han salido a este desigual realizador.
J C
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8
27 de febrero de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paradas en el viaje

Alexander Payne ha ido construyendo una filmografía llena de solidez y coherencia, impregnada por la necesidad de explorar las relaciones humanas con una mirada carente de arquetipos, lo suficientemente distanciada de los personajes como para que no resulte obvia. Recurriendo por primera vez a un guión totalmente ajeno, el firmado por Bob Nelson, Payne incurre nuevamente en el territorio de las relaciones familiares, como ya hiciera en la magnífica “Los descendientes”, para, con la coartada de un premio de lotería, guiarnos por otros caminos que, más que atajos, resultan paradas necesarias en el itinerario que se ha propuesto recorrer.

“Nebraska” está rodada con esa morosidad casi poética que el realizador imprime a todas sus películas y notablemente interpretada por unos actores en estado de gracia y credibilidad encabezados por un inmenso Bruce Dern, cuya escasa oratoria nos da la medida exacta de su trayectoria vital. Constituye, además, un fresco de personajes veraces y variopintos con el trasfondo de esa América profunda y entrañable a la que a veces se asoma el cine con desigual fortuna.

La película no es sólo, pues, el viaje de un hombre anciano y desorientado en busca de un sueño a todas luces improbable, sino también el reencuentro de un padre con su hijo, de una familia entre sí, y la constatación de que el dinero tiene la costumbre de reunir a los lobos en torno a la presa con asombrosa eficacia. Conmovedora, irónica, a ratos divertida, la obra cuenta con las señas de identidad de su director y lo confirma como uno de los grandes cineastas surgidos en los últimos años.
J C
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8
13 de febrero de 2014
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos actores en un único escenario. Una obra de teatro dentro de otra obra de teatro, un género al que el insigne Roman Polanski parece haberle cogido el gusto últimamente, a juzgar por la inspiración creativa de sus dos últimas películas. Pero esta Venus de las pieles, además de ser teatro dentro del teatro, es otras muchas cosas: una mordaz reflexión sobre la experiencia de crear, de interpretar, de amar incluso. Un inquietante paseo por la sumisión y su reverso, la dominación, que lleva la marca y el sello de Polanski, explorador acérrimo de la turbiedad y las sombras.

¿El argumento? Quédense con esta idea: un autor teatral está haciendo pruebas para encontrar a la actriz perfecta que interprete a la protagonista de su obra, una adaptación libre, o transposición, o vampirización, de una novela del escritor austríaco Leopold von Sacher-Masoch. Tras un frustrante día de audiciones sin éxito, aparece Wanda, una candidata que pondrá patas arriba y en una sola noche el universo del dramaturgo. Para esta película, adaptación de un texto teatral de David Ives, Polanski necesitaba el empaque de dos actores sobre cuyos hombros descansara el peso de la historia.

Y los artífices de la función son el solvente Mathieu Amalric, que ha trabajado desde en una de Bond hasta en la magnífica “Munich”, de Steven Spielberg, pasando por lo último de Cronenberg, y Emmanuelle Seigner, compañera y musa de Polanski, que aquí realiza uno de sus más brillantes trabajos a las órdenes del director. Seigner despliega un torbellino de poderío interpretativo que la hace destacar con nota, y muy alta, en una película a ratos canalla, a ratos cínica, pero en todo momento irónica visión de la teatralidad y de lo que significa ser creador, actor y, en definitiva, persona. Has vuelto a hacerlo, Roman.
J C
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