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España España · Barcelona
Críticas de Eduardo
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Críticas 1.293
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
20 de febrero de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El secreto de Santa Vittoria llegó a nuestras pantallas cuando yo era carne de Arte y Ensayo, y había desarrollado cierta actitud "highbrow" ante determinadas muestras de cine comercial (lo cual no impedía que me zampara cualquier basura adscrita al terror, al fantastique o a la ciencia ficción que se estrenara. ¡Salvemos Can Pistolas!). Algunas circunstancias me recomendaron mantenerme alejado de esta película. Por ejemplo, Anna Magnani, cuyos ojos ojerosos, combinaciones blanquecinas e histrionismo agudo me producían ganas de echar a correr. Por ejemplo, el Anthony Quinn posterior a Zorba el griego, entocinado en encarnar a hombres bigger-than-life, cortos de entendederas y rápidos con la botella y la mano en el culo de la chica. Por ejemplo, Stanley Kramer, típico representante del cineasta liberal, o sea, progresista a la americana, que después de tocar temas tan trascendentales como el juramento hipocrático (No serás un extraño), la cuestión racial (Fugitivos), la guerra nuclear (La hora final) o evolucionistas versus fundamentalistas (La herencia del viento), sin olvidar Judgement at Nuremberg, cuyo repugnante título en castellano me niego a reproducir, sobre los crímenes del nazismo, se marcó un pelotazo en Cinerama con El mundo está loco, etc., y una pararruchada como Adivina quién viene esta noche. De modo que no estaba preparado para Santa Vittoria. El tiempo, que casi todo lo cura, ha calmado un poco mis ímpetus puristas, de modo que la grabé y la vi. Inofensiva. Todo el mundo sabe de qué va, así que no lo voy a repetir. Baste decir que Quinn está de bofetada en algunas secuencias, y que ella, al menos, no sale en combinación. Cuentan las crónicas que Anna detestaba a Anthony, y en la escena en que le echa a patadas de casa (yo también lo habría hecho), se empleó tan a fondo que... se rompió el pie. Se lo debieron pasar todos en grande. Por aquello de estar rodada en Italia, participan además Virna Lisi, bellísima, para devorarla de pies a cabeza y vuelta a empezar, el petardo de Renato Rascel y un superjoven Giancarlo Giannini, quien todavía no había desarrollado esas bolsas bajo los ojos propias de la mala vida. No quiero olvidar al veterano Eduardo Ciannelli y a una fugaz Valentina Cortese. La fotografía de Giuseppe Rotunno es espléndida, enamorada de los paisajes que enfoca y de ese terruño ancestral en el que se mueven los personajes. Parece ser que basada en hechos reales, Hardy Krüger repite su papel de oficial alemán-pero-no-nazi, con esa cara de buen chico que tenía. Demasiado larga para ser divertida, convoca alguna sonrisa de vez en cuando y te hace pensar en ese tipo de cine que, para bien o para mal, no volverá.
Eduardo
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7
20 de febrero de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Conviene desempolvar los clásicos de vez en cuando, con cuanta más frecuencia mejor, teniendo en cuenta las oleadas de mediocridad que se abaten sobre nosotros, en ocasiones disfrazadas de qualité y con la bendición de cierta crítica poco crítica. Dodge, ciudad sin ley no es la mejor entrega de la dupla Flynn-De Havilland, pero aun así entona la tarde y templa el alma. Se trata de un ágil y energético western firmado por el casi siempre eficiente Michael Curtiz. Repasa prácticamente todo el catálogo: asesinatos por la espalda, traiciones sin cuento, tiroteos, estampidas de reses aterrorizadas, pelea a puñetazos con destrucción del saloon incluida, damiselas en apuros, malos malísimos, héroe que no se despeina en ningún momento, un repugnante niñito que recibe su merecido, periodistas insobornables... Sólo faltan los indios. Errol Flynn está más comedido que de costumbre, echo en falta el ímpetu animal de El capitán Blood, Robin de los Bosques, La carga de la brigada ligera... Olivia sale menos de lo acostumbrado, pero en la última media hora se le acumulan las escenas, como para compensar su escasa presencia en la primera parte. Ann Sheridan canta y baila, muy recatadamente, por cierto. El amigo del héroe vuelve a ser Alan Hale, por supuesto, y los malotes poseen las efigies del torvo Victor Jory y el peligroso Bruce Cabot. Max Steiner da rienda suelta a violines y trompetas varias, mientras Sol Polito filma las imágenes con un limpio y reluciente technicolor. Incluso atisbamos en un breve papel a Gloria Holden, la inolvidable hija de Drácula, y al fascista Ward Bond, curtido en mil y un westerns. Toda esta combinación de luminarias ofrece 104 minutos pletóricos de acción, humor y emoción, con esa fe en lo que hacían propia de los clásicos. No es moco de pavo, con la que nos está cayendo encima...
Eduardo
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6
17 de febrero de 2020
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un momento en que todo tipo de charlatanes y voceros populistas intentan desprestigiar la política, de forma que las dos palabras de mi título parecen antitéticas (de hecho, ya se ocupan los propios políticos, salvo honrosas excepciones, de desprestigiar su oficio), es interesante echar un vistazo a esta pequeña película, si bien aquejada de un exceso de verborragia. Una joven filósofa sin la menor experiencia en el campo de la política es captada por el gabinete de imagen del alcalde de Lyon para darle ideas. El alcalde, un socialista honrado y recto, se encuentra falto de nuevos conceptos tras 30 años de dedicación a su carrera. Entre la novata y el veterano se establecerá una relación de insólita complicidad, hasta el punto de que sus asesores ponen en cuestión la labor de la joven cuando el alcalde sopesa presentarse a presidente de la República... Estamos ante la típica película francesa en que el guión, los diálogos, es lo primordial, antes que la acción o el encadenamiento de situaciones, de modo que quienes teman aburrirse con las continuas disquisiciones que relacionan la ética, la estética, la moralidad y el trabajo político pueden quedarse en casa. Nos zambullimos en el mundo desconocido que existe más allá de los titulares periodísticos y las fotos acompañantes, descendemos a las catacumbas de lo que se cuece tras esos imponentes muros que albergan ayuntamientos, en este caso, palacios presidenciales o sedes de partidos políticos. Una inmensa maquinaria trabaja para llevar adelante no sólo la labor externa, la que percibe el pueblo, los súbditos, sino las ambiciones personales de quienes han sido ungidos con el poder. La cinta es un mano a mano apasionante entre un Fabrice Luchini cada día más superlativo y una Anaïs Demoustier que se crece ante el maestro y ofrece la interpretación más completa de su ya dilatada carrera, pese a su juventud. Lo mejor de Los consejos de Alicia se concentra en los encuentros entre ambos, en ese placer visible que sienten dos artistas al dar lo mejor de sí mismos.. Pero el espectador ha de ser paciente y acomodarse al ritmo de las imágenes y a la espesura de unos diálogos no aptos para todos los públicos, y no me estoy poniendo estupendo, sino realista. Hay a quienes les sonará a chino lo que están oyendo. Para apasionados de la política y/o la filosofía.
Eduardo
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6
13 de febrero de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Inglaterra profunda, my profunda, años 50: incultura, represión, rabia contenida. Jean llega a un pequeño pueblo para ocupar el puesto de médico. Mal vista por hombres y mujeres, tendrá que ganarse su confianza poco a poco. Además, es lesbiana, algo impensable para la época y que debe ocultar a toda costa. Lydia es de esas mujeres que siempre eligen al peor hombre posible, y no para de meter la pata, tanto en su vida personal como en el ámbito laboral. Su ex marido es un gañán adusto y desabrido, como en toda película feminista que se precie, y la maltrata de palabra y obra. Tienen un hijo, Charlie, que posee la rara habilidad de "tratar" con las abejas. Cuando Lydia se quede sin trabajo y sin casa, Jean les acogerá. Poco a poco, una relación más que amistosa se irá trabando entre ambas mujeres... Bien, la historia está contada de forma reposada y algo cansina, sin ahondar demasiado en los personajes. La anécdota de las abejas tampoco está muy trabajada, de forma que ese apunte que apela al fantastique se queda en nada. El romance, con todas las dificultades que conlleva, pasa con discreción por la pantalla, aunque uno empatiza con la pareja, rodeada de gente tan estúpida como analfabeta. Annabel Jankel, otrora firmante de dos mayúsculos bodrios como Muerto al llegar (un remake inútil y mal concebido) y Super Mario Bros., vuelve a la pantalla grande tras 25 años de exilio en la televisión con esta obra tibia, pero a la postre simpática sobre un amor que afronta graves dificultades. Como siempre en el cine británico, buena fotografía, buena música y excelentes secundarios. Pero dan ganas de recibir más...
Eduardo
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3
10 de febrero de 2020
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tobor el grande es una película tan empecinadamente mala que cuesta creerlo. Ambientada en plena Guerra Fría, da lecciones acerca de cómo ser un buen ciudadano, amante de la patria y demás zarandajas, incluso desde la más tierna infancia. Rodada de manera birriosa por el ,mediocre Lee Sholem, quien cuenta en su filmografía con títulos tan deleznables como Cannibal Attack o Pharaoh's Curse, se despacha en 77 angustiosos minutos, mientras uno cree que algún agente del FBI entrará de repente en el salón y le obligará a jurar la Constitución (estadounidense, of course). El robot es del mismo tipejo que creó Robbie the Robot, de la entrañable Planeta prohibido, pero está claro que en ésta faltaba presupuesto y/o imaginación. El niño, repelente en todo momento, es de bofetada. El elenco actoral no despierta excesivos frenesís, y si algo conviene destacar es la presencia de Karin Booth, una señora que pasea con elegancia sus sobresalientes pectorales, desmintiendo la idea de que es un ama de casa recatada y virtuosa. Para coleccionistas irreductibles de la ciencia-ficción años 50.
Eduardo
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